She drives me crazy - Grace, la rubia idiota esa

Recuerdo del primer mensaje :

Último día de curso. Alrededor de media tarde. Canción

No soy capaz de afirmar que mi sexto año en el internado fuese, precisamente, un camino de rosas. O quizá sí, pero convirtiendo esa idea idílica de chuches, gominolas y peluches esponjosos de color rosado en un sendero cargado de espinas y muy alejado de las imágenes preciosas y reconfortantes que nos venden los cuentos de hadas.

Ideas que a mí jamás se me habían vendido, por supuesto, ya que mi principal interés durante la infancia –más allá de jugar con Legos y ver Jurassic Park- había sido leer sobre ciencia y temas que no podía entender por más que me esforzase en fingir que sí y que era un chico sumamente especial. Pero uno nace idiota y morirá siendo idiota, aunque se las quiera dar de listo. ¿Culto? Mucho. ¿Imbécil? El peor de todos, amigos míos.

Había batallado durante semanas contra este día. Odiaba a muerte que llegase el final de las clases, pues volver a casa se me hacía completamente insufrible. No es que contase con muchos amigos en el internado, pero mi panorama era mucho más desalentador y gris fuera de él. Y eso que el equipo docente me caía bastante mal, debo decir. Una vez que llegaba el verano pasaba de disponer de ciertos enemigos contra los que pelear y algún que otro conocido con el que poder conversar de manera rutinaria a... Pues a la mismísima nada. A estar el día encerrado en el dormitorio de casa de mis padres, que ya no sentía como mío propio porque ni siquiera mi olor permanecía allí, jugando a videojuegos y leyendo en un Ipad que explotaría en cualquier momento porque tenía la memoria completamente colapsada. Y no me apetecía especialmente, aunque diría en voz alta a cualquiera que me preguntase que deseaba esfumarme de allí con todas las ansias del mundo.

Se lo diría a cualquiera excepto a ella.

Y mira que esa cría rubia con aires de superioridad me caía mal. Detestaba profundamente su sonrisita burlona, el brillo de sus ojos cuando pretendía fingir que no me miraba en el comedor y la manera tan chulesca que tenía de acomodarse la falda por encima de los límites establecidos. O quizá simplemente usaba dos tallas de ropa menos de la que le correspondía, pues debemos recordar a día de hoy que la Queen G medía aproximadamente metro veinticinco y cualquier prenda disponible para una chica tamaño promedio de diecinueve años le vendría grande.

Sí, estoy exagerando, pero no merecía condescendencia alguna de mi parte después del año demoníaco que me había hecho pasar.

Aun así, esa mañana me sorprendí a mí mismo acudiendo a la ceremonia de graduación de su promoción. A mí me quedaba aún un año para salir de allí, así que los nervios y la envidia afloraron en mi ser mientras observaba la ceremonia en el salón de actos apoyado contra el marco de una de las puertas traseras. Oculto en la penumbra, atendí a los diversos discursos y procesos que sucedían en el estrado con ambas manos dentro de los bolsillos de mi uniforme y cierta mueca de disgusto patente en mi rostro. Sí, esa que tan bien conocéis. Entrecerré los ojos al escuchar su nombre y me puse de puntillas para poder observarla mejor, aunque no me hacía ninguna falta debido a mi altura. He de reconocer que estuve a punto de sonreír de lado al ver que le entregaban el diploma que acreditaba que, por fin, lo había logrado y se marcharía de aquí para continuar su vida.

Por fin se marcharía de aquí... Y se iría tan lejos como le fuera posible. Donde ya no podría meterme con ella.

No vi el resto del evento, pues una vez que la rubia minúscula hubo vuelto a su posición, decidí retornar a mi dormitorio para terminar de empacar mis pertenencias. No obstante, me sorprendí a mí mismo paseando por los pasillos que llevaban siendo mi hogar cerca de seis años sin rumbo fijo. Tampoco lo necesitaba, pues conocía cada rincón como la palma de mi mano. Mi cabeza era un auténtico hervidero de sensaciones, y lo que menos me apetecía era encerrarme en mi cuarto a acomodar los libros dentro de la maleta que mañana me acompañaría de vuelta a una casa donde no me apetecía estar. Sacudí la cabeza, echando de menos por un único segundo la sensación de notar las greñas cayendo sobre mi rostro. Me había cortado el pelo unos meses atrás, debo recordaros. Llevar el pelo largo me servía como excusa perfecta para distraerme y fingir que pensaba en otra cosa mientras me lo atusaba y volvía a acomodar detrás de la oreja.
Excusa que ya no me era válida.

