Breaking the silence

Recuerdo del primer mensaje :


En el internado se había extendido una “moda” entre profesores que Jack no se veía capacitado para compartir, aunque pusiera empeño. Por si te quedan dudas no, no lo intentaba siquiera. En su cabeza no cabía la idea de que un adulto decidiera castigar a sus alumnos más revoltosos en una biblioteca -templo del saber y del silencio- los sábados por la mañana, donde no hacían otra cosa que molestar a quienes trataban de estudiar. Si querían imponerles una buena penitencia, veía más adecuado que los hicieran limpiar las lápidas del cementerio a lametones. Seguro que resultaba mucho más efectivo a la hora de domar sus caracteres revoltosos.

El muchacho se había despertado tan temprano que las cortinas de la mayor parte de los corredores continuaban corridas. Abandonó su cuarto entre bostezos y se arrastró más que caminó hasta la biblioteca de la planta superior, ya que solía estar menos concurrida que la principal. Tras saludar al hombre que ocupaba el lugar detrás del mostrador, pues Jack trataba de ser agradable con cualquier superior suyo, comenzó a pasearse por las estanterías. Días atrás había descubierto en su cabeza un esbozo de puzzle a medio completar, creado por la incertidumbre de las últimas semanas. Su incesante curiosidad, sazonada por sus ansias de aprender, logró que se obligase a resolverlo cuanto antes.

Pasó cerca de dos horas sentado en una mesa frente a una ventana, detrás de dos montones de libros históricos tan grandes que ocultaban su cabeza. El chico seleccionaba libros al azar, los abría de forma aleatoria y anotaba a toda velocidad todo tipo de frases en su inseparable cuaderno negro. No obstante, cuando unos chicos gritaron por enésima vez, Jack dio un golpe en la mesa con el tomo que en ese momento estaba apilando sobre la torre desechada. Su paciencia se encontraba cerca del “punto de no retorno”, y si el vaso se colmaba ni siquiera él sabía de la forma con la que actuaría.
Típico en alguien que aprecia el silencio más que desayunar por las mañanas.

Publicado por Jack A. Hudson Lun Ene 11, 2016 7:30 pm

Atónito se sintió Jack desde ese momento; atónito más que distraído u ofuscado. La respuesta de Gru hizo que dejase de nuevo el bolígrafo y se frotase los ojos, tratando de mantener distraída a su afilada lengua para no enzarzarse en una discusión. No en la biblioteca. Se veía que el chico no tenía mala intención, pero las palabras que soltaba en sus oídos resonaban como las que diría cualquier persona que se deja llevar por la marea y no siente ninguna inquietud ante la vida; que actúa bien, pero sin intentar mejorar o discutir nada, como hace cualquiera que tiene un papel asignado. Y Jack odiaba esa actitud, seguramente porque él se movía por los derroteros opuestos; todo lo contrario a cualquiera, pues su curiosidad no conocía límites y su concepto de la libertad no sabía de fronteras.

Tranquilo, John, seguro que no habla en serio. O si lo hace, el pobre es tonto y no puede aspirar a nada más. Cállate, por lo que más quieras.

Equivocarse es de sabios y puede que Jack lo estuviera haciendo al pensar así de Brennan mas, entre lo poco que captaba del diálogo avasallador del chico y su incapacidad para leer a la gente, lo hacía creer que lo había desenmascarado. Apoyó ambos brazos en la mesa, flexionados, y miró por varios segundos seguidos a Gru. No pretendía parecer intimidante, pero su ceño fruncido haría imaginar a alguien cobarde que estaba siendo estudiado desde el enfado.
Jack Hudson en estado puro, básicamente.

Jack apagó el “piloto automático” cuando notó que Gru volvía a hablar de sí mismo, aunque no fue consciente de ello. Se disponía a protestar, mas se quedó en silencio. Odiaba las conversaciones personales, así que su cerebro decidió aprovechar para reflexionar y hallar las palabras adecuadas para exponer su postura sin hablar más de la cuenta o parecer un extremista agresivo. La educación y la libertad probablemente eran los dos únicos temas que le tocaban la fibra sensible, y ese diálogo empezaba a estar pintado por tintes de los dos; debía esquivarlos cuanto pudiera.
O huir.

