All We Have is Now

Aquel día había amanecido con un dolor de cabeza descomunal, de esos que hacen plantearte el permanecer acurrucada en tu cama y sólo salir cuando sea estrictamente necesario -es decir, para mear o comer, por ejemplo-. Podía haberlo hecho, sí, pues era mi día libre. Pero no quería malgastarlo así, y es que pasaba demasiadas horas encerrada en esas cuatro paredes haciendo lo mismo una y otra vez. Por un lado lo prefería así, porque manteniéndome ocupada no tenía tiempo para pensar y, por ente, acabar hecha añicos. Pero por otro, necesitaba salir de ese círculo vicioso aunque sólo fuera por un momento. Era consciente de que guardar todo dentro de esa forma no era sano. Era como si hubiera activado el modo automático, convirtiéndome en una máquina y dándole la espalda a mis emociones. Pero, ¿es que acaso había otra forma de sobrellevar todo lo que ocurría en el internado?. Ni siquiera me quedaban cigarrillos, que son de las pocas cosas que consiguen relajarme. Joder, no tenéis ni idea de lo duro que es tener que soportar el mono.

Todavía tirada en la cama, giré el rostro para mirar la hora en el reloj despertador: las 11:46. Suspiré algo resignada, como si alguien estuviera obligándome a levantarme. La luz del Sol me cegó cuando me asomé por la ventana para ver qué tiempo hacía; sorprendentemente hacía un día espléndido, más razón para dejar de hibernar y salir de mi lúgubre habitación de una vez por todas. Me gusta Escocia, sobre todo por sus paisajes verdes, pero a veces la lluvia puede llegar a cansarte. Irónico como en un lugar tan bonito como este puedan ocurrir calamidades de todo tipo...

De repente, sin comerlo ni beberlo, mi mente se vio golpeada por una ráfaga de inspiración. Así que, casi como si de un acto – reflejo se tratase, cogí mi violín y un un bloc de partituras que yo misma había hecho a mano. Pero, justo cuando iba a salir vi mi reflejo en el espejo colgado encima de la cómoda y no pude evitar reír para mí misma. Bien Violet, ni siquiera te has vestido. Entonces, una vez duchada y demás, pasé por la cocina cogiendo un croissant y un zumo que comencé a tomarme mientras me dirigía hacia los jardines. Era uno de mis lugares favoritos junto con el acantilado, sobre todo en días soleados como aquel, pero teníamos prohibido ir a este último -o eso pensaba-.

Terminé de tomarme el desayuno y me senté en uno de los pintorescos bancos del lugar, comenzando a "dibujar" puntitos y rallitas como una posesa. Unos quince minutos después ya estaba probando lo que acababa de crear, plasmándolo en el violín. En un principio mis dedos se movían con algo de inseguridad, pues estaba bastante oxidada, pero enseguida le volví a coger el truco. Habían pasado milenios desde la última vez que compuse algo. A decir verdad, pocas personas sabían que toco el violín y menos aún que compongo, así que agradecí tener los jardines para mí sola. Es gracioso, porque aunque me cueste admitirlo, si no fuera por mi madre no sabría siquiera cómo usar el arco y esto sonaría peor que el chirrido de una tiza en una pizarra.

Una grata calma se apoderó de mí, como si todas mis preocupaciones se desvanecieran a medida que avanzaba en la melodía. Como si hablara a través del violín.

Partitura

Cómo sonaría

Publicado por E. Violet Elliot Vie Jul 29, 2016 8:03 pm

Privado.

Cuando descubrí el dibujo desplazado en mi habitación, mis mejillas ardieron en sonrojo. Y después me reí. Una risa fresca, arrancada de mi garganta sin poder creer lo que tenía entre las yemas de mis dedos, y lo que, mis ojos eran capaces de ver. ¿De verdad lo has hecho tú? Noté el esfuerzo, el empeño y los minutos dedicados, incluso olfateé la hoja porque logré distinguir el aroma de tus manos. Es muy tenue pero allí está… Era una sensación de cloro y lavanda. Algo que me recuerda que aún estás muy presente, y que, no podía permitirme que también te secuestraran.
Nuestra amistad fue un salto. Uno gigantesco. Yo sólo te quería de musa, pero te acercaste más de lo esperado... Creo que fue mi culpa, te permití venir a mí, rodearme, atraerte a mi mundo y no tuve las agallas de alejarte. Tengo miedo de arruinarlo, ¿sabes? Nunca me doy cuenta pero sé, que a veces al no medir mis palabras soy capaz de herir. No puedo hacerlo, no ahora que la situación aqui es horrible. Te necesito a ti y a Brian cerca, tan cerca que debo aferrarme a ustedes y sentirme en paz. Aspirar tranquilidad aunque sea por un instante.

