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Wake me up before you go-go

Lunes 21 de marzo. Pasado el mediodía.

La hora de comer aún no había acabado cuando Giselle abandonó el comedor. Sentía un profundo asco cada vez que se veía rodeada de estúpidos adolescentes que comían con la boca abierta, hablaban y desperdigaban por las mesas migajas plagadas de gérmenes. ¿Se podía ser más sucio que la mugre infecta que pululaba por aquel colegio infernal?
Desde luego que no. Ni la vez que tuvo que acompañar a su padre a una gala benéfica en favor de un orfanato local se sintió tan perdida.

Si hubiera sabido que en aquel supuesto internado elitista no encontraría más que compañeros vulgares y sin estilo jamás hubiese aceptado la invitación. Algunas noches, ya en la soledad de su habitación y sin necesidad de aparentar que estaba por encima del bien y del mal, Giselle se arrepentía de haber acabado en ese apartado lugar. Echaba de menos su ropa de marca, los paseos en el Roll-Royce que le había regalado su papi por su cumpleaños número dieciocho y su teléfono móvil. Llevaba sin actualizar su perfil de las redes sociales semanas. ¡Semanas! ¿Quién se dedicaría, entonces, a recordarle al mundo que su vida era mucho más valiosa que la de cualquier otra persona? ¿Quién demostraría lo perfecta que era en su lugar?
Durante las próximas vacaciones tendría mucho trabajo. Sus sesiones de compras se volverían más intensas y las visitas a la peluquería más constantes. Debía recuperar el tiempo perdido.

Aunque su horario marcaba que tendría toda la tarde ocupada por diversas actividades, como danza y demás banalidades en las que había aceptado participar única y exclusivamente para matar su constante aburrimiento, la joven abandonó el edificio principal y salió a los jardines. Había cambiado los horrorosos zapatos del uniforme por unos de tacón rojo que combinaban a la perfección con su pelo. No se puede decir que fueran la elección más cómoda para caminar por la tierra húmeda pero lo cierto es que la maestría de Giselle a la hora de desenvolverse con ese tipo de zapatos la salvaban de cualquier tipo de desgracia. Con la seguridad que la caracterizaba y su muy bien aprendido contoneo seductor, la pelirroja caminó varios metros hasta que logró elegir el banco que parecía más limpio. Arrugando la nariz repasó la superficie del mueble, inspeccionando escrupulosamente en busca de una mancha que no hubiese visto tras el primer barrido. No encontró ninguna de aspecto sospechoso que pudiera llevarla a la enfermería, así que desanudó el pañuelo rojizo que usaba aquel día en lugar de la corbata y lo extendió antes de sentarse encima. Ni en la peor de sus pesadillas dejaría que su cuerpo entrase en contacto con un objeto colocado al aire libre en aquel internado. Si los pasillos ya le parecían dignos de una película de terror, pues creía firmemente que los empleados de la limpieza eran unos verdaderos vagos, no quería ni imaginarse cuánto tiempo llevarían los bancos del jardín sin recibir una buena limpieza a fondo.
En su opinión nadie les había pasado un trapo desde que fueron fabricados, allá por el 1800. Horteras.

Cruzó las piernas y dio un leve tirón de la parte baja de su falda, que se había subido más de lo que ella deseaba. Una señorita de su categoría jamás enseñaba piel por encima de la mitad del muslo. Eso era de pilinguis y barriobajeras a las que no se acercaría ni por todo el oro del mundo.

¡Giselle, Giselle! —resonó una voz a su espalda.

La pelirroja frunció al ceño al escuchar cómo un individuo la llamaba por su nombre sin presentar ningún tipo de respeto, pero cuando se giró con la mirada maliciosa de alguien dispuesta a dar una lección sobre educación se encontró cara a cara con... Con... ¿Kevin? ¿Dylan? Bah, con uno de esos chicos que su belleza no va ligada a su inteligencia en absoluto; polos opuestos, si prefieres llamarlo así. Este caso en particular era el de alguien sumamente inteligente.

Oh, hola. No esperaba verte por aquí. —la muy falsa de ella cambió su expresión de desagrado por una de sus sonrisas frágiles e idílicas en cuestión de segundos. Le convenía ser medio agradable con él si quería seguir disfrutando de ociosas tardes de mirarse al espejo y adorarse a sí misma. Basta decir que el chico no se dio cuenta de su cambio en absoluto. A saber dónde tendría los ojos.

