Whispers in the Dark
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.
Últimos temas
» ▲ Inscripciones a la TGF
Bajo cero  - Página 2 EmptyDom Nov 06, 2016 9:33 pm por J. Nate Seeber

» More than Blood —PRIV. Elliot Rhodes
Bajo cero  - Página 2 EmptyDom Nov 06, 2016 4:23 am por Elliot Rhodes

» Noche sin estrellas.
Bajo cero  - Página 2 EmptySáb Nov 05, 2016 8:51 pm por Brian Downer

» Friendly fires — Isak
Bajo cero  - Página 2 EmptyLun Oct 24, 2016 12:05 am por Isak T. Bruhn

» ▲ Petición de rol
Bajo cero  - Página 2 EmptySáb Oct 22, 2016 11:27 am por Brian Downer

» Darling, SO IT GOES (BRIAN)
Bajo cero  - Página 2 EmptySáb Oct 22, 2016 10:56 am por Brian Downer

» Pared Pintarrajeada [MT#3]
Bajo cero  - Página 2 EmptyJue Oct 20, 2016 12:08 pm por M. Yvette Gunnhild

» 2 – 9 – 8 – 3 – 2 [MT#3]
Bajo cero  - Página 2 EmptyMiér Oct 19, 2016 9:46 am por M. Yvette Gunnhild

» Something happened [Xavier R.]
Bajo cero  - Página 2 EmptyMar Oct 18, 2016 9:15 am por Benjamin Lewis

» Power [Benjamin & Mathias]
Bajo cero  - Página 2 EmptyLun Oct 17, 2016 6:43 pm por Benjamin Lewis

» ▲ Desbloqueo de tramas
Bajo cero  - Página 2 EmptyLun Oct 17, 2016 10:03 am por M. Yvette Gunnhild

» Wildfire
Bajo cero  - Página 2 EmptyDom Oct 16, 2016 11:09 pm por Xavier D. Rhodes

Afiliados del Foro
Afiliados Hermanos - 6/6
Directorio - 6/6
Afiliados Elite - 33/33 - Última Limpieza: 24 de septiembre - Cerrado
Bajo cero  - Página 2 SH3v5Xc

Bajo cero

Página 2 de 2. Precedente  1, 2

Recuerdo del primer mensaje :

Lunes 18 de Enero.
7:30 AM.


Odio el desayuno, quiero decir, no logro comprender a la gente que despierta con el estómago vacío. Aquello siempre significó un misterio para mí, siendo que la mañana es sagrada y pensar en pegar bocado hacia algún alimento sobre las primeras horas del día me parece impensado. Entendería si se tratara de un mendigo, o de un miserable desahuciado en plena desnutrición. Pero tratándose de sucios niños mimados y burgueses sencillamente no se entiende que lo primero que hagan al abrir los ojos sea descender presurosos al comedor temiendo perder las mejores porciones. ¡Qué patético! ¡Qué falta de decencia!

Yo nunca desayuno. A veces, por supuesto, acudo al comedor para entretenerme con el espectáculo visual de aquellos cerdos glotones uniformados. Pero aquella mañana no resultó así. Me desperté de buen humor, y siguiendo un hilo de inspiración pensé que sería buena idea dar un pequeño paseo matutino. Ni bien me despabilé, a eso de las cinco de la mañana, me aseguré de asearme como corresponde. Entonces salí por fin, una hora después, al exterior.

Recorrí los jardines, y varias zonas de los alrededores que despertaron mi atención por encontrarlas, bajo el resplandor gris de la mañana, particularmente hermosas. Se podría decir que el regocijo que despertaba en mí la naturaleza, el bellísimo ecosistema que me rodeaba, fue mi auténtico desayuno. Ya debían haber transcurrido sesenta minutos cuando sin saber cómo ni por qué desemboqué en el lago. La distancia entre mi ubicación y el internado, en algún punto, había aumentado considerablemente. Ya no estaba en los jardines ni sus alrededores, sino que me encontraba tan lejos que nadie allí me vería.  Suspiré complacido, a la vez que me convencía de que podría saltearme sin problemas un par de clases. Pasaría pues, parte de la mañana allí mismo, apreciando desde las orillas la inmensidad del lago. Pensé que una vez allí me encontraría en absoluta soledad, en un estado de aislamiento auténtico lejos de los necios habituales que constantemente solían rodearme. Me sonrojé ante semejante convencimiento; sí, nadie me fastidiaría allí.

