Minitrama ▲ Nate, Brennan y Ezra P.

Sedado, estaba sedado. Una cantidad considerable de medicinas en un día y todo porque sabía que no tendría la capacidad para dormir ni mucho menos para estar despierto y afrontar todos y cada uno de los demonios que lo perseguían desde que se dio cuenta que ella no estaría más, de que no podría verla, de que no se conformaría con un mero sueño. Calliope no estaba más, su mejor amiga se había ido, su chica, el amor de su vida. Ya no vería su cabello danzar por los pasillos, su velocidad y entrega al entrenar, sus gestos cuando arrugaba la nariz o cuando se molestaba, sus besos, sus caricias. Cada vez que recordaba todo lo que pudo haber sido y no fue sentía ganas de correr, de golpear algo, el nudo trancaba su respiración y le hacía sentir que cada espacio en el que estaba era más y más pequeño. Su habitación era un infierno, el internado era un infierno, todo era un infierno porque ella ya no estaba y ya no la volvería a ver.

Nate sale de su cuarto, sabía a donde lo llevarían sus pies, había estado pensando hacerlo hace un par de días, pero no se había decidido, lo mejor era aprovechar ahora que sus emociones estaban bajo perfil gracias a las medicinas para ir, para ir a su habitación y, de alguna manera, decirle todo lo que sentía y despedirse, despedirse, aunque el solo imaginarlo le causara una migraña terrible.

Nate rasca su cabello despeinado, iba apenas con un pantalón deportivo y una sudadera, se veía casado, moribundo, no se fija en los rostros que pasan porque no le importa. Toca el picaporte, esperaba tener que usar algún truco para entrar, pero la verdad es que la puerta yace abierta y para su sorpresa es Gru el que está adentro. No había que atar cabos para entender que ambos estaban en medio de la misma situación.

—Gru—. Menciona a modo de llamado, intenta que algún gesto aparezca en su rostro, pero lo cierto es que nada sale, solo el vacío cómplice de que ambos estaban pasando por lo mismo y que quizás habían llegado a la habitación de Calliope por la misma causa. Los ojos de Nate recorren el lugar momentáneamente, toma un respiro, uno que le duele. —Este lugar no es nada sin ella.

Todo era un pedazo de Callie, todo era ella; el tocador, el armario, su cama, su aroma se desprendía y eso lo torturaba. Ya no quedaban lágrimas por derramar ni golpes que dar, sus nudillos marcados y ojos cansinos eran prueba de ello. Nathaniel pasa y se queda de pie, no tenía la fuerza de sentarse o mover algo, en parte quería dejar todo como ella lo había dejado. —Es... jodido estar aquí.

Las horas de insomnio habían regresado. Cuando por fin Ezra conciliaba el sueño, este se tornaba en una pesadilla sin fin. Una pesadilla recurrente que cada día añadía un nuevo detalle. Durante los últimos dos días, estas se habían teñido con los cuerpos sin vida de los directores. Su habitación había empezado a asfixiarle. Las paredes parecían que se comprimían y hasta el blanco de la pintura parecía que le dañaba la vista. Es por ello, que se había propuesto acabar con el mapa que había comenzado sobre el interior del internado. Había algo en la estructura del edificio que probablemente no cuadraba. Si conseguía plasmar todas las habitaciones a las cuales él tenía acceso y si no se equivocaba al pensar que todas las habitaciones medían lo mismo, quizás conseguiría saber si había alguna habitación secreta o algún conducto.

