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Necesitaba olvidar. Las malas lenguas siempre formaban parte de su día a día, pero Elle nunca había prestado atención a los chismes de sus compañeros. Nunca. Hasta que nombraron a cierta persona de la que deseaba más que nada mantenerse alejada. La maldad no podía formar parte de su vida y Zavier Westbay era lo más negro que pudiese haber visto alguien. O eso se comentaba. Elle no quería creer eso pues la esperanza aún permanecía intacta en corazón aunque no sabia muy bien por qué y tampoco ansiaba descubrirlo aún.

Quizá esa incomprensión, esa voluntad inoportuna de querer hacer un bien o querer traicionar a sus propios pensamientos, le llevó a encerrarse en el salón de baile, como si estuviese huyendo de una sombra. Sus ojos vagaron hacia el reflejo del espejo. Parecía no reconocerse a sí misma: la figura delgada, casi huesuda, y el cabello castaño cayendo con gracia sobre su hombro derecho. Se acercó con la mano extendida hacia aquel rostro sonrojado que le observaba. Quería acariciarle la mejilla y decirle que todo iba a estar bien. Sonrió casi con timidez. Sus manos fueron hacia su cabello, recogiendolo y formando un moño a lo alto de su cabeza. Pequeños mechones caían a cada lado de sus ojos, mismos ojos que parecían desdibujar el entorno que le rodeaba y le engañaban.

La música comenzó a sonar. Y su alma se sentía como las notas de aquella melodía. Tempestad, furia, anhelo, ligereza y ansias de llegar a donde nunca hubiese sido capaz. Cerró los ojos mientras los primeros acordes de violín le abrazaban. Se movía con ella y para ella. Sus primeros movimientos fueron torpes, imprecisos, nerviosos. Y con nervios sabía que no actuaría con claridad, que tartamudería, que probablemente eligiese malas opciones.

"Intentalo."

Respiro profundamente. La melodía iba a mitad y por fin la tranquilidad le invadió de pronto, como si fuese una neblina gruesa que cubría un foco cegador al final del camino. Abrió los ojos y fijo aquellos orbes azules sobre los mismos que le observaban en el espejo. Pareciese querer controlar cada movimiento, cada gesto, cada palabra que pudiese desprenderse de ella. En su rostro se dibujó una linea fina con sus labios, curvada ligeramente a modo de sonrisa mientras que gracilmente comenzaba a bailar las últimas notas. Los labios entreabiertos, la tormenta llegaba a su fin. Comenzó a girar. Su pie derecho parecía casi desprenderse del suelo y echarse a volar. El tiempo deteniendose. Era como si la suave brisa que soplaba por el ventanal ya no existiera, ni el espacio a su alrededor, ni el espejo, ni las personas, ni ese constante pitido que le advertía que estaba entrando en un terreno peligroso.

Cerró los ojos cuando su cuerpo golpeó el suelo. Una lágrima amenazaba con escapar, tan punzante como el latido de su corazón, que se aceleraba poco a poco. Escondió el rostro en sus rodillas y cortó el momento. Elle no podía. No debía. Rápidamente el rubor se extendió por sus mejillas y a lo largo de su cuello. - Un error no es caída. - se repitió, en un susurro, antes de que sus ojos se cruzaran en el espejo con aquella mirada penetrante...  
Publicado por Elle Benson Lun Sep 05, 2016 3:13 pm
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Los pasos sobre el suelo encerado del vestíbulo hacían más ruido que cualquiera de sus pensamientos, pero no de aquella palabra, como un mantra, que se repetía una y otra vez para sí mismo. ''Negro, negro, negro''. Un color, el tono de su corazón, ese que tantos decían que no existía, que brillaba con una luz que no era propia, sino la que les robaba a otros, la luz de sus risas y sus bromas, esas que se cortaban en cuanto la mirada fría del joven Westbay recorría una habitación, acallando comentarios y haciendo que los susurros comenzaran a tomar lugar, apresando cada mililitro de bondad que Zeta pudiera almacenar.

