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Sábado, 12 de marzo de 2016. 04 am aproximadamente. Canción.


Un único cigarro me separaba de la ansiedad más absoluta. Un único cigarro me alejaba del autocontrol, del que aún quedaban migajas.
Un único cigarro era lo que tenía en mi pitillera.
Solo uno más.

Si te parece poca cantidad, déjame aclararte que las esperanzas que había en mí de salir de aquel profundo pozo oscuro al que me había lanzado la lectura de la carta de mi madre eran aún menos.

En más de una ocasión me había despertado durante la noche con la necesidad de subir a la azotea para saciar mis ansias de nicotina. Llevaba cerca de cuatro años dependiendo del maldito “tubo de papel” para calmar la ansiedad que sentía el pequeño niño que continuaba habitando mi interior. Aquella madrugada, sin embargo, ni siquiera había logrado conciliar el sueño cuando decidí escabullirme a hurtadillas hasta la azotea. Rodar entre las sábanas se había transformado en una costumbre demasiado pesada.

Controlaba el lugar, como todo buen observador, y detectar cuándo se acercaba uno de los celadores me resultaba pan comido. Así logré esquivarlos, a pesar de toparme en un par de ocasiones con el reflejo de sus lámparas al final de los pasillos que crucé. Ellos podían ser muy silenciosos pero yo no es que me moviese haciendo ruido como un gigante descontrolado.

El viento me dio una fría bienvenida que ya esperaba cuando abrí la puerta de cristal. A pesar de que continuaba acatarrado no hice siquiera el ademán de coger un jersey que colocarme encima del pijama. Mientras caminaba hacia la barandilla me recogí el pelo con una goma. Odiaba que el viento despeinase lo que, por naturaleza, ya era un caos. Tras ubicarme detrás de los barrotes de metal rebusqué dentro de los bolsillos de mi pantalón de algodón. Ahí estaban la pitillera y el mechero, objetos que no creía que volviera a utilizar en mucho tiempo.

Mi vida se iba a volver mucho más dura desde el momento en el que arrojase la colilla de mi último cigarrillo al vacío. No era capaz de imaginar un día de mi vida sin nicotina; sin mi morfina particular.

Jack, Jack, ¿qué va a ser de ti?
La nada; el vacío más absoluto. Iba a terminar cambiando mi apellido, que ya no me pertenecía, por esa palabra tan definitoria.
La metafísica del idiota más absurdo que alguna vez ha pisado Dunkelheit.
Publicado por Jack A. Hudson Jue Abr 28, 2016 1:08 pm
Jack A. Hudson
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I know I could have been a better man. I always had to have the upper hand. I’m struggling to see the better side of me but I can’t. Take all your jabs and taunts. You’re pointing out my every fault and you wonder why I walked away.
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No podía dormir. Ya no debía ser una novedad después de todos esos días. Había pasado treinta días desde aquella noche. Grace estaba manteniendo la cuenta. Era detestable saber que aunque los días pasaban no podía olvidar. Cada vez que cerraba los ojos, aquellas imágenes aparecían en su mente, como susurros que le causaban escalofríos. La visita de Giannina había ayudado, la joven había recobrado la máscara que solía mostrar frente al público, dentro de su cabeza, las cosas no habían cambiado. Todo seguía igual. Igual de impotente. Igual de angustiada. Igual de aterrada.

Si bien la joven mantenía su rostro cuidado, cada día tenía que usar más corrector para cubrir las ojeras de sus ojos. Sabía que necesitaba dormir, que era necesario. Era muy necesario. Se suponía que alguien de su edad debía dormir entre ocho y diez horas, y la joven estaba durmiendo entre dos y tres horas por día, si es que tenía suerte, pero no era la suerte de poder dormir, sino que era suerte porque solo eran dos o tres horas de pesadillas por la noche. Ya ni lo intentaba, simplemente se dedicaba a ver el techo de su dormitorio y esperar a que el tiempo hiciera lo suyo. Simplemente pasando el tiempo, haciéndose preguntas, que rara vez respondía. Las enlistaba, una debajo de otra, enumerando las nuevas preguntas que tenía. Cada noche aparecía una nueva, a veces se olvidaba la de las noches anteriores, pero siempre tenía un buen número de preguntas. Algunas personas contaban ovejas o estrellas, Grace contaba problemas. Nunca imaginó que se encontraría así. Recordando la última vez que no había sido capaz de conciliar sueño.

