Under pressure

Durante el desayuno, el profesor Pratchett se había acercado a él para comunicarle que quería verlo en la sala de profesores en cuanto terminara la hora de desayunar. No dio ningún detalle acerca de por qué quería verlo, lo cual inquietó a Ezra. Apenas pudo terminarse la tostada que quedaba en su plato, algo que le pasaba muy a menudo últimamente. Así que, en cuanto su estómago dijo “hasta aquí,” se limpió las comisuras de los labios y salió del comedor para dirigirse a la sala de profesores.

Durante el camino, su mente no paraba de barajar distintas razones por las cuáles el profesor de literatura quisiera verlo. ¿Sería por algo que había dicho en clase la semana pasada? Si bien los profesores de lengua y literatura lo solían sacar de sus casillas con sus distintas visiones hacia aquello que leían y de normal solía rebatirles las lecciones utilizando el conocimiento aportado por sus padres, debía admitir que las lecciones del profesor Pratchett no estaban del todo mal y por lo tanto intentaba hablar lo necesario. ¿Sería referente al tema de que habían suspendido las clases y qué pasaría con sus notas? ¿Estaría convocando a todos los estudiantes? No, seguramente no, pues de ser así los hubiera reunido a todos en un aula. De todas las razones que se le ocurrían relacionadas con el ámbito escolar, ninguna le parecía lo suficientemente lógica y razonable. Y eso lo ponía aún más nervioso. Solo había una posibilidad que le parecía lo bastante lógica pero no quería pensar en ella.

Cuando llegó a la puerta de la sala de profesores en el tercer piso, se frotó las manos en los pantalones, pues debido a los nervios le habían empezado a sudar. Cuando pensó que estaba lo suficientemente relajado y preparado para enfrentarse a lo que fuese que quisiera hablar el profesor Pratchett con él, llamó tres veces a la puerta con los nudillos y esperó paciente a que alguien lo invitara a entrar antes de abrir la puerta.

Cuando escuchó la voz del profesor desde el interior de la sala, abrió la puerta lentamente como el que teme ver lo que hay dentro de la habitación. Pasó y cerró la puerta tras de sí. Ni siquiera tuvo tiempo de preguntar qué ocurría y por qué lo había citado mientras se adentraba en la sala, cuando el profesor volvió a hablar. Agradeció internamente que fuese directo al grano. Aunque por otra parte lo maldijo por hacerle repetir en su cabeza una vez más la imagen de la profesora cayendo contra el suelo. Imagen que se había repetido en bucle durante las últimas cuarenta y ocho horas.

Se acercó hasta la mesa para ver qué señalaba exactamente, reconociendo así un mapa del internado (o eso le pareció de primeras). La marca que señalaba no podía ser otra que la cabaña abandonada, además de que la pregunta del profesor le daba ya la respuesta. Meditó la respuesta unos instantes, intentando recordar la reunión de la Organización.

—Ehm… Creo que sí. —Contestó casi en voz baja—. Sí. —Afirmó esta vez de manera más rotunda—. Ella propuso el lugar y lo sometimos a votación por si había alguien a quien le pareciera mala idea. Salió que sí y pues allí nos reunimos. —Añadió sin darle mucha importancia. No sabía si podía confiar en el profesor Pratchett pero, dado que él seguía confuso por la situación ocurrida en el bosque y no encontraba lógica alguna, creyó que la conversación con el profesor podría llegar a ser esclarecedora.

—De todas formas, ¿qué más da si fue Ophelia o no? Si ella estaba con Yvette, le hubiera informado del lugar de la quedada, fuera cual fuera. Y la situación hubiera sido la misma. —Fue más una reflexión en voz alta que otra cosa, pues no le veía la relevancia en el caso. Si hubieran dicho las vías o el puente, Yvette los hubiera estado vigilando y la profesora Westerberg hubiera intentado detenerlos igualmente. Aunque posiblemente no hubiera acabado igual si Gareth y Pratchett no hubieran aparecido. Ante ese pensamiento, clavó los ojos sobre el profesor, preguntándose qué hacían él y Gareth en el bosque aquella mañana ya que nunca lo dijeron claramente. A este último le dio el beneficio de la duda recordando su pobre excusa y el hecho de que recibió un disparo.

