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The True

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Domingo, 21 de febrero de 2016. Rondan las 11 am. Canción


La música seguiría sonando, tenaz, honesta y recia, pero nosotros no podríamos escucharla. Ya estaríamos muertos.

Porque, ¿acaso hay algo más efímero que una vida? Mientras respiras te crees el dueño del universo; una constante fuente de energía inagotable, poderosa y capaz de conseguir cuanto desee.
Maldito y egoísta antropocentrismo, de cuánto mal nos has llenado las cabezas.
Al final del día todos somos piezas reemplazables en el engranaje del cosmos. La vida fluirá sin ti, sin mí, sin nuestros antepasados y sin los nuevos humanos orgullosos que nazcan mañana.

Habían caído en el saco del olvido los años en los que me miraba al espejo y no lograba reconocerme. Si bien mi felicidad solía ser efímera, basada en logros profesionales o en haber vencido al jefe final del videojuego de moda, llevaba demasiado tiempo sin quedarme plantado frente a mi reflejo y no saber qué pensar más allá del "¿quién eres tú y qué necesitas?".
Los fantasmas volvieron con ganas de quedarse, dotando a mi personalidad de un carácter errático sin molestarse en preguntarme si quería firmar ese contrato.

El que jamás se demoraba en los baños fue el último en abandonarlos aquella mañana. Mientras me lavaba la cara  un flash cruzó mi cabeza, paralizándome en el acto. Era de color azul, aunque no logré relacionarlo con nada. Sin explicación alguna bajé ambas manos, con los restos del agua aún sobre mi rostro, y devolví la mirada al muchacho que, parado frente al espejo, fruncía el ceño de forma amenazante.
¿Por qué seguía allí cuando ya había quedado claro que no era su sitio? Ese era mi espejo, no el suyo; no el de alguien que se levanta sudando violencia y con una única preocupación en la vida: molestar a bocajarro a todo aquel que osase respirar a su lado.

Desconozco cuánto tiempo permanecí de pie, mirándome con unos ojos al borde del llanto. Había olvidado cómo parpadear y me escocían. El último de los muchachos me observó desde la puerta antes de cerrarla con un portazo. Ese ruido fue el encargado de arrancarme del estado de estupor. Aunque el remedio fue peor que la enfermedad.
Como acto reflejo, soltando parte de esa violencia que necesitaba descargar desde hacía un par de semanas, golpeé el cristal del espejo con fuerza. No quería hacerlo pero tampoco tenía una razón que me lo impidiese. Lo vi resquebrajarse al tiempo que sentía un agudo dolor en la mano derecha.
Uno de los pedazos de vidrio cayó sobre el lavabo, junto a unas gotas de sangre. No me preocupó en absoluto.
Miré por última vez los dos ojos verdes en el trozo de cristal del lavabo mientras apretaba el puño para que la sangre saliese de forma más apurada. Quise cubrirlos con ella y fingir que habían desaparecido, pero no lo conseguí. Seguían allí, acechantes; aunque nadie quería que estuviesen.
Misión imposible. Dando un último golpe, esa vez a la cerámica blanca del lavabo, decidí marcharme de allí. Ojalá hubiese podido abrir de la misma forma la verja de entrada.

Jack hubiese visitado la enfermería para pedir que le curasen el corte, pero yo ya no era Jack; solo una masa que se le parecía. Cuando ya estaba en el extremo del pasillo me detuve para comprobar la gravedad de la herida pero, tal y como me temía, no era más que un arañazo. Ni como golpeador servía. Arrugué la nariz, desagradado -no sé si conmigo mismo por haberme herido o por pura afición- y me saqué del bolsillo un pañuelo de tela al tiempo que suspiraba. Acostumbraba a cargar uno siempre, incluso cuando no estaba resfriado; los restos de la estricta educación británica seguían impresos en el replicante de Jack.

Tomé asiento en el suelo mientras me apretaba la herida con la tela, cuando antes ni se me hubiese pasado por la cabeza ocupar un sitio tan lleno de polvo. Incluso estiré las piernas. Me daba exactamente igual que alguien tropezase conmigo y se diese de bruces. Se lo tendría merecido por existir.
Y si yo me llevaba una bofetada por estar allí en medio, también me la merecería.