Giró nuevamente. « Solo duerme, Grace. Solo duerme. » Se repitió varias veces hasta que lo último que fue capaz de recordar fueron las manecillas del reloj que intentaban dar las dos. Se despertó entre gritos, con sus puños cerrados atrapando las sábanas y mantas que la cubrían. El cuerpo paralizado del miedo, los ojos llorosos y la piel con una capa de sudor. Cuando fue capaz de moverse, dando por hecho que estaba despierta y que todo había acabado, se sacó las mantas, tenía demasiado calor, pero fue una mala idea, porque segundos después le dio frío. Intentó acostarse nuevamente, pero tenía demasiado miedo de dormir. No supo en qué momento tomó la iniciativa de salir de caminata, pero así había sido, y vio sus propios pies moviéndose por los pasillos.

Caminaba con cuidado de no hacer ruido, de no alertar a nadie. Sus pantuflas de tela ayudaban a que eso se cumpliera, pero no quería tomar ningún riesgo. Ni uno. Un sonido llamó su atención, obligando a la joven a voltear y al encontrar su figura en un espejo, dio un salto llevando la mano a su corazón.

« Un reflejo, no hay nadie aquí, estás sola. » Pensó mientras cerraba sus ojos para poder calmarse. Otro sonido y sus ojos abiertos, ya alerta, buscaron una salida en dirección opuesta al mismo. No imaginó que fuera capaz de correr por los pasillos de ese internado hasta ese día, mientras se alejaba de cualquiera sea la fuente de sonido, y rogaba porque no fuera tras ella. La puerta de su cuarto, recordó. ¿La habría cerrado? ¿Qué pasaba si la encontraban fuera de su cama tan temprano? No recordaba haber escuchado que alguien fuera castigado por eso. Quizá el castigo era peor. Quizá era el exilio. Consideró la idea de irse de ese lugar, y le gustó. Pero no lo suficiente como para ir a su propio entierro.

Paso frente a la puerta de la azotea antes de regresar a la misma. « Buscaba aire, tuve una pesadilla y necesitaba respirar aire, sabía que los bosques eran peligrosos y con los secuestros… no, y con las desapariciones no quería tomar riesgos. » Coartada establecida. Entró al lugar, dejando los cálidos pasillos detrás. Se arrepintió segundos después de que el clap de la puerta al cerrarse retumbara detrás de ella.

—No esperaba encontrarte acá— Susurra sin levantar demasiado el tono de voz, y cruzando sus brazos para protegerse del frío. Se había abrigado, pero no lo suficiente. Duda antes de avanzar un par de pasos y ponerse a su lado, sin decir palabras hirientes, sin lanzar miradas hostiles. —Deberías dejar de fumar, no es bueno para la salud.

Es poco más que un inocente comentario, pero como decía el dicho, “el que se quema con leche, ve una vaca y llora”. Esa era ella, quien se había quemado y ahí estaba, pagando las consecuencias pensando cómo hacer para vivir día tras día después de todo lo que había vivido. Levantó con cuidado la mirada a Jack. La primera vez que lo miraba en la noche, y no mantuvo el contacto visual por mucho tiempo. Todo le recordaba a esa noche hace treinta días, todo. Incluso él. —¿Có…? ¿Cómo has estado?
Publicado por Grace L. Edwinson Sáb Mayo 07, 2016 4:34 am
Grace L. Edwinson
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El chasquido producido por el mechero al accionarse camufló el ruido de la puerta. Aspiré con fuerza la primera calada de ese último capricho y, mientras el humo escapaba de mis labios para perderse en la negrura del cielo nocturno, una voz cortó el silencio. No había necesidad de voltearme para reconocerla. Recordaba su voz a la perfección. ¿Cómo olvidar a alguien cuya existencia vuelve la tuya más complicada?
Ni siquiera me asusté por su aparición repentina; una parte de mí la esperaba. Siempre se cruzaba en mi camino cuando pretendía saltarme las normas.