Pasé caminando por los pasillos cerca de dos horas, sin detenerme a mirar a nadie y sin dedicar ni un solo músculo de mi cara a esbozar una sola mueca que no incluyese un ceño fruncido. Mi humor rozaba el subsuelo y, joder, créeme que no sabría a día de hoy especificar por qué. Pero siento que todo adolescente de diecisiete años merece sus momentos de tranquilidad y de enfado; incluso un adolescente tan sumamente extraño e irreverente como John Hudson.

Mis pasos me guiaron, sin querer -juro que no lo pensé en un principio- hasta el pasillo donde estaban ubicados los dormitorios femeninos. En cualquier otro momento, en cualquier otro día, prometo que me hubiese sentido mal por ser tan despistado y huiría de allí antes de que me pillase un profesor. Pero, a falta de un día para que comenzaran las vacaciones de verano previas a mi último curso, decidí no hacerlo. Armado con un valor innato, o haciendo gala de una estupidez nada propia de mí, recorrí las frías losas del suelo de la galería sin sacar las manos de dentro de los bolsillos. Iba leyendo en silencio las pequeñas placas de las puertas en busca de su nombre, aunque conocía perfectamente el número de su habitación. Pero uno ha de fingir que es disimulado.

Al encontrarla, estuve a punto de esbozar una leve sonrisa ladeada, bastante nostálgica, pero me contuve. Yo no era de esa clase de personas que se dejan llevar por la marea ni por las hormonas, ya lo sabéis.

Mentira.

A pesar de que estar parado frente a la puerta de Grace no podría decirse que era un acto especialmente inteligente ni fácil de explicar, dado que nos odiábamos mucho, nos hacíamos la vida imposible y todas esas cosas feas que os gusta leer.

Imitando la propia postura que había adoptado mientras atendía a su ceremonia de graduación, me paré frente a su puerta y apoyé la espalda contra el marco. Seguí sin sacar las manos de los bolsillos del pantalón de mi uniforme, fingiendo así una indiferencia que nadie se creería al verme parado frente a su puerta, pues, ¿qué hacía allí un tío como yo, en primer lugar?

Pues ni yo mismo lo sé, amiga mía. Ni yo mismo lo sé.

Apoyé la cabeza contra la madera mientras dirigía la mirada hacia el techo. Mierda, ¿qué estaba haciendo?

El idiota. Una vez más.

Quería verla. Quería tenerla una vez más frente a mí. Luego se iría y continuaríamos nuestras vidas. Pero yo sé que echaría de menos la idea de lo que pudo ser y jamás pasó; que me arrepentiría de no abrirme con ella como lo había hecho en la azotea meses atrás, porque esa rubita era la única persona por la que me permitía tener sentimientos. Aunque fueran pura rabia.

Rabia porque ella no hablaría conmigo, igual que no hablaba yo con ella.

Joder.

Publicado por Jack A. Hudson Lun Jun 10, 2024 10:46 pm

Eso le gustaba de él. Ella le decía algo, él replicaba y comenzaba el juego de ver quién de los dos tenía la última palabra.

"Nunca deberías dar a una señorita por seguro," susurró en respuesta. La verdad, la tenía conquistada, la advertencia, la podía perder. Ella no deseaba que él la dejara de conquistar, pero bien sabía que toda historia tenía una final y este no siempre podía ser agradable. Sin embargo, por más lúgubres que fueran sus pensamientos, sus ojos se movieron de izquierda a derecha juguetones mientras ella fingía pensar una respuesta que ya tenía bastante clara. "Prefiero ser yo la que te lo recuerde," respondió y le guiñó un ojo.

No tuvo que festejar su victoria en voz alta. La mirada de Jack había sido todo cuanto necesitaba y sabía que ese recuerdo de él, aquella reacción tan tímida por su parte, viviría gratis en su cabeza. Los dos sabían porque estaban allí, porque había un ellos dos. Porque Jack era una persona que la respectaba. Otros, en su lugar, hubieran aprovechado la oportunidad para lanzarse sobre ella. Capaz así era más fácil. No había sido una persona la que la había buscado conquistar para tener la noche soñada y luego descartarla al tener su premio. Por muchos años, Grace había tomado aquello como una prueba, no había que amar a un hombre hasta que no te acostaras con él. Porque solo después de eso podía evaluar si esa persona era de las que se quedaban o de las que se iban.

Jack era diferente. Ella lo sabía. Él también lo sabía. Sin embargo, pudo testar el sabor agridulce en sus labios sabiendo que él no pasaría esa prueba tan rápido, que la haría querer desearla. Y Grace estaba deseosa de saber cómo haría. Tenía curiosidad. Y como un felino, permitió que esa curiosidad la llevara hacia lo desconocido.