Carraspeó antes de tomar el turno de palabra. Tanta palabrería seguida comenzaba a secarle la garganta, cosa que no solía ocurrir.

—Yo solo sé que no podré cambiar el mundo, pero siempre se puede luchar con más personas. Un pensamiento diferente no cambia nada; varias manos unidas sí que lo hacen. Pero es mucho más cómodo esperar en el salón de tu casa a que te lo den todo hecho. O a que te manejen como si fueras un corderito más del rebaño, que es lo que hacen las altas esferas. Prefieren analfabetos fáciles de controlar que no pongan resistencia a sus actos, pues al no conocer lo que ocurrió en el pasado la mayoría no se imagina lo que puede venir en el futuro. —respondió tras tragar saliva, con firmeza. Hubiera añadido en el último momento “como creo que ocurre contigo”, pero no lo hizo. Gru no presentaba amenaza alguna contra él -contra sus nervios sí, pero de momento lograba mantenerlos controlados-, así que atacarlo directamente hubiera sido un error. Inspiró antes de continuar sincerándose. Ya puesto no perdía nada. —Lo dudo. Hablas demasiado y me perdí hace un rato. Puede que, incluso, antes de que te sentases frente a mí. Aunque creo que intentabas explicar por qué no te gusta Historia. Suena divertido si se tiene en cuenta que tú estás aquí hoy por los hechos del pasado. Al rechazar estudiar la historia, estás negándote en parte a ti mismo.

Acto seguido, habiéndose encogido de hombros después de soltar aquella opinión, Jack señaló los dos libros que había tendido a Gru, aburrido; como quien habla igual que ve llover, sin importarle nada. Aún le interesaba más continuar con su trabajo que la conversación. Con un poco de suerte su compañero se sentiría ofendido con alguna de las afirmaciones de Jack -las cuales ya no recordaba, pues ni siquiera se prestaba atención a sí mismo- y se marcharía tras dejar caer los manuales al suelo. El silencio, su mejor amigo, volvería entonces a hacer acto de presencia.

—Busca solamente el Tratado de Versalles, el Tratado de Saint-Germain y la guerra de trincheras en el Marne. Datos, fechas, curiosidades... Todo lo que encuentres. En los índices aparecen las páginas donde están los textos. —apuntó, hastiado. Había recortado sobre la marcha la cantidad de temas que Gru debía buscar, y no porque le diese pena que tuviera que hacer un trabajo que no serviría de nada: algo le decía que volvería a olvidar lo acordado antes de que Jack pestañease de nuevo.

Brennan habló, entonces, de deportes; en particular, de los deportes que practicaban en el colegio, con apuntes incomprensibles incluidos. Y, para no variar, la mente de Jack desconectó de nuevo. Vio en el énfasis de su voz que su perorata iría para largo, así que rodó los ojos, recogió el bolígrafo que había dejado en la mesa y retomó su trabajo con la cabeza gacha. Entre frase y frase garabateada se obligaba a sí mismo a pronunciar un “ajam” o un gruñido que hiciesen creer a Gru que lo estaba escuchando a conciencia, pero realmente no era del todo así.

El tiempo que el chico estuvo hablando, Jack rellenó una página de su cuaderno; una página con una letra diminuta y ordenada. Rebuscó en su estuche hasta dar con un rotulador de color naranja, el cual destapó con los dientes. Utilizaba colores chillones como aquel para resaltarse a sí mismo los datos que debía recordar. Escupió el tapón sobre las hojas del cuaderno y empezó a subrayar algunas de las frases que había anotado. En su cabeza todo tenía sentido.