Este es mi territorio. Vengo a visitarlo cada vez que se me antoja. —gruñí más que hablé, fiel a mi estilo básico, mientras volvía a guardar la pitillera y el mechero en el bolsillo de mi pijama. No los necesitaría por una buena temporada. A pesar de no sentir un rencor especialmente fuerte hacia Grace en aquel momento -en otras ocasiones sí me había apetecido causarle verdadero daño- no me sentía capaz de apartar la figura de Jack que había creado. Era lo único que me quedaba.
Por fuera hay que ser tan duro como el asfalto y tener la piel fría como los lagartos.

Me pasé una mano por el pelo, acomodando detrás de la oreja uno de los mechones que no había recogido con la goma. Saber peinarme no formaba parte de mi lista de virtudes. Continué entonces dando pequeñas caladas al cigarrillo en silencio, ya que no estaba seguro de que me apeteciese hablarle, hasta que ella soltó una de sus puyas habituales. Una sonrisa irónica y ladeada apareció en mis labios, evidenciando mi disgusto. Había dado con la tecla adecuada. Como de costumbre.
Posiblemente aquella fue la primera vez que me permití no mostrar el ceño fruncido ante la Barbie de Todo a cien, a pesar de que mi contrariedad fuese evidente.

Aunque quiera no puedo continuar fumando. Ya no me queda más tabaco. El no haber salido durante las vacaciones de navidad ha agotado las existencias de la mayoría de los alumnos. —apunté mientras golpeaba el cigarrillo con un dedo para derribar la ceniza que se acumulaba en su punta. A cada segundo que pasaba su tamaño era más pequeño; mi ansiedad crecía a la par. Aún no se había acabado y ya lo echaba de menos.
Malditos alumnos de séptimo sin más cigarrillos que intercambiar por deberes.

El silencio volvió a adueñarse de la situación hasta que Grace, con una torpeza que yo no conocía, se atrevió a preguntarme qué tal estaba. Me limité a encogerme de hombros tras pensar en qué responder durante unos segundos. Mi impasibilidad evitaba que la gente descubriese en mí un humor más terrible de lo habitual, algo que jugaba a mi favor. Podría seguir mintiendo sin ser descubierto y, por primera vez en toda mi vida, sin remordimientos. De momento parecían haber escapado del oscuro rincón donde los mantenía con vida.

¿Estás seguro de eso, Jack?

Como siempre. Hay mucho que estudiar. —jugué con la ambigüedad a la hora de exponer mi réplica pero no me importó. No estaba seguro de que Grace hubiese llegado a ver la carta dado su ataque de nervios, así que no se me pasó por la cabeza que pudiera estar refiriéndose a ella. Para la rubia debía seguir siendo el mismo cínico de siempre. Las cosas irían mejor así.

En ese momento viré la mirada hacia la suya, notando que mi ceño se fruncía por puro instinto al toparse con la cara de Grace. Hay costumbres que jamás cambian. La noté más desmejorada. Si bien siempre había sido delgada, me pareció que su peso había bajado aún más. Si seguía ese camino terminaría convirtiéndose en un fino papel con el que envolver un cigarrillo.
Pensé que debía quedarme callado, que así se iría. No lo hice. Aunque pretendía fingir que mi interior estaba teñido de negro, la realidad era un poco diferente. Sí que sentía remordimientos que me negaba a reconocer y pena por actuar como un gilipollas con quien no se lo merecía. Mierda.
Y aquel ser casi asustado, tímida como jamás la había visto, no merecía ser el blanco de mis ataques gratuitos. No esa noche.

