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The bird and the worm

Martes, 29 de marzo de 2016. Clases de la tarde. Canción


El viento golpeaba con especial intensidad las ventanas aquella tarde; tanto que parecía a punto de arrancar los marcos de madera de los goznes que lo sujetaban. Como el resto de los alumnos de Dunkelheit, yo había albergado la esperanza de que el frío desapareciese ante la llegada de las vacaciones de Pascua, pero no disfrutamos ni de tiempo libre ni de una subida de temperaturas. El karma nos había dejado abandonados a todos en algún rincón mugriento al que no llegaba la luz del sol.
En voz alta no sacaba a relucir mis impresiones, claro, pero sí que compartía ese pensamiento general que decía que nos vendría genial que el cielo nos diera una tregua: un poco de calor lograría levantar los ánimos que el frío y los sucesos de las últimas semanas mantenían cerca del subsuelo.

No tuvimos suerte, para variar. Por si no bastaba con que las musas me hubieran dado la espalda, Hermes, dios del azar, no parecía dispuesto a regalarme un poco de la buenaventura con la que agasajaba al resto del mundo.
¿Tan lejos quedaba Dunkelheit del resto del mundo que ni los dioses olímpicos se acordaban de nosotros?

Oh, vamos, Jack. No seas iluso. No dejes que tu cordura termine de desaparecer con esas divagaciones absurdas, maldita sea. Deja de montarte historias y de ser protagonista de cuentos chinos que solo te apetecen leer a ti.

Pasé un tercio de la clase de Música mirando por la ventana, contando en silencio las hojas que el viento arrastraba a su paso hasta pegarlas en el cristal. Sentía un fuerte dolor de cabeza que me impedía concentrarme en otra actividad. Me perdía a cada rato en la cuenta, ya que realmente me daba igual el número exacto o si era primo o no. Solo quería que desapareciese, al igual que la incertidumbre que se había instalado en mi cuerpo y no me dejaba dormir por las noches.
Un par de meses atrás me hubiese golpeado la cabeza contra la pared antes de distraerme en una clase. En ese momento ni siquiera mi mayor pasión lograba sacarme una sonrisa; sonrisa que solo vería yo al mirarme en un espejo, pero sonrisa al fin y al cabo.

Si alguien se hubiera tomado el tiempo necesario que necesita una persona para observar a otro y no solo mirarlo, hubiese descubierto las incipientes ojeras que el insomnio había tatuado en mi piel. Por suerte para mí, nadie se tomaba jamás esa molestia. Igual que yo no lo hacía con el resto.

“Trabajo de clase” fue el sintagma que logró sacarme de mis propios pensamientos. Miré al profesor desde la mesa del fondo, la que siempre ocupaba, y le presté atención por primera vez en aquella hora y media. No tardé en arrugar la nariz y perder la expresión de tranquilidad que mostraba mi distraído rostro. A pesar de que mi interior fuera un bullicio constante de ideas e impresiones, mi exterior se mantenía calmado. Había aprendido a jugar bien mis cartas con el pasar de los años, y controlar esa faceta, si no estaba enfadado, me resultaba tremendamente sencillo.

No me gustaba pasar tiempo con nadie que no fuera yo. Odiaba que me quitasen mis ideas, y mejor ni hablemos del hecho de tener que compartir el éxito con otra persona. ¿Jack Hudson, trabajando con alguien más? ¡Ni que fuera un torpe que no sabía sumar dos más dos! Los trabajos grupales han sido inventado por mediocres que no saben destacar por sí mismos. Seguro.

Pasé el resto del tiempo refunfuñando y rezando mentalmente a... a alguien, para que nadie me pidiese participar con él en el proyecto. Estaba dispuesto a mirar fatal a cualquiera que se me acercase con la intención de convertirme en su esclavo, porque así serían las cosas: yo trabajaría, como siempre, y otro se llevaría el mérito. ¡Ni en sueños!
En cierto momento miré la mesa que tenía justo al lado, por pura inercia. Estaba vacía, y eso me dio cierta esperanza. Si nadie quería compartir asiento conmigo en clase por temor a que le arrease con un tomo de historia, ¿quién sería capaz de pedirme trabajar juntos? ¡Imposible!