¿Tanto puede cambiar una carta? ¿Unas letras impresas son capaces de conseguir que alguien quiera tirar su expediente por la borda y dejar de ser fiel a su esencia, cambiándola por vacío e inconsciencia?
Sí.
Publicado por Jack A. Hudson Dom Abr 03, 2016 12:21 am
Jack A. Hudson
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Jack
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I know I could have been a better man. I always had to have the upper hand. I’m struggling to see the better side of me but I can’t. Take all your jabs and taunts. You’re pointing out my every fault and you wonder why I walked away.
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Abrir los ojos ante un nuevo mundo, el temor a lo desconocido, costaba de sobremanera acostumbrarse a la realidad cuando había estado ausente tanto tiempo, lo que alguna vez simbolizó un hogar para Carol ahora simplemente no existía, todo había cambiado, pero aquellas teorías se hicieron verdaderas cuando mencionó su nombre y él no apareció, cuando gritó con toda la fuerza que sus pulmones le permitían y le dijeron que se había ido, que Ezra la había abandonado.

Era una niña vacía frente a un mundo que siempre estuvo sostenido por su hermano mayor, tomó decisiones erradas que la forjaron a ser como era y de las que, a pesar de todo, no se arrepentía. Tanto odiarlo, tanto querer ir a ese internado para recalcarle en su cara el daño que le había hecho y ahora simplemente no estaba, no había rastro de él y la chica sentía que estaban lejos de encontrarlo. Vacía era la palabra, se sentía muy vacía y quizás lo peor de todo es que no sabía cómo reaccionar, no sabía qué hacer, nunca había enfrentado un drama en su vida y ese parecía ser el monstruo que avecinaban sus peores pesadillas. Caroline llevaba días ausente, si antes no prestaba atención a las clases últimamente mucho menos, se perdía en los entrenamientos y no quería estar en su habitación, cada pared parecía ceñirse a la otra y fundirla en un profundo encierro y eso la desesperaba, la enloquecía.

Caroline no sabía cómo portarse ante una situación de presión, había sido demasiado desprendida de sus responsabilidades para poder hacerlo y antes de descontrolarse prefería salir, caminar por los terrenos que tanto la hastiaban pero que parecían ser la única salida, ya conocía los bloques, los desvíos, todo era igual. Esa mañana hizo lo mismo, Carol tomó una manzana y después salió a correr por los terrenos, a perderse por los límites del internado, la rabia la hacía correr más rápido y el solo recuerdo de su hermano aceleraba su respiración, la rubia se detenía solo cuando se daba cuenta que no podía más, que su cuello se trancaba y todo empezaba a ponerse borroso, no podía olvidar el constante problema de sus pulmones que aumentaba con el frío.

Unas gotas empezaron a caer, frías y pequeñas que se regaron por su cabello y su rostro haciendo que arrugara la nariz en el proceso, estaba empezando a llover cuando Carol regresó al internado, afortunadamente no se empapó de llenó y el conjunto deportivo seguía intacto a excepción del abrigo. La rubia no tenía ánimos de encontrarse con nadie así que se desvió a los pisos superiores a paso rápido, se cambiaría para luego dar otro paseo. Carol estaba por girar en una curva cuando un par de piernas largas casi la hacen tropezar, por suerte sus reflejos la hicieron detenerse antes de dar otro paso. —¿Pero qué carajo te pasa, idiota?—. Sus ojos chispeaban mientras dirigía la mirada al desconocido, solo le bastó ver sus manos y la sangre en su rostro para callarse. Su expresión pasó del enojo a la confusión de una manera muy abrupta, no era lo que esperaba.

Era un chico de cabello largo, creía haberlo visto alguna vez en los pasillos. Era alto y sus rasgos finos a no ser por su mueca de perro con rabia. Carol da unos pasos para "entrar" al área de los pasillos y luego gira al extraño. —Desangrarse en medio de los pasillos no es una bonita manera de llamar la atención, no en estos días—. Comenta arqueando sus cejas mientras ve hacia abajo. —Deberías ir a curarte eso, no se ve muy bien—. Arruga la nariz, la sangre no era lo suyo.
Publicado por P. Carol Harrison Dom Abr 03, 2016 10:16 pm
P. Carol Harrison
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Si la vida te da limones... prepara limonada (?
desaparecido
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Nadie hubiera pedido nada un internado frío y abandonado a su suerte como era Dunkelheit. Yo solo quería un poco de tranquilidad; vivir en un mundo paralelo donde las sensaciones perteneciesen al recuerdo. Donde ningún factor externo se entrometiese en el particular enfrentamiento que manteníamos la vida y yo. Pero ni siquiera tenía derecho a que ese deseo me fuera concedido.

