Fue en un café (Flashback)

Café con crema y canela. No recordaba la última vez que había bebido un café distinto. Si bien solía beber ese porque era algo que le encantaba, el café era para ella un ritual. Sentarse, solitaria, con esa misma infusión cada vez. Simple. Siempre igual. ¿Es extraño que una joven, a la cuál le fascinan las aventuras y conocer todo lo que le rodea, pida todo el tiempo el mismo café? A Elleanor no le gustaba cambiar una vez que adoptaba algo como costumbre. El hecho de modificar su rutina típica, a veces, le aterrorizaba.

Pero beber café era mucho más que algo típico, que una costumbre, que una simple tarde. Para Elle era un momento de reflexión. Sentarse y pensar, reflexionar sobre su día a día y recapacitar sobre sus acciones. "El destino de tu vida te hace quien eres" se repetía y con ello, sus acciones, su manera de ser. Últimamente se cuestionaba mucho su accionar.

Elleanor camino entre las mesas del comedor. La suave brisa golpeaba directo con su espalda, provocando que su piel se erizara y tensara las piernas para no sentir que en cualquier momento iba a echar a volar. El café calentaba sus labios. Estaba enfrascada en descubrir una verdad, un camino el cual le era difícil reconocer. ¿Por dónde debía ir realmente? Tan distraída estaba que no vio cuando su prima Sophie, quien estaba sentada en la mesa a su izquierda con su grupo de amigos, extendió su pierna y por ende el café de Elleanor salió volando a través del comedor y aterrizó sobre el libro de un joven. Rápidamente se levantó, ignorando las risas y corriendo con una mirada apenada al pobre chico. - Di- dios, lo-lo-lo siento tanto, tanto. Soy una idiota. - tartamudeó nerviosa, mientras intentaba limpiar el café del libro con una servilleta que había tomado de la mesa.

Elle se estremeció y abrió la mano de golpe. La servilleta cayó y golpeó en seco, pesada a causa del café que había absorbido. Elleanor sintió el calor recorrerle el cuello y las mejillas, tornándose tan roja que bien podrían confundirla con una fresa madura. La respiración le costaba y un ligero temblor en sus piernas amenazaba con hacerle tropezar nuevamente.

Parecía un cordero. ¿Cuán indefensa se encontraba la pequeña Elle? ¿Cuántas atrocidades debía sufrir para que le golpeara la soledad de una vez por todas y lograse comprender que no estaba hecha para entablar conversaciones tan acaloradas? Los ojos, con lágrimas amenazantes, cual mesa de pin-pon iban y venían entre el libro y el joven. Realmente estaba apenada.

Respiró profundamente, como si aquello le ayudase a que su voz no tartamudear. Las cuerdas vocales parecían resecarse y el café le sentaba agrio en la punta de la lengua. Tan agrio que Elle apenas podía tragar la saliva que se le acumulaba en el interior de la boca. Con esfuerzo lo logró y tan solo entreabrió un poco los labios para dejar escapar un pequeño gritito al percatarse de a quién había mojado. No le conocía intimamente, pero era un gran alumno en su clase.

Elleanor era de las que acostumbraban sentarse al fondo, pero, en Biología, particularmente, prefería los primeros asientos. No solo porque era una de sus clases favoritas sino porque era aquella en la cual se sentía más incómoda. Como si todas las miradas de posicionasen sobre ella por atentar contra su anatomía. Y para sumirse en sus propios pensamientos, poseía un gran pilar de apuntes, muchos bastante estratégicos y otros sin sentido, pero lo suficiente completo como para compensar la pérdida aparente del libro. - Dejame recompensartelo. - suplicó, con una sonrisa demasiado dulce para el momento. - Podría ayudarte en tu estudio, tengo varios apuntes que podrían servirte. - agregó. Acomodó su cabello castaño a un lado y le ofreció la diestra. Esperaba divertida que la estrechase con una ansiosa expresión, hasta percatarse que su mano estaba manchada de café. Se encogió de hombros apenada y suplantó la diestra por la zurda, pidiéndole disculpas con la mirada. - Dime Elle - dijo, con melodía en su voz

Elleanor dejó escapar una risita mientras tomaba asiento al lado del joven. Ya le agradaba. Elle realmente esperaba que le arrojase su comida encima y terminar con el cabello embarrado de alguna especie de mezcla de harina y chocolate. Respiró profundamente y dejó que el dolor en su pecho se disipara. La tensión inicial había disminuido notablemente y Elle estaba muy feliz con eso. Le sonrió ampliamente, de aquellas sonrisas que solo reservaba para sus más íntimos amigos, porque algo le decía que Elliot era un buen chico.

