I think it's time

Que cancelaran las clases deportivas pese al fuerte invierno que parecía ser más permanente que cualquier otra cosa, tenía sus ventajas. Carol había ido a clases como era de esperarse, en su mente no quedaban muchos retazos de lo aprendido así que la chica no se molestó en ir a la biblioteca ese día, ahora con las tardes libres podría estudiar en otro momento.

El frío era más intenso que en otras oportunidades así que la rubia prefirió quedarse en su habitación y ordenar una que otra cosa, en ella había quedado la maldita costumbre de desechar lo que no se ponía, antes con otros motivos, pero ahora, incluso en el internado, tendría que hacerlo. No había llevado su armario completo consigo, pero aún existían prendas que ya no se colocaba, en tal caso podría botarlas o hacer cualquier otra cosa con ellas, había perdido su nivel de sensibilidad sobre ayudar a los demás. Aún con el uniforme, Carol ata sus cabellos en un recogido sencillo del que se escapan varios mechones, se sienta en el suelo y va sacando cosas, sobre todo aquellas que estaban muy atrás del armario y que, por descarte, eran las que menos usaba.

Habían pasado unos quince minutos y ya llevaba una pequeña montaña de ropa, la chica se estira y logra ver una sudadera, era azul rey y tenía un mensaje en el pecho, solo le basta verla para que sus tripas se remuevan. Carol tiembla al agarrarla y en su estómago crece un nudo fuerte que se prensa ante el acercamiento. Aquella prenda era de Ezra, nada más y nada menos de su hermano. El rubio se la había dado hace mucho tiempo, incluso antes del disparo y todo el accidente, una de las mucamas de su casa siempre la mantuvo a su lado a esperas de que ella reaccionara y pudiese recordar a su hermano. Mentiras, más mentiras, Carol arroja el abrigo, la habitación no era tan grande así que la prenda seguía a su lado. Ella no quería tenerlo, no deseaba verlo siquiera, podía quemarlo o botarlo pero sabía que siempre fue uno de los favoritos de Ezra, por lo menos cuando era niño.

Carol rueda los ojos, a veces le perturbaba que en ella quedara algo de esa bondad que en algún momento tuvo para su hermano. La chica se levanta y toma el abrigo, suelta sus cabellos y los sacude con su mano libre, ya se había acostumbrado a estar despeinada. Caroline cierra la puerta tras sí y se dirige a la habitación de Ezra.

No demora en llegar pero ya frente a la puerta siente que no quiere tocar. Mendiga indecisión. Se sentía torpe así que aprovecha sus impulsos y toca la puerta con algo de fuerza. No espera mucho ya que, al cabo de unos segundos, su hermano abre la puerta. Carol lo ve, no puede negar que su corazón late con fuerza, quizás estuvieran en el mismo internado desde hace unos meses pero, hasta ese momento, ella no había mantenido contacto con él. La chica toma y respiro y lo primero que hace es tender el abrigo. —Toma, lo encontré en mis cosas. Supuse que no querías que acabara en la basura. Así que preferí traértelo.

Para Caroline era sencillo desenvolverse en diversos ambientes, la chica había desarrollado un talento para evitar el drama y cambiar la rutina con sus ocurrencias y comentarios sorpresivos, todo ese se debía a las ámplias clases que había recibido de niña y su nueva manera de ver el mundo, ambos aspectos creaban demostraciones explosivas que variaban según lo que la chica quisiera. Sin embargo en ese momento estaba completamente en blanco, no sabía que reacción tener o que decir y eso la removía hasta el punto de querer explotar, por otro lado exteriormente la chica seguía intacta.

¿En verdad eso era lo único que podía decir? Vale, Caroline no podía esperar más de su parte pero quizás en el fondo le hubiese gustado escuchar algo diferente, cualquier cosa, no tenía que ser bueno o malo. Sus ojos se abren un poco más y sus cejas se alzan haciendo evidente todo lo que pasaba por su mente, sin embargo sus labios permanecen sellados, se los humedece y ve hacia un lado, seguramente ya sería el momento de partir y, a fin de cuentas, ella había cumplido su tarea. —No hay de que—. Se encoge de hombros restándole importancia al asunto mientras juega con las puntas de su cabellera platina rozándolas con las yemas de sus dedos.