Porque Dunkelheit estaba vacío de esperanza, lleno de frío y tristeza, pero seguía quedando vida en él; vida que se paseaba por el internado en forma de personas. Mejor dicho, en fragmentos de lo que antaño fueron jóvenes felices y ruidosos que libraban una carrera contra el tiempo para no envejecer jamás. Por eso no me sorprende que una chica decidiese cruzar aquel pasillo y casi tropezase conmigo. Yo no la vi venir, atareado como estaba en decorar cada retal de mi pañuelo con la sangre que salía de la herida, cada vez en menor cantidad. Hasta que escuché su voz no encontré nada más entretenido que mirar que el delgado arañazo que me cruzaba por completo la mano. Sintiéndome descubierto, viendo interrumpido mi momento de sosiego autoimpuesto, alcé la cabeza y le dirigí la misma cara de asco con la que me había contemplado en el espejo.
No disponía de tamiz con el que seleccionar a quién se merecía la acidez que la desaparición de Jack había dejado.

La reconocí al momento, aunque no estaba seguro de cuál era su nombre de pila. ¿Rebeca, Pauline, Lucrecia? Sabía que compartíamos aula de Música, pues su cabello no pasaba precisamente desapercibido, y que su apellido debía ser Harrison. Rebeca Harrison, creo. No había muchos hermanos en Dunkelheit, así que los pocos que andaban por allí solían ser conocidos por el clamor popular.
Además, ella era hermana de uno de los idiotas principales de séptimo. Compartían el mismo tono fulgurante de pelo y, a juzgar por las palabras con las que se dirigió a mí, idénticos malos modales.

La miré con aire de superioridad a la par que molesto, sabiendo que mi presencia allí sentado incomodaba menos que sus aires de camorrista del Bronx. Vaya caradura, ni que estuviese obligao a dejarle paso. Tuve ganas de tirarle el pañuelo contra la cara pero logré contenerme. Me hubiese quedado sin nada con lo que limpiarme la herida. No obstante, la rabia no tardó en aflorar en forma de palabras. Me había pillado en un mal día; en una mala semana y, probablemente, en una vida defectuosa.
Ella no podía saberlo pero se había topado con el chico inadecuado en el momento menos propicio; en alguien que ya no era Jack y, en consecuencia, sentir remordimientos ya no le importaba. Mi madre ya no se sentiría feliz de que intentase hacer el bien, así que no me quedaba nadie a quien tratar de agradar.

Perder el tiempo molestando a los demás en lugar de andar por ahí buscando el cadáver de tu hermano tampoco es una buena opción. No en estos días. —repliqué con resquemor, subrayando su propia afirmación para tratar de joderla de verdad. Ni siquiera traté de reconsiderar mis palabras o pedir disculpas. Me daba absolutamente igual que se revolviera y me diese una patada, si eso la hacía sentirse feliz.

Desvié los ojos hacia mi pañuelo y volví a sostenerlo con dos dedos, pasándolo con cuidado sobre la herida. Después de aquella última estocada me parecía mucho más interesante observar cómo salía la sangre en lugar de mirar el rostro de la chica. Mi mano me parecía mucho más bonita y no me causaba aburrimiento.
Publicado por Jack A. Hudson Mar Abr 05, 2016 4:35 pm
Jack A. Hudson
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Jack
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No tenía filtro para decir las cosas, no era amable ni mucho menos gentil, al hablar expresaba lo primero que viniera a su cabeza y eso en ocasiones no era bueno, Caroline escupía verdades más que dar charlas que convencieran a otros sobre lo que exactamente querían escuchar. Muchas veces su padre comparaba su boca con una cloaca, por lo menos antes de que llegara a Escocia, Carol no tenía pudor en decir lo que pensaba y ni en las situaciones más delicadas podía pasar inadvertida, nada más bastaba con narrar la historia del funeral del jefe de su padre, el mismo que le dio las llaves de otra inmensa fortuna para la familia Harrison. Estaba acostumbrada a no pensar y a decir lo que quisiera y ese fue el caso, un chico la hizo tropezar y no tuvo otra manera de decir algo tan simple como "no te ves bien" o "deberías parar ese sangrado escandaloso", para Carol ese lenguaje no existía en lo absoluto.

Su mirada fue punzante, fue fuerte y oscura, ahí al mirarlo directamente supo de quien se trataba, por lo menos de vista, pero una evidente falta de trato le imposibilitaba ir más allá. Carol se mantuvo en su lugar viendo al chico, las siguientes palabras que salieron de su boca se clavaron como puñales en el pecho de la rubia que, afortunadamente no logró cambiar su expresión, no le iba a dar la ventaja.

Tuvo ganas de golpearlo, tuvo ganas de salir corriendo de nuevo, incluso de llorar sin que nadie la viera como era habitual. Estaba hablando de Ezra de una manera muy cruel y ella en su interior solo bullía sin saber cuál comentario dejar salir en primer lugar. Había vivido largos días pensando en su hermano, en los recuerdos, en lo brusca que había sido con él en su último encuentro, en todas las cosas que no le pudo decir, en lo que tenía que hacer... tantos tópicos juntos le causaban una profunda migraña que a veces era la morfina que la obligaba a dormir, que apareciera era lo único que deseaba, solo eso, nada más. —Mi hermano no está muerto—. Afirma, pero es evidente su falsa seguridad, es obvio que intenta convencerse a sí misma, es palpable que ella quiere que así sea y que solo es un reflejo de los mil demonios que escondía en su pecho.

