God's gonna cut you down

31 de marzo, 2016. Cerca de la hora de la cena. ♫

Había terminado en la biblioteca y ahora se dirigía hacia su habitación para dejar la mochila y asearse antes de ir a la cena. La verdad es que no tenía mucho apetito pero sabía de sobra que luego le entraría hambre a media noche, así que lo mejor sería hacer acto de presencia en el comedor, “robar” una manzana (o dos) y volver de nuevo a la habitación. Con la mochila colgada de un hombro, subía las escaleras de dos en dos sin contar. Hacía semanas que había dejado la manía de contar los escalones atrás. Como algo que ponía lógica y orden a su día a día, se había convertido en algo inútil cuando nada allí dentro parecía tenerlo. La fuerza de sus pensamientos había podido con una tarea mental que solía llevar a cabo de manera automática.

Cuando le faltaba nada para llegar a los últimos escalones, notó como parte del peso de su mochila se liberaba y se oyó el estruendo de varios libros caer. Paró en seco y dio media vuelta bajando un escalón, a la vez que deslizaba la mochila hacia el frente para comprar que había sido la suya, aunque obviamente no podría haber sido la de otra persona, ya que nadie pasaba por allí en esos instantes. La cremallera se había roto y con uno de los saltos del chico al subir las escaleras con tanta premura, la mochila se había abierto por completo permitiendo que todos los libros, cuadernos y demás material que llevaba salieran despedidos por las escaleras.

– Mierda de mochila. Y mierda de todo. – Farfulló sacando el brazo del asa de la mochila y tirando esta hasta el otro tramo de la escalera en un gesto de ira. – Joder. – Soltó, mientras se apoyó contra la pared y dio un golpe en esta con una mano.

Pocas eran las veces en las que estallaba de ira, pero aquello había sido la gota que colmó el vaso. Cansado, porque realmente estaba cansado tanto físicamente como emocionalmente, se deslizó por la pared hasta quedarse sentando en el escalón. Estaba cansado de saber que no siempre se podía tener todo bajo control. Cansado de ver cómo otros sufrían y él no podía hacer nada. Cansado de no encontrar una respuesta lógica a lo que estaba pasando. Cansado de no poder dormir por las noches. Cansado de fingir que todo iba bien. Que la cremallera de la mochila se rompiera era tan solo un recordatorio de la impotencia que sentía aquellos días, un recordatorio de que no podía controlar cada situación. Y ese recordatorio lo hizo estallar. Pero pronto entró en un estado de calma.

Se mantuvo sentado, con las manos a ambos lados de la cabeza y los codos apoyados en las rodillas, y la mirada perdida. Los libros aún desperdigados por los escalones, medio abiertos. Su cuaderno de dibujo mostraba varias viñetas en las que había estado trabajando durante las últimas noches a causa de no poder dormir. Solía ser reservado para esas cosas, a poca gente le enseñaba sus dibujos (a excepción de los profesores cuando lo exigían en clase), pero en aquel momento no le importó a pesar de oír unos pasos aproximándose. En ese momento le daba todo igual. No quería tener que preocuparse por nada, ni tener que pensar en nada.

Publicado por Ezra V. Padmore Lun Jun 06, 2016 8:18 pm

“Estoy enfermo”.

Esa había sido mi brillante excusa a la hora de esquivar las clases de la mañana. Dado que no pertenecía al grupo de las faltas injustificadas o los escaqueos constantes, la enfermera se tragó por completo el tremendísimo dolor de cabeza que sentía. Incluso fingí que las piernas me temblaban para conseguir un calmante y una firma en el justificante que entregaría a lo profesores al día siguiente. Me aseguré de volver a mi cuarto a toda velocidad en cuanto tuve el papel entre las manos, por si acaso cambiaba de parecer y decidía examinarme más a fondo.

¿Estaba enfermo? En absoluto. Solamente sentía una vergüenza tremenda y necesitaba unas cuantas horas más para reunir las fuerzas que me ayudasen a recorrer el nuevo camino que se abría ante mí: un camino donde solo existía un Jack con el pelo corto.