—Probablemente sí. Mi padre es profesor de Historia Antigua, así que me ha inculcado ese amor. Para mí Lacrosse y el resto de los deportes no son más que actividades extra, no materias como tal. De hecho, me gustaría que fueran optativas, como ocurre con los clubes. No me pasaría por ningún deporte. —explicó serenamente, sin levantar la mirada del cuaderno. Su mano recorría con energía la página al completo, al ritmo inaudible de una canción de Ludovico Einaudi. Todo, para variar, estaba en la cabeza de Jack. No obstante, aunque pareciera que no escuchaba al chico, se esforzaba por no perder por completo el hilo de la conversación. Ese era un gesto muy feo por el que hubiera entendido que le dieran un puñetazo. Si a él le gustaba ser oído cuando hablaba, trataba de hacerlo -en parte- con el resto; hasta cuando no entendía la mitad de las sandeces con las que se encontraba. —Quizá ahora mismo no son útiles más que para aprobar la asignatura, pero sí importantes. Y no mucho más incomprensibles que la sintaxis o la morfología si te aplicas. Las que nos enseñan en el colegio tienen principalmente la meta de ayudarnos a desarrollar nuestra capacidad de razonamiento. Enseñar, entrenar y capacitar nuestro razonamiento, mejor dicho. Aunque hay mucha gente por aquí que debería atender más en clase. Les hace falta una buena dosis de matemáticas en vena.

Ironía, ironía. Todo en su vida era una maldita ironía. Incluso él.

Publicado por Jack A. Hudson Sáb Feb 06, 2016 11:07 pm

Muy bien, eso estaba a punto de ponerse interesante. Brennan podía no ser el primero de la clase o tener pensamientos demasiado inocentes en la vida, pero si le gustaba hablar, y cuando se hablaba de algo serio, podía ponerse serio, eso quería decir que sonreiría mientras hablaba, pero no por estar diciendo una broma, no podía contener su sonrisa que tan contagiosa se presentaba.

Sombrerero parecía ser de esos chicos que en lugar de tener la edad que presentaban tenían veinte años más, eso se podía notar incluso en la forma en la que hablaba, como una persona culta que odiaba cometer errores y pensaba que todos los presentes solo eran unos chiquillos que no habían vivido suficiente para hablar con la voz de la experiencia, y que sabían muy poco como para contradecir sus palabras o ponerse a la altura de sus conocimientos. Brennan, por otro lado, no gustaba de los debates donde cada uno mantenía su postura hasta el final de los días, le gustaba escuchar lo que decía la otra persona y pensar internamente cuáles eran las posibilidades de que tuviera o no la razón, lo que ocurría muy a menudo, dado que el mismo se consideraba un chiquillo con las cualidades mencionadas anteriormente. Por eso medito muy bien sus palabras antes de responder con su expresión infantil que no solía abandonar nunca su rostro.

—Pero...— Se quedó pensando un segundo, tenía que cuidar muy bien sus palabras si quería que las tomaran en serio o que tuvieran sentido sin que se fuera por las ramas, que era lo que solía pasar cuando abría la boca, siempre terminaba hablando de cualquier otra cosa y ya se había dado cuenta de que a Sombrerero le molestaba. Todavía no determinaba si le molestaba que hablara mucho o que hablara en general, pero podía llegar a descubrirlo dentro de poco. No se veía como una persona violenta que fuera a golpearlo, a lo sumo le tiraría un libro por la cabeza. Callie le daba más miedo y era su amiga. Y, mentalmente, ya se estaba yendo de contexto. —Cada cual, según sus gustos, puede elegir el método que más le gusta para aprender. Para mi los deportes enseñan más que cualquiera de las materias que se dan en el internado, porque enseñan que el trabajo en equipo es la mejor manera de sacar un problema adelante, confiar en otras personas, delegar tareas, tomar responsabilidades. Cada cual tiene una función, incluso aunque sea tan básica como convertir oxigeno en dióxido de carbono, pero si uno deja de cumplir esa parte, todo se viene abajo y es ahí donde surgen los problemas. Surge de personas que quisieron tomar todo el poder y creer que tenían suficiente como para decir que había personas que no eran lo suficiente importantes en éste mundo como para vivir en él.— Hace una pausa para respirar, aunque había hablado lo suficientemente tranquilo, para él, para otra persona podía ser hablando con ese tono nervioso e inquieto que tenía.