Se debilitaba con el tema, se sentía diminuta y desorientada, incluso frente a Hudson en ese momento, si, sabía quién era aunque trataba de escabullirse o faltar a las clases de música cuando su mano empezaba a temblar. —Los de tu tipo están acostumbrados a eso, a lanzar comentarios dolorosos porque creen que es la única manera de dominar a los demás, muy valiente de tu parte cuando seguro tienes a un mini Hudson llorando en el pecho—. Su expresión pasa de ser sarcástica a vacía, muy vacía. —Intentaba decirte que pararas la sangre, es todo. El fantasma secuestrador de Dunkelheit parece olerla a millas de distancia.

Un par de estudiantes pasan, miran el escenario como si fuera la misma Iliada en pleno desarrollo, Carol pone los ojos en blanco y mete una de sus manos en su bolsillo, un pequeño pañuelo blanco e impecable reposa allí, siempre solía llevar uno por mera costumbre de los Harrison, tenía las iniciales de su apellido así no importaba si eran de ella o Ezra. La tos se había hecho poco soportable y los llevaba a todo momento, aún más cuando hacía ejercicio, lanza la prenda a las piernas del chico. —Creo que ese se lo puedes agradecer al cadáver de mi hermano.
Publicado por P. Carol Harrison Mar Abr 05, 2016 10:20 pm
P. Carol Harrison
desaparecido
Carol
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Si la vida te da limones... prepara limonada (?
desaparecido
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Reconozco que esas palabras jamás hubieran salido de mi boca en condiciones normales. Los remordimientos nocturnos resultaban una carga mucho más pesada que la mirada de desprecio de mis compañeros.
No obstante, en ese momento no me molesté en contemplar el odio en los ojos de Carol y así recoger los frutos de mi veneno. El regocijo esperado dejó de importarme. Me daba igual, o eso pretendí grabarme a fuego, pues sentí sequedad instantánea en la boca que traté de ocultar con un mohín indiferente mientras continuaba pasándome el pañuelo por la herida. La sangre ya no salía.

Me da igual si vive o no. No es mi problema, pero si un familiar mío estuviera desaparecido yo estaría buscándolo en lugar de exigiendo a la gente que me dejase pasar de una forma tan brusca. Ni que fueras la reina de Saba. —apunté, fiel a mi línea de indiferencia. Seguía sin mirarla. Alguna vez que otra había oído que si no ves una cosa, esa cosa no existe y sí, sé que es una excusa absurda para protegerme, pero prefería no ser partícipe del dolor de Carol. Me bastaba con la porquería de mi cabeza, que era suficiente para llenar tres camiones. Reí entre dientes, socarrón, cuando continuó hablando. Sus acusaciones no consiguieron mellar mi insensible actitud aunque no estuviera totalmente desencaminada. Ella no podía saber lo que se pasaba realmente por mi cabeza -seguramente creyese que me comportaba como un gilipollas por afición-, así que sentía que mi realidad quedaba protegida. —Claro, me has pillado. Me causa una lástima terrible que los alumnos desaparezcan y sean encontrados convertidos en fiambres. Lloro cada noche de pena. De hecho, en cuanto acabe de limpiarme la herida, volveré a irme a llorar.

Otra risotada maliciosa acompañó a mis palabras. Hacía mucho que no me reía, y en el fondo me fastidiaba que la razón fuese tan cruel. Pero no lo reconocería aunque mi vida dependiese de ello. Eso se lo dejaba a los ingenuos que creían que la vida era de color de rosa. A mí me había sido mostrada la realidad: no existía más que el negro.

¿No te has fijado que todos los desaparecidos son o bien mujeres o muchachitos afeminados? Con sus caritas de niñita y sus cabellos bien peinados... Jamás vendrán a por mí. Puedo sangrar cuanto quiera. —apunté mientras me encogía de hombros. No compartía esa idea pero me pareció una buena opción para contrarrestar las palabras de Carol y volver a quedar por encima. Noté cómo mi boca volvía a resecarse y carraspeé, simulando fastidio. Mi capacidad de improvisación no dejaba de sorprenderme, aunque yo pensaba que había tocado techo mucho tiempo atrás. Era ágil de mente y lo demostraba a menudo, incluso con los temas más delicados.