Admito que te seguí desde hace unos minutos, convirtiéndome en tu sombra. Siempre lo hice, sólo que ahora estás consciente de que te uso para mis escritos. Es un alivio, nunca tuve la intención de que creyeras que era para maquinar un plan de secuestro porque no fue así.

Observé escondido cómo escribes, me causaba gracia y resulta divertido verte en un estado hinchado de inspiración.
Fue cómo verse en un espejo.
Y nuevamente logras sorprenderme. Alcé mis cejas, ladeando el rostro en la medida que oía el llanto de un violín. Expresa rabia, tristeza, melancolía… ¡No te creí cercana a la música, girl! De hecho, creo que eres la única —por estadística—, haciendo algo productivo. Lo digo porque muchos en estos momentos deben estar moqueando en sus habitaciones, quejándose de los problemas del internado, y llenándose de rabia en las bocas, incluso escupiendo maldiciones. No soy la excepción. Paso mucho tiempo encerrado en mi dormitorio, paso horas y horas allí dentro sin ánimos de ver la luz del día pero personitas como tú, aquellas que desean verme bien, merece la pena salir.

Sé que no debo interrumpirte, me odiaría si lo hiciese así que, simplemente caminé hacia ti, en lentitud mientras escucho cada vez más de cerca. Me sentí atraído por lo que emanas, arrastrado en una onda energética que te rodeaba. Nos rodeaba. Suena estúpido, lo sé, tal vez porque al describir sentimientos soy anticuado.

Publicado por Donald F. Wells Jue Ago 04, 2016 11:06 pm

Por un momento me creí volátil, como si hubiera abandonado momentáneamente el internado y me encontrara saltando de nube en nube. Allí arriba no había cabida para las preocupaciones y si las había, se las llevaba el viento. La melodía estaba compuesta de varias estrofas -un par de ellas improvisadas-, un puente inicial y otro final. En un principio manifestaba incertidumbre y melancolía, pero más adelante parecía haber sido alcanzada por un rayo de esperanza. Algo así como "después de la tormenta viene la calma". Entre notas y silencios se hablaba de muertes, desapariciones y sospechas, pero también de la amistad, la unión y el mantenerse fiel a uno mismo.

De repente, todavía sumida en aquel profundo trance, un recuerdo invadió mi mente. Un recuerdo tan doloroso y amargo que fue capaz de detenerme, provocando que el violín cayera -afortunadamente- en un matorral. Se trataba de la pequeña Hallie, que una vez más se lanzaba al vacío frente a mis narices mientras yo no podía hacer nada para evitarlo. En lo más fondo de mi ser estaba convencida de que parte de la culpa era mía. Nadie merecía pasar por eso a esa edad.

No soy una chica muy soñadora, de hecho peco de realista. Por eso no era de extrañar que tarde o temprano, todas esas preocupaciones que el viento se había llevado volvieran a mí. Una dolorosa sensación consecuencia de la resaca del efecto placebo. Apenas me había percatado de que mi respiración se había vuelto agitada o que unas lágrimas querían hacerse paso a través de mis pálidas mejillas. Tardé unos segundos más en verdaderamente salir de aquel trance, pero en cuanto lo hice recogí mi preciado instrumento; tras quitarle la porquería decidí guardarlo por el momento. No es que no quisiera seguir tocándolo, pero estaba convencida de que la hermosa melodía que acababa de crear se acabaría volviendo tétrica y oscura; erradicaría cualquier atisbo de "luz".

El crujir de unas ramas puso fin al silencio que había reinado temporalmente, ya ni siquiera los pájaros se aventuraban a cantar. Giré el rostro al mismo tiempo que me deshacía de un par de lágrimas rebeldes. Donald. Donnie caminaba hacia mi dirección tan sigiloso como siempre, observándome con esos ojos brillantes. Y lo hacía de una forma tan intensa que parecía que iba a devorarme con la mirada. Nunca nadie me había mirado como él lo hacía y nunca entenderé qué es lo que tanto le maravilla. -¡Donnie!- Una sonrisa sincera se dibujó en mi rostro, iluminándolo fugazmente. No hesité en ir hasta él y darle un cálido abrazo. Honestamente, en aquel momento de debilidad y en un acto de impulsividad, hubiera mandado a la mierda a cualquier persona que tratara de invadir mi espacio. Eso mismo: a cualquier persona. Pero Donald no era "cualquier persona" e igualmente de ninguna forma le hablaría mal.

