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Hues of dark red [Lizbeth Peltz]
No recordaba el momento en el que había golpeado la pared en aquel cuarto de baño donde pretendía darse una ducha. Hasta hacía unos meses, Cole sabía perfectamente quién era. Era Jonathan Cole Green, ex-guitarrista de Greenis, nacido en una casa humilde, cuatro hermanos. Era un desastre en la vida, pero le iba bien. Era arrogante, soberbio y creía que el mundo le pertenecía. Sabía que no se podía encariñar con las personas, porque todos, sin importar de quién se trate, todos terminaban rompiendo las promesas que alguna vez fueron hechas. Lo tenía claro. Tenía en claro quién era y quién iba a hacer. No sabía ciertas cosas, pero sabía que cuando saliera de allí iba a seguir siendo esa persona que no tenía responsabilidades y que todos lo amaban por eso. Pero todos lo habían amado por lo que tenía, no por quién era. Él no era nadie.
El internado se suponía que iba a ser un escape, una posibilidad de tener una vida normal, pero no había demostrado ser muy normal. Todo lo contrario, peor algo común tenía. En cualquier lugar Cole tenía que descubrir quién era en verdad, y, en ese momento, no era nadie más que un chico que había cometido el error más grande que se puede cometer, había alejado a todas las personas. Se había mantenido solo, alejado, pensaba que las personas lo iban a dejar y usaba eso como excusa para alejarse él, cuando era exactamente lo que estaba haciendo. Era él quien estaba dejando a las personas. Había alejado a Rose, la había golpeado, la había roto. Ella… ella había superado tantas cosas ese año, y él nunca había sido capaz de valorar nada de eso. Todo lo contrario, lo señalaba como si fuera incorrecto. Él era el incorrecto.
No supo en qué momento se odio tanto para terminar golpeando la pared, pero no pensó, como no venía pensando en todos esos días. Golpeó la pared con fuerza, deseando haber sido capaz de usar un poco más su cerebro. Si él, si él lo hubiera sabido, si él hubiera sabido el error que era que la Organización intentara escapar, si hubiera sabido que no esperaba más que muerte y que sería Ophelia la que muriese, posiblemente no se hubiera cegado tanto ante la idea de poder ver a su hermano nuevamente. Posiblemente…
Otro golpe en la pared nubló su mirada. Había sido con la misma mano, y había sentido la tensión hasta en el codo. Con una mueca de dolor, y la mano buena, abrió el grifo de agua fría cerrando el de agua caliente para mojar la mano herida. No detenía la hemorragia, pero al menos aliviaba el dolor. Tampoco era tanta sangre, la mayoría era hueso. Hueso roto. Cuando sintió que podía moverse y se cansó de ver como el agua se teñía de rojo, salió de la ducha, usó su remera para tapar la herida. Se demoró su tiempo, pero terminó por secarse y cambiarse. Pasó por su cuarto por una remera nueva y sintiendo la mano como un balón de rugby y marchó al único lugar donde le podían ayudar.
—Disculpe, —dijo ni bien entró por la puerta de la enfermería y se encontró con alguien. Levantó la mano, retirando su remera—. ¿Podría ayudarme?
Dos golpes contra azulejos que llevaban años en ese lugar. En el choque lo único que importa no es la velocidad, es la masa de los dos cuerpos que chocan. Ni toda la masa de Cole hubieran podido tirar abajo aquella pared, y estaba seguro que tampoco podría hacerlo si tuviera super fuerza, pero los resultados teóricos no eran necesarios en ese momento, solo bastaba ver su mano derecha destruida por la imprudencia momentánea en la que se había visto atrapado. Se estaba volviendo costumbre eso de no pensar.
El internado se suponía que iba a ser un escape, una posibilidad de tener una vida normal, pero no había demostrado ser muy normal. Todo lo contrario, peor algo común tenía. En cualquier lugar Cole tenía que descubrir quién era en verdad, y, en ese momento, no era nadie más que un chico que había cometido el error más grande que se puede cometer, había alejado a todas las personas. Se había mantenido solo, alejado, pensaba que las personas lo iban a dejar y usaba eso como excusa para alejarse él, cuando era exactamente lo que estaba haciendo. Era él quien estaba dejando a las personas. Había alejado a Rose, la había golpeado, la había roto. Ella… ella había superado tantas cosas ese año, y él nunca había sido capaz de valorar nada de eso. Todo lo contrario, lo señalaba como si fuera incorrecto. Él era el incorrecto.
No supo en qué momento se odio tanto para terminar golpeando la pared, pero no pensó, como no venía pensando en todos esos días. Golpeó la pared con fuerza, deseando haber sido capaz de usar un poco más su cerebro. Si él, si él lo hubiera sabido, si él hubiera sabido el error que era que la Organización intentara escapar, si hubiera sabido que no esperaba más que muerte y que sería Ophelia la que muriese, posiblemente no se hubiera cegado tanto ante la idea de poder ver a su hermano nuevamente. Posiblemente…
Otro golpe en la pared nubló su mirada. Había sido con la misma mano, y había sentido la tensión hasta en el codo. Con una mueca de dolor, y la mano buena, abrió el grifo de agua fría cerrando el de agua caliente para mojar la mano herida. No detenía la hemorragia, pero al menos aliviaba el dolor. Tampoco era tanta sangre, la mayoría era hueso. Hueso roto. Cuando sintió que podía moverse y se cansó de ver como el agua se teñía de rojo, salió de la ducha, usó su remera para tapar la herida. Se demoró su tiempo, pero terminó por secarse y cambiarse. Pasó por su cuarto por una remera nueva y sintiendo la mano como un balón de rugby y marchó al único lugar donde le podían ayudar.
—Disculpe, —dijo ni bien entró por la puerta de la enfermería y se encontró con alguien. Levantó la mano, retirando su remera—. ¿Podría ayudarme?
Dos golpes contra azulejos que llevaban años en ese lugar. En el choque lo único que importa no es la velocidad, es la masa de los dos cuerpos que chocan. Ni toda la masa de Cole hubieran podido tirar abajo aquella pared, y estaba seguro que tampoco podría hacerlo si tuviera super fuerza, pero los resultados teóricos no eran necesarios en ese momento, solo bastaba ver su mano derecha destruida por la imprudencia momentánea en la que se había visto atrapado. Se estaba volviendo costumbre eso de no pensar.
Publicado por J. Cole Green Dom Sep 25, 2016 5:22 am
séptimo curso
Cole
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413
Cody Saintgnue
Todos los humanos cometen errores. Lo que determina nuestro carácter es si convertimos esos errores en excusas o lecciones.
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