Broken mirror

Recuerdo del primer mensaje :

Estaba frío. El viento golpeaba contra mi cara. Mi nariz y mis mejillas estaban duras y sonrojadas. Mi pelo revoloteaba y se enredaba con el movimiento del viento. Debí haberlo recogido antes de bajar, pero no estaba pensando cuando lo hice. No podía dormir. Tenía que salir de la habitación. Con suerte me había abrigado antes de salir de ese lugar. Seguí en la misma posición. Brazos dentro de mi saco azul, mis pies a un paso de rozar el agua del lago aún congelado. No miraba nada. Miraba todo. Era toda la vista de un cuadro, una pintura, un dibujo en lápices azules y celestes. Las montañas de fondo, los árboles nevados, el lago congelado, algunos copos de nieve que daban vuelta en el aire. No sabía si nevaba o sólo eran levantados por el viento. Los ignoraba, pero podía tratarse del viento que azotaba con fuerza. No debería estar ahí afuera, nadie debería estar ahí fuera, pero yo lo estaba y ante mis ojos había visto pasar un hermoso amanecer que por un momento baño todo el paisaje en oro líquido hasta que el sol se escondió tras las nubes. Aún podía sentir los rayos sobre mi piel, incapaces de calentar, pero llenos de esperanza que se desvanecieron al momento.

Volví a pensar en la pintura. Pensar en otras cosas me ayudaba a no pensar en aquello que en verdad quería ignorar, la razón por la que me había despertado con una capa de sudor en mi piel. Acuarelas, acrílico u oleo. Descarté el acrílico, no me gustaba para ese paisaje. El oleo podía ser, le daba una gravedad y una textura hermosa. También podía hacerlo con lápices de carbón en diferentes gamas del azul, pero no tenía intenciones de manchar mis manos. Las acuarelas tenían su encanto, pero me sonaban demasiado infantil. Enseñaba a mis alumnos a usarlas, pero sentía que había madurado demasiado para eso. Acrílico. En acrílico quedaría hermoso definitivamente. Podía diluirlo cuando quería que la pintura fluyera, dejar más oscuro donde quería. Acrílico sería. Comencé a imaginar la paleta de colores. Azul marino para las partes oscuras, los árboles la parte del cielo que aún era oscura. Tiza o un gris claro para la parte de nieve, blanco quedaría demasiado impactante. Azul maya, necesitaría de ese, para la parte donde la montaña se fundía con la nieve. Azul Royal, también tenía que contar con eso. Los copos de nieve, debería dibujar los copos de nieve que se aparecían cada tanto en la vista.

¿Debería dibujarme a mi? ¿A esa pequeña persona que estaba parada a la orilla de un lago congelado, con la mirada perdida y las mejillas sonrojadas, con sus cabellos anaranjados flotando sin ninguna dirección? Rompería los colores. Ya necesitaría naranja. No conocía ninguna persona con el pelo azul, pero no quedaría lindo. Si ponía a una persona tenía que usar colores oscuros, que rompan con los colores que había elegido. Necesitaría una nueva paleta para eso. No. No había espacio para eso. En realidad debería volver. Tenía que dar clases. No me moví. Hoy era sábado, y ya era tarde, posiblemente estuvieran sirviendo el desayuno o no. No tenía idea de que hora era, llevaba demasiado tiempo en el mismo lugar. ¿Cuánto llevaba allí parada? Tenía que moverme. No me moví.

Publicado por Ophelia E. Westerberg Sáb Feb 06, 2016 11:14 pm

Hay dos caras de la moneda. Una que puedes ver y la otra que vez al voltear. De manera aleatoria, dependiendo de la situación, la moneda es tirada al aire, y dependiendo de cómo la tomes el lado que vez. Puede ser el mejor lado o puede que no lo sea. Puede que veas las cosas como son o como crees que deberían ser, pero siempre hay que recordar que la moneda se puede dar vuelta. Esa era la visión que tenía sobre el optimismo y el pesimismo. A veces la moneda tenía tendencia a caer del lado del último, pero no había que olvidarse que las cosas podían salir tan bien o tan mal como uno se lo propusiera, al final, solo dependía de uno, no de lo que dijera la moneda.

