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Día de los inocentes (Cassiopeia Rohmer)
Día de los Inocentes (C.R.)
Fecha y hora: 1 de Abril, 8:10 am.
Clima: Cielo despejado, temperaturas bajas pero en aumento.
Ubicación: Habitación 224.
“Recuerda el plan”, esa era la nota que la joven Rohmer encontró en su celda esa mañana. Todo estaba saliendo según lo acordado, según esa mano que le estaban dando. A los ocho de la mañana la poca luz que había en el lugar acabó por cortarse, y la joven tuvo uno oportunidad para salir. Luego de las explosiones y las notas, los pasillos y corredores se encuentran tan desiertos como las habitaciones. Todo de acuerdo al plan, pero hay que ser rápidos, el sonido de varias personas subiendo las escaleras se acerca.
Publicado por Whispers Sáb Jun 18, 2016 3:00 am
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—
La paz y la perfección son algo imposible de obtener. Y todos los sacrificios que haga, solo volverán en su contra.
Tenía que ser rápida, no tenía mucho tiempo y no podía detenerse a pensar del por qué la ayudaba en ese momento y no la había ayudado a salir antes. Le habían indicado que nadie la vería, que los pasillos estarían completamente solos por el tiempo necesario para que pudiera hacer todo lo que necesitaba hacer. Mientras subía las escaleras miraba a todos lados, atenta a cualquier sonido, a cualquier sombra, a cualquier reflejo. Por ahí, una de sus voces le indicó cuando iban llegando al piso indicado, una de tantas voces que ahora eran parte de ella. Como solía hacer le hizo caso y se encontró con el pasillo donde quedaban sus habitaciones, pero su habitación no era el objetivo, tenía que ir a la habitación de Callie, ese era su objetivo, tenía que esconderse y no había mejor lugar que ese.
— 224, 224… — ¡Apúrate!, ¡Rápido!, No lo lograrás — Shh ¡Cállense! — No podía pensar cuando todas les hablaban al mismo tiempo, pero no tenía tiempo de discutir, tenía que llegar. Al ver el letrero de la habitación de su melliza no lo pensó mucho, dio vuelta a la manilla y empujó la puerta, la cual abrió y mirando detrás de ella ansiosamente entró a la habitación cerrando la puerta tras ella.
Cuando escuchó el sonido de la puerta cerrarse suspiró aliviada, incluso sus voces celebraron. Nadie la había visto y había llegado a su objetivo. Registró las cosas de Callie con desesperación, escuchando indicaciones en su cabeza y tratando de recordar donde dejaba su hermana los cuadernos y los lápices, o cualquier cosa donde pudiera anotar. — ¡Aquí! — Gritó para luego mirar de nuevo a su alrededor no fuera que alguien la hubiera escuchado, se regañó mentalmente para luego sentarse en la cama con el papel y el bolígrafo. Le dolía la cabeza y la luz del lugar le molestaba en los ojos desde que había comenzado su recorrido, pero debía concentrarse para escribir algo coherente.
Le había costado escribirla, en algunas partes se entendía más la letra que en otras, se le habían llenado un poco las manos de tinta y había manchado la nota, pero en general se entendía, Calliope entendería. Que cursi. Esta perfecta. No me gusta. — No me importa — No podía escribirla de nuevo, volvió a mirar la habitación, buscando donde ocultarla. Comenzó nuevamente a revolver todo — ¿Dónde está? — Allí. Alzó la mirada y encontró el libro de Peter Pan tan amado de Callie, lo abrió con todo el cuidado que sus manos débiles le permitieron y escondió allí la nota, dejando el libro en su lugar, aunque sin darse cuenta de que le había dejado una mancha en el lomo.
— 224, 224… — ¡Apúrate!, ¡Rápido!, No lo lograrás — Shh ¡Cállense! — No podía pensar cuando todas les hablaban al mismo tiempo, pero no tenía tiempo de discutir, tenía que llegar. Al ver el letrero de la habitación de su melliza no lo pensó mucho, dio vuelta a la manilla y empujó la puerta, la cual abrió y mirando detrás de ella ansiosamente entró a la habitación cerrando la puerta tras ella.