¿Quería pasar? Su corazón decía que sí, su mente se negaba y sus pies parecían atados al suelo, buscando un punto medio la rubia termina por asentir. —Pero solo un momento—. Aclara viéndolo con sus ojos punzantes. Carol camina y se adentra en la habitación, estaba impregnada por el olor de Ezra y la chica enseguida siente como si tuviese el abrigo encima de nuevo en aquellos días luego del coma cuando buscaba cualquier recuerdo para sobrevivir. —Si, evidentemente a mí me sorprendió, no es que al despertar pensé que iba a acabar aquí, de hecho ni lo pensé desde que llegué a este sitio—. Los ojos claros de Caroline se pasean por el lugar, finalmente la chica ve la cama y se sienta sin pena alguna en el borde, a veces la confianza apestaba. —Y bien... ¿qué tienes que contar?—. Cuestiona esperando que no sea un drama más.

La chica ve todo el recinto desde esa nueva perspectiva, chasquea la lengua y sonríe con cierta diversión, una interna. —Bonita habitación.

¿Era sencillo? Muchos dirían que no, que para una hermana no era simple estar frente a su único hermano haciendo de cuentas que el mismo no existía y que vivían en universos diferentes y que habían coincidido en el internado por mera casualidad. Sin embargo para Caroline era como mascar chicle y caminar; una actividad que podía hacer y que estaba acostumbrada a dominar a la perfección. Sentía, desde luego que sentía, incluso ahí sentada tan perfecta y angelical la chica tenía dentro de sí un montón de emociones que se cruzaban de un lado a otro con la velocidad de un rayo y que hacían eterna su estadía en esa habitación, pero Carol había aprendido, incluso en la ausencia de Ezra había aprendido que todo era posible y que podía fingir que era hija única y la heredera de unos padres que a duras penas sabían su nombre.

El silencio la estaba atormentando, eso era evidente ya que no dejaba de ver a todas partes y su pie marcaba un ritmo extraño en el suelo, de un momento a otro terminaría por aburrirse y salir corriendo y su hermano no podría culparla, por lo menos tendría esa excusa. Caroline iba a estirarse para preparar su mejor mentira e irse, estaba alzando sus brazos cuando Ezra le lanzó aquella bomba, sí, porque no tenía otro nombre.

Caroline se quedó estática, no pudo moverse por unos segundos que parecieron eternos ya que sentía que habían congelado sus músculos y parte de sus huesos en el proceso. Los ojos de la rubia se fijaron en su hermano sin temor alguno. Lo primero que hizo al caer en cuenta de aquella confesión fue cubrir sus labios por la sorpresa. —Woow... wooow...—. De momento no puede decir nada porque intenta con todas sus fuerzas ordenar sus ideas.

Pasa un tiempo innecesariamente largo. Caroline descubre sus labios que están fruncidos al momento como si intentara aguantar una risa. —Okey...—. Chasquea la lengua alternando su mirada en un punto de la habitación antes de volver a su hermano. —¿Estas considerando que no esperaba esa noticia no?—. La chica abre sus manos y las pone en sus laterales como si fuese una señal de alerta, siempre tenía la manía de gesticular demasiado. —Esperaba algún recuerdo inútil del pasado o una explicación ingenua pero... no eso, definitivamente no eso—. Carol rasca su mejilla dejando finas líneas rojizas en el camino, su piel era muy sensible. —Digamos que... me encantaría ver la cara de mi papá en este momento—. Ríe nerviosa, era lo primero que se le había ocurrido decir.

Ezra, el primogénito, el heredero, el grande, el favorito. Afortunadamente Carol nunca estuvo a su sombra pero si estaba acostumbrada a que él llevara el liderazgo en todo, su padre confiaba con que algún día manejaría el imperio. ¿Qué pasaría si se enteraba que ahora el chico rondaba por otras praderas? Carol no tenía problemas con esos temas pero sus conservadores padres sí. La rubia toma un respiro, tenía que tener seriedad aunque fuese por un segundo. —Ahm... bueno, vamos a saltarnos la parte de cómo te diste cuenta, no me interesa mucho saberlo tomando en cuenta que me he perdido un buen tiempo de tu vida—. Aclara de manera honesta, cada palabra es una daga pero ella no puede evitarlo. —Si lo que quieres es que no diga nada, tranquilo... los Harrison me dejan por mi cuenta desde hace unos meses—. Quita importancia con un gesto de su mano. —Y... sabes que no tengo problemas con eso, te lo tenías bien guardado, eso si—. Admite con gracia y diversión mientras cruza sus brazos.