El viento estremecía con brusquedad mi cuerpo, haciéndome sentir el frío en cada uno de mis huesos. Parecía una locura iniciar semejante expedición contando con temperaturas tan bajas. Aún así continué, y al cabo de unos pocos minutos me encontraba ya en la playa blanca de nieve. Volví la cabeza para apreciar el camino recorrido; fácilmente podía seguir con la mirada mis propias pisadas, por lo menos hasta donde alcanzaba con la vista.  Me estremecí de sólo pensar que alguien podía seguirme, aunque acabé descartando aquella posibilidad por considerarla disparatada. Sí. ¿Quién estaría tan loco como yo como para hacer lo que le viniera en gana? Claro estaba que los demás, subyugados por la monotonía de sus propias reglas, ni se asomarían a esa hora y con un clima tan poco favorable al lago.

Fue entonces que me percaté de la existencia de otras pisadas, más pequeñas y finas justo a un costado de las mías. Al principio me amargué de sólo considerar que podía no estar solo. Motivado por la curiosidad seguí el rastro difuso que parecía estar a punto de esfumarse. Mi hallazgo resultó extraordinario; se trataba de una muchacha, que me daba la espalda apreciando las aguas congeladas que desfilaban ante nosotros.

Ahora bien, acudían a mi mente dos opciones: o marcharme de allí para buscar algún otro sitio donde pudiera estar muy tranquilo y muy apacible conmigo mismo, o aproximarme hacia aquella figura femenina cuya identidad resultaba un absoluto enigma para mí. Como me considero alguien curioso, y como los misterios en forma de féminas me son particularmente adorables, me aproximé hasta ella procurando ser silencioso.

Me dejé caer a su lado mientras una sonrisa de satisfacción se dibujaba sobre mi rostro. Me invadía el convencimiento de que iba a pasar un buen rato. La observé de reojo en un principio, sin romper el silencio, como si se trataran de dos viejos amigos que admiraban el horizonte tras haber agotado todo lo que tenían para decirse. – A mí me parece que deberías estar desayunando. Sí, el director se dio cuenta de tu ausencia y me envió a buscarte. – Opté por improvisar, refiriéndome a lo primero que atravesó mi cabeza.- Por cierto… ¿no tendrás contigo algún cigarrillo, verdad? Se me antoja uno ahora mismo.

Sabía de antemano la imposibilidad de que llevara consigo algún cigarro; mi propósito no era otro que el de despertar en ella una pizca de irritación, confiando que la contradicción entre mis únicas dos oraciones hasta el momento acabarían por fastidiarla.
Publicado por Invitado Jue Ene 21, 2016 3:44 pm
Anonymous
Invitado

A todo clímax le sucede un repentino desencantamiento. Quiero esto porque no puedo tenerlo, y cuando lo tenga me aburriré de él, voltearé la página y pasaré a otra cosa. La historia de mi vida. La historia de la vida de todos los seres humanos; hasta de los sucios hipócritas que se jactan de tener una vida estable, con sus matrimonios monótonos y aburridos y sus centenares de amantes que mantienen en paralelo sólo para tener un poquito de adrenalina en sus patéticas existencias. De eso se trata, en resumidas cuentas, la vida: de acumular trofeos.

