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La vida moderna - Seguimos con la Barbie de Todo a cien"

Último día de curso. Altas horas de la madrugada. Canción.


Varias horas después de que ocurriese aquel fragmento de historia que siempre quise que pasase y que pensé que jamás ocurriría, pero sucedió, estaba sentado en la azotea mirando a la luna. Tranquilo, vestido con el pantalón de pijama y una sudadera gris que había rescatado de una maleta que jamás terminé de completar. Me balanceé, casi sonriendo, mientras pensaba en lo mucho que detestaba tener que volver a casa. La última imagen que se mantenía viva en mi retina era la de Grace durmiendo sobre mi cama después de nuestra “confrontación” y, lo reconozco, prefería seguir acumulando esos cromos en mi baraja que los de las caras de mis conocidos. En el fondo sentía, de verdad, que ella se iría mañana y no me podía hacer ilusiones; ilusiones que ya estaban creadas. Pero me autoengañaría si era necesario durante un año entero hasta que fuese consciente de que esa rubia no volvería a aparecer en mi radar.

Todo era una ilusión. Una imagen onírica. Una mentira propia. No podía ser. Estaba cargado de dudas, de inconsistencias. Y los dos lo sabíamos.

Pero su sabor seguía impregnado en tu cuerpo. Eso no era mentira, Jack.
Pero el resto podía serlo. Y tú lo sabes. Eres consciente de que las personas utilizan al resto. Tú mismo lo has hecho. ¿Por qué ella no lo haría, siendo una adolescente que mañana se iría para siempre?

Me llevé la mano al pecho y tomé la púa negra que llevaba colgada de una cadena desde hacía años. Solía mantenerla oculta, porque había sido un regalo de mi padre, pero cuando me sentía ansioso la miraba en busca de calmarme. En ese momento la mordisqueé suavemente, preso de mis pensamientos. No sabía hacia donde tirar.

De hecho, llegué a pensar que tras verme vulnerable y abierto con Grace, mi mejor baza era esconderme en el sótano a la espera de que se marchase y no volviera a verla más.

Y que conste que la quería. Pero estaba cagado como una rata.

Suspiré con coraje, y con ansias. Aún olía los restos de su perfume sobre mi propia piel, y me encantaba. Sus palabras no podrían convencerme tan fácilmente, por más que quisiera sentirme hechizado por ella. En ese momento trasteé los bolsillos de mi sudadera y saqué la cajetilla de cigarros. Tras una leve revisión y comprobar que me quedaban dos, tomé uno y lo encendí con el poco gas que quedaba en mi mechero. El sabor se me hizo tan desagradable que casi tosí del asco. Pero necesitaba calmar mi mente y mi ansiedad. Las vorágines y Jack Hudson jamás se han llevado bien.

Notaba mi pecho acelerado. Hace años que no sentía que me desbordaba de aquella manera. Me golpeé a mí mismo, tratando de acallarlo, y arrojé el cigarrillo que no me agradaba por la valla de la azotea. Estaba empezando a sentir, por fin, que me encontraba mal. Ya había terminado la lucha. Todo había vuelto a su lugar. Y yo, al final, me rompí de una vez. Golpeé mi pecho con fuerza, casi con rabia, en varias ocasiones porque necesitaba que dejase de moverse. Deseaba tranquilizarme de una maldita vez. Emití diversos comentarios atropellados apoyado contra la barandilla, sin que nadie me escuchase, y estuve cabreado y me cagué metafóricamente en todo lo que existía.

¿Hubiera sido más sencillo hablar con ella y expresar cómo me sentía respecto a mi vida? Claro. Pero no sabía cómo hacerlo. Y era consciente de que mi nula capacidad comunicativa terminaría por separarnos, como llevaba ocurriéndome toda la vida. Y me causaba aún más pesar.

Varias lágrimas escaparon de mis ojos mientras me agazapaba contra la barandilla de la azotea. Llevaba años sin llorar, y lo necesitaba. Demasiado estrés, demasiados sentimientos. Estaba consumido. No podía más. Mi vertiente más bizarra me hubiese hecho lanzarme por la azotea para evitar tal nivel de estrés y hubiera estado conforme. Pero no era lo correcto.