Más contento por mi reciente descubrimiento —como si no fuera evidente que la gente me esquivaba—, cuando la clase acabó permanecí más tiempo que la mayor parte de mis compañeros dentro del aula. Mientras que todos aprovecharon el primer toque de la sirena para salir corriendo como si fueran caballos en celo, yo me tomé el tiempo necesario para recoger mis libros, el cuaderno de anotaciones y los demás materiales que había dejado sobre la mesa al inicio de la clase. Varios minutos, por si te interesa. No los había utilizado debido a mi distracción constante, pero sí me había tomado la molestia de sacarlos.
Ocupado como estaba en ordenar cada objeto dentro de mi mochila como si fuera la pantalla más complicada del Tetris —no me gustaba nada que un libro pisara el estuche, o que se me doblase una de las hojas del cuaderno—, no presté atención al hecho de que aún quedaban más personas dentro del aula. Me daba bastante igual, a decir verdad. Por mí podían arrojarse todos por la ventana, que mi sueño seguiría siendo el mismo: corto e interrumpido.
Publicado por Jack A. Hudson Dom Jun 26, 2016 8:28 pm
Jack A. Hudson
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Jack
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I know I could have been a better man. I always had to have the upper hand. I’m struggling to see the better side of me but I can’t. Take all your jabs and taunts. You’re pointing out my every fault and you wonder why I walked away.
sexto curso
https://whispersinthedark.forosactivos.net/t241-hudson-john-jack-
"Déjalo estar, no pudo ser,
tendré que acostumbrarme.
Días de paz, lunas de miel,
duraron un instante"


Escribió en su cuaderno. La imaginación era poderosa y él la tenía. A veces su inspiración aparecía de la nada, y se había acostumbrado a llevar ese cuaderno consigo mismo siempre, para escribir lo que por su mente pasaba fugazmente. Le había pasado más de una vez el no escribir, el dejarlo para 'luego', y luego... no le salían las mismas palabras. Si la idea, si se acordaba de la idea o de que trataba... pero las palabras cambian, las palabras vuelan y se pierden. En ese cuaderno escondía sus letras, componía canciones e incluso de vez en cuando escribía versos que rimaban. En ese cuaderno también guardaba notas de acordes de guitarra. Tocar, componer y cantar era algo que le apasionaba. Claro que nadie sabía lo último, lo de cantar lo tenía muy escondido. No le gustaba hacerlo en público ni que nadie de aquí opinase sobre ello. A quién le importaba lo que hacía en su tiempo libre. Era muy reservado para esto.

Pero, aquí se encontraba. En clase de música. Una clase extra escolar, de las que él mismo se apuntó porque quería y no obligado. Esta, y las otras clases deportivas, eran lo que alegraba sus días dentro de este internado.
Era el típico alumno sin interés por nada, salvo en estas dos últimas cosas. Sabía lo que le gustaba. De hecho, a mucha gente le parecía raro que alguien tan 'pasota' estuviera metido aquí en clase de música. Era un chico que pegaba más en "artes plásticas" Claro que... es muy fácil en este mundo juzgar por las apariencias. En realidad Samuel era una caja de sorpresas. Siempre te sorprenderá. Nunca sabrás del todo por que pie cojea, ni qué humor tendrá en el día de hoy o mejor dicho, a esta hora o en este momento. Su humor cambiaba a la mínima, era muy temperamental. Tenía prontos repentinos.

El profesor exclamó ¡Trabajo de clase! con la suerte de que él no asignaba al compañero con quién teníamos que hacer el trabajo. Cada alumno escogía su pareja. Samuel miró a su lado, y como de costumbre, le tocó el mismo compañero. Así que no importó, se podía decir que ya estaban acostumbrados a hacer trabajos juntos.