Cuando escuchó el sonido de la puerta cerrarse suspiró aliviada, incluso sus voces celebraron. Nadie la había visto y había llegado a su objetivo. Registró las cosas de Callie con desesperación, escuchando indicaciones en su cabeza y tratando de recordar donde dejaba su hermana los cuadernos y los lápices, o cualquier cosa donde pudiera anotar. — ¡Aquí! — Gritó para luego mirar de nuevo a su alrededor no fuera que alguien la hubiera escuchado, se regañó mentalmente para luego sentarse en la cama con el papel y el bolígrafo. Le dolía la cabeza y la luz del lugar le molestaba en los ojos desde que había comenzado su recorrido, pero debía concentrarse para escribir algo coherente.
“Callie primero que nada ¡Estoy viva!, bueno más o menos, pero aún respiro, este ha sido el peor mes que he vivido nunca, incluso peor que cuando estuvimos encerradas en aquel bunker. Quiero estar contigo, hay demasiada oscuridad, demasiado dolor. Tienen que escapar, tenemos que escapar, pero no sé cómo lo lograremos. Esto es una advertencia, sálvense, váyanse, no crean en nadie. No sabes quién está ayudando y quien no, y lo menos que quiero es que aparezcas junto a mí en la oscuridad. No me busques, solo váyanse, protege a los chicos y miren en cada esquina. ¡NO CONFIES! ¡HUYE! ¡VETE! Te amo.”
Le había costado escribirla, en algunas partes se entendía más la letra que en otras, se le habían llenado un poco las manos de tinta y había manchado la nota, pero en general se entendía, Calliope entendería. Que cursi. Esta perfecta. No me gusta. — No me importa — No podía escribirla de nuevo, volvió a mirar la habitación, buscando donde ocultarla. Comenzó nuevamente a revolver todo — ¿Dónde está? — Allí. Alzó la mirada y encontró el libro de Peter Pan tan amado de Callie, lo abrió con todo el cuidado que sus manos débiles le permitieron y escondió allí la nota, dejando el libro en su lugar, aunque sin darse cuenta de que le había dejado una mancha en el lomo.
Publicado por Cassiopeia I. Rohmer Sáb Jun 18, 2016 2:29 pm
Narración
Los pasillos están despejados, de manera tal que la joven pueda regresar antes de que alguien notase su ausencia, antes de que noten que había logrado escapar del lugar donde la tenían encerrada. El silencio de los pasillos se corta cuando se escuchan unos pasos ir apresurados hasta la azotea, pero se desvían a último momento para subir por las escaleras que siempre dieron a una sala que estuvo cerrada para estudiantes y cualquier otra persona.
Publicado por Whispers Sáb Jun 18, 2016 11:27 pm
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—
La paz y la perfección son algo imposible de obtener. Y todos los sacrificios que haga, solo volverán en su contra.
Lo único que quería hacer la morena era esconderse debajo de las sabanas y esperar a que su melliza apareciera, o Gru, o cualquiera de los chicos… Pero no podía quedarse allí, barajeo la idea de meterse en el armario para que nadie la descubriera y que así no hubieran más problemas y se acercó a este abriéndolo, barajeando las posibilidades. ¡Allí no!. ¡Esta oscuro!. Tengo miedo. Este último susurro la hizo soltar un sollozo al recordar la oscuridad de su celda y el dolor… No, no podía encerrarse en el armario a esperar que su hermana o quien fuera leyera su nota, o la encontrara.
Sacudió su cabeza, tenía que seguir el plan que ella había creado, su misión era dejar una advertencia, escapar no estaba entre sus posibilidades aunque en realidad esta parte era completamente libre, lo que hiciera luego de escribir la nota era cosa suya. Sin embargo, no podía quedarse en la habitación, si alguien que no debía la descubría podría buscar la nota y adiós todo.