—Nate, salir de aquí o no, dependerá de nosotros, si vez que estamos encerrados, entonces serás incapaz de ver una salida por más de que este frente a ti. Deja el pesimismo, solo empeorará toda la situación— Era posible que sonara a regaño, pero no me importaba, prefería que me miraran como una profesora que se quejaban por ese tipo de cosas, que por no tener la tarea completa. Siempre los iba a regañar por esas cosas, porque era de las que creía que todo era posible, si se lo intentaba con fuerza. —Vamos a salir de aquí.

Repetí con seriedad para que se lo grabara en la cabeza. Acabaría por pedir que sumaran más libros de metafísica en la biblioteca, así podía repartir los mismos entre los estudiantes.

—Puedes llamarme Ophelia, Nate, creí que lo había dejado en claro la primera clase— Respondí a sus palabras sin saber que otra cosa decir. Era complicado querer expresar todo ese sinfín de palabras que se venían a la cabeza cuando tratabas de decir que todo iba a estar bien, pero como respuestas recibías palabras que eran tan reales como las piedras en las que estaba sentada. —No debes pensar en lo que las otras personas piensen o dicen o, incluso en lo que crean. Lo que importa es lo que pienses tu, y que, si alguien piensa diferente, no trates de imponer tu idea, algunas mentes no son lo suficientemente flexibles como para entender que se puede pensar de otra forma. No te preocupes por ellos, posiblemente en la ignorancia vivan mucho más felices, sin preocupaciones.

«Al menos hasta que fuera necesario» Agregué en mi mente con la sensación de que todo lo que estaba pasando no terminaría pronto, y que, lo que se había visto, podía ser aún peor. Un escalofrío me hizo estremecerme de tan solo pensar en eso.

Las palabras de Nate me dejan tiesa por un momento antes de poder responder. Era un chico muy maduro, se notaba en sus ojos que había vivido una historia que yo no conocía, pero que lo había marcado. Negué en silencio, incluso antes de que terminara de hablar.

—No— Es lo primero que digo, y me gustaría repetirlo nuevamente. —Nate, mírame, nunca compares esta situación con un juego de ajedrez. Puedes comparar la vida si te place, pero no compares esta situación con aquel juego. Si alguna vez lo jugaste, entonces tienes que saber por qué lo digo. En el ajedrez, para ganar, siempre hay que sacrificar una pieza, y creo que ya hemos tenido una dosis demasiado grande de eso.

Explico con seriedad, exigiendo que haga lo que yo pedía. El ajedrez había sido un juego que nunca había sido de mi agrado, especialmente por esa parte, porque para ganar siempre una pieza tenía que ser sacrificada. Yo sentía lastima hasta por el peón, la pieza más pequeña, y aquella que se sacrificaba primero. «¿Quienes serían los peones en esto?» Me pregunté en mi mente pasando por mi mente imágenes de todas las personas en el internado. Negué. No, no podía pensar en eso.

—Te importa mucho ¿verdad?— Pregunté cambiando de tema con cierta brusquedad, no me importaba, prefería eso a que comparar el internado con el juego de ajedrez, aunque saber quienes eran las piezas blancas y las piezas negras podía ser algo de ayuda. Saber a quienes se enfrentaban. —Me refiero a Calliope, la has mencionado un par de veces desde que estamos hablando. Es una buena chica.

Publicado por Ophelia E. Westerberg Vie Abr 01, 2016 11:53 am

No era pesimista, o quizás sí lo era, el punto es que estaba acostumbrado a ver el lado crudo de las cosas porque había dejado atrás por mucho a todas sus ilusiones y recuerdos. La infancia de Nathaniel se vio desviada por la muerte de su madre y desde ese momento el chico tuvo una vida poco placentera, tuvo que crecer antes de tiempo y adaptarse al mundo que su padre le ofrecía y que era el único que conocía. Aunque Nate constantemente deseara que lo demás estuvieran bien, siempre pensaba en primer lugar en las opciones realistas, aquellas que eran posible y llevaban la delantera. La sola idea del encierro lo sofocaba, pero no podía contradecir a Ophelia en ese momento sin mostrar todos sus argumentos, cosa que generaría un debate entre docente y estudiante, Nate no estaba dispuesto así que esbozó una leve sonrisa mientras asentía dándole la razón de cierto modo, no estaba seguro de que esa opción fuera posible, pero no podía hacer nada más en ese instante.

La escucha, aunque no puede prometer nada, Nate siempre mantenía la costumbre de respetar a las autoridades así se tratara de una profesora tan joven, amble y flexible como Ophelia. Tenía la razón y no solo por su posición, incluso como una simple persona estaba en lo cierto y él no se atreve a decir nada, igual al final del día acabaría por preocuparse por él y por sus más cercanos, tratar de convencer al mundo de su visión era una tarea imposible, incluso si se tratara de largos años no lo lograría.