- ¿Atletismo? - Elleanor mordisqueó su labio inferior, dubitativa. Era torpe y distraída. No era de extrañar que no recordara ningún rostro de sus compañeros, ella era más de reconocer las voces pero la del joven por desgracia jamás la había escuchado. Y eso le intrigaba. - Lo siento - se disculpó. Elle no era muy buena en atletismo, lo suyo era bailar, pero se defendía. - ¡Ala! Que eso de correr no se me da muy bien, ¿A ti te gusta transpirar como cerdo? - preguntó divertida y se acercó, olisqueando. Olía a ropa planchada y café, mucho café. - Bueno.... hueles como cerdo. - frunció la nariz divertida, ocultando una risita bajo la mano diestra. Elleanor cuando quería podía ser un verdadero surtidor de palabras estúpidas. Elle tomó el libro sin permiso y lo examinó. Realmente la había cagado. Si su tía hubiese visto el estado de aquel libro la castigaría hasta que muriese de hambre dentro de un viejo baúl. Si, así de loca era su vida. Se encogió de hombros. - Eh, creo que tendré que buscarme un abogado ¿Tú sabes si aún trabajan esos que son bien sensuales y solo llevan un moño? Me gustaría uno de esos. - y ahí iban sus fantasías adolescentes. Sin ningún tipo de pudor, así era ella.

- Bravo Elle, creo que en algún momento deberás de leer esos libros para mayores, se te está subiendo a la cabeza todo el porno. - murmuró para sí misma pero lo suficiente alto para que él lo oiga. ¡Mierda, ha dicho eso en voz alta!

¿Le estaba ofreciendo ser su gigoló personal? Elle se quedó unos segundos mirandole, completamente roja, antes de estallar en carcajadas. No recordaba la última vez en que una risa sana había provocado que su mente diese vueltas. Se frotó la nuca para aliviar la tensión que le impedía responderle. Elle había metido la pata, y demasiado hondo. Se aclaró la garganta. La conversación se le estaba escapando de la manos. - Este... yo... yo no... si tu quieres, pues, pero yo... - ¿Cómo le decía a alguien que no conocía demasiado que ella no podía practicar? Al menos no tan simplemente. Pero ya pensaría en eso más tarde.

Elle le sonrió con dulzura y tomó una de sus mejillas, apretandola ligeramente. Aquel gesto le recordó a su horrorosa tía. - Pues deberías hacer más ejercicio si quieres ser uno de esos machos alfa musculosos y aceitados. - bromeó, soltando una risita. Con el dedo índice le picó el estómago. - ¡Ala! ¡Qué flotadores! A que deberías haber hecho natación, habría apostado unos cuántos dólares a que eras el primero en salir a flote. - concluyó, riendo sonoramente. Elleanor palmeó la espalda del joven y asintió. - Con gusto te ayudaré en la teoría, en serio, tienes mi palabra de niña exploradora. - dijo, extendiendo la mano frente a él, apuntandole el dedo meñique. Elle se le quedó mirando, esperando que respondiese a la típica promesa del dedo para pactar su trato. - Pero las manos te las quiero alejaditas, eh, yo se que no podrás resistirte a toda esta belleza pero te vigilaré muy de cerca. - amenazó divertida con la mirada. Sí, quizá Elliot sería la segunda persona con la que deseaba pasar tiempo en el internado.

Estrechó la mirada y mantuvo su dedo meñique en alto. Una promesa era una promesa. - Podemos hacer excepciones. - bromeó, mordisqueandose el labio inferior. Elliot le agradaba y mucho. Hacía tiempo que no se sentía tan cómoda con la presencia de alguien. Estaba bastante loca si dejaba ir de su vida al joven. Transmitía paz. Y Elleanor necesitaba más que nadie paz en su vida.

Colocó el codo sobre la mesa, apoyando su rostro en el puño mientras le miraba. Elle intentaba descifrarlo. La castaña era una curiosa innata. Si Elliot iba a formar parte de su vida, ella no podía perderse ningún detalle. Todo debía estar cerca de su alcance. Elleanor iba a descubrir hasta con qué tipo de papel se sonaba la nariz cuando estaba resfriado si era posible.- Pues seras mi alumno y yo como buena profesora mega sensual necesito saber de ti. - Elle estaba divertida. La verdad es que eso de explicar no se le daba muy bien, la última vez que le había explicado a una compañera supo que había reprobado el examen. ¡Pero cuando Elle le juraba que Hitler era el mismísimo hijo del diablo no creía que su compañera lo tomaría tan literal!

Sonrió con dulzura. Elliot era guapo, quizá el chico que todas desearían si no se mantuviese tan... oculto. Eso le agradaba, era como ella. Sopló un mechón de cabello que le caía sobre los ojos. - ¿De donde eres? ¿Cuál es tu color preferido? ¿Del 1 al 10 cuán loco crees que es la idea de una cabra volando al espacio? - cuestionó con rapidez, con un deje chistoso en la tonada inglesa. - Vale, la verdad no tengo idea si una cabra podría sobrevivir al espacio. Me lo imagino más como sus ojos inflamandose y estallando, sangre por todos lados. - frunció el ceño, preocupada. Pobre cabra.