Escuchó sonidos de pasos venir hacia a ella cosa que hizo que aguantara la respiración, o por dios alguien venia. Los gritos de sus voces asustadas llenaron su cabeza haciéndola cerrar los ojos y taparse los oídos, no, no, no podían descubrirla. Pero todo se detuvo de repente, se habían ido, no iban donde ella… Debía huir de allí.
Se acercó a la puerta, puso su oído en la misma esperando escuchar más sonidos, al no percibir nada la abrió con cuidado para luego salir por ella, mirando a todos lados, viendo el pasillo despejado, buscando hacia donde irse, hacia donde correr.
Sacudió su cabeza, tenía que seguir el plan que ella había creado, su misión era dejar una advertencia, escapar no estaba entre sus posibilidades aunque en realidad esta parte era completamente libre, lo que hiciera luego de escribir la nota era cosa suya. Sin embargo, no podía quedarse en la habitación, si alguien que no debía la descubría podría buscar la nota y adiós todo.
Escuchó sonidos de pasos venir hacia a ella cosa que hizo que aguantara la respiración, o por dios alguien venia. Los gritos de sus voces asustadas llenaron su cabeza haciéndola cerrar los ojos y taparse los oídos, no, no, no podían descubrirla. Pero todo se detuvo de repente, se habían ido, no iban donde ella… Debía huir de allí.
Se acercó a la puerta, puso su oído en la misma esperando escuchar más sonidos, al no percibir nada la abrió con cuidado para luego salir por ella, mirando a todos lados, viendo el pasillo despejado, buscando hacia donde irse, hacia donde correr.
Publicado por Cassiopeia I. Rohmer Dom Jun 19, 2016 9:12 pm
Ojalá el pasillo hubiera estado despejado. Ojalá Cassiopeia hubiera podido correr más rápido y llegar a un lugar donde realmente se encontrase a salvo. Ojalá Alfred Motka no hubiera escogido una puerta contigua para esconderse a la espera de que la chica volviese a aparecer, igual que un perro de presa observa agazapado el momento justo en el que debe atacar.
Rastrear alumnos resultaba una tarea tan sencilla que ni siquiera su cojera suponía un impedimento. No necesitaba un olfato muy desarrollado o una vista de lince para encontrarlos. Él tenía un arma mejor: conocía los entresijos de sus cerebros, muy bien estudiados durante esas sesiones en las que trataba de ser cercano y ganarse la confianza de los muchachos. Aplastar gusanos confiados no costaba trabajo. Podía leerlos como libros abiertos y anticiparse a sus finales simplones y poco lustrosos, más dignos de novelas típicas destinadas a adolescentes que de obras maestras de la literatura. Cassiopeia no era una excepción. Antes de que diera el primer paso Alfred ya estaba detrás suya mirándola, jugando consigo mismo a adivinar su siguiente movimiento. Los corderitos siempre van a perder en un enfrentamiento directo con el lobo. Siempre.
Motka salió de la habitación que le servía como refugio cuando escuchó a la joven abrir la puerta. El director no dejó espacio para que huyese, poniéndose manos a la obra con una rapidez que nadie hubiese creído suya. En cuanto la vio asomar la cabeza alzó el bastón y la golpeó fuertemente, buscando conseguir un desmayo instantáneo. El ruido que realizó su cuerpo al desplomarse sobre el suelo retumbó en todo el pasillo, pero nadie más que él pudo oírlo. Todos estaban ocupados quejándose por las bombas de humo y las explosiones un par de plantas por debajo de ellos y el eco de sus voces ahogó el del peso muerto al caer. Alfred observó con los ojos entrecerrados a la desmayada alumna durante unos segundos; segundos en los que su mirada no mostró ni un ápice de la compasión y tranquilidad con la que normalmente se ganaba la confianza de los más jóvenes.
Ilusa. ¿De verdad creía que lograría escapar de él? ¿De él?
