Take a breath - Cassie

No hay duda de que todo lo que está pasando en el internado es de interés para todos, algo que, sin más, perjudica a todos los miembros del lugar. Sin embargo, por alguna razón Cassie sólo puede pensar en cómo escapar de allí. No sólo por las muertes y las desapariciones. Siente, además, que su estancia allí se ha vuelto inútil. Sin las clases y sin nada que hacer, se pasa las horas muertas soñando despierta, tocando una y otra vez las mismas notas en el contrabajo, o hablando de la situación actual con algún conocido. No comprende cómo ante tanto caos, no han enviado a todo el mundo a su casa.

A menudo siente ganas de investigar, de averiguar que pasa. De adelantar a todos aquellos incompetentes que todavía no han sido capaz de descubrir la verdad. Pero no es asunto suyo, y piensa que lo más inteligente es mantenerse al margen y aprovechar el caos a su alrededor para investigar formas de salir de allí. Si al menos su hermana la ayudara… Pero aquella estúpida prefiere quedarse allí. Dice que no les va a pasar nada, la intenta tranquilizar con palabras vacías y simples. Lo de siempre. ‘’Todo irá bien’’. ¿De qué le sirve, entonces, que su hermana sea profesora en el lugar? Es la única autoridad en la que puede apoyarse sabiendo con certeza que no va a clavarle un puñal en la espalda. Sin embargo, para Cassie no es suficiente.

Da una vuelva sobre sí misma, quedando bocabajo sobre el colchón, y hunde el rostro en la almohada. Quiere gritar; se siente frustrada y quiere gritar. Tanta incertidumbre la abruma y la confunde, no le permite pensar con claridad. Hace unos días, sin ir más lejos, se escapó de noche a los terrenos del internado con la intención de que ocurriera algo. Ya no sabe dónde buscar algo que hacer, cualquier cosa que le distraiga la mente. Está cansada de ver a diario las mismas caras, los mismos pasillos, las mismas estancias. Como última distracción, ha tomado como experimento a un muchacho cuyo temperamento es frágil. A penas basta una simple acción para hacerle enfurecer. Cassie se encuentra investigando su forma de ser, su actitud, intentando averiguar qué le hace ser así. Le resulta entretenido, pero ni de lejos ocupa todo su tiempo.

Se levanta de la cama, tras dos horas sumida en una nube de desesperación y silencio, y sale al pasillo, en busca de algo con lo que mantenerse distraída. A penas camina unos metros, lo justo hasta llegar a las escaleras de su planta, cuando escucha un golpe en seco. Se detiene y alza la vista, recorriendo las escaleras que van al quinto piso. Sabe que hay alguien sentado en los escalones, pero desde su posición no consigue distinguirlo –Buenas tardes –lejos de querer saludar, intentar llamar la atención de la otra persona. Mientras, sube las escaleras hasta toparse con una muchacha sentada en los escalones. Sobre sus piernas puede distinguir un compresor de oxígeno. De inmediato, su cabeza conecta ese detalle con el accidente que ocurrió hace no mucho en el lago –¿Eres Keana Haught? –pregunta, llena de curiosidad. Está apoyada en la barandilla, observando a la joven del compresor. Sin duda debe ser ella. He escuchado la historia del accidente, hasta entonces, cientos de veces. Algunos aún hablan de ello. A pesar de todo lo que ha pasado, es un suceso a destacar. Sobretodo porque sigue viva. –Soy Cassie –esboza una sonrisa. No quiere parecer una curiosa sin más, ni parecer que sólo quiere acosarla a preguntas con respecto a  lo que pasó en el lago. Pero no puede negar que la boca se le está llenando de preguntas sin respuestas. Entre ellas, ¿quién te hizo esto, Keana?

Si se imaginase a sí misma en la situación de la desconocida Keana, Cassie no sentiría más que angustia de únicamente pensar en la posibilidad de tener que vivir una vida condicionada a una máquina. Sin forma de separarte de ella por miedo a morir, Cassie no podría aguantar demasiado. Sería una sensación casi tan asfixiante como la vivida durante sus años bajo el seno de la casa de sus padres. Con la diferencia de que, a unos puedes apartarlos a un lado y a lo otro no.  Ella, que siempre ha gozado de buena salud, no podría jamás imaginar la suerte que tiene de no poseer una enfermedad crónica o la disminución del funcionamiento de alguna de sus capacidades básicas humanas.

Por otro lado, lejos de sentir compasión o penuria por la superviviente al accidente del lago, alberga curiosidad y ganas de ayudarla en lo que sea necesario. Cassie, además de curiosa,  siempre ha sido una muchacha empática, al fin y al cabo, y a la que le gusta mantenerse ocupada y ayudar al ajeno.

Se separa de la barandilla para sentarse al lado de la joven del compresor de oxígeno, con el simple objetivo de conseguir transmitir confianza a la muchacha, y que aquello no parezca un interrogatorio en toda regla, con la figura del entrevistador por encima de la de la víctima entrevistada –Un placer –responde por pura cortesía. Las presentaciones nunca le han gustado, y prefiere hacerlas con la mayor brevedad posible. Seguidamente, y a pesar de que no le gustan las formalidades, corresponde al estrechamiento de manos. Una cálida sonrisa se refleja en su rostro. No conoce a Keana, pero empieza a pensar por qué alguien iba a provocarle un accidente a una persona que, por ahora, parece buena –Key. Mi nombre podría acortarse incluso más, pero eso lo dejo a tu elección –responde con tono burlón, en referencia a que en realidad su nombre es más largo que un simple “Cassie”.

Asiente ante el interrogante de Keana, algo que era más que evidente que la muchacha se estaría preguntando. En cualquier caso, Cassie no pensaba dejarla con la duda, preguntase o no por ello –No personalmente, claro, si no te acordarías de mí. Realmente te conozco por el accidente del lago. Mucha gente habla de ti –explica sin más, de forma directa. Echa la vista hacia el compresor, y luego vuelve a mirar a la joven –No son unas circunstancias muy positivas de conocer a nadie, puesto que te he reconocido por el oxígeno, pero quería conocer a la chica que sobrevivió –concluye la explicación con una ligera sonrisa que pretende transmitir un sentimiento de empatía –¿Sabes quién fue? –pregunta finalmente. Quizás Key no lo sepa, o a lo mejor no quiere decírselo a nadie. Sea como sea, Cassie necesita, al menos, formular la pregunta.