Con los ojos aún sobre él, se giró en el lugar, escapando del espacio que ocupaba entre la pared y Jack. Sintió el frío al perder la proximidad de su cuerpo, pero ambos sabían que era necesario y Grace sabía que lo seguiría testando hasta ponerlo a prueba. Hasta que cediera, y no quería hacer eso. Se dirigió hasta su ropa y buscó el vestido rojo que había ido a buscar, bien ceñido en la cintura con un escote en forma de corazón y una falda amplia, muy estilo de los noventa. Sin embargo, sacó otro, uno de lentejuelas azules, rosadas y violetas, bien apretado al cuerpo y que no parecía más que un retazo pequeño de tela, no tenía breteles y era bastante corto. "Hablando de la gente que me está esperando, ¿cuál crees que me quedaría mejor? Tal vez debería bajar y chequear que no me extrañen demasiado. Renovar mi narcisismo," bromeó. No pensaba bajar, pero pensaba desorbitar a Jack de nuevo. "No te molesta que me cambie aquí, ¿verdad?"

Mientras Jack le contaba sus planes. Grace se mordió el labio. ¿Pensará que ella no se ha ganado lo que ha obtenido solo porque se lo han pagado sus padres? Aquella pregunta la rompió por un segundo. Porque sus padres podrían pagar sus estudios, un apartamento cerca de la universidad que tuviera hasta un ambiente que sirviera de estudio, incluso podrían comprar otro apartamento para Jack. Los viajes, los libros, los muebles, todo lo tenía en la palma de la mano. Ella no se veía trabajando todo un verano para conseguir algo y tampoco deseaba hacerlo, sus padres le debían sus sueños después de haberla tratado como una muñeca a la que podían mover de un lado a otro a gusto.

Dejó los vestidos colgados, ya no le antojaba molestar a Jack con vestirse frente a él.

"¿Crees que el esfuerzo de otros vale menos si no han pagado por él?" Si bien hubiera soltado esa pregunta con tono afilado, su voz en cambio mostraba duda. Jack había bromeado con que ella era una niña mimada y Grace era bastante consciente de los privilegios que tenía y que no estaba dispuesta a soltar, y se preguntaba si todas esas cosas que le había dicho las pensaba en verdad y si podrían llegar a ser un problema entre los dos. Nunca había dudado de ella, pero lo hacía en ese momento, porque no quería que lo que ella había tenido por nacimiento fuera un impedimento entre ella y Jack. Deseaba que tuvieran muchos años juntos. Y era algo que se escapaba de su control.

Publicado por Grace L. Edwinson Sáb Jun 29, 2024 9:45 pm

No sé en qué mierda estaba pensando. Supongo que me dejé llevar por su perfume dulzón, por su accesibilidad fingida... Por ella fingiendo que estaba conmigo cuando no lo estaba. Era su última jugada, después de todo. Su última oportunidad de hacerme daño. Y fui consciente de ello tras escucharla. Me había ganado la batalla, mas no la guerra, y por ello me separé de su cuerpo como si me hubiese dado un calambrazo.

No la escuché ni entendí apropiadamente. Soy consciente. Pero ya no me importa. Sentí en ese momento que se había reído de mí y conseguido lo que quería. Ella era tan inaccesible como yo y se expresaba igual. Sin palabras. No podría entenderla sin que se comunicase conmigo. Y ninguno de los dos era bueno a la hora de hablar, pero aparentábamos de puta madre.

—Quédate si quieres conmigo, Grace. No me importa. Después de este año, nada me importa. —fue lo único que mi boca logró expulsar mientras me apartaba hacia atrás. De repente, no sé por qué, su tacto me causaba pavor. Sentía que no estaba allí. Que todo había sido un juego, que era irreal... Un sueño. Grace Edwinson no existiría más que en mis pensamientos, como así había sido. No entiendo, de verdad, qué pasó. Pero me dolió escuchar su tono de voz "normal", tan fingido como el mío, porque era incapaz de interpretar que ella me quería a su lado tanto como yo la deseaba a ella. —Haz lo que consideres. No doy nada por seguro. Te lo he dicho, y te lo repito. Me gustas, y te quiero. Por desgracia para ambos, probablemente. Pero estoy cansado. Estoy cansado de fingir que nada me importa y agobia, porque sí que lo hace. Y tú, por más guapa que me parezcas, no...

No.

Estoy cansado. Necesito dormir.

Tras apartarme unos pasos la vi revolver entre su ropa y sacar un vestido. ¿Era bonito? No sabría decirlo. Pero sí resplandeciente. Muy acorde a lo que era ella y que yo jamás sería. Entorné una sonrisa que hasta a mí se me hizo triste mientras me acercaba a su puerta. Había querido despedirme de ella para que se fuera tranquila y me había hecho ilusiones respecto a su figura a mi lado. Pero Grace estaba siempre a un metro de mí. Aunque nos hubiésemos besado. La distancia entre los dos siempre sería la misma, y volví a ser consciente de ella mientras la observaba desde la puerta y aferraba el pomo con terror y decisión. Porque quería irme de allí con las mismas ganas que tenía de dormir con ella.