Invertí mis horas libres en rodar por la cama, tocar una versión acústica de "You shock me all night long" con la guitarra y acariciar mi nuevo peinado con una mueca de repulsión enorme en el rostro. Me sentía raro. Parecía, y lo digo en serio, que estaba acariciando a un perro en lugar de a mí mismo.

Maldita Rose, ¿por qué le había dejado coger las tijeras y realizar aquel despropósito?
Porque te preocupaba que siguiese llorando y querías distraerla. No se te ocurrió nada mejor.
Mierda, es cierto.

No me atreví a salir del dormitorio nuevamente hasta la hora de la cena, y solo porque era incapaz de seguir aguantando las quejas de mi estómago. Recorrí los pasillos que separaban mi dormitorio del comedor con la mirada gacha, intentando no cruzarla con la de nadie más. Si alguien soltaba una sola broma me vería obligado a enfrentarme a él, y no precisamente en un duelo con pistolas al amanecer —la cual hubiera sido la forma más adecuada, pues ante todo era un caballero—.

Mi intento de ocultación llegó a su fin en cuanto alcancé las escaleras. Hubiera podido bajar con los ojos cerrados, ya que conocía el internado como la palma de mi mano —las zonas a las que podíamos acceder los alumnos, al menos—, pero un cuaderno abierto se cruzó en mi camino de buenas a primeras. Dado que no fui consciente de que estaba allí hasta que prácticamente lo tuve delante, me vi obligado a saltar su escalón a toda velocidad, agarrando a duras penas la barandilla para no resbalar. Logré no tambalearme en exceso y evitar la caída, para justo después girarme con mi cara de pocos amigos de siempre para encarar al propietario del diverso material estudiantil que estaba rociado por la escalera. Vaya falta de valores y respeto.
Había olvidado incluso el motivo original de mi enfado. En ese momento estaba más ocupado pretendiendo incordiar al que casi había causado mi muerte.

—Tú, deberías despejar los escalones antes de que alguien se parta la crisma. Pisar un libro sobre células no es una agradable forma de morir. —confronté al muchacho sin medir mis palabras o usar un tono ligeramente agradable. Ser políticamente correcto no iba conmigo.

Hasta que no me fijé más en él no me di cuenta de que era Ezra, uno de mis compañeros de clase; uno que no me caía especialmente bien, además —¿alguien me caía bien, aparte de mí mismo?—. De no haber estado tan enfadado con el mundo puede que hubiese notado que no pasaba por su mejor momento. Detectar tristeza ajena no se me da bien en condiciones normales, pero enfadado muchísimo menos. Para mí solo quería molestar a la gente. Eso hacían los chicos que no eran tan raros como yo, ¿no? Gastar bromas y reírse de los demás.

¡Cuánta inteligencia y cuánto exceso de generalización, Jack!

Publicado por Jack A. Hudson Sáb Jun 18, 2016 8:48 pm

Al oír aquellas palabras, levantó lentamente la mirada para saber a quién se enfrentaba. Juraría que ese tono de hostilidad pertenecía a Hudson pero la imagen que tenía delante era totalmente distinta al chaval que había visto el día anterior en clase. Tardó unos segundos en reconocer que efectivamente era Jack, pues las facciones de su rostro eran iguales, pero sin esa melena que tanto lo caracterizaba. Por un breve instante se preguntó qué le había llevado a desprenderse de una de sus señas de identidad. Pero decidió no decir nada al respecto, al menos no por ahora.

– La muerte nunca es agradable. – Replicó utilizando un tono de voz calmado, tanto como fue capaz. Daba igual si tu muerte era tranquila, para el resto de personas a las que les importas algo, no lo sería pues tendrían que vivir con las consecuencias.

