Pequeño padawan | Kate B.F.

Tomó un largo respiro antes de decidirse por abrir la puerta. Del otro lado no había nada, algo que le alegró en cierta forma. Miró hacía ambos costados corroborando lo anterior, y una vez satisfecha, cerró la puerta girando dos veces la llave, asegurándola lo más posible. Durante el último tiempo se había vuelto un ritual antes de salir a cualquier lado, el vigilar los pasillos antes de echar llave. Sentía que su paranoia crecía con los días de encierro y más aún, sin tener ninguna actividad para realizar. Al menos antes, con el trabajo, podía distraer la mente y enfocarse en algo más que las desapariciones.

Aun sujetando el pomo de la puerta, y con su diestra las llaves, debió hacerse el ánimo antes de despedirse de su habitación. Hacía solo un par de días atrás Mark le había encomendado una misión. Misión que Kate rogaba cumplir por su propio bien. Y es que en la situación en que se encontraban, poseer ciertas habilidades significaba sobrevivir, y bien si recordaba que ya había cruzado palabras con Gail, en su último encuentro cuando ella había decaído de salud producto de un tras pie, no fue hasta que Mark le dio ese pequeño empujoncito que decidió hacer uso del favor que la enfermera le debía.

Llegó al lugar acordado cinco minutos antes, con la ansiedad haciéndole nudos en el estómago y un sinfín preguntas para Gail. A diferencia de ella, Kate poseía una capacidad nula en materia de biología y ciencias de la salud, veía casi imposible diferenciar una célula animal de una vegetal, o el pulmón con el riñón. Todo eso era un universo paralelo muy ajeno a su realidad. Pero esa actitud negativa no le iba a valer nada cuando tuviera que enfrentarse a una emergencia, así que rogaba que Gail fuera condescendiente con ella, y le tuviera toda la paciencia del mundo.

-Buenos días- saludó– No sabía si debía traer algo, pero traje una libreta y un lápiz para tomar notas- dejó los objetos en una mesa próxima y obediente, tomó asiento esperando que comenzara la clase. Si Dios era bueno, el viento corría a su favor y Gail le tenía compasión, algo aprendería ese día.

Como si fuera el primer día de clases en la universidad, abrió la libreta y comenzó a prestar nota de todo lo que decía Gail. Ordenó enumerando los tres primeros pilares que indicaba, mientras fantaseaba con las ínfimas posibilidades en que podría poner a prueba sus enseñanzas. Esperaba que nunca sucediera nada grave, porque a pesar de que le gustaría demostrar que sí podía aprender, prefería que no hubiera jamás nadie en peligro para ser su paciente. Ojalá solo quedase ahí, como el miedo que tenían a que algo fuera a suceder pero que jamás llegara porque antes que todo, iban a ser rescatados. Katherine seguía siendo ingenua.

Con un lápiz de otro color, apuntó una estrellita a la idea de que podía levantar cualquier extremidad menos un cuerpo, algo obvio pero que nunca estaba de más. Después, notando que Gail callaba y comenzaba a moverse, le presto el doble de atención, curiosa de los materiales que había seleccionado. El set de costura le tomó por sorpresa, pensaba hallar gazas y quizás algún maniquí, pero no fue hasta que vio el trozo de carne muerta frente suyo que sintió que iba a echar corriendo de ahí.

Las náuseas le invadieron, su rostro perdió todo color y sintió que el bello en la nuca se le erizaba. Llevaba aproximadamente 9 años sin comer ni tocar un solo trozo de carne animal, orgullosa de su veganismo. Ahora Gail le ponía a prueba no solo sus habilidades, sino también su estómago. Observaba con rechazo aquel animal muerto. Cuanta tortura debió sufrir antes de convertirse en la cena de alguien. Ahora su material de trabajo. No quería ni pensaba ceder un segundo en tocarlo, respirar su aroma ya le tenía mareada. Alzó la vista rogando a Gail que por favor estuviera de broma, pero cuando dijo que eso iba a ser su primera lección, sintió que se iba a desmayar ahí mismo sobre la mesa.  

-Sí, una ¿Por qué no podía ser un muñeco? - aún miraba con recelo aquel trozo de carne. Jamás creyó que en su primera lección iba a ver tal dificultad.