Nate la ve, tal cual como ella se lo pide. La deja terminar y luego toma un respiro grande, uno que llena sus pulmones de aire frío y que los refresca de cierto modo. —Usted lo ha dicho, profesora... Ophelia. Hemos sacrificado mucho, pero el temor que tengo es que tengamos que sacrificar más. No esperábamos nada de lo que pasó y no sé si tenga que plantearme tener que esperar para poder evitar lo que pueda o que no duela tanto—. Se apresura a volver a hablar ya que sabe que le había prometido en silencio algo que no estaba cumpliendo. —Perdone la falta de optimismo—. Sonríe de lado, no podía cambiar tan rápido.

La mención del nombre de la chica lo hace sonreír, la vista al horizonte le sirve para imaginarla con mayor amplitud, para intentar adivinar qué estaría haciendo aun cuando él pasaba largos ratos con ella. Asiente y luego ve a la docente. —Si, a diferencia de muchos con ella aquí siento que estoy completo y que no me importa si alguien está afuera esperándome o no, solo me interesa que ella este bien. Es mi mejor amiga, ella es... Callie es muchas cosas juntas en mi vida—. La sonrisa que se forja en su boca es honesta aunque sabía que eso estaba lejos de significar todo lo que Calliope era para él, Nate no se pondría a derrocharle a Ophelia toda su vida amorosa, no en ese momento. —¿Hay alguien afuera que te esté esperando? Alguien importante.

Publicado por J. Nate Seeber Dom Abr 03, 2016 11:23 pm

Negué en silencio. No estaba mal tener esa clase de pensamientos, era totalmente normal teniendo en cuenta todo lo que había ocurrido, solo había que encontrar una manera de salir de ellos, tratar de encontrar una solución, por más de que en ese momento no se viera, por más de que pareciera imposible. Mantenerse en ese punto negro solo sería peor y peor, y mientras uno más se hunde, más difícil se vuelve poder ver la luz.

—Es miedo, lo que dices, en su mayoría es miedo, y no esta mal tener miedo, yo también tengo miedo. También me acuesto por las noches pensando qué pasará mañana, rogando porque se trate de un día común y corriente donde todos seguimos la rutina que seguimos desde el día en que entramos en el internado— Explico con toda la paciencia que me es posible, y muerdo mi labio inferior al confesar que yo también estaba aterrada, aunque no agregué que a veces mis piernas temblaban con cada sonido extraño que me parecía escuchar. —Solo no hay que quedarse estancado en ese miedo, ni estar esperando lo peor, puede que no te pueda decir cuál es la solución, pero si se que esa no es.

Tomo una buena bocanada de aire antes de cambiar de tema. Ya la promesa de que íbamos a salir de ésta situación estaba hecha, no podía repetirlo nuevamente en voz alta, porque sonaría igual de desesperado que sonaba en mi mente, y no era lo que buscaba, buscaba mantenerme segura como creía que lo estaba haciendo o al menos como intentaba sonar, cuidando mis palabras y mis gestos.

El nuevo tema de conversación me gusto. Era hermoso ver el amor entre jóvenes, aunque solo era capaz de ver una de las partes. Había tenido a esos estudiantes desde hacía tiempo, la sensación de verlos crecer y todo lo que traía era inexplicable. Suponía en mi interior que así se debía sentir tener un hijo, al verlo avanzar, enamorarse, caerse y levantarse nuevamente, había visto todo eso en los estudiantes, como no bajaban los brazos, como lloraban para luego sonreír, como vencían día a día pequeños miedos y como lograban pequeños sueños. Era algo que podía ver todos los días y jamás me cansaría de ello.

—Se nota, que ella es especial para ti— Explico sin hacer referencia a los ojos iluminados del chico o la manera en la que sus pómulos se levantaron cuando sonrió al pensar en ella. Podría intentar pintar mil veces aquel cuadro que ya había visto tantas veces, jamás lograría captar la sensación que trasmitían unos jóvenes ojos enamorados. Negué nuevamente ante la pregunta. —Me gustaría decir que si, pero en el caso de que hubiera alguien esperando por mi, no hubiera sido capaz de dejarlo atrás por tanto tiempo. No tengo nadie que me este esperando. Supongo que el sueño que tenía de pequeña de tener una familia e hijos antes de los treinta se ha vuelto un poco imposible, pero no es algo que me preocupe, tengo muchos jóvenes que me dejan velar por ellos.