Puesto que no iba a acusar al profesor, al menos no por ahora, se quedó un rato mirando el mapa de forma curiosa. Era rudimentario y parecía que faltaban algunas zonas (eso, o que su cerebro había perdido cualquier conocimiento sobre orientación y no sabía ubicarlas dentro del mapa).

— ¿Qué son estas marcas de aquí? —Preguntó señalando básicamente por todo el mapa, cogiendo asiento en una de las sillas. No sabía cuánto tiempo iba a estar allí y le parecía un poco ridículo el quedarse de pie—. Si no es mucha molestia que pregunte.

Reflexionó sobre las palabras del profesor. No lo había llegado a ver de ese modo hasta ahora. Quizás fuera porque la falta de sueño estaba pasando factura a su ingenio y le dificultaba pensar con claridad. Ignoró, o más bien quiso ignorar, el hecho de que Pratchett acababa de admitir que los había estado vigilando.

—Puede ser… —Murmuró dándole la razón—. Aun así, sigo pensando que a pesar de que fuera adrede, no conseguían mucho con ello. Es decir… Si hubiese salido que no en la votación, ¿qué hubiese hecho la profesora Westerberg entonces? ¿Obligarnos? Eso la hubiera expuesto demasiado. —Negó con la cabeza, porque seguía sin verlo—. Pero supongo que lo que dice no suena muy descabellado. Al fin y al cabo, encontramos a Isak y a Nate en aquella misma cabaña, ¿no? —Dijo pensando en la posibilidad de que quizás Pratchett no fuera muy desencaminado al pensar que el escondite de la exdirectora estaba cerca. No sabía si en verdad había sido Yvette quién los había mantenido cautivos en aquella caseta, pero fuera quien fuese no podría andar muy lejos. Además, tras el incidente de hace dos días, tenía una gran razón para creer que había sido ella.

Luego, observó el mapa mientras lo escuchaba, siguiendo con la mirada aquellos puntos que indicaba. Arqueó las cejas sorprendido por lo mucho que se había volcado el adulto a la causa. Su empeño por descifrar lo que allí ocurría era de admirar, pues dudaba que alguien más se hubiera tomado las molestias para hacer su propio mapa y llenarlo de marcas. Empezó a pensar que el profesor Pratchett había leído demasiadas novelas de carácter policiaco. La novela negra debía de ser su género favorito.

—Eso dígaselo a mi padre… —Dijo con sorna ante el comentario de los Boy Scouts. Claro, que si su padre hubiera sabido que su hijo iba a acabar encerrado en un internado dirigido por una psicópata, seguramente lo hubiera apuntado para que aprendiera lo básico en supervivencia.

—Brian lo encontró. —Contestó con simpleza. Tras lo poco que llevaba de conversación con el profesor de lengua, sabía que no hacía falta decir que las posibilidades de que fuera por causalidad eran muy remotas—. ¿Alguien que quisiera que pidiéramos ayuda quizás? —Cuestionó al pensar en ese alguien distinto a la exdirectora Gunnhild.

Cierto. Ahí ya no podía seguir debatiendo para quitarle la razón. Hasta él mismo votó a favor a pesar de que al principio dudó de si era el mejor sitio pero, al final, el argumento de que todos los que iban sabían de su ubicación y de que tampoco estaba muy alejado de la supuesta salida del internado acabó por convencerlo. Con un leve asentir y un suspiro que sonó más como un bufido señaló su rendición ante el tema.