La causante de esta ansiedad repentina quiero que quede claro que no era Grace. Esto había surgido por el compendio de todo. Estaba perdido en la vida y no sabía hacia donde tirar, maldita sea, porque era consciente de mis errores, de mis traumas y de mis cicatrices. Y todo, a la vez, había empezado a dolerme.

Después de un año caótico en el que no me había permitido escucharme a mí mismo para que la situación no me volviese loco, por fin lo estaba haciendo. Me volví consciente de cada suceso que nos había ocurrido a todos los que vivíamos en aquel lugar, y eso me enfureció muchísimo. Si hubiese contado con un bidón de gasolina en ese momento, juro que le hubiera metido fuego al internado.

Golpeé, con toda mi rabia, la barandilla que me separaba del averno más intenso. Dolió, me reventó los nudillos e hizo aflorar la sangre,  pero me calmó. Seguía vivo y consciente.

Y entonces me pude tranquilizar, más o menos. Por fin. Porque hube soltado todo el estrés que me acompañaba, y que fingía que no existía. Quería aparentar que Superman y yo éramos la misma persona pero, por desgracia, él tenía un mejor peinado que yo. Y yo mucha más ansiedad oculta que él

Me mantuve enjugándome las lágrimas que caían de mis ojos. Todas las que habían querido hacer acto de presencia en aquel año caótico. Las odiaba y me odiaba, pero me sentía un poco en paz.

Minutos después, ya más tranquilo, volví a levantarme y a aferrar la barandilla y a mirar a la nada; al oscuro y eterno bosque que se abría ante mis ojos. Chasqueé la lengua. Necesitaba volver a mi casa y olvidarme de todo, además de necesitar sesiones de terapia reales y no las que nos ofrecían en aquel antro de locos. Dunkelheit tenía que convertirse en una raya pequeña dentro de mi historia. Y pronto.
Publicado por Jack A. Hudson Jue Ago 22, 2024 1:03 pm
Jack A. Hudson
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Cuando abrió los ojos tardó en recordar que se encontraba en la habitación de Jack.

Podía sentir las sábanas sobre su piel, lo único que la cubría. Capaz por eso se había despertado con sensación de frío o tal vez era la ausencia del joven al que le pertenecía esa habitación.

Esperó unos momentos en silencio. Quizá el joven había ido al baño. Y en silencio acarició la cicatriz que cruzaba su pecho. Jack no había hecho preguntas en el momento, pero estaba segura que las haría cuando llegara la oportunidad. Le daba miedo confesar lo que significaba. Sin embargo, antes de perderse en el espiral de pensamientos que solían derribarla cuando se trataba de contar aquella desgarradora historia, se puso de pie y buscó algo de ropa que ponerse. Si Jack no regresaba lo iría a buscar.

Dentro de la ropa de él encontró un sweater que olía a Jack. Deberías haber armado la valija, Jack. Mañana nos vamos de este lugar, aunque tu regresarás, pensó mientras negaba con la cabeza. Aunque claro, ella tampoco había hecho la suya, solo que tampoco tenía muchas cosas que quisiera conservar.

Rehízo sus pasos hasta su habitación, pensado que tal vez el joven había ido a buscar una cama donde se pudiera desparramar, pero estaba vacía. Las jóvenes habían hecho lo suyo por su parte y casi todas sus ropas y pertenencias habían desaparecido. Incluso el reloj que sus padres le habían mandado. Lo único que estaba en su lugar eran algunas cosas que siempre había conservado. Los poemarios ni siquiera los habían tocado. Rodó los ojos y buscó lo que necesitaba, un short de algodón y un par de medias para ponerse por si la llegaba a encontrar algún profesor. Tardó un poco más de lo pensado porque el sweater de Jack le quedaba enorme, en espacial, largo de mangas.

Ya vestida, se quedó pensando dónde podría estar Jack, aunque no tardó demasiado en encontrar una respuesta.

Así habían tenido una de sus primeras charlas, ambos escapando hacia la oscuridad. Buscando un espacio donde tomar aire y escuchar el silencio de la noche. Camino despacio, sin hacer ruido, verificando que nadie estuviera haciendo patrulla aquella noche hasta que dio con las escaleras. No había subido dos escalones que escuchó un golpe. Y al subir corriendo vio a Jack con los nudillos colorados, ¿eso era sangre? ¿Había estado llorando?

