Day in day out - Kailany

El destino de los habitantes de Dunkelheit continuaba siendo el eje central de los pensamientos de Jack. Y de sus pesadillas. Ni siquiera podía desconectar mientras paseaba sin rumbo por el internado. Recordaba de forma vívida, de forma pura, la alucinación con la que Morfeo había decidido atormentarlo la noche anterior, y quiero dejar constancia de lo traumatizado que se sentía. No pudo conciliar el sueño y no quiso comer por culpa de los mareos constantes que sentía al creerse traidor de su propia esencia y creencias.

Pero esa sensación no duraría mucho tiempo más. ¿Por qué? Fácil. Los momentos de lucidez se volvían más escasos con el pasar de las semanas. Y no, no estoy contradiciendo lo que he escrito en el párrafo anterior. El temor por el futuro preocupaba a Jack, pero Jack últimamente no era Jack; era otro ser, vacío y frío que vivía con el botón del “piloto automático” prendido como forma de autodefensa. A veces reflexionaba con claridad y sentía temor, pero… Bueno, la mayor parte del tiempo canturreaba o leía bajo un árbol ignorando el miedo colectivo. Porque él también lo sentía aunque se negase a reconocerlo. Por esa razón sus sentimientos reales decidieron esconderse detrás de una puerta para la que no había llave.
Porque él estaba solo, sin apoyo ni palabras de aliento con las que recargar las pilas.

Autodefensa. Sí, autodefensa. Lo habían culpado y tachado de ser peligroso. De alguna forma tenía que protegerse, ¿no? Si fingía que nada malo ocurría, nada negativo volvería a afectarle. “Si no lo veo, no existe”.

Pasó horas tumbado boca arriba en su cama, observando unas telarañas en el techo que no existían más que en su cabeza. Las ganas que sentía de moverse eran ínfimas pero, en un arrebato repentino de cordura, terminó abandonando su cómodo refugio entre las sábanas. Tras vestirse con lo primero que encontró por el suelo, abandonó su dormitorio y se perdió por los pasillos sin levantar la mirada de los cordones de sus zapatillas.

Caminó sin rumbo fijo por las sinuosos pasillo, más pendiente de la canción de Quiet Riot que iba canturreando que de sus propios pasos. En un principio logró esquivar a la escasa gente que se había atrevido a salir de sus cuartos, pero a medida que el volumen de la canción imaginaria fue aumentando, su mente se enturbió; ambos alcanzaron la unión perfecta. Todos los pensamientos de Jack desaparecieron, dejando únicamente su nueva sensación a la vista. La de "Ese": era Keith paseándose por un escenario, como en uno de esos videoclips antiguos que tanto disfrutaba viendo, y no un niñato en pleno Dunkelheit que se las daba de importante. Incluso sacó las manos de los bolsillos para acompañar a su caminar de la chulería propia de los rockeros setenteros...

.hasta que, en un movimiento más brusco de la cuenta, chocó con una joven. Jack se quedó parado enseguida, mirándola con perplejidad sin mover ni un músculo o disculparse. En su rostro seguía dibujada la media sonrisa chulesca que había esbozado durante su minuto teatral. Congelada, por supuesto.

—Yo, eh... Lo siento mucho, no veía por dónde iba. Soy un despistado. Disculpa, de verdad. —eso debería haber empezado a repetir cual vinilo rayado, llegando a creerse un estúpido. Pero no abrió la boca. Se quedó quieto, volvió a guardarse las manos dentro de los bolsillos de los tejanos y la miró cual psicópata; inmóvil, sin parpadear. Sin hablar.

Pero internamente seguía cantando. Por eso no se dio cuenta de su metedura de pata.

Estás más loco de lo que pensaba, Jack. Mucho más loco.
Cállate.

Publicado por Jack A. Hudson Dom Sep 25, 2016 10:34 pm