Everything's Alright (Libre)

Desde que se cancelaron las clases y actividades extraescolares, los días se han vuelto pesados y aburridos. No hay gran cosa que hacer en un internado cuya actividad se ha detenido. Los únicos que en gran medida se mantienen ocupados son los profesores y el resto del personal. ¿Pero qué hay de los alumnos? Algunos pasan las horas muertas, preocupados por si ellos serán las próximas víctimas. Otros, sin embargo, optan por investigar y arriesgarse. Cassandra prefiere pensar en la remota posibilidad de escapar de aquel infierno. Ya nada la retiene allí. Su hermana Bianca y ella podrían huir en mitad de la noche, aprovechando una de las guardias que le corresponde como profesora. ¿Quién se enteraría? Bastaría con coger dinero y dejar todo lo demás. Así las tomarían como dos desaparecidas más, y en lugar de eso, estarían en busca de la población más cercana al internado. ¿Qué podría salir mal? La americana fantasea con la idea tumbada en la cama, los ojos abiertos como platos y los brazos estirados a los lados. No puede dormir. Nadie la culparía, teniendo en cuenta todo lo que está sucediendo en el internado.

Como guiada por un impulso, se incorpora y se sienta en la cama, dejando sus piernas colgando del borde y los brazos cruzados. Mira el reloj despertador de su mesita de noche: son cerca de las tres de la madrugada. Un día normal, se podría reprochar a si misma que es muy tarde, que al día siguiente tendría que madrugar. Pero, realmente, eso ya no importa. No existen clases a las que acudir, y el único horario que debe seguir es el de las comidas. Y si un día se despierta más tarde y se pierde la hora del desayuno, no importa.

Bosteza y se ajusta la bata violeta a la cintura. Aún siendo ya principios de mayo, el frío sigue azotando Escocia. A pesar de que su dormitorio mantiene una calidez agradable, hay una ventana que no cierra bien, y por la cual se filtra una fina corriente de aire helado. De día a penas se percibe, pero de noche es otra historia.

Tras un par de minutos observando su habitación sin saber muy bien qué hacer a continuación, decide levantarse y salir. Es consciente de que a esa hora no encontrará a nadie en los pasillos, excepto a los profesores que estén de guardia, y también sabe que estos podrían castigarla si la encuentran deambulando a aquellas horas. Sin embargo, esos peligros hacen que la salida se vuelva más interesante. Después de recorrer el pasillo principal de su planta, comienza a bajar escaleras hasta llegar a la planta baja, y seguidamente hasta una puerta trasera que da a los terrenos del internado. Por el camino parece haber tenido la suerte de no toparse con nadie, sin embargo, una vez fuera, escucha unas voces a lo lejos. Toma el camino contrario al de las voces, llegando así al cementerio. Está desierto, y la luna alumbra vagamente las lápidas. Camina algunos metros más, dejando cada vez más atrás el inicio de aquel lúgubre paisaje. De frente comienza a divisar una capilla. Es simple; en ella sólo destaca una cruz que corona la parte delantera del tejado. Sin embargo, además de eso, Cassie advierte que allí hay alguien más, en el tejado. No distingue quien es, pero casi podría jurar que es un alumno: ¿quién si no iba a subir ahí arriba?

¿Debería decir algo? Creo que me ha visto. O, por lo menos, sabe que estoy aquí. Quizás debería saludar; espero que eso no me meta en ningún problema.

-¿Hola? -pregunta, posicionándose junto a la capilla, con la vista alzada hacia la figura que hay sobre el tejado.

Al principio, las sombras creadas por la noche le impiden reconocer a la figura que hay sobre la capilla. No es de extrañar, de hecho, que pensara como primera opción que se trata de un alumno. Sin embargo, justo un par de segundos después del saludo de Cassandra, el desconocido se incorpora, poniéndole más fácil al tarea de averiguar quién es.

¡Es un profesor! Espero que no me imponga ningún castigo; aunque dudo que haya algo peor que estar las veinticuatro horas del día encerrada en este infierno de internado. Y por si fuera poco, no tenemos ni clases ni extraescolares. Menuda rutina aburrida. Ojalá me castigue, así al menos tendré algo que contar a mis amigos.