Negro, como todos los restos encontrados tras aquel accidente aéreo que se llevó a su hermano y a su madre, como el vacío que dejaron en un niño de cabello platino casi incapaz de comprender por aquel entonces lo que había ocurrido, incapaz de derramar una sola lágrima, de llorar a todo lo que había perdido aquel día; el vacío que se reflejaba en aquella mirada fría que carecía de humanidad, como si el mismísimo diablo pusiera sus ojos a través de Gael. Un escalofrío le erizó el vello de la nuca, obligándole a crecerse, a levantar la cabeza aún más alto y hacer sus pasos más firmes y seguros. Seguridad que nunca había poseído, que fue enterrada bajo tierra junto a aquellos dos ataúdes de ébano.

Negro, como los zapatos de bailar que llevaba en la mochila que colgaba de sus hombros, la única forma de rememorar a una progenitora que nunca había demostrado serlo, y aún así, le creaba la horrible necesidad de hacer que estuviera orgullosa en la única forma que el contemplaba, continuar con las clases de baile, aunque fuera por su cuenta y a escondidas de todo, y de todos, por supuesto.

Una y otra vez se repetía aquel mantra para alejar todos los pensamientos que cruzaban su mente, quedarse en blanco, silenciar los comentarios murmurantes que de nuevo resonaban mientras cruzaba una de las salas de estudiantes, comentarios descabellados motivados por la oleada de horrores en la que se sumía el internado; en busca de una que ya le era muy familiar, aquella del club de danza que a aquellas horas no debería estar concurrida. En su mochila, sobre los zapatos, un disco recopilaba algunas de las canciones de un conocido compositor que siempre habían sido sus predilectas.

Pero desde el pasillo le llegó una melodía que no debía ser, las notas, una tras o otra hacían que la furia hirviera en su pecho, que maldijera porque alguien hubiera llegado antes que él, porque se hubieran hecho con aquel pedazo de cielo que consideraba su refugio. Abrió la puerta bruscamente, sin embargo, no hizo ruido, nunca lo hacía, era sumamente sigiloso, y se encontró con una escena que hizo que todo rastro de mal humor desapareciera de su organismo. Sus claros orbes se quedaron fijos en los movimientos de aquella joven, estudiando cada gesto, cada fina línea de expresión de Elle, incapaz de apartarlos, incapaz de no desear durante cada milésima de segundo que todo fuera distinto, que no le hiciera sentir de aquella forma tan horrible y asfixiante para él. La muchacha cayó al suelo, en un mal movimiento, y Gael cruzó sus brazos sobre el pecho, buscando la mirada contraria en el espejo. Cuando se cruzaron, le costó unos segundos ser capaz de hablar, manteniendo aquella expresión inexpresiva. —Una caída sí es un error —escupió, como si de veneno se tratara.
Publicado por Z. Gael Westbay Lun Sep 05, 2016 7:24 pm
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Sus ojos se sentían pesados. Intentó responder efusivamente que era un idiota, que solo había sido un reflejo... pero no podía. Estaba muda. Respiró profundamente y se sentó erguida, con la espalda recta como si fuese una bailarina de primera, más para alejarse del joven que para mantener una buena postura. Elle intentó imaginarlo a duras penas como un abismo y es por eso que siempre que se cruzaban se mantenía lo suficiente lejos de la punta como para no mirar hacia abajo y tener miedo a caer, pero también lo suficiente cerca como para apreciar el paisaje. Le miró, con dulzura, de lado y solo formando una línea con los labios como acostumbraba últimamente, al tiempo en que se levantaba del suelo y sacudía sus mallas.  Creía firmemente que un buen día se comenzaba con una sonrisa, y por mucho que le pusiera los pelos de punta, aquel joven merecía tantas sonrisas como cualquiera.

Elleanor dejó de observarle a través del espejo y se dio la vuelta para enfrentarlo. El rubor se extendió por sus mejillas. Si no fuese por esa actitud petulante, Elle realmente hubiera considerado a Gael como un joven guapo. Su corazón parecía querer salirse de su pecho cada vez que él estaba lo suficiente cerca para que ella pudiese admirar su fragancia masculina. Como si fuese un reflejo se alejó otro paso. Una caída no era un error, era un simple obstáculo, un simple golpe que podría ser sanado fácilmente. Tenía muchas palabras desagradables para reprocharle. Pero a pesar de que la rabia amenazaba en la punta de su lengua optó por mantenerse calma. El cabello platinado caía rebelde sobre sus ojos. Si Elleanor estuviera más cerca, tendría seguramente la necesidad de soplarlo o quitarlo con su mano para poder observar sus ojos. Esos ojos. El tono azul grisáceo le hipnotizaba. Gael Westbay era una verdadera obra de arte. Su tez blanca casi podía camuflarse con las paredes de la habitación y con su metro y tantos parecía intimidar a todo el que pasaba por su lado. Excepto a Elle. - Una caída es sinónimo de que debes intentarlo otra vez. - respondió con ternura en su voz. Gael y Elleanor eran el agua y el aceite.