—Ahí sé tanto o menos que usted. —Respondió con una sacudida de cabeza ante las siguientes preguntas—. No sabía de la existencia de la cabaña hasta que salimos a buscarlos y la encontramos. —Se rascó la barbilla pensativo. Por lo que recordaba, antes de salir a buscarlos, habían dicho que estaban cumpliendo un castigo o algo parecido en el bosque. ¿Quién en su sano juicio manda a unos alumnos a cumplir unas tareas al bosque con la que estaba cayendo? Sin saber por qué, le vino a la mente aquel capítulo de Harry Potter y La Piedra Filosofal en el que el Trío Dorado y Malfoy acompañan a Hagrid al Bosque Prohibido para cumplir con un castigo. Ante ese paralelismo, no pudo evitar pensar que todos los sucesos eran parte de un plan mayor, y necesarios para desarrollar la trama. Después pensó que empezaba a perder la cabeza. Maldita literatura—. Creo que estaban cumpliendo un castigo o algo así, quizás con el guardabosque... No lo sé. —Añadió por si eso le podría servir de algo.

—No si quieres convertirte en un autor profesional. —Replicó después imitando las palabras de su padre cuando le pedía algo de tiempo libre para jugar o hacer otras cosas de carácter recreativo. Por suerte para él, su madre llegó a convencer a su padre para que lo dejara apuntarte a clases de música. Aunque ahora lo pensaba y posiblemente los Boy Scouts hubieran sido mejor opción.

Después, volvió a asentir con la cabeza entendiendo el punto de vista del profesor. Sin pruebas suficientes no podían descartar nada, por muy ilógico que pareciera. Y eso lo había aprendido en las últimas semanas ya que nada parecía tener una lógica o razonamiento, lo cual lo estaba volviendo loco.

—Sí, se podría decir que era así. —Dijo respondiendo así a la última pregunta—. Era… —Hizo una pausa y se masajeó la nuca pensativo, intentando recordar un momento en el que Yvette no fuera la mala de la película ante sus ojos—. ¿Normal? No sé, a la gran mayoría, por no decir a todos, nos pilló por sorpresa enterarnos de su pasado. Es decir… Sí que había veces en los que tenía esa mirada que hacía que salieras huyendo, pero supongo que todos los directores o figuras de autoridad la tienen, ¿no?

No tuvo que pensarse mucho la respuesta, ya que lo había visto perfectamente y él mismo se preguntó por qué Motka tenía una llave de la cabaña.

—Sí, tenía la llave. Fue algo que me llamó la atención, pero dejé darle importancia cuando… Bueno, usted sabe cuándo. —No quería ni mencionarlo. Si lo mencionaba una vez más, volvería esa imagen tétrica y macabra a su mente, y ya había tenido suficiente en la última semana. En ese momento, pocas eran las dudas que le quedaban para pensar que Yvette era la cabeza de todo.

—¡Exacto! —Exclamó sorprendido de no ser el único que había visto el paralelismo. Es que no podía salir nada bueno de ese castigo, y la literatura estaba para probarlo. Y luego hay algunos que dicen que leer es una pérdida de tiempo y que solo sirve para llenarte la cabeza de pájaros. Pero allí estaban, cumpliendo con todos los tópicos de la literatura y el cine de terror y misterio—. Bueno, los profesores soléis ser quienes ponen los castigos. Y el señor Motka y el señor Hempstead también. ¿Cree que pudo ser la profesora Westerberg u otro profesor? —Preguntó curioso por saber la opinión de Pratchett, ya que él desconocía quién los había castigado y empezaba a creer que no todo podían ser casualidades.

Con esas palabras de disconformidad, el profesor de lengua empezó a caerle un poquito mejor. Incluso por un microsegundo, deseó que su padre hubiera sido un poco como él. Por suerte, con el tiempo su padre había dejado de influir en su futuro y decisiones, aunque eso hizo que se distanciaran aún más. Como reacción, compuso una mueca que indicaba que ya era tarde para hacer algo diferente pero que estaba totalmente de acuerdo.

—No las dé. Yo también lo espero así. —Dijo ignorando el hecho de que acababa de ser interrogado sin ninguna razón. Lo cual era totalmente injusto pero, dado que para él había sido una charla un tanto esclarecedora, le importó bien poco. Gracias a ello, consiguió considerar puntos de vista y opciones que hasta ahora ni siquiera había pensado—. Si necesita algo más, ya sabe donde encontrarme. —Añadió tras una breve pausa, levantándose del asiento dispuesto a marcharse de allí.