Cassie mira el hombre con curiosidad, y se cruza de brazos. Juraría que es quien imparte la asignatura de Lengua, pero la penumbra de la noche le hace dudar de su propia creencia. Finalmente, cuando habla, descubre que así es; es el profesor de Lengua. Sus clases nunca le han interesado en lo más mínimo, y siempre ha pensado que únicamente juega a hacer el papel del típico profesor simpático con el que puedes contar. Pero que, en realidad, sólo detesta su trabajo y sus alumnos. Cassie es una de esas personas que jamás pensaría en la opción de poder confiar en sus profesores y, por eso, nunca les juzgará con pensamientos positivos. Al contrario, siempre opinará que en el fondo traman u ocultan algo, por muy buenas personas que sean. Además, considerando la actual situación del internado, ¿quién en su sano juicio iba a confiar de los adultos que hay allí?

Aprieta los labios, intentando no reírse, ni si quiera sonreír. Por alguna razón, las palabras del profesor Pratchett le han hecho gracia. Quizás porque han sonado de lo menos profesional, o tal vez porque a él se le nota tan hastiado de aquella situación, como está ella misma. En cualquier caso, la americana intenta mantenerse seria -Sé muy bien por qué no debo estar aquí -descruza los brazos, dejándolos caer a ambos lados de su cuerpo -Pero, si no me equivoco, usted tampoco debería estar aquí -a riesgo de meterse en un terreno peligroso con unas palabras que suenan a chantaje o amenaza, Cassie sigue hablando. Debería aprender a cerrar la boca, pero esas palabras no entran en su cabeza por más que se las repitan -Soy Cassandra Joyce, del grupo de cuarto. Va a ser cierto que los profesores no recuerdan a sus alumnos -agrega con una suave risa.

En el internado Dunkelheit ya no hay nada que perder, excepto la vida. Pero, siendo realistas, ningún profesor va a matar a una alumna porque la encuentre en el cementerio después del toque de queda. Tampoco puede castigarla escribiendo una redacción de tres mil palabras, porque ya no existen clases. Incluso ese castigo sería una salvación para Cassie, a quien le encanta mantenerse ocupada y, por el contrario, odia no tener nada con lo que matar el tiempo. Se siente inútil, ciertamente, y ha llegado a ordenar su dormitorio -como si hubiera mucho que ordenar- tres veces en el mismo día, sólo por mantener un cierto nivel de satisfacción por sentirse realizada. Pero, a quién va a engañar, aquello no evitaba que se pusiera nerviosa por no estar haciendo nada. Cassie no ha nacido para estar quieta. Quizás hablar con el profesor Pratchett la mantiene distraída un rato.

Aquel hombre no tenía un pelo de tonto. Ha sabido saltarse las normas sin que parezca que es así. Pero Cassie no es tonta, y cabe decir que, gracias a su hermana Bianca, las reglas del profesorado se las sabe demasiado bien. Sonríe con sorna, dejando un par de segundos de silencio antes de responder -Es una mentira tan evidente y al mismo tiempo tan válida, que no creo que, al decírselo a los jefes, les haga gracia ver que se está quedando con ellos -responde, refiriéndose a los actuales encargados de poner orden en el internado. Hay que tener cuidado con las mentiras y engaños, pues cualquier cosa puede señalarte de sospechoso. Algo con lo que Cassie no tiene ningún problema, pues siempre dice la verdad.

-Genial; entonces me recordará por ser la que siempre hace preguntas, a pesar de que su asignatura sea tremendamente aburrida -comenta esbozando una leve sonrisa. Luego frunce el ceño, deteniéndose un poco para pensar lo que acaba de decir. Abre un poco más los ojos, como si hubiera recordado algo muy interesante -Ah, no. No era su clase en la que hacía preguntas -se corrige, manteniendo, no obstante, la afirmación de que la clase de Lengua es "tremendamente aburrida" -Sí, tengo una hermana -exclama demasiado alto, sin percatarse de ello. Suele emocionarla hablar de su hermana Bianca. No es que sean íntimas, pero sabe que es todo lo que tiene y la única adulta en la que puede confiar -Se llama Bianca, es profesora aquí -agrega, emocionada -¿Y qué importa eso? ¿Sabe lo aburrida que estaba en mi habitación? De todas formas, voy a estar igual de segura aquí fuera que allí dentro -concluye a la par que señala el internado, que está a sus espaldas.