Grace tardó un momento en pensar qué hacer. Tal vez quería estar solo o tal vez lo que necesitaba era a alguien que estuviera allí y escuchara. Se acercó despacio, sin darse cuenta que en medias no hacía ningún sonido y acarició su espalda con delicadeza— Siempre será nuestro lugar para pensar, ¿verdad? —preguntó suave buscando atraer su atención— ¿Qué te trajo aquí esta vez? —No quiso abordar el tema de manera tan brusca, pero quería saber qué pasaba por aquella cabecita que a veces se le hacía tan particular y misteriosa y de la que había estado enamorada tanto tiempo.
Publicado por Grace L. Edwinson Vie Ago 30, 2024 12:24 am
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Me gustaría decir que mi respiración fue calmándose a medida que los minutos pasaban, pero no estaría siendo coherente en mi discurso. Joder, no solía enfadarme. Enfadarme de verdad, a pesar de que mi reputación dijese lo contrario, por lo que el control de mis emociones y la autogestión se me daban de puta pena. Nunca he sido la mala bestia agresiva que todos creían que era; estaba asustado, estaba cansado. Necesitaba tiempo de reflexión real pero irme me causaba tanto miedo como ganas tenía de hacerlo.

Estaba hasta los cojones de tragar mierda, joder.

Seguía agarrando la barandilla con fuerza cuando la puerta de la azotea se abrió. Muy sutilmente, con una delicadeza que no me pareció posible que perteneciese a ninguno de los profesores. Ellos hubieran entrado arrasando en el lugar y gritando para que volviese a mi dormitorio de inmediato. Escuché el susurro de su chirrido y opté por ponerme en alerta, aunque supe de quién se trataba de inmediato, pues habría que ser muy estúpido para pensar que Grace no me buscaría una vez que se despertase. Nadie que la conociese, de hecho, pensaría que ella no seguiría indagando en lo que ocurría a su alrededor aun sin estar presente. La rubia era valiente y altanera, y todos lo sabemos. Y tampoco nadie dudaría que sabría dónde encontrarme, por supuesto. En ese lugar, prácticamente, había comenzado todo; en ese maldito día que sentí ganas de arrojarla por la azotea debido a su altanería y terminé completamente perdido en la inmensidad de sus ojos claros y esquivos que tanta guerra me daban. No obstante, decidí fingir que no sabía que estaba allí. Que su aroma no me había llegado en cuanto acortó la distancia de nuestros cuerpos y se colocó justo a mi espalda. Me gustaba jugar con ella, en el buen sentido. A los dos nos divertía provocarnos y meternos en la mente del otro para guiar nuestros pasos. Entonces negué sutilmente con la cabeza, aflojando el agarre de las manos. No quería preocuparla. De verdad, bastante mierda tenía encima esa chiquilla como para sumarle el pensamiento de que yo me encontraba mal. Si total, Jack Hudson siempre está bien. Siempre, hasta en la situación más jodida.

Puto adolescente imbécil.

El frío se evaporó en cuanto noté su mano en mi espalda. Cálida, dulce, como era ella cuando no andaba con el modo "chihuahua gritón encendido". Modo que yo le activaba a menudo, debo decir, y totalmente a propósito. Mi respiración se volvió más tranquila, más acompasada al sentirme en un lugar seguro, aunque mantuve la vista fija en el frente. En la nada. En los recuerdos que ahora inundaban mi mente. Arrugué la nariz por inercia mientras apretaba la mandíbula. Dios, sí que sentía ganas de destruir aquel maldito sitio.

Sin ser consciente, ella y solo ella había sido capaz en el último año de acallar mis terrores más intensos y de calmarme en las situaciones de estrés más extremas. Su mera imagen en mi cabeza, de hecho, lo conseguía. Y seguiría haciéndolo de ahora en adelante.

