Unfinished Sentences

Muchos le dirían masoquista, otros le dirían loca por seguir al lado de aquel niño que gritaba y pataleaba cuando quería solo por su condición. Lo cierto es que Rosie podía ser ambas porque nunca dejaría a Wes así tuviera que armarse de paciencia una vez tras otra. Desde que lo había conocido había descubierto un hogar, lo cual era una paradoja muy fuerte tomando en cuenta que no había tenido uno realmente, pero ese pequeño de pecas era todo lo que necesitaba, a su lado no estaba sola y tenía toda la familia que algún día quiso tener. Al principio le asustó, cuando Wes la tocó con esa libertad cegado por su temor ella experimentó lo mismo, pero solo tuvo que ver sus ojos, brillantes y llenos del mismo miedo que ella, ahí Rosie entendió que él jamás le haría daño y que sería ella quien lo cuidara y lo acercara a un mundo que prometía ser bueno. Hasta ese día solo Wes había podido tocar a Rose, nada más, pero él siempre era cuidadoso, conocía a su hermana y eso la chica lo valoraba más que nada en el mundo.

Sabía que la idea de ayudarlo iba a hacerlo estallar y Rose agradeció la presencia de ese banco que prometía ayudarla a solucionar aquel problema. Wes hizo lo propio y al momento ya estaba colocando los libros en su lugar, ella hizo lo miso dándole su espacio. —No debes agradecer—. Dice con suavidad sin verlo mientras sigue en su tarea, se alza de punts y termina por guardar ese lote, ya cada vez le quedaban menos libros.

Rosie se gira un poco alarmada cuando lo escucha, alarmada porque no esperaba escuchar eso, no tan rápido. Sabía el esfuerzo que Wesley estaba haciendo para hablar con tanta serenidad y disculparse y ella lo entendía, lo agradecía enormemente, más su esfuerzo que lo que decía. La castaña sonríe con la misma dulzura de siempre y alza su mirada azulada para verlo. —¿Siempre juntos, recuerdas?—. Fue lo único que dijo sacando dentro de su camisa el medallón que ambos compartían, Rosie vuelve a guardarlo dentro de su prenda y guarda otros libros. —No importa lo que pase, yo no me voy a ir—. Luego guarda otros tomos y se apoya de la repisa para descansar un poco, hacía algo de calor dentro del lugar.

No le gustaba el olor de la biblioteca en ese momento, parecía haber estado cerrada por largas horas, no era como el día donde los estudiantes caminaban a su libre albedrío, el sol se colaba por los vidrios y el aire circulaba, en ese momento todo olía a madera vieja y a encierro y eso no le gustaba a Rose, además que hacía un poco de calor y eso no ayudaba a la situación. La chica se había cansado sorpresivamente después de guardar libros así que prefirió tomar un respiro antes de terminar, con suerte ambos podrían irse sin pescar regaños. Rosie respiraba pausadamente viendo por la ventana, siempre le habían gustado las noches que se proyectaban en el Internado, podía ser la misma luna que en todo el mundo pero esa si podía admirarla a su gusto.

Para ella había bastado la disculpa de Wes, más bien le había sorprendido que fuera tan pronto y de una manera tan natural, no podía evitar sonreír internamente quizás eso podía ser un rayo de esperanza, una señal de que su hermano estaba mejorando. Rosie palpa el medallón bajo su ropa, se estaba disponiendo a seguir con su tarea cuando el abrazo de Wes la sorprende, de pronto tenía al chico rodeándola, apoyando su cabeza cerca de su cuello.

Las señales empiezan a aparecer en el cuerpo de Rosie, su corazón se acelera, su piel se eriza, incluso su tez palidece más de lo normal, tiene que respirar un poco para tranquilizarse. Con lentitud lo rodea y apoya su mentón en sus cabellos, al principio es un roce pero luego Rose se da la libertad de apretarlo un poco y pasar su mano por su espalda en una caricia, aún su corazón latía con fuerza pero ya no le incomodaba. —Te quiero, Wes. Recuerda que nunca me voy a ir, no lo pienses, siempre voy a estar aquí para ayudarte, estas pesadillas no serán para siempre, algún día los dos vamos a sanar, te lo prometo—. ¿Sería bueno hablar con el doctor Motka? Ver a su hermano así hacía que quisiera hacerlo pero no podía tocar el tema de Wes y evadir el suyo. Rosie da un beso en la coronilla de su hermano. —¿Qué te parece si terminamos? Este orden nuevo está quedando de maravilla, además podríamos ir rápido a las cocinas a ver si pescamos un postre, ¿te parece?—. Inquiere la chica viendo a su hermano con cierto brillo en los ojos.

Ese pequeño rato, ese mínimo instante era suficiente para que Rose respirara un poco de felicidad en medio del caos al que estaba expuesta su mente casi que a diario, por más que la chica se empeñara en pensar que el internado era un lugar seguro y que la rutina la resguardaría de todo. Abrazar a Wes era vivir en silencio, era escuchar el aire, era sentir paz en lo más hondo del alma, porque ella sentía que si podía, que no era una roca y alguien que alejaba a las personas, era ahí cuando comprendía que solo era una chica que poseía muchos problemas. Trata de alargarlo lo más que puede pero tiene que separarse, aun cuando Wesley es su hermano debe apartarse antes de que lleguen las palpitaciones. Lo que el chico dice hace que su corazón se debilite, era una mezcla de alegría con nostalgia, a Rose le hacía bien saber aquello, desde luego, pero precisamente ese alto en lo que podía haber sido una demostración cariñosa hacía que todo se desmoronara. La chica sonríe como puede. —Daría todo porque duraran más, créeme.