No era muy de hacer amigos. A Samuel le podías querer u odiar. E incluso las dos cosas a la vez. La clase terminó y metió su cuaderno y su bolígrafo dentro de la mochila. Desordenado, no le importaba dónde cayese el boli, ya luego lo buscaría cuando lo necesitase.
Después caminó hacía la salida, pero antes de salir, le apeteció meterse con Jack, el cuál se sentaba en la misma fila que él, tan solo al otro lado, donde la ventana. No se llevaban nada bien. Y Samuel recordó su discusión con él en la biblioteca cuando este pedía silencio ya que Samuel se encontraba montando jaleo junto a sus amigos. - Shhhhhhhh. - Se burló, imitándole. Así empezó él en dicha biblioteca. - Vaya... ¿ya no mandas callar? no sé que haces aquí... en una clase dónde el silencio es lo menos importante. Tú que eres amante del silencio... y soledad.
Publicado por Invitado Mar Jun 28, 2016 8:44 am
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Invitado
El ruido que hacían las mesas al ser arrastradas mientras los alumnos abandonaban el aula fue apagándose poco a poco. Por eso logré escuchar el chistido burlón que profirió uno de mis compañeros. Alcé la cabeza de la mochila, en la que seguía trasteando para ordenar los diferentes tipos de bolígrafos que usaba durante la toma de apuntes, y mi eterno ceño fruncido se encontró al gorila de la biblioteca; ya sabes, ese muchacho sin cerebro -a mis ojos- con el que ya tuve problemas en una ocasión. Normalmente sobrevivíamos ignorándonos en clase o por los pasillos, pero ese día me pareció que se había despertado con el pie izquierdo. Si no, ¿por qué iba a querer tocarme las narices un rato?

Pues por la misma razón por la que Grace suelta estupideces cada vez que estás cerca, Jack: porque no les da la cabeza para nada más.

De no haber estado de mal humor probablemente me hubiese levantado y abandonado el aula sin mirarlo. Aquellos a los que consideraba unos idiotas no les prestaba ni uno solo de mis valiosos segundos. Sin embargo, ya he dicho que me encontraba bastante hastiado; hastiado al punto de que le devolví la mirada antes de soltar lo primero que se me pasó por la cabeza. Agilidad mental a la hora de discutir me sobraba.
¿Hubiera sido mejor callarme y no azuzar el fuego? Probablemente sí, pero llevaba semanas sin actuar de forma coherente.  Además, no existe nada mejor para levantar el ánimo que una buena pelea por la tarde.
O por la mañana o la noche. En ese sentido yo no soy precisamente exquisito.

Soy amante del silencio en los sitios donde es necesario. Si fueras un poco más inteligente sabrías distinguir entre una clase de Música, donde es aceptable el ruido, y una biblioteca, donde los murmullos de personas como tú sobran. —respondí con un tono mitad irónico, mitad aburrido; Jack en estado puro. A la misma vez me encogí de hombros para subrayar lo evidente de mis palabras. Cualquier persona mínimamente inteligente hubiese llegado a la conclusión de que impartir una clase de Música en silencio era una de las cosas más absurdas del mundo, pero no iba a pedirle peras al olmo. Buscar neuronas en aquel colegio se había convertido en una misión imposible.

Sin que sirviera de precedente esbocé una sonrisa; una sonrisa que mezclaba chulería e ironía a partes iguales, más un extra de cansancio. Me sentía ganador, ¿para qué negarlo? Luego dejé la mochila sobre la mesa, sin cerrarla, y me acomodé en el respaldo de mi asiento. Terminé inclinando la silla para que todo el peso quedara sobre sus patas traseras antes de comenzar a balancearme suavemente, con mis piernas como apoyo por si resbalaba. Si quería pelea la iba a tener. Me había pillado en un momento en el que mi lucidez más mordaz estaba activa.
No sería yo el primero en achantarse. No iba conmigo.