La joven castaña se mordió el labio inferior y volvió a observar su reflejo en el espejo. Abrió sus piernas y descendió el torso para poder estirar sus músculos. Asumió con ello que Gael comprendería que no se iría así como así. Su orgullo era primero que nada y Elleanor no se dejaría vencer tan fácil. Pero a pesar de que su fortaleza era notable, la tensión en su cuerpo también lo era. Tenía la presión de que en cualquier momento entrarían sus primas por aquella puerta y sufriría algún que otro daño no solo físico sino también emocional como acostumbraba últimamente. - ¿Lo que importa es levantarse, no? - preguntó, con curiosidad.
Publicado por Elle Benson Lun Sep 05, 2016 8:21 pm
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¿Desde cuándo se comportaba de aquella forma con la morena? No era capaz de decirlo, no era ni siquiera capaz de recordar en qué momento todo había dado comienzo, no podía pensar un sólo día en el que aquella clara mirada no hubiera hecho que cada molécula de su organismo comenzara a dar volteretas, a revolverlo todo, desestabilizando todo lo que el joven de cabello platino se había propuesto, rompiendo todas las barreras que el destino, y su pasado, le habían permitido crear a su alrededor. Elle era como las herramientas de un escultor, a cada palabra, a cada mirada, tallaba un poco más dentro en la piedra que Zeta se molestaba por mostrar al resto, como si de una insignia de boyscout se tratase, orgulloso como el que más de ser un completo cretino, de hacer daño a los demás para no sufrir él, de apuñalar una y otra vez con el filo de sus comentarios.

Veneno, veneno fue lo que expulsó en cuanto sus miradas se cruzaron a través del espejo, incapaz de hacer nada más, de decir nada más, simplemente esperando una reacción, una respuesta, esperando empezar una pelea que le demostrara que seguía siendo la misma persona de siempre, que nada podía hacerle cambiar lo que tanto esfuerzo le había costado crear. Ella se dio la vuelta y él, admirando ahora sus ojos claros, cambió el peso de pierna, como si aquello fuera un gesto casual, como si enfrentar esa mirada, esos rasgos que se moría por dibujar en su cuaderno, que de hecho había intentado plasmar incontables veces sin ningún resultado que le convenciera, que le cortaron la respiración durante una décima de segundo, no le hubiera puesto nervioso. Pero como el mejor de los actores, lograba camuflar todo sentimiento en la mayor inexpresividad, manteniendo el ceño ligeramente fruncido, de forma que pequeñas arrugas se formaban en su frente; y formando una línea recta con los labios, la misma expresión que le llevaba acompañando desde que tenía doce años. —Una caída es sinónimo de que eres demasiado torpe y deberías dejar de intentarlo —de nuevo, una agria corrección escapó de sus labios.

Observó a la joven estirarse, paseando su mirada por cada centímetro de su cuerpo, perdiendo durante los dos segundos que tardó en hacerlo toda aquella fachada, permitiéndose un ligero gesto de confusión. ¿Por qué no la estaba gritando? ¿Por qué era incapaz de hacer o decir nada? ¿Por qué no había cogido ya las cosas de la chica y las había arrojado al pasillo? ¿Por qué no estaba ella la fuera y el cerrojo echado a la puerta? No tenía respuestas, porque con Elleanor las preguntas cambiaban a cada hora. Sus rasgos volvieron a endurecerse cuando se echó hacia un lado, apoyando uno de sus hombros en el marco de la puerta, dando a entender que él tampoco se movería de allí. —Lo que importa es romperle las piernas a tus contrincantes para ser el único que pueda ponerse en pie —no se inmutó al hablar, al decir aquella barbarie, porque pocas cosas impresionaban a Gael.
Publicado por Z. Gael Westbay Lun Sep 05, 2016 8:51 pm
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Elleanor masajeó su muslo entumecido mientras pensaba una respuesta. Antes de conocer a Gael todo parecía estar acabado. Recordaba como, con toda la ilusión perdida, se acostaba, y se levantaba con el más terrible de los sentimientos, que es el sentimiento de tener la esperanza muerta. Quería huir, quería no ver, quería quedarse serena, vacia... Y sin embargo, Gael, con sus altos y bajos fue como un golpe de aire fresco. Una ráfaga que provoco que la esperanza le volviera a perseguir, le ronde, le muerda; como un pequeño tesoro que debería guardar bajo llaves y llaves.