Éste es mi lugar para pensar. Tú lo invadiste este último año. Pero bueno, ya he decidido que puedo prestártelo. —traté de no sonar borde con ella por primera vez en toda mi vida, aunque es más que posible que mi tono ronco sugiriese lo contrario. Total, era un completo idiota que actuaba como un gilipollas todo el tiempo. Y ella lo sabía. Incluso lograría entenderlo. —Quiero prenderle fuego a este maldito lugar, Grace. No quiero seguir aquí con gente de mierda. No quiero más putos pensamientos intrusivos. No... No deseo más que tener un bidón de gasolina y acabar con esta mierda, joder. No es justo. Nada ha sido justo.

Jamás había dicho una verdad más certera. Mucho menos en su presencia. Pero sí, sentía ganas de tomarla, cargarla en mis hombros y llevármela de allí bien lejos mientras el edificio ardía a nuestras espaldas. Todos se lo merecían. Todos los involucrados, quiero decir. Los alumnos, por desgracia para nosotros, apenas teníamos culpa de nada. Solo habíamos sido meros peones en un tablero de ajedrez que podíamos ser sacrificados en cualquier momento.

Volví a sentir ganas de sacar un cigarrillo de la pitillera, el último que me quedaba, pero no lo hice. Tendría que lidiar con mi ansiedad en presencia de Grace sin nicotina porque ella odiaba ese olor. No quería volver a incomodarla de nuevo.
Publicado por Jack A. Hudson Jue Sep 05, 2024 5:29 pm
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Uno de los primeros lugares que había buscado al llegar al internado había sido ese. La terraza. Era el único lugar que la hacía sentir realmente cómoda. El aire que rodeaba todo su cuerpo y le hacía pensar que estaba en el aire. Por eso cuando, Jack le dijo que se lo había robado, solo se río. Dulce, sincera. No se reía de él, sino de ella misma y algo que había pasado mucho tiempo atrás.

Sin embargo, la anécdota podía esperar, porque aquella sonrisa nostálgica de su rostro desapareció para prestar atención a lo que Jack decía. No le atraía la violencia, pero si veía el dolor en Jack, todo lo que había sufrido, todo lo que todos en ese lugar habían sufrido. Hudson podía ser muy detallista en cuanto a lo que quería, pero Grace entendía que solo quería causar el mismo caos que le habían causado en el interior. Las mismas heridas que aún no cicatrizaban y capaz, nunca lo harían.

Relamió sus labios antes de girarse para poder sentarse sobre la baranda, de manera que Jack pudiera tenerla más accesible. Y ella a él, aunque no lo miró directamente, miraba las paredes del internado como si pudiera ver todo el internado en su totalidad.

Lentamente buscó entre los bolsillos de su short y sacó un cigarro eléctrico— No sé si es lo mismo, pero, tal vez te ayude... —susurró mientras le tendía aquel lápiz metálico que descansaba en su mano y que siempre le había parecido más pesado de lo que parecía— Lo compré para ti hace un tiempo, siempre lo he llevado conmigo. No... sabes lo que pienso de los cigarrillos, pero quería tener algo, porque sé que te calma y quería... quería estar lista por si un día lo necesitabas y no lo tenías —trató de explicar, al principio habló rápido deseando que la explicación no llevara demasiado tiempo, pero se trabó en muchas palabras porque era difícil explicar hace cuánto tiempo se preocupaba por Hudson y cuánto deseaba cuidarlo. Si bien ya se habían contado tantas cosas, confesado tantas cosas, comenzaba a sentir nervios de demostrar todo lo que sentía porque todo lo que le habían enseñado era que esa clase de amor, merecía ser destruido y no deseaba eso.

En cuanto a este lugar... no te diré que no lo he pensado. Una botella de vodka y una cortina con un fósforo parecieron una muy buena idea durante mucho tiempo... Supongo que nunca tomo realmente el valor que hacía falta. No lo sé, podemos esperar a que mañana nos vayamos todos y hacerlo. Saber que nadie tendrá que volver a esta cueva que ocultó tantas muertes y torturas... —expresó cómo pudo los pensamientos que tenía— No diré que me parece una mala idea mirar este lugar arder como debería hacerlo. Pero si te diré que ese dolor que sientes es real y cualquier persona que te diga que no lo tienes que sentir esta equivocada. Todos vamos a tener que buscar la manera de sanar lo que ha ocurrido aquí, puedo ayudarte con la que tu necesites, incluso si eso es prender un lugar fuego, siempre me gustaron las hogueras —sonrió ante la pequeña broma esperando que así, Jack se relajara un poco.

