El bosque de la inquietud

Sacó de su mano derecha la última astilla que seguía incrustada entre sus nudillos, el ardor le recorría hasta llegarle a la muñeca y un crujido prosiguió el movimiento de sus dedos. Las facciones del escocés, generalmente ceñidas en una expresión sosegada, eran el tropel de una ira hastiada, como la de un niño que destruye su juguete de turno porque no le produce suficiente entretenimiento. —No eres nada. —presionaba con su izquierda las magulladuras recién hechas. —Sólo un intento de suicida tan incompetente que ni siquiera es verdaderamente capaz de matarse. —líneas tan rojas como la sanguina iniciaron un camino hacia su palma, el dolor matizaba los pensamientos coléricos, y, sobre todo, la ansiedad. A Theo no le gustaba perder el control sobre el resto, aún menos sobre sí mismo. Las palabras que salían de su boca con un desafecto tan gélido como el propio invierno, iban dirigidas a Riley, por quien Desmond profesaba una inquebrantable hermandad, quien a él, en cambio, le producía una obcecación malsana.

Mucho se podría ahondar en las razones por las que tanto le divertía disparar la paranoia de Kade y verla hundirse en la oscuridad depresiva de sus pensamientos, sin embargo, ningún motivo resultaría lógico para una mente saludable. La psique de Theo era inestable, volátil y difusa, sólo el segundo adjetivo podría encerrar la furia injustificada ante las acciones más simples, como contradecirle, puntual pecado cometido por la castaña. La desproporción de la reacción, por supuesto, fue premeditadamente oculta ante sus ojos, la víctima del asalto había sido el tronco de un alerce y no ella, era irrisorio notar la precisión de cirujano con la que evitaba dejarse en evidencia. No tenía sentido. Una gota cayó sobre su cabeza, la primera del desfile de una lluvia inesperada que enardeció el cielo entre rayos y truenos, la rapidez con la que se escondieron los fulgores de la luna, oscureciendo el ambiente, sólo podía ser un acto digno de la naturaleza en Escocia.

Movió una vez más la diestra y se acomodó el capuchón de la chaqueta negra que llevaba puesta, el atronador ruido hacía eco en el bosque y la única claridad la otorgaba el contorno del internado hacia la parte este, demasiado lejos para ser útil. Tan sólo diez pasos le llevaron a encontrarse a las espaldas de alguien más, una chica, delgada, con un manto de cabello que con seguridad luciría mucho más claro bajo la luz y un paso visiblemente apretado, pero bastante fácil de seguir. —¿Estás asustada? —los labios del de sexto se curvaron en un sonrisa de agraviante sátira, claro que lo estaba, sus brazos temblaban a un nivel que de ningún modo podía adjudicarse al agua, de hecho, de forma sorprendente, se encontraban a un par de grados por encima de lo natural para la época, aunque no se tendría que ser adivino para saber que no tardarían en descender. Su audible pregunta fue el preludio de una estridencia más fuerte, el tiempo parecía vestirse acorde a su interior.

Publicado por Desmond T. Brewster Miér Ago 03, 2016 10:13 pm

El carboncillo se deslizaba entre trazos firmes por el lienzo que la pelirroja se concentraba en sostener con las piernas, apoyándose de su izquierda para lograr la estabilidad que buscaba. Concentrada en aquella imagen mental que aun poseía de su madre, olvidándose de su entorno para no perder cada fino detalle que sus recuerdos le proporcionaban sobre la belga. Junto a cada trazo una avalancha de recuerdos caía sobre Kailany, transportándola lejos de los terrenos que conformaban Dunkelheit hasta lograr llevarla a su amada Brujas, pero junto a ello, el miedo que había estado rondándola con anterioridad volvía a poseerla.  Había roto aquella promesa que se había hecho a sí misma tiempo atrás. El permitirse tocar aquellas finas membranas de su pasado no podía augurar nada bueno.


Observó el trabajo final, mientras que las yemas de su diestra comenzaban a escocer a causa de la presión que había puesto sobre el carboncillo durante aquella cantidad de tiempo prolongado. Mierda. Maldijo en apenas un murmullo. Sin previo aviso, comenzó a caer aquel sinfín de gotas sobre la pelirroja y el lienzo que aún se encontraba expuesto a la intemperie. Las gotas danzaron rápidamente sobre este último, corriendo el carboncillo de su lugar hasta lograr que aquellas facciones delicadas que se había esforzado en retratar se fueran perdiendo con los demás trazos que conformaban la obra.  Por más arruinada que estuviera ya, la pelirroja se despojó de la chaqueta que traía consigo para poder cubrirla y esconderla en el interior de aquel tronco hueco que se encontraba en el corazón del bosque, lugar familiar para la chica.