Creía que se marcharía después de mi último insulto indirecto hacia su hermano. Esperaba eso o que me golpease. Merecía ambos arrebatos, desde luego. Sin embargo, allí permaneció; dura como una roca a pesar de mis constantes ataques. Debía reconocerlo, era valiente.
Dejé de mirar mi propio pañuelo ensangrentado cuando sentí sobre una de mis piernas el que ella me tiró. Fruncí el ceño de inmediato. A simple vista no se veía usado pero no me podía fiar, así que el asco fue prácticamente instantáneo. Lidiar con gérmenes ajenos no me agradaba. Haciendo un tremendo esfuerzo agarré la tela con la punta de dos dedos para, acto seguido, arrojarlo nuevamente a sus pies. Entonces sí que posé mis ojos en los suyos, sin dejar de arrugar el entrecejo. Así que también le gustaba provocar a la gente, ¿no?
Pues con un provocador similar había ido a topar.

No tengo por costumbre limpiarme con objetos que pertenezcan a difuntos. Si se altera igual aparece en mi cuarto por las noches para atormentarme y ya tuve suficiente aguantando a tu hermano mientras vivía.

Casi había olvidado mi propio enfado al centrarme en hacerle cuanto más daño pudiese, aunque no tenía verdaderas razones para ello. Estaba en un mal lugar en el momento equivocado, y por eso se merecía llorar. Solo por eso.
Publicado por Jack A. Hudson Mar Abr 12, 2016 7:21 pm
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Había buscado, había indagado, pero cada pista o cada espacio vacío parecía no traerle nada, nada bueno al menos. Caroline no tenía siquiera un indicio de camino para seguir, tampoco el último paradero de Ezra, era como buscar una aguja en un pajar y eso a la larga resultaba inútil y muy decepcionante, quizás por eso salía a correr con todo lo que daban sus piernas para así poder olvidar todo lo que estaba pasando y dar por hecho que su hermano aparecería, no sabía cómo, pero lo haría. Que Caroline imaginara un mundo sin Ezra era algo que no podía concretar, simplemente no podía y no se sentaría a explicar sus motivos.

—No soy reina ni tu tampoco eres rey así que no deberías inmiscuirte en si busco a mi hermano o no, Sherlock, no te interesa—. Explica con desdén. Lo que menos deseaba en ese momento es que llegara alguien de la nada para decirle que no estaba haciendo nada por buscar a su hermano mayor, la hería por dentro, aunque no fuera a reconocerlo y su rostro no lo expresara. Caroline pone los ojos en blanco y no dice nada, no podía hablar del tema sin sentir una opresión en su pecho. La rubia siempre había sido alejada, distante de lo que no le importaba, nunca tuvo responsabilidades ni temas a los que debía responder, quizás por eso se sentía en el limbo, porque no podía reaccionar de una manera específica y en el fondo le preocupaba que su vida estuviera en riesgo, igual que la de otras personas. Ezra y Cassie eran solo el comienzo, sus nervios pendían de un hilo y Carol aún sentía que no había caído en cuenta de lo que estaba pasando. Era mejor no decir nada.

Carol cruza sus brazos bajo su pecho y suelta una carcajada musical mientras desvía su mirada a los pasillos, gira sobre su propio eje porque si estuviese en su poder hacer algo seguramente lo habría golpeado. —Vamos, se te pasan por alto muchas cosas...—. Lo ve de nuevo con sus cejas alzadas en un perfecto arco. —Que solo te falta peinarte un poco para entrar en ese patrón, sangres o no, no creo que les importe—. Sonríe con cierta ironía y se encoge de hombros, podía ser ella, podía ser cualquiera... eso era algo que nadie sabía.

Fue un mero gesto pasarle el pañuelo, pero era evidente que no lo aceptaría. Carol alterna su mirada entre el chico y el pedazo de tela en verdad estaba siendo muy irritante, a veces entendía porque no era amable con las personas. La rubia se inclina para tomarlo y guardarlo en su bolsillo de nuevo mientras lo escucha, una idea se enciende en su mente. Una de las últimas conversaciones que había tenido con Ezra era acerca de su orientación sexual, quizás... ¿Jack y él? Era una entre tantas opciones, pero pese a la actitud del muchacho no tenía cabida para imaginar algo más. Caroline endereza su posición y lo ve con el ceño fruncido. —¿Aguantar a mi hermano?—. Por dentro se moría por saberlo ya que dudaba que su hermano tuviese tiempo para fijarse en alguien como Jack, sin embargo él la había hecho enojar y había otras prioridades: "Siento si estoy insultando tu bien gusto, Ez" —¿Tu y Ezra no habrán...?—. Se traba sobre como expresarse y mueve sus manos intentando darle forma a su oración. —Digo... no estarás dolido y delirante por su desaparición, ¿o si?—. Frunce los labios dentro de su boca y los relame. —Vale, que tenías que empezar por ese punto, no llegué a conocer si rondaba a alguien por aquí—. Su principal arma no era el enojo y los insultos, era obvio.
Publicado por P. Carol Harrison Mar Abr 12, 2016 8:42 pm
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Su respuesta desató otra de mis risitas socarronas, las cuales parecían estar a la orden del día después de haber pasado mucho tiempo en el olvido. Había sustituido los eternos silencios y las palabras desdeñosas que precedían a mis huidas por contestaciones más ácidas y carcajadas que no me agradaban. No me sentía orgulloso pero tampoco me apetecía cambiarlo. No me veía con fuerzas para retomar el camino “bueno” que antes me obligaba a seguir. Ya no.