¿Tú has seguido igual de idiota? Llevo tiempo sin ver pasar a llorosos niños de primero por el pasillo porque una rubia mayor los ha intimidado. No hay nadie más que se corresponda con esa descripción en todo el internado.
Publicado por Jack A. Hudson Sáb Mayo 14, 2016 2:31 pm
Jack A. Hudson
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Su territorio. Las cejas rubias casi tocan el comienzo de su cuero cabelludo cuando escuchó esas palabras. Después la que tenía un ego demasiado grande de los dos, era ella. Claro como el agua era que nunca se escuchaba cuando hablaba, o al menos no lo hacía en momentos como ellos. Su territorio. ¿Quién se creía que era? Grace lo hubiera vuelto a comparar con la Reina de Inglaterra sino lo hubiera hecho en el pasado. Su territorio. Esas palabras quedaron en su mente junto con unos ojos en blanco que se contuvo de poner. Respiro un par de veces sin que se notara que eran inhalaciones profundas, pero solo porque tenía una importante pregunta para el joven, y no quería arruinar aquella mediana situación de paz con algún que otro comentario.

—Lo siento su Real Majestad no sabía que estaba hablando con el señor de todas las respuestas— Al carajo. No podía quedarse callada ante tal comentario. Esos eran comentarios que ella debía hacer. —Este también es mi territorio y vengo cuando se me canta, solo estaba puntualizando una realidad. Después no quiero escuchar quejas de faltas de modales o cortesía que bien tuve intenciones de comenzar esta charla lo más amena posible porque no tengo ganas de ir al jardín y no me queda de otra que compartir oxigeno contigo, o lo que dejas de él porque, por lo visto, no haces otra cosa que contaminar al ambiente.

Saca el sueño, saca la alimentación saludable, agrega miedo, agrega incertidumbre. El resultado era ese. Una Grace con un humor cambiante. Agresiva en algunos momentos, retraída en otros. La mala suerte de Jack estaba en que lograba encontrar las palabras correctas para que su humor se retorciera. Había que darle el mérito que se merecía. Era la segunda vez que la joven intentaba comenzar una charla con él de una manera en la que no comenzaran con insultos, y el problema nuevamente era él. No debía estresarse por esas cosas, pero su estado emocional estaba al borde con todo lo que había pasado. Y le afectaba, hasta la mala elección de palabras lograban cambiar algo dentro de ella. Sea Jack, sea cualquier persona, con la diferencia de que a Jack lo podía usar como un receptor de insultos, debía estar acostumbrado con el simpático carácter que tenía. Y había que notar la ironía en aquella oración tan simple como sonaba.

Respiró hondamente antes de comenzar a moverse por la azotea hasta apoyar la parte baja de su espalda contra una de las paredes, de manera tal que podía continuar con la mirada puesta en Jack e ignorar al muchacho si llegaba a ser necesario. Había que tomar precauciones con una persona impredecible.

Al escuchar sobre los cigarrillos, examinó el suelo con curiosidad fingida. No iba a levantar la mirada y decir que sentía esa gran pérdida que debía significar para él, porque no lo sentía. No lo sentía para nada, y por eso miraba el suelo, porque algo le decía que estaba mal no sentir pena por alguien que va a tener que enfrentarse a lo que ella se enfrentó una vez. Dejar algo porque no podía consumir más, incluso cuando quería, incluso cuando lo tenía a mano.

—En tu lugar buscaría algo para hacer. Las abstinencias vienen acompañadas con mal carácter y de eso ya tienes de sobra. Hacer algo siempre ayuda, como cocinar— Era lo que le habían recomendado hacer, pero que no había hecho, había preferido perder su tiempo en la piscina de su casa, pintando las uñas y preocupándose por su aspecto.

