There's always a "before"

A veces uno nunca sabe cómo llegan a suceder las cosas. Puede ser algo que se busca, algo planeado con detalles tan finos que todo ocurre “de acuerdo al plan”. Hay personas que prefieren medio a medio, un poco de planificación y un poco de espontaneidad. Y otras… bueno, otras personas culpan al mal karma y el destino.

Kate en este caso creía, no, estaba convencida que había sido el buen karma. Porque cuando algo malo te sucede, como llegar a un internado con extrañas desapariciones y misterios, algo bueno debes recibir a cambio. Bo, era ese algo bueno. ¿Qué hace una joven de 27 años sentada en el jardín con un muchacho de 19? Para los escépticos y mal pensado, todo lo que ahí se tramaba era una noble amistad.

Había sucedido de una forma poco convencional quizás,  pero nadie podía negar que ambos congeniaran de forma casi armónica. Bo con su humor y personalidad únicos, rellenaban esa nota de vacío que parecía haberse instalado en el corazón de Kate luego de haber llegado al internado. Y es que para ser sinceros, quizás ella no había puesto de su parte para relacionarse con todo el mundo y evitar quedar aislada del resto de adultos, pero no podían culparle, era una pez fuera del agua, extraña y parlanchina, se llevaba mejor encerrada con sus archivadores y discutiendo con una computadora fea y vieja, que tomando café en la sala de profesores.

Un lánguido suspiro le hizo caer en razón. Estaba sentada ahí, en el jardín junto a Bo, un chico que no hacía más que alegar sobre las precarias formas de diversión en el internado ¿Quién era ella para decirle que no? Si habría dado cualquier cosa por estar metida en algún tumulto de civilización, en un centro comercial, en un taco, en una plaza pública. Cualquier lugar sería mejor que ese cautiverio. El edificio los iba a comer, definitivamente los iba a comer.

-¡Puff!- refunfuñó -  Si se detuviera un solo segundo a escuchar lo que tuviera que decirle, creo que habría plasmado un enorme “no” en mi cara. Las únicas veces que me dirige la palabra es para llevarle su café o algún material.- mintió, quizás por miedo a que Bo le fuera a lanzar un lápiz en la cara por olvidar haberle comentado su particular idea a la directora. Tampoco es que haya sido a propósito, algo de cierto había en su mentira, y es que estar a cargo de una escuela es mucho más trabajo del que aparenta. Así que no había tenido el tiempo de topar con la directora.

-Quizás a la próxima pueda taclearle…- prometió buscando reparar en la pequeña y blanca mentira que había dicho. A Kate le costaba mentir, por algo humilde que fuera, se le notaba enseguida desviando la mirada y riendo torpemente, mientras buscaba meter otros temas entremedio para despistar

-¿Sigues escribiendo?- reparó en la libreta, intentado estirar el cuello para husmear que historias tramaba ahora. –No será otra de tus historias de terror ¿O sí?- sus ojos se iluminaron ante la idea, y es que ese era su género favorito para leer -¡Déjame ver!- estiro la mano con ímpetu dejando salir todo su lado infantil.

Hizo un leve puchero mientras sobaba su mano de los golpecitos que le había propinado Bo. No dolían, pero simplemente lo hacía a modo de reproche y juego. Estar con él era algo totalmente renovador. Su amigo era la terapia anti estrés que tanto necesitaba. Un escape de la aburrida y tediosa realidad que vivían en Dunkeheit.

-Todas tus historias son buenas- elogió, sabiendo cuanto le encantaba eso al increíble ego de Bo- Al menos las que me enseñas a mí. Quizás que otras cosas tendrás en ese cuaderno escritas…- alzó las cejas a modo de broma, insinuando algo más que quizás rozaba lo incómodo. Acto seguido Kate desvió la mirada hacía un punto cualquiera, corrigiendo su propia falta de tacto.

Le costaba, le costaba arduamente limitarse en algunos temas con él. La diferencia de edad le asustaba ya que a veces olvidaba que había temas y “temas”, para conversar. Hablar de la vida y el clima estaba bien, poner una cuota picante con un joven de 19 años era prácticamente irte a la cárcel por pedofilia. Así de exagerada trabajaba su mente. Y es que a veces le nacía un sentimiento sobreprotector con Bo, como si fuera una suerte de hermano menor o sobrino. Esas ganas inminentes de evitar que algo malo le fuese a pasar, protegerlo de todo lo extraño que ahí ocurría.

Y aun así sentía que era imposible.

-A ver…- buscó en su mente algo que fuera lo suficientemente interesante para Bo, pero todo lo que pensaba era en su aburrido papeleo cotidiano y en las tazas de café que debía llevar. Hasta que de pronto cayó en cuenta de algo y su reacción no se hizo de esperar.-¡Espera ahí, Bo J. Hawkman!- chilló intentando poner un rostro de enfado, pero la risa le ganaba-¿Qué clase de amistad es esta? Si serás tú, pequeño niño interesado- restó la distancia de ambos, picando con el dedo de sus costillas para provocarle cosquillas a modo de castigo.

Sintió el ahogo de tanto reír, a lo que debió de retirarse tosiendo un poco antes de recobrar el aliento. –Sabes que lo que hago es aburrido- confesó- A veces preferiría haber sido cocinera o limpiar… no sé, las escaleras o ventanas, algo así…- sopesó un poco la idea antes de continuar; - este trabajo apesta…- un sentimiento ambivalente, entre alivio y culpa sintió al decir esas palabras. Más aún frente de Bo.

Rodó los ojos, nada de lo que Bo estaba diciendo tenía sentido. Uno, porque el muchacho distaba mucho de una imagen santa y pura, como para andar repartiendo salmos divinos con la palabra del señor; Y dos, porque era Bo.