Me resultó “divertido” que Carol se atreviese a reprochar que me inmiscuía en un asunto que no me pertenecía. ¿No había obrado ella de manera similar al espetarme que estaba tirado en medio de un pasillo mientras sangraba? Típico de los críos: siempre se meten donde no les llaman pero son incapaces de ver la paja en ojo propio después de encontrarla en el ajeno.
Sí, sé que yo también actúo igual, pero, como comprenderás, no voy a calificarme a mí mismo como “niño”. Ya era juzgado suficiente por los demás; yo prefería respetar mi memoria un poco.

Exacto, no me interesa. Igual que tampoco es de la incumbencia de una niñita con malos modales si sangro o no. —asentí a mis propias palabras de forma irónica. Creía que mi verdad era la única válida, para variar. Luego volví a apartar la mirada de ella, convencido de que por fin se marcharía. Dudaba que tuviese mucho más que decir, y si lo hacía, bueno... Me daba igual.

Continué con mi pose de ignorarla cuando apuntó que yo también podía ser una víctima perfecta. Acostumbrado como estaba a los comentarios sobre mi pelo debo reconocer que no me sorprendió. Esa era la vía fácil que seguía la gente que quería ofenderme. Preferí alzar la mano y observar de cerca la delgada herida que el cristal me había dejado en la piel, soltando un fingido bostezo de aburrimiento. Parecía que ese día no moriría desangrado.
Después de arrugar el pañuelo y guardarlo en uno de mis bolsillos decidí que había llegado el momento idóneo para desaparecer. Usando mis manos como apoyo me impulsé y volví a ponerme de pie, acabando con la distancia que dejaba a Carol por encima de mí. Si se había envalentonado al verme sentado, como ocurría con muchos que se sentían capacitados para meterse conmigo cuando no hacía gala de mi altura, eso se acabaría. Después de todo, yo era una especie de troll malhumorado y ella una niña rubia y enclenque. Podría haberla derribado con un soplo. Seguro.

El eufemismo con el que ella abordó una supuesta ¿relación sexual? entre su hermano y yo fue lo que paralizó mis ganas de bordearla y volver a la azotea. Mi mirada se ensombreció al momento, ya que me sentí repentinamente irritado por su comentario. En más de una ocasión había escuchado rumores sobre mis gustos y, sinceramente, me daba igual lo que pensasen de mí. Sin embargo, sí me ofendió que se atreviese a relacionarme con Ezra, y no porque fuese un tío; pertenecía al mismo grupo de la barbie de Todo a cien y se movía a su mismo son, así que debían ser carroña superficial muy similar. Vamos, ¡seres insoportables a los que no me acercaría ni en un millón de años!

¿Yo? ¿Con tu hermano muerto? En sus sueños. Ni me junto con gente gilipollas ni soy un marica como él. —escupí aquellas palabras antes de que pudiera arrepentirme. Odiaba expresarme de forma tan basta sobre las personas; mucho más etiquetarlas de forma grosera. Pero ni me dejó más remedio ni logré encontrar un eufemismo similar al suyo. Ya sabes que la mente se me nubla cuando me enfado y soy incapaz de reaccionar.
Por eso mis últimos días estaban revestidos de gris.

Si bien llevaba todo el tiempo portándome como un completo gilipollas, ese era el momento en el que realmente me había ganado una bofetada. Yo mismo, en cualquier otro punto de mi vida, me la hubiese dado.
Publicado por Jack A. Hudson Lun Abr 18, 2016 7:04 pm
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A esas alturas no quedaba claro quien había iniciado el duelo de miradas y palabras, lo cierto es que, al parecer, ninguno estaba preparado para ceder y dejar el poder en las manos del otro. Caroline no se callaba, era terca y hablaba sin pensar, era rebelde y orgullosa y al parecer había conseguido un "rival" a la altura, solo que Carol no sabía por cuánto tiempo soportaría a Jack, el chico parecía incluso más afectado que ella y la rubia probablemente habría cedido de no ser por el recibimiento del muchacho hacia su persona en los pasillos.