Publicado por Ophelia E. Westerberg Jue Abr 14, 2016 2:07 pm

En otro momento hubiese detestado aquella palabra. Miedo era el título que muchos le pusieron a las bases de su comportamiento y la verdad es que herían continuamente la dignidad de Nathaniel con cada mención. Psicólogos, terapeutas, su familia entera decían que actuaba por miedo y por la soledad en la que vivía luego de abandonar la vida que su padre le ofrecía. En ese momento la idea era repulsiva pues él se creía lo suficientemente hombre para no tener miedo de nadie ni de nada, pero tuvo que pasar un tiempo para que Nate creciera y comprendiera que el miedo, más allá de ser una debilidad, era una condición con la cual todos pueden vivir, siempre está ahí, solo hay que esperar el momento que se active. Nate toma un respiro y llena sus pulmones de aire frío, tarda unos segundos, pero termina por aceptar y asiente lentamente sin ver a la docente. —Si, es posible. Después de todo el miedo siempre esta sembrado en el interior, solo que espera aparecer por alguna u otra razón, no sé si me explico—. A veces se sentía tosco con las palabras, no era tan bueno como Gru al explicarse, por ejemplo. —Pero creo que a veces es bueno agradecer que el miedo está ahí presente, en lo particular siento que es el motor que nos impulsa a responder en muchas oportunidades. Es lo que ha hecho que nos movamos ahora, por ejemplo.

Se sentía desnudo cada vez que hablaba de Calliope, ella era su debilidad y por ende no tendía a contar mucho del tema. Ophelia, por otro lado, era una de las docentes que más respetaba del internado así que se sentía a gusto con ella y capaz de decir lo que quisiera sin miedo a que le diera un golpe en el brazo por idiota o que lo tildara de mariposón por sonreír tanto al referirse a una fémina. —Si, lo es, es una de las cosas que no cambiaría en este lugar, por ejemplo—. Apunta, las ganas de arrepentirse eran menos cuando en su mente aparecía el rostro de Call y su sonrisa particular.

Escucha a Ophelia y gira a verla, probablemente una mujer de su edad y de tanta belleza debería de tener a esas alturas varios pretendientes u opciones para un futuro provechoso, tuvo que escucharlo de sus labios para poder creerlo. —Creo que conocemos muy poco del futuro y que a la vez al futuro le gusta hacer y deshacer con nosotros, por eso estamos tan asustados, no sabemos lo que viene—. Sin darse cuenta se había escabullido del tema así que se apresura a recapitular. —Lo cierto es que creo que le espera algo bueno, profesora. puede decirme que es un cliché y todo, pero es una de las personas más bondadosas que conozco de este lugar y creo que usted se merece la oportunidad de lograr eso que tanto quiere lograr; la familia, el esposo, el perro... todo con lo que sueña. A veces las cosas tardan en llegar, tardan, pero llegan. No solo va a contemplar a sus estudiantes, se lo prometo.

Nate ve el lugar, la temperatura estaba bajando, el chico tiene que frotar sus brazos un poco y soltar un suspiro. —Si este sitio no nos encierra para siempre probablemente nos mate por el frío—. Comenta con una curvatura ladina.

Publicado por J. Nate Seeber Lun Abr 18, 2016 4:50 pm

No solía pensar en cómo sería mi vida de no haber entrado en el internado. Se me complicaba a la hora de imaginar mi vida sin estar rodeada de todos esos estudiantes que me buscaban cada vez que necesitaban la opinión de un adulto, o que crecían a los golpes hasta dar con la abertura de la pared para poder seguir adelante. Una vez había tenido sueños, eso era verdad, una vez había soñado con una casa con las paredes verdes y grandes jardines cubiertos de rosas, muy al estilo inglés. Había soñado con una familia, una verdadera familia, un esposo, niños pequeños, la alegría que se sentiría al tenerlos en mis brazos, pero esos sueños ya no eran actuales, los había perdido hacía mucho, mucho tiempo.