Aquel día había estado trabajando en el quinto piso. Con tantas habitaciones y pasillos, no sería difícil despistar a alguien con una habitación falsa o que estuviera inutilizada. Solo necesitaba saber cuántas habitaciones había y lo largo que eran los pasillos, pues las medidas de su cuarto ya las tenía, así que solo las tendría que aplicar a cada habitación. Si los cálculos le fallaban, quizás sus suposiciones no irían tan desencaminadas. Al llegar la tarde, salió de su habitación para comenzar con la tarea. Decidió empezar por orden, empezando por el pasillo que conducía a las primeras habitaciones: de la 221 en adelante. Tal y como había hecho en la biblioteca, fue contando los pasos que daba, procurando que estos siempre fueran de la misma longitud para no errar en los cálculos. Cuando pasó por la habitación 224, notó que la puerta estaba abierta y no pudo evitar el mirar hacia su interior. Su vista se encontró con la figura de Nate y con la de Brennan. Sabía que no era la habitación de Nate y, a juzgar por la decoración que podía ver, dudaba que fuera del otro. Fue cuando pensó que quizás esa era la habitación de Calliope. No conocía mucho a la chica, pero sabía de la relación que mantenía con Nate. Su instinto protector y esa sensación de deber como hermano mayor que algunas veces le trasmitía su capitán de soccer hicieron que sus pies lo llevaron hacia el interior de la habitación.

—Hey. Lo siento mucho, chicos… —Fue lo único que pudo decir en aquellos momentos. Posó una mano sobre el hombro de Nate, a modo de apoyo moral—. Si hay algo que pueda hacer por vosotros… Lo que sea, no dudéis en preguntar, ¿vale? —Añadió tras un silencio, mirando a ambos. Sabía que no era mucho lo que podía hacer por ellos, pero si podía ayudar de alguna manera, al menos se sentiría útil. Mientras esperaba una respuesta, sus ojos curiosos no pudieron evitar divagar por la estancia. El libro de medicina llamó su atención. Poco sabía de los intereses de la muchacha, pero le resultó algo extraño el tema de dicho tomo. Con cautela se acercó hacia el escritorio, le daba miedo tocar algo, así que se limitó a observarlo desde su posición.

—Nate, cuando os secuestraron… —Aquella palabra casi se le atraganta, pues no sabía si era algo tabú para el chico—. ¿Utilizaron algún tipo de droga? ¿Qué dijeron las enfermeras de los análisis de sangre? —Preguntó girándose hacia el chico.

No quería escuchar lamentos, tampoco palabras de aliento o comentarios de qué hubiera pasado si el futuro hubiese sido bueno con ellos. Nate no quería escuchar nada porque cada similitud a eso lo alejaba más de Callie. Todas las noches el chico trataba de convencerse en vano de que no estaba muerta, de que era una broma sucia, muy sucia y cruel, se convencía entre sus pesadillas de que estaba viva y de que él la encontraría, pero por otro lado solo le bastaba recordar esa foto para imaginar que más nunca la tendría a su lado, que no la abrazaría, que no la besaría, que no estaría ahí para escuchar sus comentarios y juegos hacia su persona; cada recuerdo lo alejaba y él no quería alejarse. Por otro lado, podía entender a Gru, después de todo ambos estaban pasando por lo mismo, aceptaba su sentimiento porque él le diría exactamente lo mismo.

—Probablemente tendría su zapato en mi cara si hubiese amanecido de buenas ese día y la puntería estuviera a su favor—. ¡Cuánta nostalgia impregnaba su voz! Solo podía imaginar lo que fue, lo que vivió, lo que pudo ser a un lado de aquella chica que tan de cabeza ponía su mundo con solo una de sus palabras. La extrañaba, la extrañaba más que nada. —Yo también lo siento, Gru, sé... sé muy bien todo lo que estas sintiendo, créeme—. Sí, era así.

No se dio cuenta de que Ezra había entrado sino hasta cuando tuvo la mano del chico en su hombro, en ese momento Nate giró y trató de esbozar una sonrisa cordial —Gracias, amigo. Lo sé—. Él era su amigo, sabía que estaría cuando lo necesitara así como sucedía en el equipo de soccer. Ezra era leal, Nate no tenía duda de eso.

