Sesión de Jack Hudson

Con el tema de las nevadas clásicas de la fecha, las actividades en el exterior se habían suspendido, eso había llevado al Doctor Motka a querer adelantar varias sesiones, y dar más tiempo a los estudiantes con los que quería conversar. Antes de plantear un horario había consultado con los mismos hasta acordar un horario y un día especifico. Si bien el vice-director aún tenía trabajo por hacer, había preferido mezclar el mismo con el trabajo que más le gustaba. Por lo tanto había divido los papeles según el tiempo que creía que le tomaría. Con el tema de las nevadas los caminos comenzaban a cerrarse y suponía bien al pensar que sería mala idea quedarse sin comida. El internado estaba preparado, Yvette se había encargado de que, en caso de emergencia, la comida durara al menos cinco meses, productos de larga duración como fideos y arroz completaban una despensa a la que solo podía entrar la jefa de cocina y los mismos directivos. El invierno no sería tan largo para traerles problemas, pero si les traía complicaciones.

Mentalmente hacía una lista de las cosas que quedaban por hacer mientras su mente observaba como los copos de nieve caían acumulándose en el suelo. Desde aquella planta, los estudiantes que jugaban con la nieve se veían pequeños, y la presencia del doctor son su café con leche empeñaban una parte del vidrio. Había dejado la puerta abierta, esperando al estudiante que el correspondía en dicho horario. Hubiera mirado la hora de no tener ambas manos ocupadas, una con la taza y la otra con el bastón, por más que no hiciera fuerza en el mismo. Si el tiempo seguía así, los estudiantes no podrían regresar a sus casas en ese receso escolar.

Publicado por Alfred M. Motka Vie Dic 11, 2015 1:24 pm

Después de que toda su infancia se hubiera visto teñida de constantes visitas al psicólogo de su colegio, Jack había llegado a creer que se libraría por fin de tal tortura en el internado. Con los dedos de una mano se podían contar las veces que había visitado al doctor Motka, y las creía parte de un pasado muy lejano cuando le entregaron una hoja de citación. Sería absurdo reconocer que no se sintió molesto al recibirla, pero no expuso ninguna queja en voz alta. Mantuvo sus impresiones y miedos para él, como siempre. Decidió guardar el pedazo de papel en el escritorio de su dormitorio y hacer vida normal hasta que el día llegase, aunque no dejó ni un solo segundo de pensar cuán molesto le resultaría volver a revivirlo todo; sentirse de nuevo un bicho raro.

Porque eso hacían las personas como el doctor Motka: revolver entre su mierda y desarticular cada pedacito del personaje que había montado. Los psicólogos contaban con la habilidad de leerlo como si fuera un libro abierto, cosa que le molestaba enormemente.

El día llegó mucho más rápido de lo que deseaba. Pensó seriamente remolonear más de lo acostumbrado en el aula de Música, pero al final salió de los primeros. No quería aparecer tarde y dejar un mal sabor de boca en su superior. En total soledad, con las manos dentro de los bolsillos del pantalón de su uniforme, Jack subió hasta la planta donde estaba ubicado el despacho del doctor Motka. Vio que la puerta estaba abierta desde el extremo del pasillo y sus pulsaciones se aceleraron más que cuando corría por la pista de atletismo. Paró para mirar su reflejo en el cristal de una ventana y aplacarse un poco el pelo con. No le gustaba lucir más desaliñado de la cuenta cuando iba a reunirse con profesores.

—Buenas tardes, señor. ¿Puedo pasar? —preguntó desde el umbral, a pesar de que la puerta abierta resultaba una invitación silenciosa. El doctor ya estaba allí, con su pulcro aspecto de siempre y la misma mirada solemne con la que se paseaba por el internado. Jack agachó ligeramente la cabeza antes de entrar, signo de respeto, y cerró la puerta una vez que estuvo dentro. No creía que aquel hombre quisiera mantener una “charla” con él de dominio público.