Pone los ojos en blanco de nuevo y suelta un bufido apto para ella, si no se daba cuenta ambos eran los que estaban en guerra e inevitablemente se estaban metiendo en la vida del otro, era parte de la situación, no hubiese hablado en un principio si así no lo quería o quizás hubiese elegido a uno de primer curso para sus comentarios.

Las palabras salieron con rapidez en de su boca sin darle la posibilidad de ser evaluadas, como generalmente ocurría. A Carol no le importaba que a su hermano le gustaran los chicos, probablemente a su obsoleto padre sí, pero a ella no, le daba igual. Nunca lo sospechó, pero aquella confesión que marcó su última conversación con su hermano quizás ahora le diera pie para darse cuenta de detalles que siempre ignoró. Ahora, omitiendo eso, no creía que Jack fuera el tipo de Ezra, vale, su hermano era más selectivo con las personas y de seguro si a Hudson le pusieran una camisa de cuadros, una braga y un sombrero de paja fuese similar a los muñecos que ponen en medio de las granjas en las películas de terror. No consideraba esa unión como una posibilidad, pero siempre estaba el beneficio de la duda, de lo contrario él no tendría por qué molestarse tanto.

Jack se estaba yendo cuando regresó hacia ella después de, al parecer, haber analizado sus palabras. Carol no se movió de momento, solo giró el rostro y sus ojos claros bien abiertos ante el comentario del chico. —No se dice marica, ¿no te enseñaron modales en casa?—. Se gira al momento que cruza sus brazos bajo su pecho y arquea una de sus cejas. —A menos que le tengas miedo a darte cuenta que has vivido siempre encerrado en un lindo armario de colores.

Sonríe de manera socarrona y muerde su labio inferior teñido con un mero brillo color carmín, da unos pasos y gira sobre su propio eje. —Como uno se entera de las cosas, ¿no?—. Lo ve de nuevo y ladea el rostro con un gesto "comprensivo". —Tranquilo, sé que no eres del tipo de mi hermano, le tenía miedo a los espantapájaros de pequeño—. Pone su mano en el brazo de Jack como si le brindara apoyo. —Sin embargo, no hay nada malo en salir, en serio, en este mendigo internado nadie te dirá nada. Créeme, puede llegar a ser un alivio, pregúntale a Ezra—. Y con un guiño de ojo retira el contacto y pasa por su lado decidida a irse como si fuera una niña pequeña y feliz que da saltos por el prado.
Publicado por P. Carol Harrison Lun Abr 18, 2016 8:42 pm
P. Carol Harrison
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Si la vida te da limones... prepara limonada (?
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Las palabras se atoraron en mi garganta y no quisieron seguir fluyendo después de toparme con la mirada de Carol; aquella mirada analítica y burlona que tantas veces me había perseguido a lo largo de mi vida, aunque en ojos distintos. Lejanos ecos del pasado volvieron a mi mente desde el oscuro rincón donde los había encerrado tras mi primer día en Dunkelheit, cegándome y haciéndome sentir nuevamente un ser minúsculo. Perdí de repente la ventaja que había obtenido al levantarme y mostrarle que era mucho más alto que ella.

Volví a sentirme un niño, pues eso es lo que era aunque quisiera esconderlo. Un niño que una vez tuvo miedo y se lastimó a sí mismo por la proyección que mostraba al mundo, muy diferente a la del Jack que se paseaba por los pasillos del internado como si fuera invencible. Entrecerré los ojos y mantuve la boca cerrada mientras iba notando que mi ceño se iba frunciendo cada vez más con cada nuevo apunte de Carol. Casi pensé que mi cuerpo iba a desaparecer por una combustión espontánea generada por mi ira. No le bastó con recordarme la palabra “casa”, la cual ya no quería en mi vocabulario. No, prácticamente le faltó cogerme del brazo y sacarme de un “armario” que solo existía en su cabeza. Mi sexualidad se debatía continuamente entre el gusto por las mujeres -que no las crías del internado- y el amebismo más absoluto, pero eso no era asunto suyo. No le concernía a nadie, maldita sea.

¿Quién era ella para insinuar que yo tenía algo con su hermano?
¿Por qué yo había metido la pata al mencionar a su hermano, joder?
Jack, eres un completo imbécil.

