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Broken - Phoenix
22 de mayo
18:00
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El peso físico que un ser humano puede soportar es algo calculable, algo que se puede medir con base en la estatura, el peso y quien sabe cuántas cosas más entren en la operación, pero la carga psicológica no lo es, esa, en lo particular, no es cuantificable.
Una persona puede albergar muchas cosas en su cabeza, muchos pensamientos e ideas, recuerdos y secretos. Solo que en ese momentos todos se unían en una sola categoría moviéndose con toda libertad en la cabeza de Rose, como si fueran fragmentos de películas que podía recordar a la perfección y que, pasados unos segundos, se unificaban para dar paso a un cúmulo que la aturdía y que solo avecinaba migrañas, pesadillas y noches sin dormir. Ante esos casos, Rose solo tenía una solución: plasmarlo. Escribir en el desgastado diario siempre había sido su consuelo y, pese a que había abandonado aquel hábito hace meses, parecía propicio darle seguimiento ahora. En especial en el presente, días donde su vida había dado tantos cambios que la hacían en ocasiones desconocer a la chica de ojos azules que se paraba cada mañana frente al espejo.
Rose recurre a uno de sus lugares favoritos del internado para emprender su tarea. Los invernaderos parecían darle el cobijo necesario ahora que las temperaturas parecían elevarse y una delicada ola de calor cubría los terrenos gélidos de Dunkelheit. Aquel sitio en particular reunía el suave aroma a tierra y plantas recién sembradas con la humedad característica; no era ni muy frío ni muy cálido. Era perfecto.
La castaña se sienta en una mesa cercana a una ventana, los escasos tulipanes reposaban en paz y ella solo toma un borde para situarse. Coloca el cuaderno sobre sus piernas y lo abre en la última página blanca en la que se había quedado. Aparta sus cabellos de su rostro, solo la abrigaba una camisa ancha de color rosa que caía por unos de sus hombros y los acostumbrados jeans desgastados y ceñidos que solía usar, sus pies estaban cubiertos por unas Vans, unas que la tierra se había encargado de manchar. Rosie parecía concentrada en querer lograr su objetivo, empezó a escribir sin pausa y sin prisa, tomándose un momento para detallar cada evento.
Llevaba algunos minutos cuando decidió dar una leída rápida antes de que sus pensamientos tomaran el volante de sus acciones, a veces escribía sin detallar y al final se daba cuenta de que era todo un desastre. La chica Wood sonríe suavemente ante ese pensamiento, solo que a la mitad de la lectura se da cuenta de algo en particular; había muchas sombras que rodeaban lo que estaba escribiendo: muertos, desaparecidos, secretos, sufrimiento, Wes, Cole, Callie, Cassie... todo era pesar y dolor y cada evento la había sumido en una densa desesperación, rabia y frustración, marcando a Rose de por vida quizás. La chica busca unas páginas atrás cuando trataba de rescatar algunos puntos positivos de sus días, ahora no, ahora solo drenaba la oscuridad en la que vivía sin buscar alguna salida al laberinto.
Los ojos azules y brillantes de Rose se llenan de lágrimas; su hermano estaba muerto, sus amigas desaparecidas, no tenía a su chico y estaban encerrados sin saber si saldrían algún día, esa era la realidad, no había un final feliz o un giro que salvara el trascurso del cuento. Tanto que Rose intentó ser fuerte los últimos meses, tanto que buscó fortalecer su alma y su mente para ayudar a los que lo necesitaban para nada, solo para darse cuenta que era una pieza más del juego y que era incluso más humana que muchos otros miembros del internado.
Cuando se da cuenta, ya las gotas salinas surcan sus mejillas y ella solo puede cerrar el cuaderno y aferrarlo a su pecho mientras aprieta sus piernas contra su cuerpo como un ovillo. No, Rose. Tú no eres diferente a ellos y si tienes suerte irás por el mismo camino antes de morir encerrada en este lugar. No podía repeler los pensamientos que ahora llovían como una cruda tormenta incesante. Rose apoya un lado de su cuerpo en el cristal, los recuerdos de la infancia tras su mejilla en la superficie helada llegan, estaba sumida en un profundo estado de debilidad, ella era humana y quizás había aguantado demasiado fingiendo que era fuerte.
Pequeños sonidos escapan de sus labios pese al llano, sus mejillas empezaban a enrojecerse, su rostro en general lo hacía. Ella limpiaba sus ojos en vano ya que las lágrimas no dejaban de salir. Muchos dirían que drenar en sentimiento negativo era una buena opción, sí, buena cuando podías sustituirlo por algo mejor, pero en ese momento Rosie no tenía nada más bueno que ofrecer ni momentos felices que vivir.