La respuesta que llegó a sus oídos, por otro lado, no era la respuesta que esperaba escuchar. No la segunda parte. En ese momento sí puso los ojos en blanco. Él no iba a cambiar, al igual que ella tampoco lo haría y por lo tanto se seguirían llevando de aquella manera. Grace no quería que cambiara, era una forma de recordarse que las cosas si podían continuar siendo como eran antes. Y que no todo tenía que cambiar, pero si estaba necesitando una respuesta, y encontrar una manera amable de preguntar cuando él le decía idiota en la cara, era una tarea que se volvía un poco compleja.

—¿Interesado en mi vida, Hudson?— Preguntó alzando una ceja y volviendo a cruzar sus brazos a la altura del pecho, con una sonrisa seca en sus labios que se desvaneció con la siguiente ráfaga de viento. —He estado bien. Perfecta, como siempre, pero si tanto te preocupa que alguien intimide a los de primero, entonces deberías hacerte cargo. Aunque no estoy segura, seguro ven tu cara y corren espantados.

Se aseguró de mirar a los ojos del muchacho para que aquella mentira fuera un poco más creíble. Incluso había tomado las precauciones de agregar un insulto para que la atención fuera a eso.

—Aunque, si tanto te interesa mi vida, hay una pregunta que quiero hacer— Fácil como escupir lo que uno quería y marcharse antes de que preguntaran las razones. Cuando pensaba que tenía que hablar con el chico nunca había imaginado una larga conversación, en realidad eran dos preguntas que tenía en la cabeza, una en realidad, pero podía volverse dos en caso de que recibiera una respuesta que no estaba segura de querer recibir. Era solo eso. Sus dientes se apretaron, levantando un poco más de costumbre el mentón. —En el bosque, cuando, tuve que abrir la caja, había algo dentro además del cuchillo. Había una carta, por alguna razón, ¿la has tomado?
Publicado por Grace L. Edwinson Dom Mayo 15, 2016 5:47 pm
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Hubiera sonreído en ese momento, lo reconozco. La desmejorada rubia aún tenía las fuerzas suficientes para enfrentarse a mí, así que las cosas no debían irle tan mal. Esperé a que mi cigarrillo terminase de consumirse antes de responderle, deseoso de dejarla regodearse en su indignación por mi forma de ser. Me gustaba ver que mis palabras causaban emociones en los demás, a pesar de que la mayor parte del tiempo fuesen negativas. Era mi particular forma de sentirme vivo y útil. Si seguía siendo capaz de aparentar que mi personalidad estaba conformada por rasgos negativos, esos por los que había sido dado de lado, las cosas volverían a su cauce. No quedaban más opciones a las que aferrarme que la de continuar comportándome como siempre.

Arrojé el cigarrillo al vacío y esperé a que la colilla desapareciese en la oscuridad. Ahí iba mi último aliento de vida; ahí iba mi cordura.

Grace, ¿de verdad vas a indignarte por mi respuesta? Si yo no te tratara como una chica que solo tiene la cabeza para peinarse no sería yo, y si tú no me tachases de hijo de puta arrogante no serías tú. Así funcionamos. Eso es lo único que esta situación no nos puede arrebatar. —mi respuesta fue precedida de un encogimiento de hombros, nada raro en mí. Soltar ese tipo de dardos sin alterarme lo más mínimo era una de mis especialidades. Bendita tranquilidad.

Ni siquiera noté que aquella fue, quizá, la primera vez que la llamaba por su nombre sin apuntar ningún calificativo despectivo después. A pesar de que en su presencia jamás me bajaba del caballo, con Grace mantenía una relación cargada de ofensas y estiramientos de cuerda que no me apetecía que cambiase. Quería que la monotonía de mi vida se mantuviese intacta para no perder el norte, y ella era uno de los puntos claves que mantenía a Jack vivo; la esencia de Jack, la persona que pretendía ser. Había fingido odiar a esa chica con todo mi ser desde que tuvo la mala suerte de sentarse a mi lado, aunque debo reconocer que me agradaba haber encontrado una digna contrincante con la que gastar la adrenalina que me sobraba. No lo reconocería en voz alta, claro, pero realmente no me caía tan mal. La suponía una tonta, alguien a quien jamás invitaría a tomar un café fuera de las murallas de Dunkelheit, pero no una persona a la que odiar. Con peores energúmenos me había cruzado en la vida y ni siquiera a ellos los odiaba. Les estaría dando una importancia que no merecían y gastaría un tiempo que prefería invertir en otras cosas. En intentar obtener unas calificaciones excelentes para optar a una beca en Oxford, por ejemplo.