Resultó que la estaba buscando a propósito. Varios días atrás había empleado contra él su numerito favorito: el de la joven desvalida que no sabe absolutamente nada de Biología y cree que va a suspender por ser demasiado tonta para realizar un trabajo como es debido. Antes de que se viese obligada a recurrir a las lágrimas de cocodrilo el muy iluso ya había aceptado hacer su tarea en su lugar.

El joven le tendió un fajo de hojas de papel con una gran sonrisa, digna de alguien que espera recibir una recompensa.

Muchísimas gracias por ayudarme. Yo... No sé qué haría sin ti. Espero verte por el comedor para tomarnos un café juntos. —la voz melosa de la pelirroja fue acompañada de un guiño de ojos. Por dentro sintió náuseas por verse obligada a actuar así con un chico tan terriblemente feo. La próxima vez se aseguraría de que el susodicho fuese un poquito más agraciado. Así no sentiría vergüenza si alguien la veía en su compañía.

Por si te interesa saberlo, no, Giselle no iba a perder su tiempo en tomarse nada con aquel muchacho. Fingiría estar ocupada, que había tenido un colapso nervioso por culpa de su pelo o se haría pasar por uno de los cadáveres aparecidos en el bosque si las primeras opciones no resultaban. El fin siempre justifica los medios, sobre todo cuando de reputación se trata.

Una vez que no quedó ni rastro del iluso muchacho, la sonrisa angelical de Giselle desapareció. No quería que le saliesen arrugas. Luego comenzó a pasar las páginas de aquel trabajo que le otorgaría la máxima calificación en Biología sin lugar a dudas.
Podría haberlo hecho ella sin problemas, incluso obteniendo la misma nota pero, ¿para qué perder tu tiempo si puedes delegar trabajo en los demás? Una mujer bonita debe aprovechar siempre sus facultades.
Publicado por Invitado Vie Mayo 20, 2016 5:05 pm
Anonymous
Invitado
A veces el tiempo corría y Alexander ni se daba cuenta. No era la primera vez que se quedaba sin comer por estar haciendo algo, algo que normalmente le gustara. Estaba agradecido por que sus antiguos amigos no estuviesen allí. Se habrían reido de él si vieran lo que estaba haciendo en ese internado. Todos hubieran ido de cabeza a la actividad extraescolar de carpinteria, le habrían llamado nenaza o algo de esas cosas como lo hubiesen visto en jardinería.
Nadie lo entendería, ni él mismo lo hacía. ¿Alex? ¿Con las plantas? No se sabe lo que le pasó por la cabeza en el momento que eligió hacer esa actividad extraescolar. Luego se arrepintió, obviamente, pero pasados unos cuantos meses, le empezó a gustar aquello, hasta llegar al punto en que después de clases se iba a regar, podar las plantas sin ni siquiera haber comido algo.

Recogió todos los utensilios y los puso en una especie de caseta que tenían. Cada día era el turno de alguien y hoy le había tocado a él. Un compañero suyo le había traído un pequeño bocadillo, algo de agradecer.
Se quitó los guantes y todo el ropaje, trapos sucios que había utilizado. Una vez guardado todo, empezó su marcha hacia el internado. Seguramente se iba a estirar un rato en su cama, no tenía nada mejor que hacer, pero antes, seguramente pasaría por la cocina a coger una fruta o alguna cosa que hubiese sobrado de la comida. Total, a él le gustaba cualquier tipo de comida, lo que no mata engorda, eso dicen.

Se puso rumbo hacia sus aposentos. De lejos veía gente paseando, una pareja en su modo más romántico y una persona sentada en un banco, que el color de sus zapatos, rojos pasión, hacía un contraste con todo el suelo. Su pelo rojizo casi hacía una combinación con sus zapatos. Si se acercaba más era obvio de ver quien era, poca gente llevaba esos zapatos en Dunkelheit y poca gente tenía el pelo de ese color. Era sin duda Morrison. De un curso mayor, si no se equivocaba. Algo Morrison, no sabía su nombre.

Pasó por el banco donde estaba la chica. Hubiese seguido caminando si no hubiese visto lo que pasó. Ya sabía el porqué de Morrison, le venía de morro, del morro que tenía. Un chico vino con una cantidad de papeles y se los entregó a la chica. Este, parecía estar encantado haciéndolo y esperando recibir algo a cambio, pero ella solo le dio largas. Era el típico caso de soy guapa y me aprovecho de ello. Si Alexander fuese mujer seguro que también lo habría hecho. Si tenía algun talento ¿Por qué no utilizarlo a tu favor? Total, el mundo estaba lleno de falsedades y mentiras y esa chica no sería ni la primera ni la última en hacerlo. Lo que si era cierto es que Alexander podría aprovecharse de aquello.