De cierta manera, pensar en el daño que le habían hecho a Hudson, le daban ganas de dejar que las llamas consuman todo, pero supuso que eso no era algo demasiado maduro que decir.
Publicado por Grace L. Edwinson Vie Sep 13, 2024 6:52 pm
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Me encantaba el maldito sonido de su risa. Y lo disimularía durante el resto de mi vida para hacerla rabiar. Pero era música para mis oídos, aunque me esforcé enormemente en disimular que la había escuchado.

Cosa que no logré porque mi cuerpo se revolvió por inercia, nervioso. Malditos estímulos externos.

Seguía con la mirada puesta en el frente cuando observé, por el rabillo del ojo, su minúscula y esbelta figura encaramarse a la misma baranda a la que yo me aferraba. La que nos separaba del abismo. Abismo al que no permitiría que cayese si se resbalaba, pues permanecí atento a sus movimientos. Mantuve, no obstante, la mirada puesta en el frente durante unos minutos más porque me sentía incapaz de mostrarme tan vulnerable ante ella y pedirle un abrazo. Es lo que quería y no diría en voz alta, aunque nuestras circunstancias fueran diferentes ahora.

Me así a la barandilla con más fuerza para no rendirme ante el impulso de agarrar su mano. Mis propios nudillos heridos sangraron más abundantemente. Me iba a escocer aquella herida durante días.

El gesto de Grace, sin embargo, me dejó patidifuso. La vi desde el rabillo del ojo sacar un cigarrillo electrónico de sus bolsillos y tenderlo hacia mí. Mi corazón dejó de bombear con tanta insistencia; con tanta rabia. Era consciente de que ella no fumaba. Ese actuar me pertenecía a mí. Mi garganta, entonces, pareció calmarse un poco ante tal hecho y casi sonreí. Casi, porque seguía enfadado como una rata. Pero apreciaba su actuar porque siempre había pensado que no se preocupaba de nadie más que de sí misma. Y en ese momento me quedó claro que, en cierta manera, también se interesaba por mí.

Me di la vuelta y apoyé mi espalda sobre la barandilla. Entonces extraje de mi sudadera mi pitillera y saqué el último cigarro que me quedaba. No le pedí permiso, aunque deseé hacerlo, pero mi cerebro se sentía más adormecido de lo acostumbrado en los últimos meses. He de decir que mis ojos se dirigieron hacia los de ella con cierta culpa, consciente de que odiaba que fumase, pero era el final. No quería más mierda. Me disculpé en silencio, entrecerrando los ojos y dando una ligera cabezada hacia adelante, y me coloqué el cigarrillo entre los labios. Después lo encendí con el mechero y di una honda calada, expulsando humo en gran cantidad y siendo consciente en ese momento de lo terrible que olía.

Y arrojé la pitillera vacía y el mechero sobre mis hombros hacia el abismo más infinito. O sea, hacia la negrura del bosque que rodeaba aquel maldito internado. No recurriría más a eso pero, en ese momento, necesitaba una última dosis para calmarme. Di una profunda calada y alcé la mirada hacia el cielo mientras expulsaba el humo y formaba pequeños aros.

El jardinero se cagaría en mi estirpe el próximo día cuando tuviera que recogerlos. Pero ya no estaría allí.

Es similar. Pero permite que me deleite una última vez con esto. Y con mi rabia. Pero te lo agradezco, minion. Te gustará que huela a incienso de fresa en lugar de a tabaco de aquí en adelante. Y si tiene nicotina, me vale. —respondí con un quejido que sonó tan bromista como certero. Mis ojos se desviaron hasta el cigarrillo electrónico y alargué mi mano libre para tomarlo, rozando la suya a propósito en el intento. Luego lo guardé en el bolsillo de mi propia sudadera. A partir de ahí, no recaería en otro vicio. No quería seguir oliendo a cloaca, solo necesitaba algo que calmase mi ansiedad latente. Al ser consciente de su nerviosismo, he de reconocer que me reí. Abiertamente, mirándola a los ojos. Ver a Grace revuelta no era algo que sucediese a menudo. De hecho, creo firmemente que siempre la había visto derrochar una seguridad innata que nadie podría pensar que era fingida. —¿Desde cuándo lo llevas? ¿Tanto tiempo llevas preocupada por mí y queriendo darme un beso y no lo has hecho, mujer?

