Now what?

Sí, ¿ahora qué? ¿Cuándo llegarían las respuestas que tanto estuvo esperando? ¿Cuánto demoraría el tiempo o el destino en arreglar las cosas y lograr que Caroline se juntara con su hermano como debía ser? Vale, no se equivoquen, no se trata de un encuentro dramático al mejor estilo de las películas americanas que exageran cada porción de sentimiento, no, se trata de un encuentro donde Carol pudiera hablar con toda la normalidad del mundo con el rubio platino que se hacía llamar su hermano, sí, porque el mismo apellido tenían, pero la distancia entre ambos era tan notoria y evidente que cualquier lazo se sangre se veía puesto en duda.

Los días de Carol habían sido más largos desde la desaparición de Ezra del internado, en sus adentros se martirizaba por no haberle dicho muchas cosas antes que se quedaron atoradas en su garganta, pero ahora que el chico rondaba por el internado la rubia no hallaba la manera de que la vida los pusiera de frente de nuevo, porque estaba claro que no tenía la voluntad de hacerlo por su cuenta. ¿Qué le diría? ¿Lo había extrañado? ¿Dónde estaba la rabia que destilaba por él hace meses? Carol era un huracán de pensamientos en interior, un torrente de sentimientos que no sabía como expresar, ella había sido tan clara y radical en algún momento de su vida que ahora todo le parecía extraño y ajeno, no sabía cómo reaccionar. Ezra era su principal punto, tenían que hablar, sea lo que sea tenían que hacerlo, pero la distancia parecía haberse prolongado y ella se sentía torpe al respecto. Golpea las teclas del piano por tercera vez, sí, porque había buscado resguardarse en su querida amiga la música, esa que siempre lo curaba todo. Cada vez que se desviaba su mano izquierda temblaba y eso hacía que perdiera el rumbo de las notas, golpeaba el instrumento y pasaba una mano por su rebelde cabellera suelta, tomaba un respiro y esperaba que la nube gris pasara para poderse dedicar con claridad a la melodía que imitaba tratando de pensar en otra cosa.

Pensar en otra cosa parecía ser el elemento clave, quizás por eso Carol estaba buscando en cada melodía su distracción personal. La chica alza la mirada de nuevo y ve su reflejo en el cristal; delgada, perdida, tan fina y delicada, pero tan poco sutil cuando abría la boca, sube el tirante caído de su camiseta, por alguna razón no le gustaba la imagen que aquel intento de espejo le estaba regresando. Un intento de sonrisa sarcástica se asoma en sus labios mientras baja la mirada no sin antes arreglar sus cabellos en una coleta que no existía para sentirse libre y empezar a tocar otra melodía a esperas de que esta vez si saliera bien. Lo que sus padres tanto aborrecieron de sus pasatiempos ahora parecía ser su único cable de salvación.

Entrecerraba sus ojos, disfrutaba el tacto en cada tecla, el sonido de la canción, apenas veía las partituras de su viejo cuaderno porque ya las conocía de memoria. Una leve sonrisa se forja en sus labios, diminuta y apenas visible, estaba saliendo bien, Carol esperaba que continuara de ese modo.

El piano siempre había sido su refugio, su verdad, lo único puro que tenía, o por lo menos de eso se jactaba. Pero lo cierto es que aquel simple instrumento significaba para Carol más de lo que estuviera dispuesta a decir. El piano de su casa era moderno, elegante, siempre limpio y dispuesto para ella, por lo menos mientras que hizo de robot familiar tocando en todas las fiestas para demostrar que era la hija prodigio y una hermosa mujer dispuesta a casarse con cualquier heredero de alta cuna para continuar con la fama de su familia sin interrupciones. Por otro lado, el instrumento que estaba frente a su perfilada nariz era simple, un poco lleno de polvo y no tan moderno, pero le servía a la perfección y al parecer eso era lo que le importaba a Carol, nada más. Lo conocía desde que llegó al internado, por ende, no era una locura decir que se trataba de uno de sus lugares favoritos, ahí se olvidaba por completo de todos los debates que se habían formado desde su llegada.