Despacio y sin muchas ganas, se levantó y fue a por la mochila. No lo hizo porque Jack se lo hubiera dicho, sino porque tarde o temprano tendría que hacerlo. Después, empezó a recoger aquellas pertenencias con las que se iba encontrando en su camino de vuelta y metiéndolas dentro. Cuando fue a recoger su cuaderno, dio gracias a que la página que mostraba solo eran dibujos de un bosque, el lago, y otras partes del internado y nada que pudieran ponerlo en una situación comprometedora. Cuando terminó de recoger todo, se asomó por el hueco de la escalera, para comprobar que nada más había caído más allá de ese piso. No, no había nada. Menos mal, porque realmente su desgana iba en aumento y no le hubiera apetecido tener que bajar y subir de nuevo esas escaleras.

– No te he visto en clase hoy. ¿Qué te ha pasado? A parte del obvio corte de pelo. –Esto último lo dijo con un tono más divertido, aunque su intención no era para nada burlarse del chico. Solo pretendía comenzar una conversación banal, la cual posiblemente podría distraerlo de las atrocidades que perseguían su mente. Mientras esperaba una respuesta, si es que llegaba a obtenerla porque conociendo a Jack seguramente pasaría de él, se puso a observar el estado de su mochila–. Perfecto… –Masculló con cierto sarcasmo. La necesitaba al día siguiente. No podía salir sin ella. No podía irse con las manos vacías. Ese pensamiento hizo que quisiera volver a tirar la maldita mochila por la escalera, lejos de él, como si así pudiera deshacerse de ella y de todos sus problemas; sin embargo, se contuvo. No quería darle a Hudson la satisfacción de verlo perder los papeles.

Publicado por Ezra V. Padmore Sáb Jun 25, 2016 11:01 am

Ezra tenía razón. La muerte es un suceso que marca a toda una familia cuando ocurre y sume a las personas en profundos pozos de tristeza. La única ventaja de morir en Dunkelheit era que tus seres queridos descubrirían que habías pasado al otro barrio varios meses después del fallecimiento, y eso sin contar que igual ni siquiera los notificaban. Morirse en ese momento era la opción perfecta. Tus padres no se enterarían y los alumnos se encontraban tan embarrados por la tristeza que no notarían cambio alguno. Es un chollo eso de morirse sin remordimientos.
Aunque yo no los tendría fuese cual fuese el momento que eligiese para morir. Ni a mi “familia” le importaría ni en mi lista de conocidos había un amigo que quisiera llorarme.

Mis pensamientos y mi forma de actuar, no obstante, distaron mucho de ser iguales. En mi fuero interno compartía su punto de vista pero antes de admitirlo me daría golpes contra las paredes del pasillo. Decidí entonces encogerme de hombros, fingiendo una completa falta de interés en el tema. Un gesto silencioso queda bien el cualquier momento para salir de un embrollo.

—Permíteme que difiera. Morir después de almorzar, con una copa de vino en el estómago y tras meterte en la cama no puede estar tan mal. —repliqué sin alterar el tono. Dentro de lo desagradable que es la muerte en sí, hay formas de morir más atrayentes que otras. Y todos lo haremos tarde o temprano.

Cuando Ezra cedió mis labios amagaron la que casi fue una sonrisa taimada, signo de victoria. Entonces me apoyé contra la barandilla para que recogiese sus pertenencias sin estorbos. “El vencedor siempre se queda por encima del vencido”. En el fondo sabía que no lo hacía por mi “mandato”, sino porque cualquier persona con dos dedos de frente evitaría que sus cosas andasen desparramadas por ahí. Pero aun así me supo a batalla ganada. Mi subconsciente quiso darme ese pequeño premio para endulzar el mal humor que llevaba arrastrando varias semanas.