Haciendo un gran esfuerzo el director logró agacharse. La joven no pesaba demasiado, aunque tomarla en peso no quedaba entre sus planes. Tras agarrarla por una de las piernas se marchó de allí con pasos cortos, arrastrando su cuerpo inmóvil por todo el pasillo. Paraba de vez en cuando para recuperar el aliento y mirar por encima de su hombro en busca de ojos espías. Sus manos sudaban debido al esfuerzo y el bastón estuvo a punto de resbalar entre sus dedos en varias ocasiones, pero no se detuvo. Incluso sintió unas repentinas ganas de silbar que se obligó a acallar antes de que la primera nota escapase de sus labios. No era el momento idóneo, aunque los trabajos más pesados siempre se vuelven más llevaderos con un poco de música de fondo.
Toda una macabra estampa más digna de épocas en las que los niños confiaban en que el Hombre del saco los raptaría si se portaban mal.
Motka devolvió a Cassiopeia al sitio del que nunca tendría que haber salido sin toparse con más ojos que los de los cuadros que adornaban los pasillos. Ese era su lugar. Así lo había dictado y nadie tenía la potestad de desobeceder sus órdenes. Ni siquiera él.
Rastrear alumnos resultaba una tarea tan sencilla que ni siquiera su cojera suponía un impedimento. No necesitaba un olfato muy desarrollado o una vista de lince para encontrarlos. Él tenía un arma mejor: conocía los entresijos de sus cerebros, muy bien estudiados durante esas sesiones en las que trataba de ser cercano y ganarse la confianza de los muchachos. Aplastar gusanos confiados no costaba trabajo. Podía leerlos como libros abiertos y anticiparse a sus finales simplones y poco lustrosos, más dignos de novelas típicas destinadas a adolescentes que de obras maestras de la literatura. Cassiopeia no era una excepción. Antes de que diera el primer paso Alfred ya estaba detrás suya mirándola, jugando consigo mismo a adivinar su siguiente movimiento. Los corderitos siempre van a perder en un enfrentamiento directo con el lobo. Siempre.
Motka salió de la habitación que le servía como refugio cuando escuchó a la joven abrir la puerta. El director no dejó espacio para que huyese, poniéndose manos a la obra con una rapidez que nadie hubiese creído suya. En cuanto la vio asomar la cabeza alzó el bastón y la golpeó fuertemente, buscando conseguir un desmayo instantáneo. El ruido que realizó su cuerpo al desplomarse sobre el suelo retumbó en todo el pasillo, pero nadie más que él pudo oírlo. Todos estaban ocupados quejándose por las bombas de humo y las explosiones un par de plantas por debajo de ellos y el eco de sus voces ahogó el del peso muerto al caer. Alfred observó con los ojos entrecerrados a la desmayada alumna durante unos segundos; segundos en los que su mirada no mostró ni un ápice de la compasión y tranquilidad con la que normalmente se ganaba la confianza de los más jóvenes.
Ilusa. ¿De verdad creía que lograría escapar de él? ¿De él?
Haciendo un gran esfuerzo el director logró agacharse. La joven no pesaba demasiado, aunque tomarla en peso no quedaba entre sus planes. Tras agarrarla por una de las piernas se marchó de allí con pasos cortos, arrastrando su cuerpo inmóvil por todo el pasillo. Paraba de vez en cuando para recuperar el aliento y mirar por encima de su hombro en busca de ojos espías. Sus manos sudaban debido al esfuerzo y el bastón estuvo a punto de resbalar entre sus dedos en varias ocasiones, pero no se detuvo. Incluso sintió unas repentinas ganas de silbar que se obligó a acallar antes de que la primera nota escapase de sus labios. No era el momento idóneo, aunque los trabajos más pesados siempre se vuelven más llevaderos con un poco de música de fondo.
Toda una macabra estampa más digna de épocas en las que los niños confiaban en que el Hombre del saco los raptaría si se portaban mal.
Motka devolvió a Cassiopeia al sitio del que nunca tendría que haber salido sin toparse con más ojos que los de los cuadros que adornaban los pasillos. Ese era su lugar. Así lo había dictado y nadie tenía la potestad de desobeceder sus órdenes. Ni siquiera él.
Publicado por Alfred M. Motka Lun Jun 20, 2016 8:54 am
personaje no jugable
Alfred
213
-491
Gary Oldman
El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio y el odio lleva al sufrimiento.
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