Escuchando sus palabras, Cassandra puede percibir de inmediato cuán en desacuerdo está el profesor de Lengua con respecto a los sustitutos de Victor y Alfred. A ella tampoco le entusiasma la idea de que tres personas cualquiera lidere ahora el internado. No es que en algún momento llegara a confiar de los predecesores de estos (y menos desde que las cosas comenzaron a torcerse), pero al menos no habían sido colocados porque sí. En cualquier caso, Cassie lo único que desea es salir de allí lo antes posible -No pensaba decírselo; no ganaría nada con eso -contesta. Claramente no está en sus planes intentar fastidiar a un profesor (a menos que le den razones para ello), pero lo que sí quiere es entretenerse un poco, y sacarle más conversación a Pratchett es el único plan que se le plantea esa noche.

-El temario no siempre es el problema -comenta a la par que rueda los ojos brevemente. Es cierto que aquella asignatura en general no le agrada, exceptuando la parte de Literatura, pero, por otra parte, es algo perfectamente mejorable dependiendo del profesor. Puede que haya alumnos a los que les guste cómo enseña en señor Pratchett, pero Cassie no está entre ellos. Como ya ha dicho, le resulta tremendamente aburrida, y eso la lleva a desanimarse no sólo en clase, si no a la hora de estudiar en sus horas libres -De todas formas, y por desgracia, ya ni siquiera hay clases aquí -bufa, aburrida. No es una alumna que ame estudiar o asistir a clase, no obstante, es algo que la mantiene plenamente ocupada y que evita que piense en otras cosas. Por suerte, aún le queda algún que otro entretenimiento en el internado, por mínimo que sea -Y vaya, siempre he pensado que mi hermana es especialmente fácil de recordar -añade esbozando una pequeña sonrisa. Bianca es guapa y casi siempre agradable, tiene mucha presencia allá a donde vaya.

Observa su alrededor, considerando la respuesta del profesor, y se encoje de hombros -Profesor, permítame que discrepe. En primer lugar, nada puede asegurarme que usted vaya a matarme, o que yo vaya a matarle a usted -hace una pausa, y ríe, sabe que ella no podría matar ni una mosca -Y en segundo lugar, nadie sabe, o al menos yo no lo sé, si existen más escondites en la misma planta en la que se encuentra mi dormitorio. Creo que en cualquier momento y lugar podrían agredirme, por eso no me parece malo estar aquí de noche -concluye.

Alejándose unos pasos de la capilla, consigue llegar hasta una vieja pero robusta lápida de piedra en la que se apoya, quedando medio sentada, con los pies apoyados en el suelo y las manos contra la piedra fría. Aprieta los labios y asiente brevemente a las palabras de Pratchett –¿Y si mi intención es que crea eso, pero en realidad sí voy a hacerlo? –agrega, alzando una ceja. No descarta ese tipo de estrategia; cualquiera podría caer en ella, pero, en esta ocasión, evidentemente, sólo está aburrida, intentando alargar la conversación –No hay tanta gente que sea fácil de recordar. O será cosa mía, que sólo llevo aquí nueve meses –se encoge de hombros. En todo ese tiempo (que para ella ha sido efímero), a penas se ha hecho íntima de unas cinco personas como mucho. Los demás no cuentan, únicamente son conocidos o simples compañeros de clase cuyos nombres le cuesta recordar. Por no hablar de los profesores. Si ahora tuviera que hacer una lista de todos los que le han dado clase ese curso, seguro que se le escapaba alguno.

De pronto su expresión cambia, imaginándose la idea que el profesor acaba de plantear –¿Compartir habitación? Pero eso sería una pesadilla. Ya ni siquiera tendríamos intimidad –se queja, como si de verdad fuera a ocurrir. Cassie es una persona sociable, pero eso no implica que quiera vivir veinticuatro horas con dos alumnos más, ni aunque sean sus mejores amigos. Su habitación es su lugar privado, a donde va cuando quiere estar sola –Sería la peor medida qu-… –unas voces a lo lejos la distraen. Voltea la cabeza hacia un lado, consiguiendo divisar a dos figuras que pasean por el cementerio –Más profes –murmura para sí misma, y se separa de la lápida que había tomado como apoyo. No está segura de si se dirigen hacia su posición pero, por si acaso, se dirige hacia la parte trasera de la capilla, para poder ocultarse ahí, entre las sombras –No quiero que me vean; todavía no me apetece regresar a mi habitación –le habla en voz baja a Pratchett, a quien puede ver parcialmente desde su nueva posición.  Se pega a la pared de la capilla, concentrándose en las voces que pasan de largo.