—Eso es lo que me ha enseñado la segunda guerra mundial y la historia en general: que siempre que una persona intento apoderarse de todos, la cosa se fue al demonio; y que el poder suele corromper a las personas, pero erradicar eso del mundo es imposible porque nadie quiere ceder a la autoridad que obtuvieron y al poder de decisión que tienen sobre el resto de las personas. No importan las fechas, los nombres o dónde ocurrió, importa la conclusión que saques del tema y como decides actuar sobre el mismo. Por eso no creo que la historia sea demasiado relevante, se detiene en palabras y números, y no en lo que importa en realidad, o alguna vez han pregunta qué conclusiones podemos sacar al respecto. No es reflexiva, los deportes te pueden hacer aprender más que los libros cuando sabes que aprender de ellos y que ignorar— Cuando termina de explicar muestra una pequeña sonrisa de niño, como si hubiera cumplido una misión, y lo había hecho, no se había ido por las ramas, era todo un reto para alguien como él. Alguien tendría que felicitarlo, luego buscaría a Isak, Cassie, Callie, Rose o Nate, aunque posiblemente los únicos que se pongan felices serían Isak, Cassie y Rose, y podía ser que Nate, aunque no hablaba con el muchacho hacía mucho tiempo.

Gru podía ser una broma desde todos los aspectos posibles. Sus notas, sus chistes, sus bromas, pero si estaba seguro de lo que decía, porque en el internado enseñaban mucho contenido y brindaban herramientas para seguir agregando contenido a la cabeza, pero en ningún momento explicaban como vivir. No te decían que cada cosa que se veía podía resolver un problema que acontece en la vida. Como un problema de matemática te ayudaba a que, cuando algo se presente en la vida, tienes que buscar herramientas para resolverlo y no hacer agua. Brennan no sabía como resolver un problema de matemática, pero sabía que podía pedir ayuda y eso era una herramienta que creía bastante útil, porque no veía mal pedir ayuda. Contar con otras personas. Sería ingenuo de su parte pensar de esa manera, pero todo le enseñaba que todo lo que veían solo eran contenidos, pero lo que vivían cada día era la gran escuela, y no todos lo veían como él, algunos ni siquiera podían imaginar lo que él veía.

Publicado por Brennan F. Grunwald Miér Mar 16, 2016 12:23 pm

Jack se hubiera llevado las manos a la cabeza mientras escuchaba a Brennan hablar. Prefería, incluso, que soltase una perorata absurda sobre el tipo de bocadillo que le gustaba comer. Entendía que no todo el mundo amaba la historia -o las asignaturas escolares en general- como él, pero jamás hubiese imaginado que alguien se atrevería a degradarla a la altura de... de... ¡De un deporte! Cerró su cuaderno de anotaciones de inmediato, sintiéndose bastante indignado, y miró al muchacho fijamente. No quería exteriorizar sus ganas de asesinarlo en la biblioteca, ya que él estaba -debía estarlo- por encima de cualquier impulso primario. Se quedó callado durante varios minutos, tiempo que aprovechó para realizar un ejercicio de contención mental. Saltar encima suya y ahogarlo no sería apropiado.

Entornó la mirada antes de empezar a responder, tratando de aparentar indiferencia aunque creyese que se estaba rebajando al tener que expresar su disconformidad. Ojalá aquel fuese un internado para mutantes y él poseyese los poderes de Scott Summers. ¡Qué bien los hubiese aprovechado!
Personaje que, dicho sea de paso, odiaba con toda su alma.

—Es tu opinión y la respeto, aunque no la comparto en absoluto. Los deportes te enseñan a trabajar en equipo, sí, pero en cualquier otra asignatura del colegio puedes aprenderlo también. Existen buenos profesores que se esfuerzan en inculcar a sus alumnos desde pequeños a relacionarse con sus compañeros y los hacen participar en juegos o trabajos en grupo donde todos tienen la misma responsabilidad. Y mientras realizan esos trabajos de clase, están aprendiendo sobre materia y cooperación a partes iguales. Los deportes no te enseñan nada aprovechable para un examen de clase. Además, el mejor sistema educativo que hay en el mundo tiene en sus bases la colaboración entre compañeros y el enseñar a los alumnos a cooperar entre ellos sin tener que recurrir al deporte. —su padre era uno de esos profesores que son capaces de motivar a sus alumnos y hacerlos amar una asignatura mientras que les inculca respeto por sus iguales. Jack no iba a permitir que un crío dejase su profesión por los suelos en su presencia.