Ese pequeño chute de glucosa imaginaria casi me hizo olvidar las ganas que me recorrían de pelear con alguien. Casi, porque un nuevo recuerdo no tardó en ser sacado a colación. Mi compañero habló con el que yo consideré “tono burlón” sobre mi evidente corte de pelo. Me llevé una de las manos a la cabeza de forma espontánea, deseando por un segundo que mis dedos volvieran a encontrarse con las greñas rubias que había lucido hasta la noche anterior. Pero fue inútil. Rose me había arrancado la seña de identidad gracias a su corte de pelo noventero; corte de pelo que, por otro lado, yo había pedido.
Mierda.
No me quedó más opción que disimular pasándome la mano por el pelo, despeinándolo un poco mientras que mi rostro trataba de no expresar emoción alguna; neutralidad, pasividad, el aburrimiento de siempre. A Jack Hudson nada le interesa lo suficiente para arrancarle un solo suspiro de tristeza o fastidio.

—Estoy enfermo. Han aprovechado la noche para cortarme el pelo y realizar un ritual vudú. Probablemente mi piel se vuelva de color morado en los días próximos. —improvisé rápidamente, tragándome las ganas de encogerme de hombros. Hasta yo me sentía molesto por la cantidad de veces que realizaba aquel gesto a lo largo del día. Opté por meterme las manos en los bolsillos, en un intento de evitar que mi instinto me jugase una mala pasada de nuevo. Si las tenía recluidas cualquier gesto nervioso no saldría de las sombras.

No pude evitar bajar la mirada hasta su mochila, que también era el centro de la atención de Ezra. Realmente parecía metido en un buen apuro. Internos como estábamos, conseguir una bolsa nueva era imposible. Casi sentí pena por él. De haberme caído mejor le hubiera ofrecido la que utilizaba yo cuando tenía la de clase llena hasta los topes y no me quedaba más espacio en los brazos para cargar apuntes y libros de la biblioteca.

—Deberías buscar aguja e hilo para arreglar ese desastre. Rose Wood seguro que tiene en su cuarto. Esa chica está estudiando para convertirse en la perfecta ama de casa—apunté sinceramente y de inmediato, ya que la imagen de mi compañera había aparecido en mi mente al ver la mochila de Ezra. Seguro que ella lograría arreglarla en un santiamén. Mi tono no fue para nada humorístico, pero lo cierto es que la última de mis frases fue una broma encubierta de las que a veces se me escapaban. Uno no puede andar siempre por ahí como si llevase un palo en el estómago. Cansa demasiado.

Aparte, sabes que Rose me cae casi bien. ¿Cómo diría algo así de ella en serio?

Publicado por Jack A. Hudson Jue Jun 30, 2016 10:58 am

No contestó al último comentario que Jack hizo acerca de la muerte, pues seguía pensando lo mismo. La muerte nunca es placentera. Si bien tenía algo de razón al decir que había maneras de morir mejores que otras, rara vez uno consigue la que desea. A menos, claro, que planees tu propia muerte. Se limitó a sacudir la cabeza como respuesta mientras se levantaba.

De reojo, vislumbró lo que parecía un amago de sonrisa en los labios de su compañero. Parecía complacido porque “le hubiera hecho caso”, pero nada más lejos de la realidad. A punto estuvo de soltarle que borrara esa sonrisa de la cara, pues no lo hacía porque se lo hubiera casi ordenado. Pero estaba tan cansado que no veía el punto de pelearse por semejante tontería. Además, seguramente en lo más profundo de su ser, Jack sabía que lo estaba haciendo porque era lo correcto y lo que debía hacer.

Estaba a punto de darle las gracias por la sugerencia, ya que él no tenía ni idea de cómo arreglarlo en aquellos momentos, pero no pudo pasar por alto el comentario que hizo Jack más tarde sobre su compañera Rose. Le había sonado algo machista y, claramente, se sorprendió de que Jack pudiera pensar de esa manera, cosa que expresó arqueando las cejas. Esta vez no pudo callarse a pesar de no querer meterse con su compañero en un principio.