Su nerviosismo se me antojó adorable. Por Zeus, de verdad que la hubiese besado de nuevo en ese momento. Pero no lo hice por el mero hecho de tener un cigarro en mi mano izquierda. Le di otra honda calada y expulsé el humo en dirección contraria hacia donde estaba ella. Esa era, a mi manera, una forma de preocuparme por su bienestar. Ya la había molestado en el pasado echándole el humo en la cara y el pelo, y conocía las consecuencias. No se me antojaban aceptables, la verdad.

No sería suficiente una botella de vodka. Necesitamos galones de gasolina u explosivos potentes, y no creo que los lleves guardados en esa sudadera que llevas... Que por cierto, te sienta muy bien. —desde que la vi supe que la sudadera que llevaba era mía, y me gustaba. Le quedaba mejor que a mí, si me permites decirlo. La hacía verse más pequeña, más vulnerable. Como alguien que necesitaba ser protegida. Aunque ella, en absoluto, era alguien así. Podía sola cargarse al jefe más fuerte de la última pantalla del videojuego en cuestión. Eso era lo que más me gustaba de ella. Independiente, fuerte y alguien que jamás agachaba la cabeza. Y terriblemente dulce cuando se lo proponía.

Escucharla hablar de cómo también prendería en llamas aquel lugar me hizo sonreír con cierta pena. Era consciente de que mi dolor no era el único patente en aquel sitio, aunque había estado demasiado centrado en mis miedos para notar que los otros sufrían igual. Pero allí estaba ella, decidida, encaramada sobre una barandilla cuando no le llegaban los pies al suelo y afirmando que había querido destruir ese sitio. Sonreí escuetamente. Ojalá hubiésemos podido cumplir ese sueño. Deseaba que librásemos a los futuros estudiantes del martirio que era aquel internado. Pero ninguno de los dos éramos suficientemente fuertes para hacerlo. Éramos dos malditos adolescentes que apenas empezábamos a vivir, o eso pensaba yo de ambos. ¿Qué maldito poder teníamos para poder clausurar aquel lugar?

Yo, al menos, ninguno. Y ella ya estaba graduada. Era su última noche de hastío.

Este sitio no debería permanecer abierto. No tendrían que volver alumnos el año que viene. Lo entiendes, ¿no? Nos han jodido, nos han destruido y ahora tenemos que recomponer las pequeñas piezas de nuestro puzzle. Y ya veníamos rotos de antes. Creo que voy a terminar mi último curso fuera de aquí, aunque mi prestigio de "buen estudiante" se vea manchado. Es que me da igual, Grace. Este sitio es una tortura hecha edificio y cada pared me recuerda todo lo que hemos vivido. Es injusto. —las palabras brotaron de mis labios como un torrente que me sentí incapaz de acallar. Durante las últimas dos horas lo había estado pensando fríamente. Sí, es cierto que quería esa beca. Sí, es verdad que el prestigio de aquel internado me abriría muchas puertas. Pero mi dignidad, y la de mis compañeros -aunque me pese porque fingía todo el tiempo que no me importaban- valía más que todo eso. Podría ser más feliz en cualquier lugar, aunque necesitaba una charla previa con mis padres. No obstante, sé que no me negarían nada si era capaz de esbozar en voz alta todo lo que habíamos vivido y se les ocultaba. Pero igualmente temía por los que llegasen detrás de mí; por lo que aún podrían hacer por ellos.

Chasqueé la lengua con fuerza, reprimiendo las ganas de morderme la cara interna de los pómulos hasta hacerme sangre, y di una nueva calada al cigarrillo. Su pequeña broma me había calmado, pero no lo suficiente.

Voy a necesitar a un terapeuta muy bueno este año, mierda.

Eso sí que era sinceridad. La misma que siempre había intentado evitar con otra persona que no fuera yo.
Publicado por Jack A. Hudson Vie Sep 13, 2024 7:46 pm
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