Y a Jack tampoco le apetecía que nadie más escuchase todo lo que pudiera llegar a contarle a aquel hombre, aunque su intención no era otra que la de fingir y soltar las mismas mentiras con las que le regalaba los oídos a su madre.

—Tengo entendido que quiere hablar conmigo. Espero haber llegado a tiempo.

Su mirada era tan glacial como la nieve que caía al otro lado del ventanal.

Publicado por Jack A. Hudson Lun Dic 14, 2015 4:52 pm

Acumulaba en su mente la cantidad de cuestiones que tenía que arreglar antes de que la nieve tomara más volumen en el piso cuando el joven Hudson llamó su atención desde la puerta. El Doctor hizo fuerza en el bastón para poder girar y su rodilla se quejo ante el movimiento, pero ningún gesto de dolor atravesó su cara, acostumbrado a que sea así. --Por favor, adelante-- Le indica ya tomando detalle de todo lo que pasaba. Durante las sesiones solía tomar pocas anotaciones, pero las mismas se completaban cuando estaba en soledad, dado que a veces pequeños detalles revelaban más cosas de las que querían mostrar. Como las que acababan de acontecer, cerrar la puerta, hablar con respeto, la mirada poco amigable que mostraba. Jack no estaba cómodo allí dentro, pero no se iba a ir a menos que se le sea indicado. Mostró una ligera sonrisa para que hacer las cosas más amables, sin tomarlo como algo personal.

--Hablas como la primera vez que entraste aquí, no tienes de que preocuparte, solo es protocolar-- Afirma desplazándose por la sala y apoya la taza en la mesa antes de que se caía por algún motivo u otro. Señalo el termo y las tazas limpias que estaban a un costado del escritorio --¿Puedo ofrecerte una taza de café?-- Preguntó como indicaba su protocolo cuando tenía algo que podía compartirse en la sala. --Aunque he de advertir que esta un poco cargado-- Avisa solo por si acaso.

Espera un momento antes de comenzar con la charla, y cuando lo hace, es de una manera indirecta --Puedes tomar asiento donde quieras-- Comenta señalando el diván y las dos sillas que había en la sala, una a cada lado del escritorio, siendo una la propia del mismo Doctor, pero donde no tenía problemas que las personas se sentarán, en general, no tenía nada que pudiera llamarles la atención a su alcance. --Como te decía, es solamente protocolar, solo te voy a pedir que me respondas con sinceridad. ¿Cómo has estado?-- En todo momento mantiene su tono de voz áspera, en un volumen moderado, moldeada a la perfección para que suene amable y profesional al mismo tiempo. Mientras habla, toma asiento en una de las sillas vacías, y observa al joven a través de sus lentes.

Publicado por Alfred M. Motka Lun Dic 14, 2015 5:14 pm

El chico sintió unas tremendas ganas nostálgicas de sonreír cuando el psicólogo rememoró su primera visita, aunque finalmente se limitó a asentir con la cabeza. Él también recordaba al niño asustado que había sido cuando cruzó por primera vez el umbral de ese despacho; niño que parecía seguir viviendo en él, a juzgar por el nerviosismo que sentía en aquel momento.
Nerviosismo que siempre ocultaba bajo su estricta pose de muchacho serio.

Decidió ocupar el asiento contiguo al del doctor. El diván se le antojaba demasiado formal para la visita que él tenía en mente. Prefería evitar sentirse como un paciente si aquella citación realmente era protocolaria, a pesar de que no creyese que el doctor Motka era de ese tipo personas que hacen algo simplemente “porque sí”.

—No, muchas gracias. Estoy bien así. —negó con una ligera sacudida de cabeza la invitación a tomar un café. La cafeína conseguiría despertar aún más sus nervios hasta volverlos incontrolables. Dejó las manos quietas sobre sus piernas, esforzándose en no moverlas ni de forma inconsciente, y se quedó en silencio para escuchar con claridad las preguntas del doctor Motka. Eso le concedía un valioso tiempo con el que idear respuestas agudas que no levantasen ninguna sospecha. —Pues... Sí, ya lo he dicho, estoy bien. Algo estresado por los exámenes, pero poco más. Me gusta llevar los estudios al día y, de paso, sacar un poco de tiempo para escribir. Como siempre.