—Que tenga en su posesión un juego de agujas e hilos y que, posiblemente, sepa cocinar y hacer otras tareas domésticas, no quiere decir que su futuro objetivo sea ser la perfecta ama de casa y hacer todo lo que a su marido no le da la gana de hacer. Al contrario, demuestra que es una chica con recursos y que podría apañárselas sola perfectamente. Si todos fuéramos un poco como ella, ahora mismo no estaría en este embrollo y pensando a quién podría pedirle aguja e hilo y que me ayude a coser esta mierda porque yo no sé. —Soltó todo de golpe y casi sin pararse a coger algo de aire. Toda la furia e impotencia que llevaba contenida en los últimos días la proyectó en sus palabras. Lo dijo casi sin pensar pues realmente no conocía tanto a la chica para saber lo que deseaba ella hacer en un futuro. Y seguramente había sido un comentario inofensivo y bromista, pero le sacaba de sus casillas cuando alguien hacía un comentario así a la ligera para hacerse el gracioso. Parecía mentira que estuvieran en 2016. Y ante esas cosas, él no podía callarse.

—Espero que quien quiera que esté haciendo el ritual vudú con tu pelo, te haga ver las cosas de manera diferente. —Añadió con el mismo tono de seriedad que antes, sin olvidar la respuesta que le había dado previamente, la cual le había parecido hasta graciosa por unos segundos. Con esas últimas palabras, pasó a su lado dispuesto a marcharse de allí, chocándose a propósito con el chico.

Publicado por Ezra V. Padmore Miér Jul 13, 2016 8:20 am

La respuesta de Ezra, lejos de achantarme o conseguir que agachase la cabeza por la vergüenza, logró subir mi estado de ánimo. Discutir era la única forma que conocía de convertir mi día en uno más agradable, aunque suene sumamente estúpido. La mayor parte de las veces buscaba excusas fáciles o pinchaba con cosas dolientes para conseguir que las personas se rebelasen en mi contra, como acababa de hacer al hablar de esa manera de Rose. Debo reconocer que en mi fuero interno temí por un momento que el chico comentase a mi compañera el machismo que había derrochado en su contra, pero decidí no darle importancia. Si se enteraba y terminaba ofendida conmigo, bueno, yo me lo había buscado.

Respondí con un leve encogimiento de hombros, dispuesto a no dar marcha atrás en mi discurso, y me pasé una mano por el pelo. Cualquier movimiento que mostrase indiferencia me valía para dar más peso a mis palabras.

—Yo no dije que quiera cuidar a su marido y barrer el suelo del salón mientras él ve la tele. Pero a la hora de imaginar a una madre maravillosa creo que todos pensamos en alguien como ella. Con recursos, que mime a sus hijos y sepa desenvolverse de esa manera. No obstante, si piensas que los chicos deben instruirse y valerse por sí mismos y defiendes esa idea, ¿por qué no te has tomado la molestia tú de aprender a coser? —apunté sin dejar de mirarlo fijamente, manteniendo el tono desinteresado. Ezra tenía razón. Si hubiera sabido coser -o yo mismo, que era otro negado- aquel gesto amargo no hubiese aparecido en su rostro al ver rota su mochila. La culpa era nuestra, no de las personas autosuficientes.

En ese momento recordé algo: un pequeño gesto que había tenido meses atrás con otra de nuestras compañeras en una situación similar a la suya. Volteé los ojos por encima de mis hombros y descolgué una de las asas de mi mochila, moviéndola después con el brazo hasta que quedó colgada de costado. Ezra pasó entonces a mi lado dándome un pequeño golpe al que no presté la más mínima atención, ya que no consiguió que me tambalease y perdiese el equilibrio. De haberme resbalado otro gallo cantaría, pero un choque me lo tenía merecido por capullo. Mientras él bajaba las escaleras [1] yo rebusqué dentro de mi mochila hasta dar con el objeto que tenía entre ceja y ceja: un pequeño tubo de pegamento. Serviría para hacer un apaño hasta que lograse conseguir aguja e hilo. No me paré a comprobar si estaba seco o no ya que, aunque llevaba sin usarlo bastante tiempo, había permanecido cerrado.

