It doesn't hurt to try [Katherine]

La última información sobre la vuelta a clases fue casi la mejor noticia que había escuchado hacía bastante tiempo. Eso, por una parte, le alegraba ya que al fin dejaría de dar bote sin sentido de un lado a otro, y también porque ya no sabía que libro más podía sacar la de la biblioteca sin aburrirse. Para Kate era imposible estar un minuto sin hacer algo, prefería colapsar en trabajo antes que morir de inanición. Se había acostumbrado a la rutina durante esos dos años, que cuando decidieron retomar sus labores, a modo de celebrar, llevó las flores que Erik le había regalado para devolverlas a su lugar en su escritorio, y otro tanto de chiches que gustaba para decorar. Vistió con sus mejores galas de secretaria; algo sencillo, pero que con una pañoleta al cuello daba los tonos alegres del día. Quitó de su chaqueta ya que la estufa hacía lo suyo y la dejó sobre el respaldo de su silla. Abrió las cortinas, dejando entrar la luz del día y tomó un momento de dar una larga mirada a toda su oficina, estaba tal cual la recordaba; su vieja y fea computadora, su tarro con lápices medios gastados, la fotocopiadora en su esquina, al otro lado la cafetera expreso del año de la reina victoria pero que aún molía café, un par de libretas sobre el escritorio y un montón de archivadores en una silla, la cantidad exacta que faltaban en una de las repisas y que pedía a gritos que volvieran a su sitio.

El trabajo no se hizo de esperar, y Kate arremangó su camisa, buscando de una segunda silla para hacerse hasta la altura adecuada e ir colocando uno a uno los archivadores. Mientras evitaba caerse al piso, tarareaba una canción en su mente, contagiada de la felicidad que le provocaba estar al fin haciendo algo útil aparte de las clases de defensa personal con Mark y de primeros auxilios con Gail. Al menos la sensación familiar de su oficina le llenaba de seguridad, más que estar encerrada en su habitación. Absorta bajo los recuerdos en que Motka, aún con vida, regía como director, y en que era usual verle una que, otra vez rondando esos lugares, no prestó atención cuando el muchacho entró y sin previo aviso terminó de colocar el archivador restante.

A Kate se le erizó la piel. Ensimismada en su trabajo, no escuchó ni la puerta abrir ni los pasos del joven. Cualquiera podría haber entrado ahí y hacer de ella lo que quisiera, y no habría puesto resistencia por el asombro. -G-gracias…creo -Tardó un par de segundos en volver a reaccionar, sin perder de vista al joven ni por un momento. -Perdón ¿Quién eres tú? Creo que a estas horas deberías estar en clases ¿Necesitas algo? ¿Te ha enviado algún docente por material?- no pudo evitar la brusquedad en sus palabras, seguía asustada.

Recordó como respirar tranquilamente, bajando los hombros y recuperando de apoco la cordura. Katherine no gustaba de las sorpresas, y menos en el internado. Debió tardar un par de segundos de examinar al muchacho de pies a cabeza antes de etiquetarle como libre de amenazas. Después de sus entrenamientos con Mark, le resultaba difícil resistir la tentativa de aplicarle una llave para reducirle al piso y que confesara sus verdaderas intenciones.

-Oh, sí, claro… aún no- masculló para sí misma - Perdón, no te preocupes. No es nada, tengo algo de sueño, debe ser eso- sonrió, cayendo en la dulce mentira del muchacho. La paranoia se le estaba contagiando, sintió vergüenza de haber desconfiado de primeras. Aquel rostro no podía albergar malas intenciones, pensaba Kate.

Embelesada por el triste tono con que Asher relataba su historia y la de su hermana, Kate sintió que algo debía hacer por los pobres hermanos Arenberg, era imposible que pudieran estar sufriendo de esa forma. Quizás muchos otros alumnos estaban en su misma situación, y sin embargo no se atrevían a hablar de ellos quizás por miedo o vergüenza. Que tristeza más grande pensaba Katherine, sintiéndose de brazos cruzados porque a pesar de que todos volvían a cumplir sus labores, ella no tenía los mismos privilegios de antes.

Sí, era el intermediario perfecto para cuando se presentaban aquellas situaciones, estando tan cerca de la oficina de los directivos y teniendo un trato directo con ellos, podía informar de cuando en cuando acerca de lo que estaba sucediendo con algunas personas. Más, sin embargo, Katherine observaba el intercomunicador que daba directo a la oficina del señor Motka con tristeza, reconociendo que por más que presionase el botón, no obtendría respuesta del otro lado. El señor Motka y el señor Hempstead estaban muertos.

-En verdad lo lamento mucho por ustedes, nadie debería estar sufriendo, menos un par de niños. Pero Asher, espero comprendas que, con la situación actual, lo único que puedo hacer para ayudarles es hablar con el señor Downer y la señorita Thurkell- se dirigió a ellos con sumo respeto, a pesar de su amistad, era su trabajo – Quizás entrever alguna solución intermedia, como librarles de la asistencia obligatoria y que realicen trabajos en la biblioteca o el jardín, algo que les permita mayor libertad. Pero lo del justificativo –hizo una mueca- lo veo imposible. Deben comprender que, si se ha llegado a esta resolución, es porque fue considerado lo mejor para todos por igual. Tú y tu hermana podrían volver a adecuarse con el tiempo, nadie les obliga que sea enseguida-

Recordó que existía una aplicación formal para aquellos casos, claro que eran utilizados para otras situaciones como duelo de algún familiar o cercano, o por motivos médicos. De igual forma le serviría para entregarlo con carácter formal a Brian y Soph, esperando que fuera a servir. Se encaminó hasta su escritorio, y desde el último cajón rescató una tablilla con un formulario. Aquel proceso de agacharse le provocado que su falda se levantara solo un poco, lo suficiente para dejar entrever las ligas de sus pantys.

-Acércate, necesito rellenar esta ficha con tus datos y los de tu hermana, para entregarlos hoy mismo- ordenó al muchacho, dándole la espalda y sacando un lápiz de tinta, escribiendo la fecha exacta y motivos de solicitud.