Una persona puede albergar muchas cosas en su cabeza, muchos pensamientos e ideas, recuerdos y secretos. Solo que en ese momentos todos se unían en una sola categoría moviéndose con toda libertad en la cabeza de Rose, como si fueran fragmentos de películas que podía recordar a la perfección y que, pasados unos segundos, se unificaban para dar paso a un cúmulo que la aturdía y que solo avecinaba migrañas, pesadillas y noches sin dormir. Ante esos casos, Rose solo tenía una solución: plasmarlo. Escribir en el desgastado diario siempre había sido su consuelo y, pese a que había abandonado aquel hábito hace meses, parecía propicio darle seguimiento ahora. En especial en el presente, días donde su vida había dado tantos cambios que la hacían en ocasiones desconocer a la chica de ojos azules que se paraba cada mañana frente al espejo.
Rose recurre a uno de sus lugares favoritos del internado para emprender su tarea. Los invernaderos parecían darle el cobijo necesario ahora que las temperaturas parecían elevarse y una delicada ola de calor cubría los terrenos gélidos de Dunkelheit. Aquel sitio en particular reunía el suave aroma a tierra y plantas recién sembradas con la humedad característica; no era ni muy frío ni muy cálido. Era perfecto.
La castaña se sienta en una mesa cercana a una ventana, los escasos tulipanes reposaban en paz y ella solo toma un borde para situarse. Coloca el cuaderno sobre sus piernas y lo abre en la última página blanca en la que se había quedado. Aparta sus cabellos de su rostro, solo la abrigaba una camisa ancha de color rosa que caía por unos de sus hombros y los acostumbrados jeans desgastados y ceñidos que solía usar, sus pies estaban cubiertos por unas Vans, unas que la tierra se había encargado de manchar. Rosie parecía concentrada en querer lograr su objetivo, empezó a escribir sin pausa y sin prisa, tomándose un momento para detallar cada evento.
Llevaba algunos minutos cuando decidió dar una leída rápida antes de que sus pensamientos tomaran el volante de sus acciones, a veces escribía sin detallar y al final se daba cuenta de que era todo un desastre. La chica Wood sonríe suavemente ante ese pensamiento, solo que a la mitad de la lectura se da cuenta de algo en particular; había muchas sombras que rodeaban lo que estaba escribiendo: muertos, desaparecidos, secretos, sufrimiento, Wes, Cole, Callie, Cassie... todo era pesar y dolor y cada evento la había sumido en una densa desesperación, rabia y frustración, marcando a Rose de por vida quizás. La chica busca unas páginas atrás cuando trataba de rescatar algunos puntos positivos de sus días, ahora no, ahora solo drenaba la oscuridad en la que vivía sin buscar alguna salida al laberinto.
Los ojos azules y brillantes de Rose se llenan de lágrimas; su hermano estaba muerto, sus amigas desaparecidas, no tenía a su chico y estaban encerrados sin saber si saldrían algún día, esa era la realidad, no había un final feliz o un giro que salvara el trascurso del cuento. Tanto que Rose intentó ser fuerte los últimos meses, tanto que buscó fortalecer su alma y su mente para ayudar a los que lo necesitaban para nada, solo para darse cuenta que era una pieza más del juego y que era incluso más humana que muchos otros miembros del internado.
Cuando se da cuenta, ya las gotas salinas surcan sus mejillas y ella solo puede cerrar el cuaderno y aferrarlo a su pecho mientras aprieta sus piernas contra su cuerpo como un ovillo. No, Rose. Tú no eres diferente a ellos y si tienes suerte irás por el mismo camino antes de morir encerrada en este lugar. No podía repeler los pensamientos que ahora llovían como una cruda tormenta incesante. Rose apoya un lado de su cuerpo en el cristal, los recuerdos de la infancia tras su mejilla en la superficie helada llegan, estaba sumida en un profundo estado de debilidad, ella era humana y quizás había aguantado demasiado fingiendo que era fuerte.
Pequeños sonidos escapan de sus labios pese al llano, sus mejillas empezaban a enrojecerse, su rostro en general lo hacía. Ella limpiaba sus ojos en vano ya que las lágrimas no dejaban de salir. Muchos dirían que drenar en sentimiento negativo era una buena opción, sí, buena cuando podías sustituirlo por algo mejor, pero en ese momento Rosie no tenía nada más bueno que ofrecer ni momentos felices que vivir.
Publicado por M. Rose Wood Miér Sep 28, 2016 2:08 pm
sexto curso
Rose
333
629
Barbara Palvin
El valor no es la ausencia del miedo, es el conocimiento de que hay algo más que el miedo en sí.
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