Se acercó al banco por detrás y apoyó sus brazos en él.-No será este el trabajo de biología.. ¿verdad?-Le dijo a la chica que estaba leyendo lo que le acacaba de entregar el muchacho. Aquel trabajo era el mismo para los alumnos tanto de quinto, sexto y séptimo, por lo que Alex podría aprovecharse de aquella situación.-El chico parecía muy contento en haberlo hecho para tí-Él aún ni había empezado el suyo, así que si la chica fuese tan amable de compartirlo, saldrían ganando todos.
Publicado por Invitado Sáb Mayo 21, 2016 2:09 pm
Anonymous
Invitado
Giselle creyó que tras la marcha del cerebro con patas volvería a disfrutar de la compañía de la mejor persona de la Tierra: ella y solo ella. Así solía pasar el tiempo, pues nadie de allí merecía el regalo de su compañía. Sin embargo, no tardó mucho en notar que había errado en su conclusión.
Incluso antes de que Alexander abriese la boca ella ya sentía que la estaba observando. Y fue muy desagradable la razón de su descubrimiento.

En el ambiente irrumpió un aroma diferente al de su carísimo perfume o la tierra mojada que la rodeaba. La pelirroja, que tenía un olfato bastante fino, arrugó la nariz con desagrado al detectar el cambio oloroso. Dejó al instante de comprobar la exquisitez con la que su trabajo había sido confeccionado y miró al frente, frunciendo los labios. Sudor. Alguien a su alrededor olía a sudor, típico de un jornalero que ha estado trabajando y transpirando como cualquier mortal vulgar. Lo que le faltaba para coronar la tarde. No bastaba con descubrir que en el establecimiento había polvo del siglo tercero. No. Encima, ¡los alumnos eran unos cerdos que no visitaban el cuarto de baño para asearse como hacían las personas de bien!

La voz del joven sonó muy cerca, sorprendiéndola. Demasiado cerca. Más de lo que ella hubiese esperado y deseado. Giselle dio un respingo y cesó de olfatear el aire en busca del foco pestilente al instante. Era evidente que se trataba de aquel muchacho. Mientras giraba la cabeza para mirar de frente al susodicho que se había atrevido a hablarle sin estar bañado en perfume de ochenta dólares, la chica se arrastró por la superficie del banco para alejarse cuanto pudiera sin caer al suelo; todo un mérito si tenemos en cuenta que sus piernas seguían cruzadas. El pañuelo que estaba utilizando como barrera protectora se arrugó y su uniforme entró en contacto con el hierro, aunque en ese momento no le importó. Podía permitirse quemar una ropa tan horrible como aquella para salvarse de una infección, pero no quería ni imaginar a su pobre pelo siendo impregnado por el olor del muchacho. Allí no tenía una peluquería a la que acudir para prevenir un ataque de ansiedad.

Dejando a un lado el tema del poco aseo, aquel muchacho demostró poseer unos modales nulos. Es más, hubiese jurado que se trataba del guardabosques de no haberle hecho una pregunta tan directa en relación a las clases. En lugar de saludarla como es debido, el chico tuvo la osadía de preguntarle si aquel era su trabajo de Biología, además de asegurar que ¿Dylan? era quien lo había realizado. ¿Quién se creía, un espía encubierto con ganas de molestarla y dejarla en mal lugar ante la profesora? Tragándose las ganas de mandarlo a un lugar que las señoritas no deben mencionar, Giselle frunció el ceño y controló su lengua. Tenía agilidad mental suficiente para crear una mentira rápida con la que salir al paso y dejarlo como un chico que no sabe lo que dice. Su aspecto delicado, digno de quien jamás ha roto un plato, haría el resto.

No, es un trabajo de Química que nos mandaron el otro día. Lo olvidé en la biblioteca y ese chico fue tan amable de traérmelo. —respondió sin molestarse en adoptar un tono amable. Su mirada analítica recorrió cada centímetro del rostro del joven sin pestañear. La había pillado tan de imprevisto que no podía sino tratarlo con intransigencia y chulería. A Giselle Morrison solo se le podía hablar si ella daba permiso primero, obvio. No obstante, prefirió fingir que su molestia se basaba en la acusación de Alexander contra su persona y no en el mero hecho de haberle hablado. No iba a ir gritando por Dunkelheit que era una ególatra con tanto descaro. Cualquiera, además, hubiese entendido que se mostrase indignada. ¡La había acusado indirectamente de copiar de los demás! —¿Quieres algo? Estás contaminando mi oxígeno.