Había estado abrazando esa esperanza con una ilusión tan llena de sollozos que aún a ella misma le asombraba. - Eso es trampa. - intentó bromear. La suave risa duró tan solo unos segundos hasta percatarse del semblante serio y poco carismático del joven. - ¿Qué tiene de divertido ganar si debes hacer caer a los demás? Nunca te superaras si tienes todo servido. - agregó. Si había algo en lo que podría considerarse buena era en jugar el mismo juego. Elleanor estaba empecinada en arrebatarle al menos una pequeña sonrisa. Entre sus opciones, solo conocía un lugar donde él podía conocer a la verdadera Elle.

Respiró profundamente y se acercó a paso firme. No le temblaba la voz como solía ocurrirle cuando se encontraba nerviosa, pero cada latido de su corazón podría escucharse con total claridad a unas cuántas millas. Extendió la zurda, la mano pareciendo flotar entre ellos. - Entonces ven e intenta romperme las piernas. - ofreció y eso era invitarle a bailar con ella, desafiandole con la mirada. Era una prueba de fuego, tanto para ella como para él. Quería, necesitaba, ansiaba saber si ese joven que había conocido en la biblioteca vivía en él o solo había sido producto de su imaginación.
Publicado por Elle Benson Mar Sep 06, 2016 6:22 pm
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¿Por qué ella? ¿Por qué aquella tarde en la biblioteca? ¿Por qué aceptó leer juntos aquel libro cuando ya lo había leído más de tres veces? Porque simplemente, desde aquella primera vez que se encontraron, había sido completamente incapaz de no perderse en los ojos claros de la joven. Se dejó ser él, y dejó que la muchacha le viera en todo lo que él era, en lo poco bueno que quedaba en su persona, y para cuando se dio cuenta de lo que había hecho, ya era demasiado tarde, ya estaba perdido, y todo lo que le quedaba, era restablecer las barreras.

Chasqueó la lengua cuando ella intentó bromear con Zeta, sin comprender por qué seguía tratando de ser amable con él. ¿Era alguna forma de engañarle? ¿Pretendía que volviera a abrirse, que le hablara de todo su mundo para luego reírse de él y dejarle abandonado? No podía ni quería confiar en nada, incluso cuando hacía varios pasillos que había dejado atrás a todos los estudiantes y había caminado solo hasta allí. No podía permitírselo a sí mismo, no podía dejar que le hiciera semejante daño, debía mantenerse impasible. —Yo soy partícipe de que el fin justifica los medios —recitó, pues eso era lo que su padre le había enseñado, que importaba poco lo que hicieras con tal de que fueras el que más arriba quedara.

Ella se acercó, y como acto reflejo, Zeta se irguió, separándose del marco de la puerta para recuperar su altura y su postura regia, ocultando lo mucho que Elleanor le intimidaba. Sí, el temible Zavier Westbay se sentía intimidado por aquella criatura de reducida estatura y rostro angelical. Entonces su mano se extendió entre ellos, una oferta silenciosa que era más que consciente de que jamás podría rechazar. Su palma diestra gritaba y suplicaba por el tacto de la de ella, con su apariencia delicada. La dejó ahí, suspendida en el aire, mientras se quitaba la mochila de los hombros, sacaba sus zapatos de bailar, tomándoselo con calma, como si no le importara en absoluto.