Quise darle un manotazo cuando colocó la mano sobre mi hombro, pero no me moví ni un ápice. Mi cuerpo se había quedado rígido como una tabla, tan apretado como mi propio ceño. En cualquier otro momento no la hubiera dejado tocarme. Ni a ella ni a nadie. No obstante, cuando comenzaban a evaporarse los recuerdos que me paralizaban para volver a liberar al Jack ácido de siempre -de mi presente en ese momento-, la chica me guiñó un ojo y se fue. Entonces apreté los dientes, muerto de rabia, pero no me seguí quedando quieto. Debía responderle. Una cría no ganaría a John Alexander Hudson en el terreno verbal. Yo lo controlaba mejor. Aún no había nacido alguien digno de obtener tal mérito.
Guiado por mi impulsividad -MALDITA IMPULSIVIDAD-, empecé a dar zancadas hacia ella, siguiendo el pasillo, y la agarré por un brazo. No tenía ni idea de lo que estaba a punto de hacer.
Y, sin embargo, lo hice.

Te voy a enseñar yo a ti si soy gay o no. —gruñí mientras daba un tironazo para acercarla hacia mí, haciendo que dejase de caminar al instante. Era más fuerte que ella, así que no me costó nada sujetar su cabeza con pretensión de que no lograra escapar. Y entonces...
Sí, hice “eso” que estás pensando. Maldita sea ella y toda su familia. Tendría que ir más tarde a lavarme la boca con lejía bien a fondo.
Publicado por Jack A. Hudson Lun Abr 18, 2016 9:40 pm
Jack A. Hudson
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I know I could have been a better man. I always had to have the upper hand. I’m struggling to see the better side of me but I can’t. Take all your jabs and taunts. You’re pointing out my every fault and you wonder why I walked away.
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Iba a emprender su retirada como cuando era una niña; la espalda recta, un movimiento leve de caderas o unos pequeños saltos, su cabello danzando al compas y su mentón alzado con los ojos fijos en el destino, eso sin mencionar la amplia sonrisa de satisfacción que desbordaba sus labios. Siempre había sido orgullosa y se esmeraba en tener la razón así las cosas fuesen un desastre, no podía negarse, no le había ido mal del todo, aunque por un pequeño segundo había considerado perder esa batalla solo por no verle la cara a Jack, por otro lado tenía el carácter de los Harrison y no podía desprenderse de las ganas de siempre querer ganar, quizás era lo único que le quedaba luego del apellido.

Estaba pensando en la ducha caliente que se daría a medida que se alejaba cuando pasó todo lo que ella jamás imaginaría que pasaría. La barrera con Jack Hudson había quedado clara, no se llevarían nunca y no harían el esfuerzo por hacerlo, a Carol no le importaba mientras no la hiciera caer de nuevo en el pasillo o por las escaleras, peor. Por otro lado lo que pasó fue tan rápido que ni ella hallaría la manera de contarlo.

La mano fuerte de Jack la tomó sin que se diera cuenta con una velocidad a la que ella no se pudo resistir. Él era más grande, le llevaba una ventaja notoria por muy ágil que ella fuera. Carol quedó frente a su cuerpo como si se tratara de una muñeca de trapo y, antes de que intentara cualquier vía de escape, el chico plantó sus labios sobre los suyos. ¿Sorpresa?, mucha, quizás con una mezcla de otras cosas que hicieron que mantuviera los ojos abiertos por unos segundos. No fue un beso pasional ni romántico, al contrario, fue un contacto brusco donde ella solo pudo sentir el aliento abrasador del chico, sus labios finos y el contacto directo del que no podía escapar y del que era prisionera. ¿Pegarle? Podía hacerlo, pero acabaría con una mano fracturada, escapar sería inútil, ¿qué iba a hacer?

Carol no quiso extenderse más y no perdió más tiempo, atrapó parte del labio de Jack y mordió con cierta fuerza que le permitiera apartarse con un empujón de sus manos, se lavaría la boca por lo menos el doble que las veces reglamentarias en un día.

Con su ceño fruncido y el mal humor brotando por sus poros, la chica lo ve con el odio en sus pupilas y el escepticismo en sus gestos. —Eres un maldito—. Admite, lo era y nadie podía negarlo. —Si querías demostrárselo a alguien hubieses buscado a una persona a la que realmente le importara. Ser tu cuñada habría sido mejor que esto—. Una pequeña curvatura irónica surge en sus labios luego de que los limpiara con su muñeca. Carol se endereza y niega. —No sé que es más gracioso, si saber que no eres una mariposa o que tienes debilidad por las rubias—. Ríe mientras empieza a emprender, de nuevo, su camino esta vez de espaldas. —No te preocupes, Jackie, no le diré a nadie que te morías por besarme, no quiero dañar mi reputación—. Lanza un beso al aire y empieza a caminar más rápido a su habitación, si él seguía el mismo camino probablemente acabara por pulverizarle el miembro inferior.
Publicado por P. Carol Harrison Lun Abr 18, 2016 10:13 pm
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