Tomó aire y desvió su mirada hacia la ventana, por la que se podía ver la nieve cayendo de forma copiosa. Se sentía observado en todo momento y eso no le gustaba, pero tampoco se había esperado otra cosa. Los psicólogos son capaces de interpretar el gesto más mínimo y llegar a una conclusión acertada. Esa capacidad de leer al prójimo como un libro abierto aterraba a Jack.

—Aunque noto el ambiente del internado muy cargado últimamente. Ya sabe, la aparición de esa chica nos ha dejado un poco descolocados a todos... Pero sí, en general me siento como siempre. Tengo ganas de que todo vuelva a la normalidad, eso es todo. —su voz adoptó un suave tono melancólico, de quien desea ver el orden nuevamente establecido. Él no se comía la cabeza en público como muchos de sus compañeros sobre la procedencia de la joven, pero también tenía sus propias impresiones. Y sus propios miedos, como era de esperar. No le parecía lógico que en un internado con tanta categoría apareciese una chica muerta ante ojos inocentes y los dejasen sin explicaciones. Sin embargo, tampoco se veía capacitado para exigir respuestas ciertas. No eran de su incumbencia. —¿Cree usted que podremos volver a casa en vacaciones? He notado a algunos compañeros bastante nerviosos por la cantidad de nieve que está cayendo.

Desviar el tema le resultó tremendamente fácil. No quería seguir incidiendo en la muchacha fallecida ni recibir más preguntas sobre su estancia en el internado. Sinceramente, Jack quería irse de allí, pero su educación le pesaba más que el montar un numerito para librarse de ser examinado, así que no le quedaba más que fingir que era tan normal como el resto de los jóvenes.

Publicado por Jack A. Hudson Mar Dic 15, 2015 2:38 pm

Una vez en su lugar el doctor acomodo el bastón en el escritorio, tomando un poco más del tiempo necesario por un ligero temblor en la mano. Se estaba volviendo viejo, eso era en lo único que podía llegar a pensar mientras trataba de dejar aquel objeto en una posición donde las leyes de Newton no lo tiraran al suelo, lugar de donde sería difícil levantar.

Observo con atención a Jack sin hacer comentarios, tras su respuesta se quedo en silencio un momento, meditando una respuesta que dar. --Oh, Georgia, una pena, una absoluta pena. Era tan buena estudiante cuando estaba aquí, no sabemos como esto pudo llegar a ocurrir-- Suelta un suspiro perdiendo la mirada nuevamente en la ventana. Todos los alumnos parecían nerviosos por ese tema, seguramente agradeciendo que las nevadas impidieran salir y así mantenerse lejos de los bosques que, hasta el momento, nunca habían sido peligrosos para los alumnos, por lo menos desde que él había tomado un cargo como docente. --¿Cómo has tomado tu el asunto? Tengo entendido que estabas presente en el bosque cuando todo ocurrió--

Normalidad. Esa palabra fue una de las que Alfred grabo en su mente para anotar más tarde, seguramente no sería el único en pensar de esa manera, solo que algunos parecían divertirse un poco con el cambio que daban las cosas, un poco de emoción y adrenalina. El doctor prefería pensar que estaba en el primer grupo, deseando que su agenda de visitas se alivie un poco, aunque algunos estudiantes parecían temerle desde que los rumores habían empezado a correr.

--Si la opinión de un viejo vale algo, no creo que deje de nevar en los próximos días, y si no para de nevar, entonces quedaremos encerrados por un pequeño tiempo. Solo hay una ruta que nos conecta con la ruta principal y no es la primera que mandan a limpiar y nuestros recursos no son suficientes para poder comprar una máquina-- Explica observando la nieve con cierta expresión de maravilla. --No, no creo que este año puedan irse de vacaciones--

Publicado por Alfred M. Motka Sáb Dic 19, 2015 12:35 pm

Todo ser humano necesita hablar con sinceridad de vez en cuando, liberar toda la tensión que se le acumula a uno en la tripa y que te mantiene completamente tenso. Jack no era menos, aunque fuese más raro que un perro verde la mayor parte del tiempo.