No había estirado, pero contaba con que el acelerado paseo por los corredores le hubiera servido como calentamiento. Se apretó los cordones y volvió a alzar la mirada. Sus pasos, tranquilos, fueron amortiguados por la tarima esta vez en su camino hacia el tocadiscos, antes de que volviera a poner Tormenta. ¿Que si Zeta bailaba ballet? Lo hacía, aunque aquello sería algo que jamás reconocería fuera de aquella habitación. —Será un placer hacer que todos tus huesos se astillen —dijo, con desdén, tras quitarse la sudadera y quedar con una camiseta negra ajustada que no limitaría sus movimientos. Cogió la mano de la joven, con suavidad y seguridad al mismo tiempo, obviando que el vello, desde los brazos hasta la nuca, se le había erizado, en el momento exacto en el que los violines empezaron a formar parte de aquella maravillosa composición.
Publicado por Z. Gael Westbay Mar Sep 06, 2016 8:53 pm
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La sonrisa se extendió en su rostro. Elleanor podría incluso iluminar el lugar mas recóndito y oscuro en la faz de la tierra con la sonrisa que le había regalado. Aquella irradiaba ternura, ilusión pero sobretodo esperanza. Su corazón bombeaba a una velocidad increíble.

Volar. Parecía volar en aquel instante en que la música acaparó cualquier sonido. Sus ojos azulados habían acompañado cada movimiento del joven con la más precisa e intensa atención que pudiese darle. Para el momento en que su mano fue oculta bajo la ajena, tan solo en lo que podía pensar era en la respiración acelerada y la sensación de la aspereza de los dedos del joven contrastar contra la suavidad de los propios.

Por un instante, Elleanor no pudo respirar. Toda valentía la había abandonado con rapidez, corriendo hacia un pequeño cofre en el fondo de su alma y guardandose minuciosamente a la espera de otro encuentro. Pues ahora solo eran ellos. Y si algo bien sabía Elleanor era que nadie podría desnudarle el alma como él lo hacía.

Cuando los violines dieron presente. Sus ojos, con toda la fiereza que fueron capaces, impactaron de lleno en el rostro de su compañero. "Aquí estaba ella, invencible, impoluta, nada ni nadie podría arrebatarle sus ganas de ser." Aunque a veces estaba equivocada. La marca lineal en su muñeca picaba, como queriendo escapar de la manga larga que vestía usualmente.

El corazón se le apretó en el pecho mientras su mirada recorría el lugar. ¿Por qué sentía la necesidad de huir antes de que fuese tarde? ¿Era Gael capaz de hacerle frente a su mayor agonía? Pero el cuerpo de Elleanor reaccionó distinto a los pedidos intensivos de su mente de correr de allí. Se dio la vuelta, quedando de espaldas al joven mientras sus pequeños brazos dibujaban el recorrido hasta formar una perfecta U sobre su cabeza. La postura lineal, el rostro ligeramente ladeado, los ojos cerrados y los labios entreabiertos. Necesitaba asimilar sus movimientos.

Cuando la melodía recobró su furia abrió los ojos y se volteó con un marcado giro, clavando la mirada en Gael y en puntas de pie comenzaron a alejarse. La misma intensidad de los acordes formaban parte de sus movimientos tan exactos y similares. Como si estuviesen hechos en la misma medida. Como si de una tormenta despejandose se tratase, aminoraban sus pasos por milésimas de segundos. Le tocaba como si quemase y le gustara esa agonía, como si fuese una luz tan brillante que disipara toda la oscuridad.

Gracilmente le invitaba a acompañarle en sus giros, le desafiaba a abandonar toda tierra a su alrededor y a dejarse llevar por la incomparable energía de un huracán. Elleanor intentaba disfrutar cada segundo y demostrarle con tan solo una mirada que tras cualquier tormenta siempre hay un halo de luz...
Publicado por Elle Benson Miér Sep 07, 2016 1:49 am
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¿Cuántas veces había imaginado como sería el tacto de la mano de aquella joven que se encontraba frente a él, estudiándole con su mirada como si fuera el cadáver más interesante de una clase de anatomía en plena facultad de medicina? Porque Gael no era otra cosa que un cuerpo sin vida arrojado a la existencia, empujado a las fauces de las obligaciones y los deberes que nunca había sido suficientemente maduro para cumplir, y con ello, se había marchado toda pizca de vitalidad, toda esencia que convirtiera su alma en un ente puro en lugar de en una nebulosa a punto de convertirse en un agujero negro.

Pero en aquel preciso instante en el que sus dedos entraron en contacto con la fina piel de su compañera de coreografía, su corazón, o ese pedazo de hielo del lago Tötung que portaba en el pecho y osaban llamar así, volvió a latir con fuerza, con tanta fuerza como para resquebrajar aquel carámbano y hacerlo estallar en mil pedazos, suficiente para hacer que su siempre serio y entrenado semblante, se relajara, que las comisuras de sus labios se crisparan de forma casi imperceptible, en lo que podría haber sido una sonrisa de no ser porque la melodía comenzó y Gael se obligó a soltarla, sintiendo a cámara lenta, milímetro a milímetro, como perdía la cercanía y todo su mundo volvía a ensombrecerse.