El comentario de Ezra lo toma desprevenido, sobre todo porque Nate estaba con la mirada perdida en cualquier detalle que estuviera en la habitación de Callie menos ese en particular. Nate sigue con la mirada el libro y no duda en acercarse un poco. —Sedante y... morfina—. Comenta como si fuera algo usual cuando de por sí ya el chico tenía pista de lo que pasaba en su organismo anteriormente.

El comentario de Gru parece una posibilidad, una que crece en el interior de Nate que, sin dudarlo, se acerca y toma el libro de medicina abriendo y buscando en las páginas alguna pista. Las anotaciones, los comentarios, lo que Callie estaba buscando se relacionaba mucho con algo, con algo que Nate no se hubiese imaginado y que hizo que el calor abandonara su cuerpo de la manera más abrupta posible. —Puede que... estuviera buscando algo de mí—. Siente que su voz se va y por un momento que fuera él el único en esa habitación. —De mi tratamiento—. Tiene que tragar fuerte, su boca esta seca y es ahí cuando se da cuenta de ello. Dice algo que ni Gru ni Ezra pueden adivinar precisamente porque no lo sabía. ¿La búsqueda de Calliope tendría que ver con el estado de Nate?, quizás incluso antes del secuestro. Un nudo se forma en la garganta del chico, no, no era posible. Todo estaba relacionado con los desaparecidos, netamente con eso, ¿verdad?

—Es posible… —Musitó, mientras reflexionaba sobre la pregunta de Brennan. La morfina podía crear dependencia si te tomaba en grandes dosis. Y a juzgar por el aspecto que tenía su tocayo desde que lo habían encontrado, quien había estado más tiempo secuestrado… No sería de extrañar que hubieran estado utilizando algún tipo de droga en él. La idea de que quizás los sedantes llevaban algo más que un simple fármaco para adormilar se le cruzó por la mente. Brennan podía tener razón, quizás Callie había descubierto algo. Por eso se la llevaron a ella y no a todo el grupo. Quizás los otros también sabían algo. Pero si no abrían ese libro, no despejarían sus dudas.

En lo que dudó si tocar o no el libro, ya que podía parecer irrespetuoso hacia la memoria de Callie y, posiblemente, a Nate no le haría mucha, este ya había tomado el libro. Eso supuso un alivio, ya que Ezra apenas conocía a la chica y no creía que fuera su lugar hacer aquello. Se asomó por encima del libro mientras el capitán pasaba las páginas. Pudo ver anotaciones escritas sobre algunas páginas. Sinceramente, eso le hirvió la sangre, pero era una respuesta natural cuando veía semejante atrocidad cometida. Los post-it y los cuadernos estaban para algo, no había necesidad de garabatear sobre un libro y destrozarlo. Si la chica estuviera presente le hubiera sopeteado un par de cosas. Lamentablemente, la chica jamás volvería. Y ese pensamiento hizo que se calamara. Todas esas nimiedades ya no tenían ninguna importancia cuando la vida de las personas que se encontraban allí dentro corría peligro. Cualquiera podía ser el siguiente.

Las siguientes palabras de Nate llamaron su atención. Lo miró con las cejas arqueadas, confuso, pues no tenía ni idea de qué estaba hablando.

—¿De tu tratamiento? ¿Qué clase de tratamiento? —Tuvo que preguntar. Pensaba que conocía al chico y jamás había notado algo raro en él que le hiciera pensar que estaba bajo tratamiento médico—.  Una cosa… El padre de Yvette era médico o algo así, ¿no? Y estaban experimentando con gente... —Preguntó recordando de repente los rumores que había escuchado después de que se supiera la verdad. Él mismo no había leído esos recortes de periódicos de los que había oído hablar, y tampoco sabía exactamente la verdad pues la gente tenía tendencia a exagerar—. Puede que tenga algo que ver… O puede que no. —Añadió al final, alzando lentamente la mirada hacia Nate, ya que no quería preocuparlo, ni tampoco que pensara que por su culpa Calliope ya no estaba.