—No vas a conseguir que me quede si no dejas esa fachada estúpida que también tengo. Que te besen, entonces, cien tíos fuertes más a tu gusto. Pero los dos sabemos que nos echaremos de menos, por desgracia. Y ojalá no fuera así.—accioné el pomo, que era lo último que me quedaba por hacer. O, miento, lo penúltimo. Pues antes la repasé con la mirada intensamente. Esa era nuestra despedida. Después de ese día, aquella rubita no volvería a estar en mi radar. Y me jodía. Mucho. —Disfruta de tu fiesta.

Abrí la puerta y me dispuse a salir con la decisión que me caracterizaba.

Publicado por Jack A. Hudson Sáb Jun 29, 2024 9:49 pm

Estaba acostumbrada a las personas comiendo de la palma de su mano. Se sentía Jean Gray moviendo las cosas a su antojo. Quería usar ropa color naranja y volvía ese color una moda. Sus ideas, las más tontas principalmente, eran aplaudidas y seguidas. Y los hombres... compañeros que hacían cuanto ella quería, de la manera en la que quería.

Sabía que Jack no era así, pero en el momento en que interpretó sus gestos como una negativa, Grace levantó ambas cejas sin saber qué estaba pasando. Con los labios entreabierto, escuchó las palabras de Jack y como este abría la puerta deseando que disfrutara la fiesta.

¿Era idiota? Se preguntó Grace internamente, aunque esa era una pregunta que ya se había hecho. Y la respuesta también era conocida.

Tardó medio segundo en salir de la habitación detrás de él. El medio segundo que tardó en tomar lo más cercano y contundente que pudiera encontrar, sus tacones. Claramente, había perdido gran parte de la altura que tenía, pero eso no disminuía su puntería, por lo tanto lanzó uno de los zapatos negros con suela roja hacía el joven.

"Jack Hudson, ¡ERES UN IDIOTA!" el gritó salió de sus labios, las palabras que salían disparadas como flechas que buscaban dar a un blanco. Lo conocía, se conocían. No era la primera vez que algo así podía pasar, tampoco la última. Jack no era como los demás, por eso Grace no debía actuar como si fuera uno más. No lo era. No era un Ken más de la fila que tenía.

Alguien había pasado por el pasillo en el momento en que ella había gritado, pero conociendo a los dos, no le dio demasiada importancia y siguió con lo suyo. Tonto, se perdería lo bueno, porque Grace entendió que Jack no había entendido ninguna de sus insinuaciones.

Ninguna.

Eso implicaba que iba a tener que ser más directa, eso o tener que usar el segundo tacón que aún estaba en su otra mano.

¿Estaba segura de eso? Sí lo estaba.

"¡TE ESTABA DICIENDO QUE TAMBIÉN TE AMO, PEDAZO DE ZOPENCO!" gritó sin importarle el mundo a su alrededor. Si había personas en su habitación que pudieran asomarse a saber qué estaba pasando. Si alguien la escucharía. Si el rumor correría los pasillos. No importaba. Lo único que importaba era que Jack entendiera qué le estaba queriendo decir.

Avanzó los pasos necesarios a través de las baldosas frías. "Así que dime, Hudson, si tu me quieres y yo te quiero, ¿quieres que me saque la ropa?" aquello era solo para él. Su tono de voz había bajado, pero su confianza nunca. "Me avergüenza decir que tengo una vida comprada y me genera impotencia que las personas crean que todo lo que tengo es de arriba. Tengo las notas para entrar a la universidad que quiero y aún así todos pensaran que es plata de mis padres. No importa lo que haga, las personas nunca verán mi esfuerzo. ¿Qué tan importante es eso para ti? ¿Qué tan importante es para ti que las personas no piensen que tu chica no pago por todo lo que puedes llegar a tener? ¿Qué juzguen porqué no te convencí de cortarte el pelo? Qué crean que debo hacerlo, cuando a mi no me importa si tienes el pelo cortado a la moda, si es lo que debería usarse, si vistes de etiqueta o no lo haces, porque me gustas tu, Jack. Con tu poesía, tus chaquetas, tu olor a libro, incluso cuando hueles a humo, me gusta que me desafíes y que me hagas pensar y que soy más que lo que todos creen que soy. Sin embargo, el mundo no vera eso. ¿Podrás? ¿Podrás quererme cuando lleguen los comentarios de los demás? ¿Me creerás a mi sobre todos los demás cuando te diga que te quiero tal y como eres?" No se guardó pregunta, o tal vez alguna que no se le ocurrió. Solo dijo todo lo que pasaba en su cabeza, porque necesitaba saber las respuestas.