Tocaba las teclas con conocimiento, la melodía fluía sola e inundaba la habitación con notable armonía. Carol parecía concentrada desde que inició hasta el final. Le faltaban unos segundos cuando una voz hizo eco en el aula y la obligó a girar sin darle tiempo de terminar las últimas notas. Caroline estuvo cerca de amargarse por eso, pero antes de dar un reclamo o gritarle al intruso se limitó a verlo para darse cuenta que se trataba de un chico que había visto más de la cuenta, uno que, al parecer, tenía mucho que ver con su hermano, más de lo que Carol imaginaba.

Su mirada sorprendida y pose tímida le indicaban que el joven era inofensivo, lo suficiente para que Carol no dudara demasiado ni se lanzara sobre él a gritos de reclamos por su intromisión. Su comentario no genera mayor sorpresa en la muchacha, sabía que era buena, no era la primera persona que lo decía, quizás lo único que la había movido es que llegara de sorpresa, nada más. —Gracias, supongo—. Agradece con la tosquedad que tanto la caracteriza. Carol gira un poco más para verlo y se separa en definitivo del instrumento, no iba a tocar con un extraño tan cerca.

—¿Qué haces aquí? —. Directa, tajante. No puede evitar preguntarlo porque de todas las personas del internado tenía que ser un chico relacionado con su hermano el que llegara a su paradero, ¿se trataba de una señal? No lo sabía, Ezra no era su tema favorito en los últimos meses, era algo que no podía evitar.

Caroline no entiende la habilidad que tenía, sin desearlo claramente, para que las personas se acercaran a ella y le contaran sus vidas como si de verdad le importara, no, no le importaba en lo absoluto, siempre se había mostrado apática a la vida en sí y si a duras penas se encargaba de ella y de lo que eso ameritaba, poco espacio le quedaba para los demás, por no decir que un límite completamente nulo.

Su mirada se desvía del piano para dedicarse al chico que le habla sin dudas y como si ella fuera otra de sus amigas, sabía quién era, por lo menos eso ayudaba ya que Carol reconocía que aquel joven estaba relacionado con su hermano, pero no conocía hasta qué punto. —En verdad... me cuesta creerlo, no tienes cara de portarte muy mal que digamos—. Admite tratando de sonar lo más interesada posible o por lo menos aparentando lo mejor que puede, tampoco es que él se mereciera una carga negativa de sus comentarios. —¿Hiciste algo grave? Los castigos de este lugar no me parecen muy creativos si me preguntas.

Carol se gira en el banquillo para quedar más de frente al muchacho, cruza sus piernas y lo observa con su mirada punzante y elida, no iba a estarle dando la espalda durante todo el proceso, ya la inspiración musical se había escapado de su cerebro para dar una vuelta.

¿Ver a Ezra? Tenía que estar loco, verdaderamente loco si le estaba planteando aquello a la rubia de ojos claros. Carol no tenía ganas de ver a su hermano, quizás sí en el fondo y lo que le preocupaba era lidiar con todo lo que vendría después; el pasado, el secuestro... todo, no tenía fuerzas porque sabía que si se encontraba con el chico Harrison solo se armaría un gran drama y con toda la razón del mundo, interiormente sentía que estaba muy débil para ello y eso la jodía, la jodía hasta llevarla al punto de la frustración. —¿Ezra pregunta por mi?—. Porque antes de decir cualquier insulto, eso es lo primero que logra atajar y lo único que quería saber. De pronto su mirada se torna más suave, más curiosa, incluso más sería, ¿qué podía estar preguntando su hermano de ella si se mostraba tan o más distante? —¿Y qué... qué pregunta de mí?—. Inquiere de nuevo. —No sé si en verdad quiera verme.

Los orbes claros se abren más de la cuenta expresando su sorpresa y desconcierto por el comentario que acaba de salir de los labios de aquel chico. Vale, en primer lugar, lo veía tan bueno y de apariencia inocente que no lo podía imaginar y, en segundo lugar, tampoco se mostraba muy interesada en saber sobre la vida privada de las personas y que le dijeran aquellos datos de golpe no podían más que sorprenderla incluso porque ni ella sabía cuáles serían sus razones sucesivas al comentario. —Claro...—. Asiente un poco y frunce los labios, luego los suelta poco a poco a medida que los humedece entre sí, eso le daba tiempo de pensar qué decir. —Honestamente no me gustan los payasos, no confío en alguien que se pinte las sonrisas en la cara para que duren más.