Pese a que su idea inicial no distaba de quedarse en silencio, asentir a las preguntas del doctor y marcharse cuanto antes, en las preguntas del adulto el chico descubrió una vía de escape perfecta para el estrés que acumulaba. No se dio cuenta de que estaba saltándose sus reglas autoimpuestas de control cuando, con un nuevo tema sobre la mesa, reculó. Evitó inconscientemente continuar hablando del tiempo. Puede que incluso no escuchase al doctor Motka decirle que pasaría las vacaciones en el internado, lejos de casa.

manos se aferraron a sus rodillas con fuerza sin que lograra controlarlas. En ese instante no se veía capaz de dirigir la mirada hasta los ojos de Motka, a pesar de que odiase no mirar a la persona con la que estaba conversando. Repasó los cuadros de las paredes, los objetos que se acumulaban sobre el escritorio e incluso contó varias veces la cantidad de manchas que tenían sus zapatos.

Y comenzó a hablar por fin, sincerándose como sólo podía con las personas como el doctor. Malditos psicólogos que desatan la impulsividad de Jack incluso en el campo verbal. En puras contradicciones llevaban haciéndolo caer toda su vida.

—Ha sido raro. En el primer momento no quise creérmelo. No, no podía creerlo. Estábamos en Halloween, en pleno bosque, ¿cómo iba a esperar que ese cadáver fuera real? La verdad me sentó como un balde de agua helada, y creo que me bloqueé. Hasta hace unos días parecía que todo era producto de mi imaginación o una escena de una película. Ahora que he empezado a asimilarlo siento una mezcla de pena por la chica y repulsión por lo ocurrido. Intento ser racional y realista, pero se escapa de todo entendimiento que una cosa así haya ocurrido en un internado como éste. —se paró un momento para tragar saliva. Notaba sequedad en su garganta, aunque no sabría decir si era por el tema en sí o por la cantidad de palabras que pronunciaba a toda velocidad. En voz alta jamás se mostraba tan espontáneo. Sus monólogos le pertenecían únicamente a él y a su silencio. —Y le voy a reconocer que me siento intranquilo. No quiero pensar que puede volver a ocurrir algo así. Este lugar está lleno de niños, señor. Deberían ampliar la seguridad, rastrear el bosque... Abulto demasiado el asunto, pero me está comiendo poco a poco la sensación de que cuando menos lo esperemos, ocurrirá otra cosa. Un suceso peor, incluso.

Jack fingía que su campo de actuación quedaba por encima del bien y del mal; que no rendía cuentas a nadie que no se apellidase Hudson, pero eso no era cierto. El muchacho tenía problemas y se comía la cabeza como todo el mundo, a pesar de no compartirlo. Georgia era una de esas imágenes que no se apartaban de su mente por más que lo intentara y, por desgracia, no contaba con nadie con quien expresarse y a quien narrar las ideas que se le ocurrían por culpa de la incertidumbre de no entender nada. Sus compañeros se apoyaban los unos con los otros; él se lo tragaba absolutamente todo.

Y reventó. Con el doctor Motka esa barrera explotó y le contó todo lo que pasaba por su mente. Tenía miedo de volver a vivir una situación similar, pero no era únicamente por él. Jack se preocupaba a su modo por los demás y, pese a no querer estar más tiempo del necesario junto a nadie, tampoco les deseaba mal alguno. La empatía que llevaba tantos años cultivando empezaba a dar sus fruto.

Además, odiaba cualquier cosa que escapase de su entendimiento o que fuera incapaz de explicar, y el asesinato de aquella chica se había convertido en un enigma de enorme calibre.