¿Quieres algo? Ya he entregado el trabajo de Biología sobre la capacidad del cerebro de los primates. No puedo perder el tiempo con conversaciones insustanciales. —indiqué, sonando nuevamente aburrido y cruzándome de brazos. Sobra decir que lo del trabajo fue otro de los insultos de mi repertorio.
Publicado por Jack A. Hudson Miér Jun 29, 2016 3:33 pm
Jack A. Hudson
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Cualquiera que pasara, con tan solo pasar y observar un poco, se veía de lejos que estos dos no se soportaban ni en pintura. Desde que se conocieron hubo un odio mutuo por parte de los dos. La verdad que Samuel era un chico complicado, que no siempre hacía amigos por todos lados. De hecho, la gente que son sus amigos tienen mucha paciencia y aguantan muchísimo el mal humor del joven, porque hasta para ellos hay borderías y malas caras. Ya que, cuando Samuel no se encuentra de humor, da igual que seas su amigo o no, no podrá evitar estar de malas y expresar que hoy no es un buen día. Claro que, quieras que no, se le puede coger cariño y entenderlo. Llevarte o no con Samuel solo puede pasar: Que le odies o le quieras. O las dos cosas a la vez.

Samuel rió al escucharle. Esas palabras que utilizaba y creyéndose super culto y super guay, le producían gracia. No lo pudo evitar. La verdad que el chico tenía su humor, tal vez por esto le gustara tanto picarle.

- Eres un coñazo de tio, ¿no? - Comentó sin pudor - Normal que las pocas veces que te he visto, estés solo... - Añadió con chulería, mientras observaba como se echaba hacía atrás con su silla pegada en el culo. - Ten cuidado no te caigas... - Le dedicó una sonrisa irónica de "me preocupo por ti" y su mente deseando todo lo contrario. Ojalá se cayese.

A continuación se giró para irse, sin antes hacer aposta su gracia. Una gracia que deseaba hacer desde que le vio al principio como metía sus cosas tan cuidadosamente como si estuviera guardando objetos valiosos que no se podían romper, le entraron ganas de tirarle la mochila y que aquí el amigo lo volviera a meter todo. Y así fue. Eso fue lo que hizo. Al girarse para irse dejó su brazo suelto, y lo llevó con fuerza hacía la mochila de Jack, provocando que esta cayera bruscamente. Encima al caer pudo comprobar que había dejado la mochila abierta, por lo cual, la mayoría de sus pertenencias salieron y se toparon contra el suelo. - Uy... perdón... - Se disculpó divertido, poniendo los ojos como platos haciéndose el sorprendido. Y al rato, volvió a sonreír.
Publicado por Invitado Vie Jul 01, 2016 3:39 pm
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A leguas se veía que aquel chaval se creía gracioso. Una simple mirada a su sonrisa burlona o prestar atención por un momento a sus desgastadas bromas de bar de carretera bastaban para dejar en claro que una escobilla de váter era más inteligente que él. E infinitamente más interesante. En otro momento quizá hubiese fingido que me pillaba desprevenido o soltado alguna carcajada irónica con la que demostrar que vivía en un plano superior al suyo con la mera intención de divertirme un poco pero, sinceramente, aguantar estupideces me apetecía tanto como raparme el pelo al cero. Y si me conoces sabrás que a la hora de jugar o apostar siempre dejo mi cabello fuera del tablero.

Ignoré a conciencia su burdo intento de burlarse de mí. Peores insultos me habían dedicado sin que me importase lo más mínimo. Entrelacé la manos en mi nuca y permanecí balanceándome con suavidad, usando mis pies como apoyo para evitar caerme. Suerte que el largo de mis piernas era superior al de la media. A pesar de que me mantuve en silencio mi expresión no cambió: ese gesto de aburrimiento permaneció impreso en mi rostro mientras lo miraba de la misma forma que un niño observa a un perezoso en el zoo.
No existe animal más aburrido, ¿cierto? Pues esa misma sensación me causaba aquel muchacho.

Por definición la compañía de personas de mi edad solía hastiarme. Toparme con un ser insulso y tonto era, además, la receta que accionaba todos mis mecanismos de defensa. Un estudiante mediocre estándar no supone ningún problema. Uno como Samuel seguro que me contagiaba de alguna enfermedad que me volviese estúpido.