Imaginaba otra historia, pero lo cierto es que no parecía nada grave, últimamente estaban rodeados de tantos problemas que Carol llegaba a pensar que el orden de prioridades del internado había cambiado de lleno. —Bien, no es mucho, no creo que te condenen más por eso, digo, es de lo que menos tienen que preocuparse ahora.

Carol se apoya del teclado del piano, cruzo sus brazos y escucha al chico, su último hilo de conversación la hace arquear una de sus cejas, sonaba más a un reclamo. Carol se sospechaba la relación que él tenía con Ezra, pero ni en un caso ni en otro tenía que hablarle de ese modo. La rubia pone los ojos en blanco, no, no podía exasperarse a la primera. —No lo sé, no sé qué esperar del hermano que se fue y me dejó por seis meses en estado de coma, no sé qué esperar del supuesto hermano al que llamé a gritos y nunca regresó—. Maldito pasado. No puede evitar sacarlo a colación con cierta acidez, pero no era culpa de aquel chico y si ella continuaba así las cosas se le irían de las manos.

Carol toma aire antes de continuar. —Lo normal sería pensar que sí, que quiere verme, pero desde que llegué mi trato con Ezra no ha sido el mejor, ni antes ni en el internado fue el mejor, ¿entiendes? No sé qué esperar cuando las cosas entre nosotros han ido a la inversa desde el accidente. Por eso te pregunté, porque no voy a ir sola a enfrentar a un monstruo que dejó de ser por completo mi hermano—. Lo último estaba impregnado de nostalgia, sí, porque no quería llegar hasta el punto de no poder reconocerlo.

¿Ezra había cambiado?, ¿de qué modo? Caroline no le había dado la oportunidad de explicarse ni siquiera cuando llegó al internado pasados varios meses de su partida de Londres. Su único encuentro más o menos decente se había fundamentado en las confesiones de la sexualidad de su hermano cosa que, si honestamente se le pregunta a Carol, no le importaba. La verdad es que le tenía sin cuidado donde Ezra metía a su amigo siempre y cuando se cuidara y no causara desastres, ¡incluso le seguía preocupando! Por otro lado, los días sucesivos solo destilaban frialdad y distancia, nada más. No había podido tener una conversación seria con su hermano y ahora parecía que la vida se lo había arrebatado para devolverle de nuevo a un ser diferente, solo que Carol no estaba segura de cuanta sería la diferencia y eso le frustraba en gran medida.

La chica pone sus ojos en blanco y mira hacia otro lado, incapaz de posar sus ojos azules sobre Bo por mucho más tiempo del necesario, él le hablaba tanto de Ezra que podía convencerla, solo que Carol no dejaba de pensar en un futuro donde aquella conversación con su hermano solo terminaría en desastre. —No lo sé, si antes no me eligió a mí...—. Pero decide cortarlo, de nuevo estaba girando su discurso al pasado, decide cambiar de argumento luego de un corto suspiro. —Tú has estado más tiempo a su lado, seguramente, has sido más apoyo que yo que soy su hermana. Ezra puede ser muchas cosas, pero no es idiota.

De nuevo el chico le estaba contando su vida y ella gira a verlo porque, por primera vez, le interesa saber. No se trata de indagar en su vida privada sino de entender la razón del nexo tan fuerte que mantenía con su hermano mayor. Un fallo emocional, una ruptura o la pérdida de una persona... eso explicaba muchas cosas, incluso porque seguía ahí tratando de que ella entendiera y no se cerrara a las posibilidades. Lo observa y atiende, no puede hacer más porque nunca fue una chica de dar consejos o largos sermones, eso se lo dejaba a Cassie. Por otro lado, el chico parecía inofensivo, le causaba cierto sentimiento de culpa, de remordimiento.

Medita la posibilidad, baja la mirada y observa su mano, aquella mano fallida fruto del fatídico accidente, no estaba temblando de una manera desproporcional. Carol alza su mirada y ve a Bo —¿Puedes garantizarme que esa visita no va a ser un desastre?—. Hasta ahora nadie lo había logrado. —Porque creo que la primera vez que lo vea va a ser todo menos divertido—. Y sonríe con cierto sarcasmo que impregna su rostro.