—¡Eh, tú! —alcé la voz lo suficiente para llamar su atención. Luego lancé el envase con un movimiento rápido por encima de mi cabeza, aunque como no lo estaba mirando no calculé la dirección. La acción no implicaba tener que aparentar que me preocupaba su situación. —Igual te vale eso para hacerle un apaño a tu mochila mientras encuentras a quien te preste aguja e hilo.

Una vez cumplida la que yo llamé “mi buena acción de la semana”, volví a cerrar la mochila y a colgarme las dos asas. Tendría que conseguir otro tubo de pegamento del aula de plástica para futuras ayudas desinteresadas.

[1]Supongo que al estar dispuesto a marcharse estaba bajando al lado de Jack. Si no es así dímelo y lo corrijo.

Publicado por Jack A. Hudson Mar Jul 26, 2016 6:07 pm

No creía que se la fuera a devolver con aquella pregunta, pero tratándose de Jack, tampoco le sorprendió que le hiciera ver lo poco autosuficiente que era y que no duraría ni una semana si tuviera que vivir solo para la edad que tenía ya.

—Porque doy las cosas por hecho. Por eso mismo. Doy por hecho que siempre tendré a mis padres. Al igual que doy por hecho que cuando baje al comedor la cena estará preparada y que el domingo por la mañana tendremos sábanas limpias. —Contestó, intentando mantener la poca calma que le quedaba. Sabía que esa no era excusa, pero la era la única que tenía. Había dado las cosas por sentado durante mucho tiempo, y ahora que las cosas empezaban a derrumbarse se estaba dando cuenta de que en realidad no sabía nada. ¿De qué servía sacar buenas notas, y tener un amplio conocimiento en historia y biología cuando no sabía ni freír un huevo?— Y es algo que debería dejar de hacer… —Musitó más para sí mismo que para Jack, como a modo de recordatorio, pues dadas las circunstancias, todo podría cambiar en cuestión de segundos.

Al oír la llamada de Jack, paró sus pasos y se dio media vuelta, justo para poder atrapar al vuelo el tubo de pegamento. Ese gesto lo dejó perplejo pues, para ser sinceros, pensaba que le iba a decir algo por el empujón o le iba a devolver el golpe. Pero no fue así. Jack era una caja de sorpresas. Miró de forma intermitente a su compañero y el objeto que tenía en la mano.

—Gra-gracias. —Dijo aún con la sorpresa escrita en su rostro. Podría servirle si conseguía descoser parte de la cremallera y arreglarla. Sin duda, ese gesto podría casi salvarle la vida, dado el plan para el día siguiente. Pero, ¿por qué le estaba ayudando? Ellos no solían ser amables el uno con el otro y, mucho menos, ayudarse. Y la verdad, después de lo grosero que había sido con él, no se merecía que lo ayudase (al menos bajo el punto de vista de Ezra). Antes de que Jack se pudiera arrepentir de aquel gesto, guardó el tubo de pegamento en uno de los bolsillos del pantalón.

—¿Puedo pedirte un favor? —O más bien otro. Sabía que ya estaba pidiendo demasiado, pero viendo que Jack no estaba tan molesto como él pensaba, y lo imprevisible que era el chico, se atrevió a pedirlo—. Necesito coger algo de comida del comedor para… Ya sabes. Y bueno, con la mochila así, dudo que pueda llenarla mucho. —En cuanto lo dijo en voz alta, se arrepintió por completo ya que sabía que Jack no le ayudaría—. ¿Sabes qué? Olvídalo. Ya me las apañaré como sea. Gracias otra vez por el pegamento.