Dejé que corriese el tiempo antes de cortar nuevamente el silencio, aunque mis palabras se pasearon por derroteros completamente opuestos a los que él había elegido. Estaba decidido a no continuar su charla. Suponía que mi poca capacidad conversacional lo aburriría hasta conseguir que se marchara, así que me aferré a ella. Siempre funcionaba.

Esa expresión que has usado es muy machista, ¿sabes? Resulta típico de la gente como tú decir que las cosas que molan son “la polla” mientras que las aburridas son “coñazos”. Yo de ti lo corregiría. Igual acabas tan solo como yo y te ves incapaz de soportarlo. Estudios recientes demuestran que la mayor parte de los payasos que descubren que no son graciosos terminan suicidándose. —dije con tono de sabiondillo, como si siguiese en clase. Explicar datos que conozco a gente con menos capacidad mental formaba parte de mi lista de buenas tareas semanales. Luego me encogí de hombros mientras volvía a sumirme en el más absoluto de los silencios.
Soy el primero en reconocer que mis palabras no tenían nada que ver con lo que Samuel había dicho pero estoy acostumbrado a cambiar de tema según me apetezca o convenga. Remarcar los puntos negativos de su personalidad desde luego que resultaba más productivo que fingir que me ofendía lo que decía. Solo alguien que realmente te conozca puede hacerte daño y en ese colegio andaban escasos de material que utilizar en contra de Jack Hudson.
Además, igual el chaval terminaba extrayendo una enseñanza de mi frase y cambiaba a mejor. Sus amigos seguro que me lo agradecían.

Hay pocas cosas en esta vida que me ponen nervioso.
Pocas.
O demasiadas.
Que alguien toque mis objetos personales desde luego que lo hace. Y que desordenen mi perfecto orden. Y que crucen las líneas básicas de la buena conducta.
Y él pisó esas tres normas de Hudson a la vez.

El ver que mi mochila caía de la mesa hasta dar con el suelo me dejó completamente inmóvil. Ni teniendo buenos reflejos podría haber reaccionado. Hudson y su lentitud no funcionan así. Mis ojos se abrieron como platos mientras que mis bolígrafos y cuadernos, perfectamente ordenados y etiquetados, terminaban desparramados por el suelo. El regusto amargo en la boca fue inmediato. Rabia, creo que era. No me considero una persona violenta pero, Zeus, sentí unas ganas enormes de hundirle un puño en la cara. De estrellarle una mesa en la cabeza. De demostrarle que mi altura extra en referencia a la suya me serviría para dejarlo hecho un trapo arrugado en el suelo.
Pero no lo hice. No. Porque Jack Hudson no es violento.
No.

Ha tocado MIS COSAS. Gilipollas.

¿El retraso te sale de forma natural o te entrenas para ello? —fue lo único que dije, apartando la mirada del desastre que ahora eran mis pertenencias para posarla en él. Ya tendría tiempo de encargarme luego de recogerlas, aunque me pasase el resto de la tarde desinfectándolas en mi cuarto. No exterioricé la rabia que sentía gracias a mi facilidad para esconder los sentimientos pero mi tono se volvió más brusco. Tan brusco como hubiera sido que me levantase de golpe para darle puñetazos hasta que recogiese mis cosas.
Para mí el resultado fue similar.
Publicado por Jack A. Hudson Lun Jul 04, 2016 8:55 pm
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Había que reconocer que el chico, hablaba bien. Sabía en todo momento qué decir y cómo decirlo. Tenía las palabras adecuadas para la situación. Claro que usar palabras específicas a Samuel le aburrían. Le parecía un 'coñazo', por mucho que dijera que era una expresión machista. ¿Y qué? le daba igual. Siempre habló así y nadie antes le habían corregido, salvo Jack ahora en estos momentos. Samuel sonrió, mostrando una sonrisa que cuando se fue desvaneciendo se quedó en un gesto de asco. No le soportaba.