Publicado por Grace L. Edwinson Sáb Jun 29, 2024 10:11 pm

Un sonoro golpe chocó en mi espalda cuando me di la vuelta para salir. Debo decir que me dolió, y la niñata enana tenía puntería. Haciendo gala de un hábil juego de manos que no creía poseer, me di la vuelta hasta alcanzar a recoger el tacón del suelo que Grace me había lanzado con todas sus fuerzas. Lo lancé al otro extremo del corredor. Fue entonces cuando me giré, en mitad del pasillo y olvidando mi trayectoria hasta el dormitorio que me esperaba, y la escuché. Mi rostro volvió a tornarse rojo, acalorado, obviando que todas las chicas que compartían espacio con ella habían asomado la cabeza a través de sus puertas. ¿Cómo no, tras ese escándalo? Desandé mis propios pasos, embriagado por sus palabras, y me paré frente a ella en su puerta. Tenía el segundo zapato en la mano, listo para ser disparado, y esbocé una sonrisa.

Y me permití escucharla con sinceridad después de un año de evitarla cada vez que nuestros caminos se cruzaban.

Y sonreí de verdad, desde las entrañas. Desde el estómago. Porque a esa niña de pelo rubio la apreciaba más que a mí mismo, y no sabía por qué. Pero lo había dicho con anterioridad. "Búscate a otra rubia a la que molestar. Ésta es mía".

—Te creeré cuando dices que me odias porque sé que quieres tenerme a tu lado. Y no me importa cómo crean que ganaste la plaza porque eres lista, Grace. Más que yo, la mayor parte del tiempo. Porque yo soy todo libros, impulsividad e intenciones lógicas. Tú eres la pluma que los rellena con la tinta adecuada, de color rojo y pasional. Tienes dinero, sí, pero también eres válida. Mucho más que la mayoría de los que aquí vivimos porque sientes, eres canalla, te preocupas por los tuyos, sufres ante las injusticias y te has molestado en mejorar cada día en este último año. No creas que no lo he visto, porque siempre te he estado observando. Y me da igual lo que diga el resto del mundo, mientras tú me quieras a tu lado. No lo olvides o se irá todo por el sumidero. Aunque sigo pensando que eres una imbécil, tanto como yo. Que no se te olvide, reina.

En ese momento fui yo mismo el que le arrancó el zapato que me quería tirar de la mano. A la mierda. A esas alturas poco importaba ya el decoro. Lo arrojé hacia un extremo del pasillo mientras que sus compañeras gritaban de gozo, y rodeé su cintura para atraerla hacia mí y besarla con ganas de nuevo mientras me aferraba a su blazer rosa que jamás había cambiado por el vestido centelleante.

Y le agarré con gusto el trasero, con ambas manos. Porque igual es lo que ella esperaba de mí y yo lo que había evitado hacer. A la mierda. Estaba cansado y quería su maldita cercanía. Todo ese maldito último año la había querido sentir al lado, a pesar de que mis labios se hubiesen esforzado continuamente en tratar de apartarla.

Ella la reclamaba. No es mi culpa.

Quería quitarle todo, todo lo que tenía encima. Y me pelearía con quien hiciera falta el año siguiente cuando me lo recordase. Porque quería tragarme toda la mierda de Grace, incluso sus miedos.

Y no quería que dijese nada más que pudiera avergonzarme porque las chicas del pasillo aplaudieron y gritaron al vernos besarnos. Unas cuantas incluso chocaron las manos. Supongo que habían apostado que ese momento llegaría. Era muy vergonzoso. Y lo sería el año próximo cuando me lo recordasen allí, sin ella.

A la mierda. Ya estaba todo perdido. Yo estaba perdido.

A la mierda.

Publicado por Jack A. Hudson Sáb Jun 29, 2024 10:57 pm

Jack Hudson era un idiota.

Jack lo sabía, Grace lo sabía, no cambiaba nada. La había entendido. Había entendido lo que quería decir, incluso con todas las cabezas de las chicas que se asomaban de sus respectivos cuartos preparándose para la fiesta de esa noche. Grace podía sentir sus sonrisas, por muchos años había sido la validación de que iba por buen camino si las personas aprobaban lo que ella hacía, pero en ese momento, solo le importaba la sonrisa de Jack. Era la que valía de verdad. Ahora lo sabía.