Su mirada buscó el reflejo en el espejo que ocupaba toda la pared, ansiando de nuevo la visión de Elleanor, de su delgada figura y de aquellos ojos que le evocaban el mar junto al que se había criado. Retrocedió unos par de pasos raudo, dejando que si tuvieran un público, fuese en ella en quien recayera la atención, siendo la protagonista de su escenario, de la tarima que ambos compartían, de aquellos segundos en los que eran simplemente ellos dos y nadie más, sin amigos a los que rendir cuentas, sin bromas crueles ni insultos peyorativos, sin nada más que sus movimientos sincronizados, que dejarse ser y existir.

Sus extremidades danzaban con agilidad y seguridad, en aquellos pasos que hasta para el ojo más inexperto resultarían obviamente entrenados a conciencia, pues sus posturas era precisas, sus movimientos gráciles y flexibles, y su rostro expresaba toda aquella tormenta de emociones que la melodía evocaba en él.

Se acercaban y volvían a alejarse, se torturaba para volver a sumirse en la oscuridad, disfrutaba de su calidez y de nuevo caía al abismo que suponía girar y perderla de vista durante aquellas décimas de segundo. En uno de aquellos giros, se armó de valor, y cuando la composición regresó con más fuerza, haciendo que el ritmo se agitara, acortó la distancia entre ellos. Sus manos encontraron las caderas contrarias y con una suavidad que nadie creería que Zeta pudiera poseer, las deslizó hasta su cintura y la elevó en el aire. Los músculos de sus brazos sintieron la tensión, manteniéndola tan alto como podía, mientras giraba sobre su eje, sin dolor aquella vez, sin perder un sólo detalle de sus iris, de todos y cada uno de sus delicados rasgos.

Publicado por Z. Gael Westbay Miér Sep 07, 2016 7:12 pm
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- ¿Qué es volar, papi?
La duda cruzaba mi rostro. Hacía más de una hora que me encontraba en soledad jugando con mis trenzas. El suave sol de la mañana rozaba tenue el florido jardín de mi hogar a las afueras de Inglaterra. Podía sentir la primavera acercándose con un sigilo distante, pues había salido lo suficiente abrigada a perseguir aquella mariposa de la que me enamoré en el día de ayer y no podía encontrarla. Mi padre se sentó a mi lado. Lo recordaba con alegría. Estuvimos hablando apasionadamente de las mariposas toda la tarde. Me encantaban las mariposas. Si, encantaban, porque ahora siquiera puedo salir a la luz del sol.

Cuando le pregunté por qué no podía encontrar ninguna, mi padre me dijo que probablemente había volado lejos. Años después entendí que mi padre me estaba dejando una gran metáfora sobre la muerte. Aprendí a duras penas que la mariposa no había echado a volar sino que yacía en alguna parte del jardín víctima del tiempo. Recuerdo haberme sentido mal durante unas horas antes de encontrar otro pasatiempo. En ese entonces no conocía lo que era la pérdida.

Una noche me acerqué a mi padre y le rogué que me enseñara a volar. Él me tomó de la cintura y me alzó por los aires. No recuerdo haberme sentido nunca tan libre como aquel día. Pero luego, todo fue oscuridad.

Elleanor se preguntó si era posible volar sin tener que hacerlo realmente. Todo eso de desafiar la gravedad le aterraba. El solo hecho de despegar sus pies del hermoso y preciado suelo que pisaba era para ella un disparate de los menos ocurrentes.

Suspiró. Pues ese aire empapado de sudor y un almibarado aroma era lo más cercano al cielo que tenía. Cerró los ojos e intentó imaginar que podía sentirse en las nubes si quisiera. Que los fuertes brazos de su compañero eran el refugio perfecto para resguardar su más profundo secreto. Pero dudó. Y la duda había ofuscado todo intento de disfrute. Su mirada se tornó oscura, como si un velo negro hubiera cubierto sus ojos. El aire comenzó a faltarle. Cualquier sonido se vio opacado por sus gritos. Elleanor se había mostrado tan fuerte e impoluta que era exageradamente dramático verle en aquel estado tan indefenso.