Off: En mi mente estaba subiendo las escaleras porque tras recoger los libros se había quedado más abajo xd. Pero como no estaba especificado, no pasa nada. Puedes dejarlo así =)

Publicado por Ezra V. Padmore Miér Ago 17, 2016 6:00 pm

Casi sentí pena al escuchar a Ezra admitir en voz alta las palabras que yo negué mil veces en silencio. Había sido un gesto valiente del que muy pocos podían enorgullecerse. Básicamente porque no lo tendrían. Y si tenemos en cuenta que había sido frente a mí, una persona que trataba de dejarlo en mal lugar cada vez que lo veía, el mérito es aún mayor.
Meses atrás, en la biblioteca, llegué a la conclusión de que Ezra era un buen tío y yo un capullo que no sabe convivir. En ese momento terminé de confirmar aquella idea, incendiaria para la manera de pensar que siempre trataba de vender.

Ya sabes que no lo reconocería para que nadie me escuchara, ¿no?

—Casi todas las personas viven convencidas de que sus seres queridos estarán siempre ahí para evitar que ocurran cosas malas, pero no es cierto. A todos nos llega el momento de alzar el vuelo y cambiar de aires. Cuando somos pequeños pensamos que jamás sustituiremos los cereales del desayuno por café, que eso es sólo para adultos, y, sin embargo, ese día llega sin que nos demos cuenta. Con la familia pasa igual. Un día están pero al siguiente no, porque creces y tienes que cuidarte tú solo. En Dunkelheit habéis tenido que aprender eso por la fuerza. —apunté con sinceridad. Mis palabras no fueron precedidas por una sonrisa burlona. Tampoco me apeteció esbozarla. La situación era dura para todos, pero al menos unos albergaban esperanzas de abandonar el internado con vida y volver a sus intactos núcleos familiares. Mi perspectiva era mucho más discreta.
Utilizo ese adjetivo para evitar llamarla “inexistente”.

No respondí a su agradecimiento. Me conformé con quedarme parado en el escalón que ocupaba, con las manos dentro de los bolsillos y el rostro tan inexpresivo como de costumbre. Tampoco puedes pedir que un tronco de madera verde comience a arder de la nada. Escuché su favor a medias, fingiendo que no lo hacía, y terminé mirándolo fijamente. No me apetecía pasar por el comedor, mucho menos si eso incluía acompañarlo y que pensase que disfrutaba con su compañía, pero tampoco iba a dejarlo en la estacada. Soy un imbécil con quien se lo merece, y Ezra era un chico que me recordaba a Rose. Parecía demasiado noble para causar daño a otra persona. Creo que tenía muchos amigos. Eso decía de él que era bueno, ¿no?
Decidí no pensar mucho más, por si me arrepentía. Sin abrir la boca descorrí la cremallera de mi mochila, saqué los libros que tenía dentro y me los coloqué bajo el brazo. Luego se la lancé, ya vacía, como había hecho segundos atrás con el bote de pegamento. Podría apañarme un rato con la que tenía de reserva en mi cuarto.

—Ten cuidado con ella. Aunque no haya clases sigo necesitándola. Cuando termines puedes dejarla colgada del pomo de mi cuarto o dársela a Rose. Ella sabrá encontrarme. O viceversa. —me encogí de hombros una última vez para evitar perder costumbres y moví por fin los pies. A esas alturas no recordaba a qué lugar me dirigía cuando me topé con Ezra, así que decidí que confinarme en mi cuarto era lo más adecuado. No me quedaba tabaco y tampoco tenía hambre.
Sin despedirme de él empecé a subir las escaleras, cuidando que ninguno de mis libros terminase en el suelo.

¿Habría metido la pata al recomendarle que le pasara la mochila a Rose? Minutos atrás la había “insultado”. Hasta yo pensaría que era un chico raro.

[1]Saco a Jack porque creo que es el momento idóneo que él aprovecharía para marcharse, que nunca se queda demasiado tiempo en un mismo lugar. Me ha gustado mucho el tema ^^ Cuando desees podemos abrir otro ^^
Cuando quieras puedes cerrarlo. Si prefieres que lo haga yo, avísame.

Publicado por Jack A. Hudson Lun Sep 05, 2016 8:25 am

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