Se dejó besar y devolvió el beso. Se dejó sentir, hasta que los cuchicheos se hicieron demasiado altos. "Insoportables," murmuró para Jack, mientras se soltaba y se giraba hacia los espectadores. "Toda la ropa y pintura de mi cuarto esta en donación, pueden servirse lo que quieran." Lo que ella quería estaba a su lado y mientras las jóvenes corrían a su habitación para llevarse los vestidos o algún labial de Dior o Yves Saint Laurent, Grace tomó la mano de Jack. "Vamos a tu dormitorio, estará más tranquilo que el mío." Giró y tiró de él hacia un camino que ya conocía. "Entonces, creo que mis padres tienen un apartamento en Manchester que podría utilizar en verano... Y estaba pensando que sería excelente para mi curriculum presentarme como voluntaria en la sala de enfermería, falta mucho personal y poner etiquetas en medicamentos se me da muy bien para colaborar..."

Era algo que estaba pensando, quedarse por allí, quedarse con Jack hasta que pudieran iniciar juntos la universidad. O, tal vez, podría adelantarse. Se podrían enviar correos, mantenerse al tanto, Grace sabía que le enviaría vídeos o fotos cuando él le diga que estaba con gente solo para ponerlo colorado, pero todo estaría bien. Quería pensar de esa manera.

Porque podían pelearse, lanzarse zapatos, gritarse, pero estarían bien, porque se querían por lo que eran, no por lo que no eran o lo que aparentaban ser.

"¿Así que soy la pluma que escribe tus libros?" Preguntó mostrando una sonrisa. "¿Me dejarás leerlos algún día? Dios, me había olvidado qué lejos esta tu habitación de al mía, siempre que hacía este camino estaba pensando en qué me podías responder para ya tener una respuesta preparada," dijo dejando escapar una risa. No se había olvidado del beso de hace un momento, ni de lo que deseaba hacer y hacerle. Pero necesitaban estar en un lugar donde estuvieran a salvo de cualquier foto que pudiera filtrarse. Porque si hacía lo que quería hacer en el pasillo, los dos iban a tener problemas para entrar en la universidad.

Lo amaba. Estaba segura. No tenía dudas. Quería pasar todo el tiempo con él de aquí en más. Quería ser la chica que le sostenía la mano y sonreía mientras lo miraba como si no existiera nadie más en el mundo.

Grace Edwinson, también era una idiota.

Publicado por Grace L. Edwinson Dom Jun 30, 2024 12:23 am

Los siguientes minutos de mi vida los pasé de la forma a la que me había acostumbrado ese último año: caminando detrás de ella, vigilante. Pero de una manera totalmente distinta. En lugar de seguirla, la estaba acompañando. Su mano quemaba la mía, pero sin dolor. Su mero roce me volvía totalmente loco. Por fin había caído en la demencia más profunda, supongo, como era de esperar. Sus compañeras de pasillo entraron en su cuarto después de que ella les invitara en voz alta prácticamente a saquear su estuche de maquillaje, y ahogué una risa por lo bajo. Estaba tan segura de que podría reponerlo todo, de que conseguiría cada cosa que quisiese, que me asustaba.

Porque también me había conseguido a mí, que no era valioso pero sí inaccesible. Grace tenía el mundo a sus pies, y no solamente porque sus padres tuviesen dinero. Ella era mágica. Lograba lo que se proponía, ya tuviese que esforzarse en conseguirlo o simplemente pagarlo. Pero era tenaz y no se le escapaba nada.

Y yo no iba a dejarla escapar tan fácilmente, ahora que me había acostumbrado a su tacto y a la temperatura de su piel. Odiaba profundamente que me tocasen pero ella no tenía permitido soltarme.

—La pluma, la tinta y la materia sobre la que escribo últimamente. Es caótico e incomprensible. Tú eres… Eso. Imposible de entender. Por eso funciona todo tan bien y conectamos de maneras insospechadas. —respondí tras unos minutos de silencio, con la cabeza gacha mientras examinaba sus pies desnudos y decididos y mi mano agarrada a la suya. Conocía aquel pasillo al que me había traído, por supuesto. Igual que me sabía de memoria cada resquicio del internado, pues solía pasear por todas partes sin rumbo fijo, aburrido, leyendo o sumido en el caos de mi mente. Volví a sonreír y aferré con más fuerza su mano.

No tomé las riendas de la situación hasta que me vi parado frente a mi puerta. Unos meses atrás habíamos discutido en ese mismo lugar. Allí había pensado, por primera vez, que quería besarla. Para que se callase, para que no volviera a atacarme y porque necesitaba sentirla cerca. Pero la situación, por fortuna, era muy distinta. Me coloqué frente a ella, sin soltar su mano, y volví a apartarle el flequillo de la frente. Sus ojos centelleantes volvieron a atravesarme el alma. Por Zeus, esa chica sabía leerme mejor de lo que yo devoraba Cumbres Borrascosas una vez por mes.