¿No era el físico sólo un caparazón de lo verdaderamente importante? Elleanor conoció muchas personas en su vida que aparentaban ser de una manera y eran todo lo contrario, transmitían miedo desde su mirada fría hasta en su forma de caminar tan grácil y de fuertes pisadas. Ella misma era un claro ejemplo de que no todo era como se aparentaba. Pataleó hasta que sintió el suelo en sus pies. La respiración era sonora, queriendo atrapar todo el aire que le fuese posible. Se abrazó a si misma mientras miraba el espejo. Su reflejo le devolvía una imagen casi espeluznante. Pálida. Hasta el brillo de sus ojos había desaparecido. Bajó el rostro, intentando ocultar su vergüenza. Aún podía sentir el grito en su garganta, que había irritado todo a su paso. - Zavier... yo... - susurró, inaudible, con el sonido áspero. Era la primera vez que decía en voz alta su nombre. El labio inferior le temblaba, las manos se le apretaban en puño. Había arruinado su esperanza.
Publicado por Elle Benson Jue Sep 08, 2016 2:23 pm
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Sus ojos buscaron en todo momento los contrarios, como siempre, intentando identificar en su desesperación qué era lo que convertía a Elleanor en la excepción que confirmaba su regla, qué hacía que fuera capaz de devanarle los sesos y preocuparle más que cualquiera de los sucesos que acontecían en el internado. Necesitaba respuestas y las necesitaba con urgencia, sin embargo, carecía del valor necesario para hacer las preguntas adecuadas, no se atrevía siquiera a permanecer a solas con ella en la misma habitación de nuevo durante demasiado tiempo, aterrado de dejarse conocer y que fuera ella la que finalmente tomara la decisión de que estaba demasiado hecho trizas para tratar de arreglarlo.

Apenas pasaron unos segundos antes de que se diera cuenta de que algo no iba bien, el rostro de la joven pasó a mostrar horror, sus piernas se sacudían y sus gritos le robaron la realidad soñada del disfrute de aquello. Tardó poco en dejarla de nuevo sobre sus pies, y retrocedió, con la expresión aterrorizada de un asesino, convencido de que era el tacto del joven lo que había enfermado a Elle, que nunca debió aceptar su invitación a unirse a la tormenta, nunca debió salir del ojo del huracán, porque allí, todo era tranquilo. Coger su mano fue el mayor fallo que podría haber cometido, fue como un empujón a la zona de peligro. Se dejó ser, y terminó siendo un monstruo.

Sobre todo lo demás, predominaba la preocupación, contenía el aire mientras dejaba a la muchacha su espacio, sin saber qué hacer ni qué decir, con el único impulso predominante de alejarse, de salir de allí inmediatamente, correr como si no hubiera un mañana, poner de por medio toda la distancia posible, y de aquella forma, proteger a Elleanor, protegerla del esperpento que era Gael Westbay.

Ella pronunció su nombre y cada letra fue una afilada cuchilla lanzada por sus labios contra su pecho. Nadie le llamaba Zavier, no en Dunkelheit. Aquel primer nombre era la forma en la que su familia le llamaba a la atención, y desde el mismísimo día que el avión se estrelló, dejó de utilizarlo. Su rostró se ensombreció, sus labios se fruncieron y dio media vuelta, caminando hacia su mochila. ¿Abandonaba? No, simplemente se había dado cuenta del motivo por el que no podía respirar. Buscó con velocidad en el bolsillo más pequeño y logró hacerse con su inhalador. Tras dos aplicaciones, los broncodilatadores lograron hacer efecto, deteniendo el ataque de asma que la ansiedad le había producido, y la mano que Gael apoyaba en el marco de la puerta para sostenerse bajó hasta apretarse en un puño. —Zeta para ti —gruñó, dando media vuelta, volviendo a la dureza en su expresión. No obstante, no perdió detalle de Elleanor, aún preguntándose qué habría motivado aquello, absolutamente reacio a dejarla allí en su estado.
Publicado por Z. Gael Westbay Jue Sep 08, 2016 7:40 pm
Z. Gael Westbay
sexto curso
Zeta
Storm. Jm6WM9l
41
94
Oliver Stummvoll
Never mind your hapiness, do your duty.
sexto curso
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