Si su compañero pretendía sonsacarle información iba listo. Una vez que Giselle entraba en bucle se cerraba herméticamente, haciendo que mantuviese su mentira o perspectiva adulterada -como prefieras llamarlo- hasta el final. Siendo una buena actriz como ella era, fingir indignación era uno de los recursos más fáciles con los que contaba, además de su favorito.
Publicado por Invitado Sáb Mayo 21, 2016 11:01 pm
Anonymous
Invitado
No estaba haciendo aquello por gusto, si no más bien para sobrevivir. Era cierto que aún faltaba una semana para entregar aquello, pero Alec no se iba a estar una semana haciéndolo. No, porque era muy cansado y porque tenía poco tiempo. Porque habían otras cosas mejores, mucho mejores que hacer. Además que, si el trabajo fuese sobre algo que a Alec le gustaba o motivaba, la cosa habría cambiado. Pero de química, la asignatura más mierda de todas.
Pero no siempre lo que quieres para comer se sirve en el plato ¿no? Pues en eso pasaba igual. Los alumnos tenían que acostumbrarse a que no siempre las cosas eran como ellos creían, o, como almenos Alec creyó durante toda su infancia.

No era de hacer deberes, pero le gustaba aparentar que si. ¿Algo raro, no? Siempre era bueno caer bien a la gente, si a los profesores les caías bien, te cogían pena si suspendías algún examen y te aprobaban. Si siempre traías la faena y los deberes, también. Había que espabilarse de cualquier manera para hacer aquel trabajo, fuese ccomo fuese, con el más mínimo trabajo posible. Y allí tenía una oportunidad de oro.

Levantó una ceja mientras la miraba moverse, como aquello que viera fuese algo malvado o feo. Enhorabuena, era la primera chica que se apartaba de él de aquella manera y no le estaba gustando para nada. 
Le contestó con una respuesta firme, que hubiese parecido ser verdad a no ser que Alex hubiese visto el título de la portada del trabajo. Alzó una ceja.-Uhm.. ¿Y de qué va ese trabajo de química?-Le preguntó haciendo ver que se lo había creído.

De lo que estaba seguro el chico era que no iba a irse de allí sin poder conseguir el trabajo o almenos las disculpas de la chica, porque se estaba pasando. Ya había oído algo que tenía un carácter.. extraño. Dejémoslo ahí. Y si no lo conseguía, se iría directo a por la profesora de biología, ya ves tu. Pero aquello había que tratarlo como dos personas adutas, si al fin, los dos salían ganando.

Decidió por sentarse en la otra punta del banco para no quedarse de pie todo el tiempo-¿Y como se supone que lo contamino exactamente?-Tu me contaminas la vista, pensó, pero para que iba a decir tal cosa, solo lo empeoraría más. Y él había venido a por el trabajo.

-Si me lo dejas copiar, te lo devuelvo esta misma tarde y yo no he visto nada-Le dijo a la pelirroja.
Publicado por Invitado Lun Mayo 23, 2016 10:44 am
Anonymous
Invitado
La capacidad de interpretación de Giselle no conocía límites. Cuando la pelirroja juraba haber alcanzado su propio tope se sorprendía a sí misma soltando una respuesta aún más ingeniosa. Otros chicos de su edad hubieran empezado a temblar tras ser pillados mientras mentían, pero ella logró mantener el tipo a la perfección. Cabeza alta, mueca de aburrimiento, respiración constante. Había aprendido del mejor de los maestros: su padre.

Sus palabras le dejaron ver que le problema estaba en su trabajo de Biología, que tanto esfuerzo le había costado conseguir. Sonreír y ser agradable con alguien feo no es tarea fácil. Con cuidado lo volteó hasta que quedó boca abajo sobre sus muslos, imposibilitando que se pudiese leer ni una sola letra del contenido. Luego colocó sus manos encima, decidida a defenderlo si aquel muchacho se atrevía a tratar de quitárselo. De los pobres esperaba cualquier cosa. Más entretenida en mirarse las uñas que en conversar con el chico, ya que pensaba en cambiarse el color en cuanto volviese a su dormitorio, la joven improvisó una respuesta con los primeros conceptos de química que se le ocurrieron. De vez en cuando estudiaba y todo, así que tenía almacenados unos cuantos conocimientos de las materias de clase que no dudaba en sacar cada vez que los necesitaba.
Ni siquiera recordaba del curso al que pertenecían aquellas explicaciones o si las habían tratado en Dunkelheit. Ser guapa le quitaba la mayor parte de su tiempo de estudio.