Esperaba una risotada por su parte ante mi nueva reconocida abstinencia, pero una vez más me sorprendió al regalarme un consejo. No me valía de mucho pero al menos había tenido la deferencia de apuntar algo. Negué dando una ligera cabezada y terminé de acortar las distancias con la barandilla de seguridad que protegía a los alumnos de una inminente caída al vacío. Tras encaramarme a ella me estiré, sin preocupaciones por si aquel era un gesto poco educado en presencia de otra persona. Luego agarré el hierro con ambas manos y me quedé mirándola, apoyada a varios metros de mí. El aire frío empezaba a agradarme a pesar de mi resfriado.

Cocinar... Si supiera hacerlo sería perfecto y nadie en todo el mundo es digno de ser llamado así. Prefiero entretenerme con los libros y mi imaginación, que se me da mejor. —comenté sin adulterar mi tranquilidad, sonando tan hosco como de costumbre aunque sin pretensiones bruscas. Uno no puede cambiar su naturaleza de la noche a la mañana aunque quiera, y yo no quería. No obstante, mi ceño dejó de estar fruncido. —No lo llamaría interés, sino... Preocupación, quizá. No por ti en sí, no te pienses que me interesa lo que te ocurra. Pero sí que me gusta saber que mi saco de boxeo continúa siendo lo suficientemente estable para darle un golpe y recibirlo de vuelta por la inercia del movimiento. Cada uno tiene su entretenimiento particular.

No acostumbraba a bromear en presencia de nadie, y si lo hacía mi tono de voz disimulaba que estaba de guasa. Esa vez se trataba de un cincuenta, cincuenta: cincuenta por ciento broma, cincuenta por ciento mentira. Burla por haberla convertido sin preguntarle en un saco de boxeo con el descargarme, mentira por fingir que no me preocupaba en absoluto lo que le pasase. Ya lo he dicho, Grace era una persona con la que me llevaba mal pero con la que me divertía. Obviamente me importaba un poco si se encontraba bien o no, ya que el sufrimiento ajeno no me parecía digno de disfrute, y después de haberla visto aterrada en el bosque creía que su dosis de sufrimiento mensual ya había sido pagada.
Como mentiroso profesional, inventar excusas en tiempo récord se me daba bien.

Mis esperanzas de que no hubiera visto la carta se fueron por el sumidero en cuestión de segundos. Traté de mantenerme impasible y fingir que no me importaba, aunque es cierto que mis manos se aferraron con más fuerza a la barandilla. Aparentar tranquilidad cuando algo te remueve las entrañas  resulta muy complicado. Decidí que lo mejor sería desviar el tema, meta para la que me valdría de todos mis recursos. Si era necesario huir de la azotea y encerrarme en mi habitación, lo haría. No sería la primera ni la última vez. Prefería darme de cabezazos por culpa de la abstinencia en soledad antes de reconocer ante Grace que era un perdedor.
Ante ella o ante cualquiera. Jack Hudson seguiría siendo el terrible muchacho que asustaba a los de primero al creerlo un caníbal costase lo que me costase.

Sí, la cogí, pero su contenido no te concierne. Iba dirigida a mí de forma indirecta, así que me la reservo.