Un pequeño sentimiento de incomodidad se instaló en Kate. Masticó la idea por un momento, discerniendo si era correcto o no discutir aquellas cosas con un alumno. Si decía algo que fuera comprometedor, probablemente la despedirían en menos de lo que podía chistar. La simple idea de verse de vuelta en ese pequeño departamento de 2x2, desempleada y sin un futuro brillante por delante, le hicieron recapacitar respecto a cuanto podía confiar en su pequeño amigo.

Bien, no era secreto que al ser la secretaría y estar en la oficina, tenía acceso a ciertos expedientes que otras personas no. En eso consistía su trabajo, organizar, procurar que las actas y papeles estuvieran en orden. ¿Entonces que había de tan maravilloso en eso que parecía llamar la atención de todos?

Asintió con la cabeza, algo desganada- Bien, sí, tu ganas- dijo, lanzando una mirada de advertencia hacía ambos lados, asegurándose que nadie más estaba ahí husmeando -Pero… ¿Para qué quieres saber eso? No es como si hubiera algo interesante para cotillear- devolvió sus preguntas, sin aguantar la risa ante aquella última acotación sin sentido. –Créeme, si alguien tuviera un tercer pezón, serías al primero al que le diría- bromeó, sin bajar la guardia un segundo.

No pudo evitar reír ante su exagerada reacción, costándole poder seguir hablando -Lo prometo que no hay tal cosa de un tercer pezón… Además, deberías tener cuidado que esa curiosidad tuya algún día te va a matar, Bo- dijo medio en broma. A pesar de la notoria decepción del joven, Kate intentó mantenerse implacable. Por primera vez se intentaba comportar como una adulta, dudaba si lo estaba haciendo del todo bien, le costaba imponerse ante Bo, quién a pesar de su corta edad tenía el doble de personalidad y carácter que Kate. Y eso a veces le jugaba en contra. Ella se podía volver un poco más susceptible ante sus mandatos, le costaba negarle cosas y más si comenzaba con sus pucheros y pataletas. Ahí es cuando ella cedía a todos sus caprichos, ganándose más de una risa y momentos de diversión.

-¿Ezra?- Poco y nada le sonaba el nombre, quizás porque habiendo una infinidad de personas dentro del internado y ella al ser secretaria de éste, debía manejar un sinfín de records y listados que si alguien más le soltaba un nombre sin que ella le conociera en persona, se iba a volver chango. Buscó en su lista mental, haciendo el mayor esfuerzo para evitar ganarse un libro en la cara como castigo. Tras medio segundo de requisar de arriba hacia abajo, dio con dos personas, ambos compartían el mismo nombre, pero distinto apellido. Intentó de ubicar los rostros y uno de ellos fue el ganador. Todo quedó más claro luego de eso. Se habría auto infringido ese golpe con el libro solo por haber olvidado algo tan básico. Y es que Bo no paraba de hablar de él, en ningún momento, hora, minuto o segundo del día.

-Quizás- apresuró en responder, para que Bo no creyera que era una retardada mental –Pero falta mucho para el 14 de febrero, y si demoras alguien podría ganarte–dudaba de eso último, pero picar un poco a Bo siempre resultaba divertido -Bo J. Hawkman enamorado, quién lo diría… Mientras me dejes ser la madrina de tu boda, tienes mi aprobación para lo que sea.-

La reacción de Bo era tan predecible como única. Kate debió resistir la tentativa de lanzar una carcajada, tapando su boca con la mano mientras sentía que se le escapaba el aire. A veces le envidiaba por eso, por su actitud desafiante, desinteresada y capacidad para sobre ponerse a todo. Aunque sentía que era así con todas las personas. Solo una vez que te dabas el tiempo de conocer al verdadero Bo J. Hawkman, encontrabas que detrás de cada comentario afilado, había un joven preocupado por otros, con miedo y un montón de complejos que no estaba dispuesto a compartir con nadie. A Kate le había costado un resto ganarse su confianza, pero estaba satisfecha con lo que habían logrado. Por ello no fuera una sorpresa el comentario de Bo acerca de sus padres. Era bastante increíble que aún existiera gente en pleno siglo XXI cuestionando el derecho de los demás para amar a la persona que amasen. Aún quedaba mucho por hacer para que entendieran que eso no era asuntos de ellos.

-Bueno, de todas formas, estas muy joven para casarte aún… y gordo, no creo que te quepa el vestido- bromeó, intentando subirle el ánimo a ver si lograba rescatar al muchacho de siempre. Aun que sentía que esta vez iba a ser más difícil, el tema de Ezra a veces resultaba más sensible -¿Cómo sabes lo que él piensa? Digo –agachó la mirada buscando la de él - ¿Sabes leer mentes? No creo que pierdas nada con intentar preguntarle, si él te gusta…. Y tú le gustas a él…- de pronto cayó en cuenta de lo más importante – Le gusta a él ¿Cierto? -

Sintió como si estuviera de vuelta en el colegio, hace diez años atrás, con 17 años y sentada en el patio conversando de chicos con sus compañeras y compañeros. Lo único que faltaba era el infraganti cigarrillo de dudosa procedencia y forma, compartido de mano en mano como un objeto sagrado de alguna cultura india, el cual jamás debía apagarse. Sus efectos, gloriosos. Su defecto, un hambre colosal imposible de saciar con papas fritas. Pero eso solo sucedía sus recuerdos, porque ahí donde estaban siquiera creía posible ingresar una cajetilla de cigarros normales. Todo agente lúdico era requisado una vez dentro del internado, e imposible de rescatar.