Sobre los conceptos fundamentales de la química. Partículas, orbitales, enlaces entre átomos para formar moléculas, etcétera. —recitó de memoria sin interés alguno, aparentando normalidad. Vaya, sí que era bonito el color granate de sus uñas, aunque estaba un poco pasado de moda. La temporada pasada había sido la primera en escogerlo como esmalte de cabecera, pero en esos momentos su uso se había extendido como la pólvora. Y Giselle odiaba lo que el resto quería.

Aquel muchacho, cuyo nombre ni conocía ni le interesaba, tuvo el descaro de sentarse a su lado. Vaya aprovechado. Giselle reaccionó mirándolo de soslayo, con una ceja enarcada de forma interrogante. Altanera como ella sola, no le gustaban las personas que se creían lo suficientemente interesantes para respirar cerca suya. Parecía preguntarle en silencio algo del tipo “¿quién te crees que eres?” pero no puso esas palabras en su boca. De momento, al menos. Sabía de primera mano que dar pie a iniciar una discusión alargaría la estancia del chico en aquel banco y no se le ocurría nada que le apeteciese menos que aguantarlo.

¿No es evidente? Acercarte a una persona sin tomar una buena ducha primero no es la mejor opción para que el otro pueda respirar tranquilamente. —respondió sin cortarse un pelo, aunque guardando las formas. Toda señorita que se precie jamás alza la voz o se comporta como una maleducada. Además, las indirectas causan más daño muchas veces que una acusación a viva voz.
Su mirada volvió a ubicarse sobre sus uñas, alzando esa vez una mano para examinarlas más de cerca. Aquel era un gesto perfecto con el que espantar visitas no deseadas.

Esperaba una marcha que no llegó. En lugar de eso, Alexander se atrevió a decir en voz alta el verdadero motivo por el que se le había acercado. En ese momento Giselle bajó la mano y lo miró directamente, sin esconder su sorpresa. ¿De verdad que había pensado que ella lo ayudaría con algo? Aquello debía ser una cámara oculta. Por favor, que alguien le dijese que estaba bromeando o no podría seguir controlando su lengua viperina.

Nadie lo hizo, como es normal. La pelirroja, entonces, soltó una carcajada seca a modo de respuesta, nada natural, y dio un manotazo sobre su propio pelo para colocárselo sobre la espalda; como la gran diva que era. Un nuevo bofetón de su perfume le dio en la cara. Así sí que se sentía bien.
Vaya, sí que tenían sentido del humor los niñitos de aquel colegio. Ella, colaborando con otros. Eso no pasaba ni en la peor de sus pesadillas.

¿ me estás pidiendo a mí que te deje copiar mi trabajo? Tendrías que nacer tres veces para que me lo pensase, y ni aun así lo terminarías consiguiendo. —el énfasis de su voz al remarcar varias palabras fue notable. No había que ser muy listo para darse cuenta que ella se sentía por encima de aquel muchacho y que no lo ayudaría ni en un millón de años. Volvió a reírse con malicia antes de negar con la cabeza. Burlarse de los demás en su propia cara jamás le suponía un problema. Era la encargada de recordar a todos el sitio al que pertenecían. Ella misma se había propuesto esa meta.

Esperó unos segundos en total silencio a que el joven se marchase pero su intento fue nuevamente infructuoso. Rodó los ojos hasta ponerlos en blanco y se arrastró más por el banco para establecer toda la distancia que pudiera, encontrándose con un reposabrazos que no pensaba permitirle gozar de aire puro. No le importaba parecer maleducada o dejar claro que la presencia de Alexander la incomodaba. Herir sentimientos ajenos resultaba incluso divertido como hobby.

¿Todos los pobres olían así?

Si ya has acabado con tu patético intento de conseguir algo de mí te recomiendo que te vayas. Quiero disfrutar de aire limpio. —apuntó poco después, aburrida, sin mirar al chico de nuevo. Temía ensuciarse las retinas. Suficientes gérmenes se estaban pegando ya en su uniforme por haber ocupado ese banco al que todos tenían acceso.

El chico se marchó enseguida, quizá asustado por su poderío, y Giselle continuó allí sentada. Toda gran dama consigue siempre sus propósitos y un pobretón de tres al cuarto no interrumpiría su maravillosa tarde de relax.
Publicado por Invitado Lun Mayo 23, 2016 10:39 pm
Anonymous
Invitado
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