There's always a "before"

Sintió que había tocado una hebra sensible para Bo, un tema tabú por así decir. Avergonzada por preguntar lo que no debía, pensó en alguna forma de recompensarle, aunque todas requerían de no estar atrapados en el internado, algo bastante difícil en verdad. Quizás podía hacer un mal uso de su posición como secretaría e interceder para que al menos por un día se hiciese alguna actividad recreativa al gusto de los alumnos, en especial Bo. Eso sonaba al alcance de sus manos.

Mientras Katherine buscaba una forma de divertir a Bo, éste le tomó del brazo y levantó con la simpleza con la que el viento sacude las hojas del piso. Atolondrada y temiendo tropezar y ser arrastrada, intentó poner de su parte para alzarse, con tan poca gracia, sintiendo que sus músculos no habían despertado del lánguido sueño que suponía estar sentada en el pasto. Una a una las preguntas le invadieron, sin poder procesarlas. Dudaba de si debía atender a responder o solicitar a sus piernas revivir.

-¿Yo?- dijo sin aguantar la risa, como si hablar de sí misma fuera lo mismo que discutir respecto a la mortalidad del cangrejo. Un tema absurdo y carente de relevancia. Más, como sentía que aún le debía a Bo algo por su metida de pata, accedió en transar al menos una pequeña parte de la aburrida historia de Katherine.

–veamos- comenzó, notando que ya había partido mal. Si quería impresionar a su compañero, tenía que hablar en su idioma. Tomó aire y con una voz más sería y poco usual en ella, dijo; - Hace varios años atrás, veintisiete, a decir verdad. Nació una dulce y bella joven- ok, aquello quizás había sido mucho –Poco y nada cabe decir de su infancia, una vida normal para una joven normal. Pero que quizás escondía muchos secretos…- una leve pausa, solo para asegurarse de que aún le prestaban atención- La pequeña de pocos amigos, pero muchas aventuras, creció confiada de que el mundo era un lugar para explorar, así que jamás puso un “no” por delante, fascinada por cada cosa nueva que aparecía.

En su escuela, muy religiosa y llena de reglas, todas y cada una de ellas las había roto por el simple placer de hacerlo. Aunque nunca le atraparon, claro está, por su gran habilidad para pasar inadvertida. Ser demasiado normal te otorga el beneficio de la duda.

Disfrutó del placer de las malas compañías, descubriendo que algunas estaban sobrevaloradas, y otras estaban para quedarse por siempre –recordó en aquel instante a todos sus amigos y amigas que había dejado atrás, luego de partir al internado. Con algunos aún mantenía un leve contacto, debido al aislamiento tecnológico del lugar, de vez en vez les visitaba cuando estaba de vacaciones legales. Ex compañeros de la escuela y del trabajo, más que nada. Y de pronto, como si de un relámpago se tratase la imagen de una amistad turbia y lejana estallaron frente a sus ojos. Con las mejillas sonrosadas, agitó la cabeza deshaciéndose del recuerdo, era demasiado bochornoso para contar a tiras y a locas.

-No, creo que no sirvo para esto- confesó con un gesto amargo – lo de las historias es tuyo. En verdad no hay mucho que contar. Fui a una escuela católica, muy aburrida, por cierto, después a la facultad de filosofía donde aprendí a cuestionarme la existencia humana y bueno… trabajé un tiempo de mesera en una cafetería local y luego llegué aquí- resumió sin gracia.

Aquel recuerdo escondido le había estremecido por completo. Decidió volver a ahogarlo, ahí en lo más profundo del olvido, sin intenciones de recapitular nada, porque tampoco sabía cómo debía interpretarlo. Alzó el rostro buscando sobrepasar a Bo con la mirada, algo casi imposible considerando que la única gran diferencia entre ambos era la edad, no la altura. Sonrió para él, con un gesto de aprobación acerca de su nuevo encierro. En cierta parte, sí, estaba encerrada, pero por otro lado aquel lugar era cien veces mejor que su antiguo departamento en Liverpool. Y es que, para ser sinceros, Katherine no contaba ni con la mitad de los lujos que ahora posee. Quitando la carencia de tecnología y la nula, casi inexistente señal de wifi, Dunkeheit era un hotel de cinco estrellas, con su propia habitación tres veces más grande que aquel feo departamento de 2x2, un baño privado, su oficina privada sin aquel horrible jefe que la acosaba a cada hora del día con tal de ver debajo de su falda, y lo mejor de todo, un sueldo digno. Claro, no le alcanzaba para darse un viaje a Ibiza, pero no se quejaba. Había trabajado más por menos.

Hizo una mueca-Bueno, tampoco es que ser monja fuera lo mío- dijo en tono burlón. La imagen de verse a sí misma vestida con un manto de santidad le provocó una mezcla de escalofríos y risa. –Solo iba ahí porque quedaba cerca de casa, nada en particular. Si algún día sintiera atracción por la religión, tienes mi permiso para golpearme con una silla o lo primero que venga-

Sintió como desvanecía el agarre de Bo, y aprovechó de meter ambas manos a los bolsillos de su cardigan puesto que comenzaba a correr viento. –El clima se ha puesto extraño. Quizás deberíamos entrar. Vamos, te invito una taza de chocolate caliente en mi oficina y a ver si encontramos algo divertido para leer en los expedientes de los profesores- le guiñó un ojo, sabía que Bo no iba a resistirse, y así de paso le animaba un poco después de su metida de pata con el tema de Ezra.  

Katherine sí debía volver al trabajo, aún le quedaba material y formularios como revisar, y con un poco de ayuda extra todo le sería más fácil. Además, nadie decía que no podía escapársele alguna cosa por accidente, como por ejemplo dejar un par de expedientes abiertos para que alguien, sin querer, los leyera.