Sí, es mi novela favorita, ¿qué pasa? ¿No has visto ya lo sumamente tóxico que soy? ¿De dónde crees que sale?

—No te retrases por mí, Grace. Tú sigue el camino que has trazado en este tiempo, y no te permitas preocuparte en absoluto. Ni se te ocurra fruncir el ceño pensando en dónde estoy o lo que ando haciendo. Ya lo sabes, de todas formas. Estaré leyendo, estudiando, discutiendo con algún idiota que pretenda fingir que es más listo que yo o tocando la guitarra en la azotea, que es nuestro territorio. Porque el año que viene, estés donde estés, me verás aparecer por la facultad el primer día fingiendo que estoy allí por casualidad y que me caes fatal durante un segundo. Puede que incluso te llame "rubita boba" o algo de ese estilo. Así funcionamos, ¿no? Escogerás bien el campus, y yo me voy a esforzar este último año para estar a la altura y conseguir estar contigo. Y para hacernos felices a los dos. Nos toca ya estarlo, ¿no? —así entonces el pomo de la puerta y la conduje dentro del dormitorio con la mayor suavidad que pude, aunque ardía en ganas de empujarla dentro y apoyarla contra la puerta. Mis compañeros de pasillo no habían salido de sus dormitorios y no nos habían visto, por suerte, pues los susurros y las risitas también resonarían en aquellas paredes. Podríamos estar tranquilos por un rato.

Dentro del dormitorio reinaba la tranquilidad y el orden acostumbrado. Mi ropa descansaba perfectamente doblada dentro de una maleta en el suelo, a excepción de la chupa de cuero, que continuaba prendida de la silla del escritorio. Los libros que poseía estaban todos colocados sobre el mismo escritorio, expectantes para ser depositados en mi equipaje. Ya lo haría luego. Solté su mano y me acerqué hasta ellos. No tuve que rebuscar mucho hasta encontrar un pequeño cuaderno negro. Mi cuaderno, donde había anotado durante cuatro años cada poesía, canción y frase caótica que se me ocurría. No todas trataban de ella, por supuesto, porque me había gustado otra chica en el pasado. Pero cuando aceptas a alguien en tu vida, lo haces a sabiendas de que lo aprecias por su pasado, su presente y su futuro; de que cada resquicio de su ser te llena y no lo quieres deconstruir para quedarte solo con algunas partes. Se lo tendí sin pensarlo. Ese era el presente que le había prometido. Si quería leerme y entenderme bien, ahí estaban todas las respuestas que necesitaba.

Ella ya lo conocía. Me había confrontado en el pasado por su culpa. Y así se había desatado, por vez primera, el ansia de quitarnos la ropa mutuamente y besarnos hasta destrozarnos físicamente y acompañarnos de por vida. Esa pequeña libreta le pertenecía. Era nuestra.

Pero no pude esperarme a que terminase de tomarla antes de volver a agacharme hasta besarla. Sin pensar. Sin calibrar. Sin entenderme. Volvía a tener calor, por lo que me quité el jersey que llevaba puesto de un tironazo y lo arrojé al fondo del dormitorio, quedándome en el proceso en mangas de camisa. Y, tras atraerla hacia mí aferrando su cintura, hice lo propio con su blazer, que se la saqué sin ningún miramiento hasta que la mandé a descansar sobre mi propio jersey. La quería cerca. Necesitaba sentir su piel pegada a la mía. Tan, tan cerca que se me olvidase la manera apropiada de respirar.

Jack, Jackie, John, ¿en quién te estás convirtiendo, canalla?

Publicado por Jack A. Hudson Dom Jun 30, 2024 10:10 am

Era como si todo encajara de nuevo. O estuviera donde tenía que estar.

Tomar la mano de Jack, caminar a su lado. Se sentía como respirar aire puro después de tanto tiempo encerrado. Como un día soleado después de tantos días de lluvia. No admitiría en voz alta que el joven tornaba su mundo en un arcoíris. Sin embargo, al levantar la vista, ver a Jack a su lado, escuchar sus palabras. Él solo sabía. Por supuesto que lo sabía. De la misma manera que ella sabía lo de él. Como Jack había dicho... encajaban.

—Trataré de no spoilearte todo para que tengas una experiencia única. Además, si una rubia tonta logró entrar, ¿por qué no lo harías tu? —preguntó en broma. No creía que ella fuera tonta, creía que era lo que todo el mundo pensaba, claro. Como si fuera su rol en el mundo, solo que ella había decidido romper aquel círculo y hacer lo que tenía ganas de hacer y usar toda su inteligencia no solo para combinar ropa. Esperaba que Jack entendiera el chiste, posiblemente bromearía mucho sobre eso, porque era fácil reírse de algo que uno no es.