Basto el primer estruendo para que Kai apresurara el paso, vislumbrando a la lejanía las luces del internado. Su concentración apuntaba única y exclusivamente en caminar más aprisa y en no olvidar respirar correctamente, para así, evitar un ataque de pánico en medio de la penumbra que reinaba ya a su alrededor. La voz a su espalda logro sobresaltarla de la misma forma que lo estaba logrando hacer la tormenta. – Ocúpate de tus asuntos, pequeño gossip boy.-  Mencionó secamente esforzándose en que su voz no se rompiera en medio de la frase, sin siquiera voltear la mirada. Un escalofrío recorrió su columna vertebral, aumentando los temblores de su cuerpo.

Publicado por Kailany R. Lowength Miér Ago 10, 2016 12:02 am

Una sonrisa sistemática se extendió en los labios de Theo cuando la respuesta llegó a sus oídos. Sí, en apariencia el aburrimiento había llegado a su fin, era altanera, pese al evidente terror que le invadía. Comenzó a preguntarse a qué le dedicaba tal pánico, ¿a la oscuridad?, ¿a la tormenta? Los temores eran una debilidad curiosa, incluso su alterego perdía los estribos al pensar en un viaje en avión. Cobarde.  —¿Qué clase de modales son esos con alguien que intenta ayudarte? —fingió estar ofendido, bastante —e intencionalmente— mal, cabría decir. —No es la hora, ni el clima adecuado para estar a solas en el bosque. —los rayos esclarecían el ambiente durante el instante que tardaban en desaparecer, un paso a la vez, sus zapatos se hundían en la densidad del lodo que la reciente lluvia formaba. Tenía que hablar con una voz mucho más alta de lo usual si deseaba ser escuchado. Y lo deseaba, en especial porque el que le desconociera, le desinhibía.

¡Ah! Cuán harto estaba de los apreciados por Desmond, uno más estúpido que el anterior, en general, actuar como él le entretenía tanto como era posible en el tedio del internado, pero existían días como aquel, en los que terminaba por cansarse y la autopreservación dejaba de ser una prioridad. Bien podría ser Riley, o imaginar en las fauces de sus reprochables pensamientos que lo era, después de todo, por sí sola, la pelirroja no tenía ningún valor. Su diestra estaba cerrada en un puño, el agua limpió la sangre y la atención que puso en la chica desvió el dolor, a ese punto estaba por completo empapado.

Ella no se había detenido, y por lo tanto, tampoco Theo, le seguía a un paso menos raudo que el inicial, con la celeridad suficiente para no perderla. La fachada del instituto se volvía más visible y encontrarían el camino empedrado, que funcionaba como guía, andando tan sólo unos metros en línea recta, se apresuró entonces en una suerte de trote, que le tuvo justo detrás de la figura femenina en cuestión de segundos. —Estoy hablando contigo. —con la misma mano empuñada contra el tronco, le tomó con brusquedad por el brazo derecho, haciéndole parar por la fuerza. Su ceño estaba fruncido, y, en un momento, pasó de nuevo del juego —pesado, a todo juicio— a un estado irascible. Sus dedos se hundían en la piel cubierta por la tela de la desconocida y el dolor ignorado regresaba como un torrente, para ser desdeñado por él, que agudizaba la presión del agarre.

Publicado por Desmond T. Brewster Lun Ago 15, 2016 5:44 am

-Pero yo no quiero hablar con..-La respuesta fue cortada con brusquedad de la misma forma en que era sujetada. Sus pies, -igual de empapados que el resto de su cuerpo- se hundían con facilidad en la superficie lodosa, la cual estuvo a punto de provocar que la pelirroja se resbalara en el acto. -¡Hey, pero que carajos te pasa! – Su voz se entrecortaba a causa de los temblores y el llanto que comenzaba a surgir le otorgaba una nota más alta de lo normal. La presión que el desconocido ejercía sobre su extremidad, comenzaba a genérale un dolor agudo en la zona.

Miedo. Quizás ese era otro de los temores que la belga poseía en su listado, o mejor dicho, miedo a que los demás la vieran romperse de la forma en que lo estaba haciendo en aquel momento. Desde sus primeros años en el internado, durante las noches de tormentas procuraba mantenerse a salvo dentro de las paredes de su habitación, refugiándose así de la intemperie y de las miradas ajenas, las cuales, seguramente generarían preguntas. ¿A que le tienes miedo realmente? Aquella interrogante dicha alguna vez por su madre, resonaba dentro de su mente una y otra vez. Voz que terminaría con la poca tranquilidad que aun poseía en su interior. Un nuevo rayo se hizo presente, acompañado de un estruendo haciendo eco en el interior del bosque, sacando así, a Kailany del estado de estupor en el que se encontraba.