Ella lo sabía, tenía claro que Wes no se iría, no por el momento y aunque estuvieran lejos ella tendría en su corazón que él era su única familia. Lo siguiente la sorprende, escuchar de su hermano aquellas duras palabras la hace abrir los ojos de golpe y prestar mucha atención sin embargo lo siguiente la mueve aún más, se tiene que quedar callada porque Wesley empieza a hablar y ella no es capaz de detenerlo. Con tan corta edad su hermano era capaz de decir muchas cosas, todas ciertas pero a la vez todas complicadas para Rose. Tener el papel de hermana mayor no era sencillo y mucho menos en momentos como ese. —No me rindo a que si exista... la cura, pero para los dos—. Es una de las cosas que tiene con mayor claridad después de todo.

La mirada de Rose se pierde en la ventana solo unos segundos que parecen horas, toma un respiro y suelta el aire. —Es como si vivieras pero sin poder vivir—. Luego ve a Wes intentando explicarle. —Es como si la vida fuera un escenario y tú estuviera tras un cristal viendo todo sin poder participar. Eres feliz porque lo vives y te mueves con él pero a la vez no puedes palpar esas maravillas. Así es—. Susurra Rose con toda la calma del mundo, después de todo estaba acostumbrada a ello. —No deberíamos vivir así, tampoco tú, no todo el mundo será bueno contigo y eso es lo que no quiero. Por eso vine, porque quizás acá consigamos ayuda. Tu eres la única razón por la que lo haría, Wes—. Ve a su hermano con la sinceridad en sus ojos. —Quizás para mi sea complejo, quizás no viva como dices pero si voy a curarme es porque tú también harás lo mismo, eres mi única familia y no quiero ninguna vida si tu no estas completamente bien.

Rose se inclina y se sienta a un lado de su hermano, queda un poco más baja por la altura del banco. —Todo tiene cura, no somos tan imperfectos, pero yo quiero la mía si viene con la tuya—. Y solo con la mirada Rose inicia un pacto entre ella y su hermano.

Solo ellos dos sabían lo que significaba una promesa, solo ellos podían medir con claridad la magnitud de lo que estaban diciendo. Para Wes y Rose una promesa era algo sagrado, algo que no se podía romper, algo que siempre, siempre iba a estar presente. Quizás se debiera a sus problemas pasados, quizás fuera por miedo, quizás por el amor que se tenían o quizás porque ambos no tenían nada más en la vida que el otro y que sus propias palabras. Sea la razón que fuere, Rose nunca rompía sus promesas, menos si tenían que ver con su hermano que era lo más importante que ella tenía en la vida. Habían prometido contarse todo, habían prometido quererse, habían prometido cuidarse, habían prometido ser hermanos, habían jurado por sobre todas las cosas no abandonar al otro. Hasta ahora ambos habían mantenido sus promesas al pie de la letra, es por eso que Rose gira un tanto sorprendida cuando Wes, de nuevo, le pide que sellen un pacto.

Ese pacto era diferente, ese pacto arrastraba todo su pasado y lo que ambos eran un presente, ese pacto era peligroso porque incluía todos los miedos de Rose y las barreras que la chica había empleado para no ver lo que le estaba pasando. Reacciona de nuevo cuando Wes insiste y cuando alza su dedo meñique para que ella acepte. La castaña lo ve con nostalgia, con mucho amor y a la vez con preocupación porque no estaba segura de poder lograrlo. Pero a la vez él le estaba pidiendo intentarlo, solo eso, intentarlo, quizás Wes sabía lo que ella podía sentir y se lo agradecía. Rose no vacila cuando alza su dedo y termina de concretar aquella promesa. —Lo prometo, voy a intentarlo, pero por ti, porque se, y estoy segura, que ambos podremos curarnos, ¿vale?—. Porque si ella se curaba, Wesley también. Toma a su hermano con cuidado y da un beso en su frente. —No somos raros, somos "especiales", ¿recuerdas?, solo que esa especialidad tenemos que aprovecharla para bien—. Recordaba haber escuchado eso del doctor Motka, no para los Wood, sino para todos lo que entraban en el internado. A Rose le pareció adecuado transformar aquello para su situación y la de su hermanito.

Rosie asiente, la verdad es que tenía hambre y con suerte y un poco de prisa llegarían al comedor antes de que cerrara. La chica se levanta y toma sus cosas, todo había quedado muy bien así que no puede evitar examinarlo con sus ojos azules. —Todo quedó de maravilla, Wes—. Le sonríe a su hermano y le hace una seña con la mano luego de haber mirado antes hacia la salida. —Vamos, espero que tengan de nuevo pan de chocolate—. Y con el hambre en los ojos ella empieza a caminar esperando al chico, como siempre.