Tomó aire antes de continuar, ya que tanta charla empezaba a secarle la garganta. No acostumbraba a gastar tanta saliva en desconocidos. Veneno sí, pero Brennan no le parecía una buena presa. Su sonrisa le mostraba que no era más que un niño que hablaba con inocencia -o eso prefería pensar-. Las personas pacíficas e inocentes no formaban parte de la lista de próximos asesinatos verbales de Jack.

—La historia te enseña que hubo alguien que quiso tener todo el poder y las consecuencias de su locura sin dar soluciones, cierto, pero si no supieras que esto existió no te preocuparías por atajarlo en el futuro. Tú no naces sabiendo que determinadas personas quieren ser consideradas dioses, sino que lo aprendes gracias a los libros históricos. No es reflexiva porque te muestra unos datos concretos y exactos, pero eres tú quien debe pensar cómo mejorar las cosas y sacar tus propias conclusiones. No puedes exigirle que piense por ti. Suficiente molestia se toma mostrándote las cagadas que cometió el ser humano como para, encima, darte todo el trabajo hecho y decirte cómo debes actuar. —sentenció, encogiéndose de hombros. Bajó la mirada hasta sus cosas, que continuaban repartidas por la mesa, y decidió comenzar a recogerlas. Él no estaba allí cumpliendo un castigo, así que podía marcharse si quería. Y quería hacerlo. Habían hablado demasiado rato y estaba seguro de que si Gru respondía con lo que él tachaba de “cabezonería”, acabaría explotando y actuando de una forma que no le apetecía. Acabar con su paciencia resultaba tremendamente fácil, por desgracia.

A sus ojos, no había podido ser más claro y conciso. Creía que uno de los problemas del sistema educativo era que no enseñaba -o mejor dicho, que no dejaba- a los alumnos a pensar por sí mismos, pero cuando tocaba que lo hicieran por su cuenta se negaban a ello. Se enfermaba cuando pensaba en la gente que se quejaba de los que se dejan gobernar por las masas pero que, a la hora de la verdad, ni eran capaces ni querían actuar por sí solos.
Hipócritas. Todos eran unos malditos hipócritas.

Con todo ya guardado en su mochila, Jack se puso en pie. Se arrepentía de haber abandonado su cuarto para trabajar, pues estaba seguro de que allí hubiese gozado de verdadera tranquilidad. Tras colocarse sus libros bajo el brazo miró una última vez a Gru, nuevamente con el ceño fruncido. No creía que fuese un mal chico, pero sí que estaba equivocado. Ya tendría tiempo de crecer y ver cómo funcionaba el mundo.

Jack, ¿y te atreves a decirlo tú, que no eres mucho mayor?
Hipócrita.

—Te recomiendo que aproveches tu castigo para leer un libro que no trate sobre eventos deportivos, o para intentar aprender a estar en silencio en una biblioteca. No te vendrá mal. —la última muestra de arrogancia del muchacho no se hizo esperar. Si Jack no renovaba cada día su lista de enemigos no se sentía pleno. Una vez dichas aquellas palabras a modo de despedida, Jack se marchó de allí. Pasó cerca del gorilón con el que había discutido, a quien lo miró con chulería por el rabillo del ojo antes de cruzar la puerta. Se sentía poderoso al disponer de una mañana de sábado para hacer lo que le viniese en gana, a diferencia de los castigados de la biblioteca.
Era poderoso. Poderosamente idiota.


[1]Lo dejo abierto por si quieres añadir algo más. Si no, puedes avisarme y lo mando cerrar ^^

Publicado por Jack A. Hudson Jue Mar 17, 2016 5:59 pm

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