Y lo que vino después, también produjo risa a Samuel. Pero esta vez sí que le había jodido, y no se iba a volver a quedar callado. - Mas o menos... - Respondió tranquilamente y caminó un poco acercándose a él, pisando su mochila sin importarle nada. Escuchando su pisada, ya podría tener algo valioso de verdad... que le habría encantado rompérselo. - Es que es verte y se me pega tu retraso. Claro que a ti te ha entrenado tu puta madre. - Soltó con la mirada fija hacía la mirada de Jack. Ni si quiera sabía si había crecido sin su madre, como le pasó a Samuel, ya que su madre murió en el parto... Una mentira que le contó su padre y que Samuel aún no tenía ni idea de esto.  
No sabía nada de la vida de Jack y tampoco es que le interesara. Pero le gustaba jugar con las personas, observar y jugar con sus palabras, hablar de más, probar suerte. - A no ser que te abandonara antes... Lo digo porque como siempre estas solo. No me extrañaría que ella ni te soportase y te dejase como estas siempre que te veo; solo.
Publicado por Invitado Lun Jul 11, 2016 11:56 pm
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Tocó la tecla adecuada; el maldito botón específico que activaba la mala leche que yo tenía, como cualquier otra persona. Porque no me molestó que pisase mis cosas. No demasiado. Porque no me importó que me insultase de nuevo. No mucho. Pero sí me jodió hasta decir basta que se atreviese a calificar a mi madre de “puta”. A mi madre de verdad, no a la que me había llevado en su vientre durante nueves meses.

¿Y qué si se trataba de un calificativo fácil que los sin-cerebro usan para dañar? A mi madre nadie la tacha de nada malo en mi presencia.

No logré respirar para tranquilizarme. Olvidé mis buenos modales y la fachada pétrea que trataba de mantener siempre intacta. Contar hasta tres antes de responder se volvió un ejercicio inútil. Fue escuchar el insulto y la impulsividad decidió actuar.
Dejé de balancear la silla y usé el mismo impulso de la pierna para patear la mesa con todas mis fuerzas en su dirección. El mueble se arrastró varios metros por el suelo, causando un ruido desagradable que retumbó en toda la estancia. Entonces me puse en pie violentamente. La silla comenzó a tambalearse por culpa de la rapidez del movimiento hasta que se cayó hacia atrás. Mi rostro permaneció sin expresión alguna incluso cuando me acerqué a Samuel. En mi cerebro una voz irreconocible gritaba que lo golpease; gritaba tan, tan fuerte que me sacaba de mis casillas más de lo que ya estaba.

Y lo hice. Cerré el puño con tanta fuerza que incluso me dolió y descargué toda la rabia que sentía en su rostro. Pocas veces en mi vida había participado como parte activa en una pelea, pero créeme cuando te digo que en ese momento no me importó.

Para hablar de mi madre te lavas la boca, enano de mierda. Una persona deforme como tú no puede atreverse a calificar de nada a la madre de otra persona. A saber cómo es la tuya, gilipollas. —escupí aquellas rabiosas palabras sin molestarme en mostrar contención. Apreté los dientes y fruncí el ceño, deseoso de volver a darle otro golpe, pero me contenté con empujarlo. Suerte que no me mordí la lengua: en ese momento probablemente hubiese acabado envenenado.

Ni siquiera me di cuenta de que yo también estaba pisando el contenido de mi mochila. El cuaderno de tapas negras que usaba para escribir en ese momento permanecía bajo mis pies. Siendo sincero, jamás hubiese actuado así de haberme sentido bien conmigo mismo, pero las últimas semanas habían sido tremendamente estresantes. Tan, tan estresantes que el nudo que tenía en el estómago se aflojó un poco después de que la patada. Eso es lo que necesitaba: descargar rabia.

Y Samuel, supongo que sin ser muy consciente de ello, se había convertido en un foco perfecto para lograrlo.

No me esperé por si quería seguir peleando. Lo hubiera matado y no quería perder los pocos principios que me quedaban. Recogí mis cosas y me fui de allí mascullando por lo bajo. El puño me dolía. Tenía que aprender a pelear.
Publicado por Jack A. Hudson Jue Jul 21, 2016 5:47 pm
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