Estaba por hacer un chiste más cuando Jack la volvió a besar.

Grace río entre sus labios. ¿Acaso había una mejor manera de terminar aquel ciclo escolar? Posiblemente no, o a ella al menos no se le ocurría sin recurrir a todas las películas románticas que había visto.

Se vio tentada a pedirle que no se fuera, que no le rompiese el corazón. Aunque toda historia tiene un final, Grace fantaseaba que tuvieran una larga vida juntos, hasta que ambos terminaran con el pelo cano, como Ellie y Carl en la película de Disney. No necesitaba que fuera fácil, necesitaba que estuvieran juntos, pero por el momento, podían ser jóvenes y divertirse.

—¿Quieres hacer alguna travesura, Jackie? —preguntó coqueta, divertida. Deseaba romper las normas una vez más.

Publicado por Grace L. Edwinson Lun Ago 19, 2024 11:25 pm

Estaba eclipsado. Me sentía en las nubes, totalmente ausente de mi propio ser. Veía sus ojos claros, sus pestañas largas y sentía su suave aroma frutal pegado a mi propia ropa. Me estaba volviendo loco, mucho más loco de lo que ya estaba por ella. Y no pienses que no me resultó complicado en un principio, desde el inicio del curso, aceptar que me gustaba el claro ejemplo de la mujer que no quería seguir durante el resto de mi vida. Pero era ella o no era nadie. Simplemente la quería. Conmigo y para siempre.

Calmé las ansias de seguir desprendiéndola de sus prendas de ropa para agarrarla por los pómulos y darle un beso gentil. Suave, como una flor en primavera. Abrí los ojos en ese momento y busqué los suyos, que continuaban cerrados. Entonces dejé que mi instinto hablase y soltase todas las palabras que había ocultado durante un año mientras rozaba su nariz con la punta de la mía. Hubiese sentido vergüenza de estar en mis cabales, pero no podía. Con ella no existían reparos ya. Éramos el combo perfecto. La pija y el macarra. La animadora y el rockero sin luces. El empollón y la niña que se come el mundo cuando camina por los pasillos. El culto y la inteligente. Dos médicos que solo querían ayudar a los demás. Solo éramos eso.
Y éramos dos.

—Mírame, Grace. Tú no eres una rubia tonta. Eres una imbécil, como yo también soy, y creemos que nos vamos a comer el mundo. Y lo vamos a hacer juntos, a nuestra manera. Y no pienso permitir que nadie te haga sentir inferior, o que tú misma te lo creas, porque soy el único que puede meterse con la rubita con aires de superioridad. Y tú vas a sacar la cara por ti todo el rato porque eres fuerte, independiente y poderosa. Somos un pack, ambos. Hemos sufrido, nos hemos jodido vivos y se acabó de una vez la noche para dar paso al día. —una última sonrisa asomó de mis labios antes de besarla de nuevo, con la misma suavidad que la había agarrado. Entendí su broma perfectamente, pues ella quería de mí lo mismo que yo de ella. Todo. Pero no iba a ser brusco. Teníamos toda la vida para satisfacer nuestros deseos mutuamente. Para caminar a su lado tomándonos de la mano sin buscar problemas y mirarnos como iguales. —Sí, quiero. Vamos a la cocina a robar pasteles. Pongamos petardos en los baños del segundo piso. Robemos exámenes. O bésame hasta que me quede sin aliento y nos convirtamos en uno, Grace Edwinson.

Y la besé. Y el resto, pues es historia.

Debo reconocer que me sorprendió ver sobre su pecho, ya pasado un buen rato, una fina cicatriz que indicaba que había sido sometida a una operación de corazón. No tenía la menor idea, pues nunca me lo hab´´ía comentado. Hubiese querido preguntar, curioso, pero me limité a parpadear y vacilar durante medio minuto. En ese momento dejé de apretar su cuerpo para mirarla. Quería seguir tocándola a sabiendas de que me lo permitía. Lo prefería a ganar la beca que tanto ansiaba. Y ella no se negó, debo decir. Lo he dicho ya. Éramos uno.

Teníamos demasiadas conversaciones que compartir, ambos. Y acaricié la cicatriz con la punta del dedo índice pero no esbocé ninguna pregunta en voz alta. También deposité un suave beso ahí, pues sus cicatrices y las mías se hermanaban a la perfección.Tendríamos tiempo para hablar, para contarnos.
Teníamos toda la vida.

Ya lo he dicho. El resto es historia. Bonita, colmada de discusiones porque así somos, pero historia.

Publicado por Jack A. Hudson Mar Ago 20, 2024 6:57 pm

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