Brusquedad con el sello Hudson en estado puro.
Publicado por Jack A. Hudson Jue Mayo 19, 2016 3:07 pm
Jack A. Hudson
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Y en su mente hubiera seguido despotricando sobre aquellas palabras que tan rápido la habían sacado de quicio sino hubiera sido por la respuesta que el muchacho presentó. Y si bien este mantuvo una expresión neutra, Grace no tenía aquellas habilidades. Su rostro quedó en blanco el momento que necesitó procesar lo que quería decir. Su labio superior acabó por curvarse en una sonrisa mientras ladeaba su cabeza observando por un segundo la puerta de la terraza. Solo Jack podía hacer esos comentarios, y solo él podía tener razón en ese punto, lo único que podía recordarles a ambos que todo mantenía su curso y podía volver a ser “normal” era la relación que tenían.

Por supuesto que no apuntó nada más al respecto. Darle la razón no estaba entre su lista diaria de cosas por hacer, y ya bastante había mostrado estar de acuerdo con la sonrisa que se le había escapado. La joven que había actuado día tras día desde que había ingresado, mostrando que todo estaba bien y tenía la vida perfecta, que no tenía problemas ni razones para sentirse desconsolada ni apenada, había mostrado problemas últimamente en trabajar en su papel. Esos días luego de aquel incidente se habían vuelto más pesados, más difícil era actuar o trabajar en su disfraz. Su interior buscaba consumir lo que quedaba de su alma, y la fuerza para mantenerse en pie le estaba fallando. Un poco de normalidad no vendría mal en su vida, incluso, parecía necesitarla, y, al parecer, no era la única. Por más triste y extraño que sonara, se tenían el uno al otro para recordarse que la realidad podía volver a ser como lo había sido un mes atrás, incluso un poco más.

Su mirada se desvió nuevamente al ver que Jack comenzaba a estirarse, y esperó a que termine para volver su mirada a él, nuevamente, sin comentarios que hacer al respecto. Quizá en eso había fallado, pues, en otro momento hubiera aprovechado para hacer comentarios sobre los pocos modales que tenía y como luego se quejaba de que a las otras personas les faltaba aprender de educación. Pero, pese a sus primeros comentarios, no estaba de tanto humor como para mantener una discusión al punto de que ambos se encontraran en el interno debate de empujar o no al otro al vacío. Había sido sincera al dar el consejo, pero solo porque sabía lo complejo y engorroso que podía ser que se privara a uno de algo que tanto quería y necesitaba.

No tenía intenciones, tampoco, de responder tal como lo haría una persona que supiera del tema, como una persona interesada en la salud. Ser la chica que no tenía las respuestas era más fácil que tener que explicar que estaba interesada en la medicina, en poder especializarse en eso en un futuro. Usualmente lo segundo solía requerir una explicación y no estaba dispuesta a hablar de Gregg, mucho menos de contar la historia, aunque sabía que lo tendría que mencionar en algún momento. Prefirió concentrarse en las respuestas que Jack le estaba dando, no vaya a ser cosa que la insulte en su cara y por distraída ella no pudiera replicar. Pasó algo parecido.

—En ese caso…— Comenzó a decir mientras pensaba alguna ingeniosa respuesta. Algo de lo que se arrepintió en el momento dado que lo primero que debería haber hecho era confirmar que no era el saco de boxeo de nadie, pero aún tenía una oportunidad de redimir su error. Quiso maldecir cuando nada llegó con rapidez, estaba perdiendo la costumbre de tener insultos rápidos dedicados a Jack. —… ya sé cómo responder cuando quiera molestarte. Muchas gracias por el regalo, pero te regresaré el favor. Ya sabes, los favores se pagan de la misma manera— Mostró una sonrisa antes de abrir la boca nuevamente. —No dejaré pasar dos veces que me llames bolsa de boxeo.

Y sin poder evitarlo, sintió un poco de diversión al decir esas palabras. Incluso sus pómulos se resaltaron aun cuando su sonrisa solo era una línea un poco curvada. Volvió a su estado de expresión natural cuando se dio cuenta de aquel detalle y cayó en las primeras palabras que Jack había dicho, todo se mantenía normal si aún seguían dispuestos a insultarse. Si se tenía en cuenta las últimas palabras que habían compartido, entonces todo debía estar en caída libre, porque de normal no tenía nada. Y como si fuera poco, la pregunta que se había muerto por hacer no se sentía como alguna conversación posible entre ambos.