—Espero que lo vea como una actitud normal en alguien que se ha topado con una escena de ese estilo. No quiero volverme loco y ver fantasmas por cada esquina. —cuando, cerca de cinco minutos después, el muchacho volvió en sí y asimiló cada una de las palabras que había pronunciado, empezó a sentirse mal. ¿Por qué siempre acababa cargándose sus propias normas? ¿Por qué acababa hablando más de la cuenta con quien no debía? Porque no, sólo a él le pertenecían sus impresiones. El resto del universo vivía mejor en la ignorancia respecto a su persona.

Cerró los puños, que continuaban aferrados a sus rodillas, y empezó a hundir las uñas contra su propia piel. Ese gesto solía relajarlo, aunque el torrente de preocupaciones que vivía en su cabeza no parecía tener ganas de ser amainado.

Publicado por Jack A. Hudson Lun Dic 21, 2015 1:19 am

Escuchó aquellas preocupaciones del chico observando todo con ojo crítico. Una de las principales cosas que le había gustado de la materia era ver como las personas se transformaban hasta mostrar cómo eran realmente. Algunas personas tenían facilidad y libertad para mostrarse como eran, decir sus pensamientos sin temer a nada, mostrar su reacción instantánea sin tener impedimento alguno, otras personas eran más compleja. Alfred no dudaba en decir cuáles eran sus favoritas a la hora de analizar, y se sintió muy a gusto cuando Jack comenzó a expresar sus pensamientos y a compartirlos con él.

El joven no decía nada que no esperaba, muchas reacciones entorno a ese día habían sido de esa manera. Da el espacio necesario para que termine de hablar, respirando profundamente y pensando sus palabras con cuidado. --Es normal que reacciones de esa manera, por nuestra parte...-- Desplaza su mirada al escritorio, tomando un momento para retirar sus anteojos. --Por nuestra parte sentimos mucho lo que ocurrió a aquellas jóvenes-- Su voz es áspera, y se tarda en decir aquellas palabras que tanto le costaba decir. --Habían sido estudiantes ejemplares-- Agrega haciendo una mueca antes de tomar aire y regresar a la postura que siempre mostraba frente a la gente, en especial, frente a los alumnos. --Puedes estar seguro que encontraremos al responsable y que no dejaremos que otro estudiante salga herido de esa forma nuevamente. Haremos todo lo que sea necesario para poder impedirlo-- Asegura con tono más firme.

Se aclaro la garganta al notar los puntos cerrados del joven. --Tengo que decir, Jack, que si hay algo que me preocupa respecto a tu comportamiento. Has dicho que en este lugar hay muchos niños. Espero que seas consciente de que tu también eres uno-- Vuelve a mirar al joven con insistencia para que aquello le quedara claro. --¿Has hecho amigos desde que llegaste a Dunkelheit? ¿Has encontrado personas en las cuales pudieras llegar a confiar?-- Desplazó con cuidado el tema de conversación regresando a aquel que era primordial, Jack Hudson.

Publicado por Alfred M. Motka Vie Ene 08, 2016 5:22 pm

A pesar de mantener los puños apretados sobre sus rodillas, el chico trató de serenarse y recuperar el control de sí mismo. Odiaba sentirse vulnerable y que pudieran leerlo como él hacía con los libros que apilaba en su dormitorio. Inspiró repetidas veces de forma muy lenta, casi imperceptible. El doctor Motka fue respondiendo a cada una de sus palabras con esa seguridad que siempre transmitía. Quizá fuera por su profesión, pero ese hombre tenía la capacidad de relajar a los alumnos y hacerles creer que todo iría bien. Jack, que llevaba escuchando ese tono seis años, quiso creerle; sintió que necesitaba confiar en que todo saldría bien, aunque en su fuero interno no estuviera nada convencido. Demasiados matices que tiraban al negro pintaban la fase por la que estaba pasando el internado.