Giannina Visconti era, debía ser, uno más para mi colección. E imaginé que en el momento que mis labios se posaran sobre los suyos la historia acabaría. Pero no. El impulso permanecía latente, oculto eso sí, en mi interior. Sabía que la cuestión no terminaba allí. Descompuesto de estupefacción, aunque sin exteriorizar mi desconcierto, escuché sus palabras como quien oye algo que le es ajeno y superfluo. Me poseyó cierta ligereza, y de inmediato le resté importancia a la situación que me rodeaba para entregarme a reflexiones más urgentes. Sólo una cosa estaba clara: todavía no. Necesitaba más de ella.

Que sí, que no. Shakesperiano y qué se yo. Tantas referencias literarias en una sola mañana acabarían por sacudirme la cabeza. ¿Me estaba regañando? Más bien desafiando. En algún punto se erguía lo suficientemente descarada como para admitir que conocía la existencia de un costado más salvaje, y por lo tanto más auténtico, en mi interior. Y que era ésa faceta la que quería ver, la que de verdad le gustaba. O no sé si le gustaba. Imagino que la movilizaba una curiosidad morbosa, oscura, que no era más que un mero reflejo que le permitía reconocer a seres de características similares a las suyas. Porque en algún punto no dejábamos de ser en extremo parecidos, y quizá ahí mismo se encontrara el móvil de mi repentino interés por ella, que bien podía parecer una señorita de correctísimos modales, pero que en el fondo era algo más, algo que me atraía por ser lo opuesto a la imagen primeriza que dejaba entrever.

No dije nada, sometiéndome sin mucha resistencia a su elocuente palabrería. No tenía muchas intenciones de continuar reafirmándome, y hablar para darle la razón habría sido un error fatal. Ni se la daría, ni se la quitaría. A veces el silencio era la mejor opción.  En el fondo ambos conocíamos el motivo de la ausencia de mi lengua sobre su boca. Continué entonces inmerso en mi papel, del que no podía ni debía desprenderme. La conduje, por así decirlo, de nuevo hasta el internado tras alguna afirmación estéril, algún que otro comentario inofensivo, todo muy prudente, aburrido.

Emprender un furtivo paseo en soledad con la única intención de disfrutar de la naturaleza y volver del brazo de una bella señorita podía considerarse como toda una victoria. Saldría a recorrer más seguido, a ver qué me encontraba la próxima ocasión. El timbre sonaba a las distancias, y los alumnos se volteaban automatizados por la fuerza del hábito dispuestos a devolverse a los salones sin desperdiciar ni un segundo. Pobrecitos. Todos ellos se creían especiales, tan especiales. Electos por un prestigioso instituto del que nadie ha oído hablar. ¡Por favor! Si supieran que compartían paredes conmigo, con alguien como yo, ya no se sentirían tan únicos y excéntricos. Por ahí sentirían algo de miedo, de incorregible temor y de tardío arrepentimiento por haberse atrevido a marchar muy lejos de casa.

“La próxima vez, ¿lo hará mejor?” –Estaré encantado de compartir el almuerzo junto a usted. Ahora, si me disculpa, tengo que asistir a clases.–Tenue, frío beso sobre su mano seguido de una reverencia improvisada no exenta de elegancia. Debían conmoverla ese tipo de detalles, no por ser gestos característicos de la antigua aristocracia inglesa, sino por parecerle acciones destinadas al fin único de ganarme su simpatía.–Hasta la vista, Giannina Visconti– Existía un placer extraño en pronunciar su nombre completo, en voz alta.  Di media vuelta y me eché a caminar sin girar la cabeza.  “La próxima vez, lo hará mejor?” Habría una próxima vez, eso seguro: ¿pero con qué Arthur se cruzaría? ¿Con el magnánimo caballero de modales ejemplares o con Arthur Jakobsson, ése genuino sinvergüenza capaz de erizarla hasta la médula?
Publicado por Invitado Dom Mar 06, 2016 6:00 pm
Anonymous
Invitado

Página 2 de 2. Precedente  1, 2

Ver el tema anterior Ver el tema siguiente Volver arriba


 
Permisos de este foro:

No puedes responder a temas en este foro.