Dio un pasó hacía atrás, forcejeando para liberarse del agarre, en un intento vano, ya que su agresor la sobrepasaba en estatura  y fuerza. Con su extremidad libre, abofeteo al escoces, con toda la fuerza que su izquierda le pudo proporcionar. Golpe que seguramente le dolería más a ella, al siguiente día. Bien le hubiera gustado, que la oscuridad no fuera un impedimento para conocer el rostro de quien se encontraba, ahora, frente a ella. - ¡Suéltame, idiota! - Soltó lo más claro posible. Alzó de nueva cuenta su extremidad, con el propósito de volver a golpearlo si era necesario.

Publicado por Kailany R. Lowength Vie Ago 19, 2016 11:19 pm

Las palabras que la pelirroja pretendió que sonaran amenazantes, no fueron más que un murmullo suplicante que gracias a la cercanía, no se consumió en el estruendo de la tormenta. Tal vez, de distinto humor, con una dosis menor de intolerancia carcomiéndole las venas, le habría divertido su intrepidez y el forcejeo que ejercía en el intento de liberarse, quizá, eludiendo el golpe que les prosiguió. No fue doloroso, una ligera picazón detonaría con seguridad una marca rojiza en la palidez de su mejilla, sus ojos, oscurecidos por la lobreguez nocturna, adquirieron un brillo hostil cuando le sostuvo la mano en alza con la izquierda, apretándole con fuerza los dedos hasta escuchar, por lo bajo, un crujido. —Esa fue una mala idea. —no hubo disfraz, candor o efusión fingida, la frase se arrastró con marcada repulsión. Una que no nació con ella, pero sí que le había ofrecido la oportunidad perfecta para drenarla.

Con un movimiento de sus brazos la hizo girar de espaldas y le soltó la mano para atrapar su cabello, una melena pesada por la cantidad de agua que seguía destilando, que como una hidra se ciñó alrededor de sus dedos cuando cerró la mano en un puño. Le jaló la cabeza hacia atrás, para un segundo después estamparla con violencia contra el rugoso tronco de un árbol, su frente, con certeza, sería la que se llevaría la peor parte del impacto. —No te escuché gritar lo bastante alto. —otro relámpago, las gotas seguían arrastrándose en cada centímetro de su piel expuesta y la lluvia se empecinaba, para el gusto de Theo, en incrementar su intensidad. No servía, en absoluto, para aminorar el calor que le recorría el cuerpo, la agarró con vehemencia y le jaló una vez más, dispuesto a repetir el golpe, de no ser por una voz en alza.

No se dirigía a él, a ninguno, pero se escuchó lo suficientemente inteligible como para obtener su atención y hacerle voltear en la dirección de origen: el camino de vuelta hacia el internado. Nada. Una fracción de segundo le bastó para comprobar que la penumbra arbolada seguía por completo vacía, ayudado con la claridad intermitente otorgada por la lúgubre naturaleza, pero debía estar cerca, considerando que el ruido de la tempestad apenas dejaba oír alguna cosa más que el eco de los truenos. Por impulso le soltó en un empujón, pensando, con la rapidez de los propios rayos, en la posibilidad de su expulsión. De la de ambos, Desmond y él, nosotros. Una arruga apareció entre sus cejas rectas, y presionó las magulladuras cuando volvió a cerrar la diestra, hasta ese momento no sería más que la palabra de la chiquilla contra la suya. Maldita fuera.

Publicado por Desmond T. Brewster Vie Ago 26, 2016 12:14 am

El delgado hilo de sangre comenzó a deslizarse por el rostro de la pelirroja, haciéndose uno con el agua que aun los cubría. El golpe había sido suficiente como para aturdirla al menos un instante, no comprendía con exactitud el porqué de aquella ira desbocada hacía su menuda figura, pero era seguro de comprobar que el miedo que le provocaba en aquel momento era el sentimiento más verdadero que había sentido en años. Se detuvo con las manos al ser soltada de golpe, para evitar caer de frente ahora sobre el barro que cubría el bosque a causa de la tormenta. Le costó más de lo necesario ponerse de pie, ya fuera por las condiciones climatológicas o por los temblores que se habían adueñado de su cuerpo, sin embargo, al ver la oportunidad no dudo en alejarse corriendo, evitando tropezar con cualquier cosa para ser alcanzada quizás de nueva cuenta.


Los estruendos, era un reflejo de lo que ocurría justo entonces en su mente. Nunca había pensado que los terrenos del internado ocultaran algún peligro. Que equivocada estaba. Quizás, sin darse cuenta se encontraba más cerca de lo que pensaba de este. Antes de alejarse lo bastante como para no distinguir la silueta ajena, su mirada se concentró en ella, la cual fue iluminado gracias a un estruendo que no duro más de una fracción de segundos. Si bien no era capaz de decir con exactitud de quien se tratase, esperaba que en un futuro aquel misterio fuera resuelto. Por ahora, sólo buscaba encontrarse a salvo, en el abrigo que el edificio de Dunkelheit le proporcionaba.

Publicado por Kailany R. Lowength Dom Ago 28, 2016 5:38 pm

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