—Supongo que sí, señor. Todos lo sentimos. Personalmente no las conocía, pero nadie se merece un final así. Espero que consigan encontrarlo pronto. El temporal que se nos viene encima da aún más miedo sabiendo que... Bueno, que hay un peligro tan grande sobre nuestras cabezas. —se encogió de hombros una última vez antes de alzar de nuevo la mirada hacia el ventanal. El paisaje parecía aún más blanco de lo que había sido cinco minutos atrás, cuando Jack se distrajo y dejó de prestarle -y de prestarse- atención. —¿Le parezco un niño, señor? Porque yo no lo veo así. Exteriormente puedo parecer un adolescente más, pero no pienso que siga teniendo una mentalidad infantil.

Sin pretensiones de resultar arrogante, Jack se creía por “encima” de la mayor parte de sus compañeros. Mentalmente hablando, claro. Y no por cuestiones de notas, estudios y esas bobadas que cualquiera puede aprobar si se esfuerza. Sus vivencias lo habían hecho crecer rápido y dejar atrás la niñez cuando empezaba a disfrutarla. No obstante, el muchacho jamás se había parado a pensar en el resto de los alumnos del internado, entre los que seguramente hubiese chicos con pasados más duros que el suyo y que mostraban más inteligencia al no pagar a la vida con la misma moneda agria, sino con una sonrisa. Típico de Jack eso de ver la paja en el ojo ajeno pero no en el propio.

Quizá el doctor Motka tuviese la razón y el chico, después de todo, continuase siendo un niño; niño de un metro y ochenta y cuatro centímetros, pero niño.

Apretó los dientes ante el cambio de conversación. Se trataba precisamente del tema que había pretendido esquivar desde que hubo cruzado el umbral del despacho; no, falso, desde que recibió la citación es más exacto. Trató de idear en un tiempo récord una idea que lo ayudase a salirse de la cuestión sin parecer un maleducado y que, a la vez, consiguiese que las indagaciones del doctor cesasen. El intento resultó un fiasco. La mirada de Alfred, tan potente que parecía que ni siquiera parpadeaba, había logrado dejar su mente en blanco.
Cualquier oportunidad de escapar quedaba muy lejos de él, por más que fingiese ladrar como un perro lastimado y acorralado contra un abismo.

—No los necesito, señor. Yo estoy aquí para estudiar, no para mantener conversaciones insustanciales acerca del tiempo, de revistas juveniles o para intercambiar cotilleos de mis compañeros de clase. —apuntó sin pestañear. Un muchacho de su edad hubiera añadido una sonrisa al final de la frase para mostrar que se trataba de una broma; él, sin embargo, paseó la mirada desde la figura del doctor Motka hasta la ventana varias veces más, como hacía cuando se aburría. Ni un atisbo de sonrisa apareció en sus labios, demostrando que hablaba totalmente en serio.

Jack no tenía amigos no porque no quisiera -que no quería-, sino porque no los necesitaba. Cualquier cosa que cree dependencia le parecía mala -porque para él un amigo se le antojaba una especie de relación dependiente que debía cuidar-, y ya tenía suficiente con su afición al tabaco como para aguantar más desgastes en el caos que era su vida.

Publicado por Jack A. Hudson Sáb Ene 09, 2016 12:14 am

Una sonrisa se curva en los labios del doctor al escuchar tal respuesta. No esperaba que lo tomará de aquella forma, pero era de esperarse en una persona como Jack. --Jack, tengo cincuenta y siete años, ¿En verdad quieres saber si me pareces un niño?-- Pregunta poniendo en tela de juicio aquella pregunta. El joven podía ser muy maduro, pero a los ojos del vicedirector, todos los estudiantes aún tenían mucho por aprender, y lo más importante, tenían mucho por vivir. --Conozco personas, estudiantes y profesores, que tienen una personalidad infantil, y eso no interfiere en su nivel de madures a la hora de tomar decisiones. No hay nada malo en ser un niño, pero entiendo tu confusión, estas en una edad donde para algunas cosas eres maduro, para otras aún tienes mucho que ver y vivir. Creo que la palabra que debí haber usado era: joven. Tu sigues siendo joven Jack, no te encierres de las demás personas, no todos buscan lastimar, no todos son inmaduros o tontos, algunas personas pueden hacer cosas tontas, pero todos hemos hecho alguna de esas cosas en algún momento de nuestra vida. No hay que centrarse en todo lo malo que puede traer hablar con otras personas, mejor es centrarse en lo bueno que pueden traer, y no quedarse con la duda.-- Explica con paciencia deteniéndose cada vez que creía necesario hacer una pausa, manteniendo aquella actitud calmada que buscaba serenas a sus visitas, y hacerlas analizar que les estaba diciendo en verdad.