-¿Otra vez espiándome?- Bromeé con una molestia fingida. Él ya sabía perfectamente cómo me sentía acerca del hecho de ser su Musa. Sí, había veces que me llevaba un pequeño susto al descubrirlo entre la multitud observándome, pero no me importaba. De hecho, me halagaba y al mismo tiempo me resultaba gracioso. Entonces caí en una cosa: ¡seguro que me había visto tocando el violín!. Vale, pero tu shh. -Antes de que lo digas: no, no me has interrumpido.- Le señalé la funda del violín que se encontraba encima de un desgastado banco. -Espero que tus oídos no hayan sufrido mucho, es algo que acabo de componer y aún necesita muchos retoques.- Le revelé con honestidad. -Seguro que no te lo esperabas. Que alguien como yo sepa usar algo como eso.- Yo y mi manía de infravalorarme.

Publicado por E. Violet Elliot Vie Ago 05, 2016 2:31 pm

El abrazo me tomó desprevenido. La calidez me embargó a un sentimiento nostálgico y efímero. Un efecto tirabuzón que hinchó mi pecho, lo estremeció bajo una capa de sentimientos difusos, casi enredados. Tu fragancia, sister, fue oler una maraña de flores silvestres y despegarme de ti, resultó costoso. Era como sentir la blandura de una almohada, aplastando la mejilla con pereza. ¿Quién querría despegarse de eso? La mano que antes reposaba sobre la espalda, se despegó inmediatamente después de separarnos. Suspiré.

Hace mucho no recibía un abrazo amistoso. Meno un abrazo de mujer, y que me lo dieras tú, me dejó bastante pasmado.

—¿Otra vez espiándome? —esbocé una sonrisa enternecedora, saltándome el fingido tono de reproche. ¿Otra vez llorando en silencio?, quise refutarte. Me lo negué, para no sonar tirano. Ése tipo de preguntas no se dicen en voz alta, sólo llegamos a un punto de entendimiento mutuo sin decir demasiado, pues las miradas bastan. La respuesta, resulta incluso obvia para intentar esclarecerla en la punta de la lengua. No dejé pasar tampoco los últimos vestigios de las lágrimas que habían rodado por tus mejillas, las cuales limpié con la yema de mi pulgar de manera precisa.

Una caricia remotamente superflua.

—Antes de que lo digas: no, no me has interrumpido —alcé las cejas. ¡Eh!, yo no iba a decir nada en primer lugar. Es imaginación tuya, querida—. Espero que tus oídos no hayan sufrido mucho —¿me ves sangrar y retorcerme en el suelo?—, es algo que acabo de componer y aún necesita muchos retoques —suena precioso—. Seguro que no te lo esperabas —¿El abrazo? No, claro que no—. Que alguien como yo sepa usar algo como eso. —¿Los brazos para rodear una persona y hacerla estremecer? Te creo.

—Lo esperaba —musité, tomando tu mano diestra y besar su dorso con ternura—: Las musas… —dije, interrumpiendo mi hablar, para dirigir luego mis labios sobre tus nudillos. Aparté mi aliento de tu mano, y te dirigí una mirada apacible—: Las musas están dotadas de musicalidad. Por eso eres la correcta, Violet.
O eso creo. No lo sé. Eres como un cigarrillo de marihuana, incitas a decir parrafadas de poesía pura y después me arrepiento casi de inmediato por sonar tan pedante.

Sostuve tu mano un momento más, embriagado en el pequeño descubrimiento de tu secreto:
—Parece que tenemos algo en común… ¿Debo recordarte quién daba las clases de música? —expresé repentino, confiándote otro dato que sé que ibas a atesorar, y a diferencia de ti, lo mío no es ningún secreto, nena. Pero, ¡quién iba a adivinar que tocarás el violín! Es decir, lo anterior lo dije para quedar cool y pasar directamente a una personalidad llena de culto y magnetismo hollywoodense. A lo James Bond. Observé el violín en su funda, algo desamparado y resguardado.
—¿Así es como te sientes, verdad? —Solté—: Aislada. Pero creo que lo correcto sería decir: Como pinocho con hilos… Y lo sé muy bien porque también siento mi alma maniatada a éste sitio de mierda —escupir improperios es ya cosa mía, podía ser venenoso y me lo permitía porque ésta situación me enojaba. Me enloquecía—: Eres mi sorbo de esperanza, ¿sabes? Una brisa de primavera aún siendo invierno… Sé que vas a decir ‘no soy especial’, para mí sí lo eres, Violet.

Publicado por Donald F. Wells Miér Ago 24, 2016 1:49 am

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