Una vez había tenido novio, creí que ese chico, cuyo nombre ya no recordaba, estaría conmigo hasta la muerte, pero me abandonó en el momento en que más lo precisaba. Se fue junto con mi hermano y mi madre, pidió distancia y yo se la di. Luego de él nada fue serio, y no me importaba que no lo fuera. Tener que asistir al funeral de mi hermano y, posteriormente, al de mi madre, me habían roto lo suficiente el corazón como para no querer enfrentarme a que sea roto nuevamente. Simplemente me aleje de ello sin dejar de amar lo que una vez había amado, sin dejar de desear lo que una vez había ansiado. Había pedido ver a los niños crecer, hacerse adultos, y tenía esa oportunidad en el internado. No podía estar más orgullosa del trabajo que tenía, incluso con todo lo que estaba pasando. No lo cambiaría por nada.

—Lo aprenderás cuando crezcas, Nate, pero hay veces que cuando miras hacia atrás deseabas algo que ahora no quieres. No porque haya sido una mala idea o porque no te gusta más. Simplemente hay cosas que dejas atrás— Dije sin titubear en mis palabras. Era simple, ya no deseaba la casa, no deseaba el esposo, ni los niños. Solo deseaba envejecer en un lugar tranquilo como el internado, viendo a los niños crecer, aunque no fueran míos, pero se sentían como tales. —No te preocupes por lo que el futuro tiene preparado para mí, honestamente, ya dejó que él siga su curso como lo tiene pensado, yo intervendré, cuando crea que me lleva a un camino cuyo destino no quiero arribar.

Me puse de pie al terminar de hablar, extendiendo una mano al joven para que también se pueda parar. —Tienes razón, ¿Sabes? El miedo nos mantiene activos. No dejes que te controle, úsalo y sácale todo el provecho que puedas.

Añadí mirando desde la altura en la que me encontraba y mostrando una de mis cálidas sonrisas.

—Será mejor regresar dentro, no quiero acabar como una paleta helada— Aseguro frotando mis brazos, y me muevo a un lado para que pueda pasar. —Detrás de usted jovencito— Lo acompaño hasta la entrada del internado antes de despedirme con un movimiento de la mano. —Recuerda no perder la esperanza.

Publicado por Ophelia E. Westerberg Dom Abr 24, 2016 6:40 pm

Ophelia le resultaba misteriosa, icónica. Por fuera era un ser que irradiaba dulzura, bondad, amabilidad a todos los que se encontraba en el camino. Era típico verla en los pasillos y saludarla, así el humor no fuera precisamente bueno, ella siempre tenía una palabra o un gesto que hiciera sentir mejor a sus estudiantes aún cuando los mismos pensaran que era imposible. Pero ahora que escuchaba la historia que le contaba de sus propios labios, no podía dejar de pensar que había más en la vida de la docente de lo que todos conocían en el Internado. Ophelia es una de esas personas de las que uno no piensa mal sino al contrario, Nate era uno de los que imaginaba que seguro ella tuvo una vida perfecta desde pequeña y pronto tendría una gran familia que la haría feliz, no le auguraba nada malo a su profesora, pero ahora ella misma lo había dejado con la duda y Nate no sabía que pensar. Lo primero que podía hacer era recordar a Gwen, la rubia y su constante desconfianza a la profesora. —Siempre hay cosas mejores que desear, profesora, por eso pasamos al futuro y no nos quedamos en lo que ya fue.

Nathaniel sonríe y asiente de una manera casi imperceptible, ella era una mujer muy inteligente, seguro sabría qué hacer con su vida para ser feliz, porque estaba claro que merecía ser feliz.

El joven toma la mano de la profesora y se levanta, trata en el proceso de no simbolizar mucho peso para Ophelia ya que sabe que de antemano era más pesado que ella. —Si, eso ayuda en esta situación que vivimos, solo espero que no sea algo permanente—. Sonríe de lado, tampoco es que esperaba vivir así de por vida. —Fue todo un gusto hablar con usted, profesora... Ophelia—. Asegura, la había pasado bien y había sido un buen punto encontrarse con ella contrario a otras personas que no lo ayudarían mucho.

Nate camina con la pelirroja y se adentra en el internado, ya ahí decide caminar un poco y perderse en el interior, hubiese buscando a Callie, pero quizás la castaña necesitara su espacio. Entre pensamientos tontos sus propios pasos lo llevaron cerca de la habitación de la chica, ¿tocaría la puerta? Aún quedaba tiempo para una larga y sustanciosa conversación como las que siempre solía tener con la castaña.

Publicado por J. Nate Seeber Jue Abr 28, 2016 11:15 pm

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