No puede evitar chasquear la lengua ante la definición de amistad que el muchacho exponía. Asiente en silencio varias veces, dado que eso explicaba muchas cosas. --Temo decirte que tienes una definición errada de la amistad, no todos hacen eso. Tuve amigos en mi infancia, si Jack, también fui joven hace mucho tiempo, nunca hemos hablado de esas cosas. Nos dedicábamos a armar esos barcos pequeños que van dentro de una botella, deberías intentarlo, da mucho tiempo para pensar. ¿Por qué no pruebas conocer a alguien del internado? Averiguar si hay alguien que pueda mantener una conversación que no sea sobre esas cosas que marcas. Estos seguro que no tardaras en encontrar a alguna persona-- Lo reta mostrando una sonrisa tan serena como su expresión. Los amigos siempre eran necesarios, más en tiempos difíciles, y tiempos complicados iban a llegar si no lograban encontrar a la persona que estaba causando aquellos desastres fuera del internado. --Aunque, tengo que suponer que has podido mantener una conversación con otro estudiante, ¿Estoy equivocado?--

Publicado por Alfred M. Motka Mar Ene 12, 2016 12:41 pm

La tranquilidad que siempre dominaba a Jack en esos momentos parecía estar reduciéndose a cenizas. Se había topado con una persona mucho más fuerte que él, quizá por los años que llevaba ejerciendo su profesión, y notaba que comenzaba a exasperarse. Respiraba pausadamente, sin apartar los ojos del doctor y escuchándolo en silencio. Quería huir y no tener que responder a nada más. Por un momento se paró a pensar si esa era la imagen que proyectaba él con los demás; la de un tipo frío que sabe que lleva razón y trata de demostrar que el otro está equivocado sin necesidad de alzar la voz. Notó una punzada en su estómago al darse cuenta de que, probablemente, él era aborrecido por otros por proyectar una imagen de sí mismo un poco similar. El muchacho prefería la presencia de personas pasionales porque le resultaba mucho más fácil desarticularlas, mientras que alguien como Alfred quedaba muy por encima de sus posibilidades mentales.

En el fondo, en esos momentos también él hubiera querido ser un chico pasional; alguien que se dejase de comportamientos racionales y fuera capaz de plantar cara aun sin llevar razón. Los gritos hubieran conseguido dejarlo por los suelos y corroborar que era un niño, lo que probablemente hubiese logrado que Alfred lo despidiera del despacho por no poder tratar con un salvaje. Desgraciadamente, Jack no era así. A sabiendas de que la batalla estaba perdida -lo había sabido antes de llegar, por eso aborrecía tanto las visitas al psicólogo- no era capaz de mantenerse callado. Odiaba sentirse analizado y que alguien expusiese en voz alta las verdaderas reglas por las que regía su día a día, así que se veía obligado a desmantelar su propia mentira para rebatir sus palabras; a abrirse y mostrar su verdadera forma de ser para que no continuasen aquellos ojos críticos puestos en él. No era un niño. Probablemente jamás lo había sido.

Y, por Zeus, ¡cómo odiaba no ser capaz de gritar y demostrar que era un loco o dejar pasar el tiempo sin abrir la boca!

—Entiendo su postura, señor, pero muchas veces es imposible verse reflejado en las palabras que le dedican a uno. Es más fácil juzgar al prójimo que emitir juicios sobre uno mismo. —esa fue la única respuesta que se le ocurrió para aquella pregunta que, a su parecer, Alfred no quería ver resuelta. O que él no quería concretar para no verse rebajado al estatus de “niño” porque aún sentía amor propio. Físicamente seguía siendo joven, así que era más fácil pensar que continuaba siendo un crío. La ambigüedad es el recurso de los desesperados y Jack, aunque permaneciese tan rígido como una piedra, sentía unas ganas enormes de acabar aquella sesión.

También él se tomó una pausa, más larga que las del doctor, antes de retomar la conversación. Su boca estaba tan seca que la voz salió más áspera que de costumbre. Quería ser conciso y explicar su punto de vista sin dejar ningún resquicio que pudiera hacer que Alfred continuase emitiendo juicios sobre él, porque a ojos de Jack eso es lo que él hacía: juzgarlo. Cuando le hablaban con tanta claridad se sentía apabullado y tendía a creerse atacado, por lo que levantaba una muralla protectora aún más grande que la que normalmente lo ocultaba del mundo.

—A ver, no es que no me relacione porque los considere más estúpidos o bobos que yo. Simplemente siento que nuestras vidas están en un nivel diferente. Ni mejor ni peor; simplemente distinto. Yo no tengo la capacidad de sonreír a personas que no conozco únicamente porque existen y están paradas frente a mí. Tampoco puedo hablar con el primer chico que pase y mostrarme amigable, como veo hacer a bastantes de mis compañeros de clase. Yo vivo observando lo que ocurre en una época en la que todos corremos y en la que cada vez nos paramos menos a mirar a nuestro alrededor de verdad. Existen mil estímulos en nuestro día a día que nos incitan a relacionarnos con los demás, pero nadie se para a pensar el por qué de nuestro comportamiento. ¿Por qué estamos obligados a tratar con alguien que forma parte de nuestro presente inmediato pero que, probablemente, desaparecerá cuando tu vida siga avanzando? A veces un segundo plano resulta mucho más eficaz para entenderse a uno mismo, algo que me parece mucho más importante que conocer a los demás. A fin de cuentas, soy yo quien va a estar siempre conmigo. Nadie más.

Habló de corrido, sin alterarse y logrando mantener la mirada sobre la del doctor: todo un reto cumplido para un león que estaba herido de muerte.

La presencia del doctor logró incomodarlo más cuando sonrió. En sus palabras vislumbró un reto que no sentía ganas de cumplir -y que tampoco se veía capacitado para hacerlo-. Tragó saliva y arrastró ligeramente la silla para recolocar su espalda. Mantenerse recto ante un superior era una norma que su padre le había inculcado desde pequeño, aunque esa persona no le cayese especialmente bien. Los psicólogos se convertían en sus enemigos por el mero hecho de poseer la facilidad de exprimirlo hasta descubrir de él lo que querían saber. No eran dignos de la confianza de nadie.

—Hablo de vez en cuando con chicos de aquí pero de forma muy insustancial. Usted tenía amigos porque probablemente encontró en ellos algo que los ataba unos a otros. Llámelo química si quiere, llámelo intereses comunes. Yo no lo he hecho, y me estaría traicionando a mí mismo si compartiese más tiempo del que me apetece en charlar con gente que sé que no es afín a mí. Y también estaría engañándolos a ellos al fingir que realmente me apetece estar a su lado. Soy el primero que cree que las mentiras no son buenas o malas, sino que dependen de la perspectiva del que las usa: pueden mantenerte caliente y avivar tu esperanza o quemarte vivo. Al engañar a alguien y llamarlo “amigo” estaría haciéndolo sentir bien durante una temporada, pero acabaría declinando en un desastre mucho mayor cuando me cansase de fingir que esa persona me importa. —se encogió de hombros en cuanto terminó de pronunciar un discurso que, para él, estaba plagado de evidencias; de evidencias y de sinceridad, mucho más de lo que recibiría de su parte cualquier otra persona del internado. Ambas visiones sonaban completamente distintas, pero Jack tenía motivos para creer que la suya era la auténtica; la que mejor lo reflejaba sin lugar a dudas. —¿Hemos terminado ya, señor, o desea saber alguna otra cosa de mí?

Publicado por Jack A. Hudson Mar Ene 12, 2016 4:10 pm

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