Debería haber pensado antes de hablar, la joven lo sabía, pero necesitaba esa respuesta con urgencia, luego podía regresar a los insultos y las patadas verbales, incluso podía insultar más de la cuenta si era necesario.

Por otro lado, solo un ciego no hubiera notado el cambio de actitud en el joven, incluso podía ser que un ciego lo notara, porque la respuesta sonó tal como lo hacía un cristal al romperse. Seco y frío. Sin piedad. Grace podía notar que no quería hablar del tema, pero no podía quedarse callada, incluso aunque una parte de ella se mostraba arrepentida de haber abierto la boca y susurraba que dejara el tema pasar manteniendo su orgullo intacto, en vez de continuar rebajándose al insistir en algo que, para otra persona, podía no tener sentido.

—Solo…— Dudo por un momento en la elección de palabras, con la mirada fija en el joven nuevamente, meditando las opciones por enésima vez en ese último segundo. Cerró los ojos, volviendo a bajar la mirada, dudaba de las consecuencias que eso podía tener, pero esperaba al menos esa vez obtener la respuesta que necesitaba. Porque esa era la verdad, necesitaba saber que no se mencionaba a Gregg en esa carta, necesitaba saber que su secreto se mantenía a salvo porque no estaba lista para hablar del tema con nadie, no estaba lista para dar explicaciones. —No me interesa el contenido de la carta o a quién estaba dirigida, solo me interesa una cosa, ¿vale? Prometo no volver a tocar el tema después de saber eso, pero... tengo que saber si en alguna parte de la carta hacían algún tipo de mención a Gregg Weinstein. Solo necesito saber eso.

No creyó necesaria agregar otra suplica al tema, pero si alzó la mirada con una media sonrisa en su rostro, y dando un pequeño golpe en el brazo del muchacho, se atrevió a mostrar un poco de interés en otras personas.

—Y.. Oye, no dejes que alguien te use como bolsa de boxeo sin regresar otro golpe por la inercia del movimiento— Razones para decir aquello posiblemente faltaban, pero, como había dicho antes, solo un ciego no se hubiera dado cuenta que el tema de la carta era un tema que Jack no quería tocar, y era algo que entendía, porque ella, en realidad, no quería hablar de Gregg. Y si a eso se agregaba que aquella noche alguien la había golpeado a ella en un su talón de Aquiles, había posibilidades de que hubieran intentado lo mismo con el joven, aunque no se atrevería a preguntar por eso, Jack ya había tenido intenciones de tirarla desde la azotea y se había arrepentido, no tentaría la suerte dos veces.
Publicado por Grace L. Edwinson Miér Mayo 25, 2016 8:04 pm
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La observaba por el rabillo del ojo mientras fingía que no lo hacía; que mi mente prefería centrarse en encontrar nuevos insultos con los que volver a la carga. ¿Por qué cambiar unas costumbres tan afianzadas entre los dos?

Las únicas fuentes de luz de las que disponíamos para controlar los movimientos del otro provenían de unos pequeños faroles auxiliares que pendían de la pared, además del suave brillo de la luna. Esa escasez no evitó, no obstante, que pudiese ver la escueta sonrisa que se formó en su rostro. Al contrario de la creencia popular, incluso de la mía propia, ese gesto tan simple me hizo sentir bien. Cuando te has acostumbrado a vivir con la idea de que solo sirves para destruir, un ligero cambio como aquel se vuelve una experiencia agradable; un soplo de aire fresco en medio de un vendaval continuo.
Después de sentirte alicaído durante tantas semanas, notar que logras dejar que otro saque su parte buena tras recibir un empujón tuyo es genial. Sabía que no sería capaz jamás de acostumbrarme a actuar de esa forma, que aquello no era más que un oasis a punto de desaparecer, fruto de la fiebre que aún tenía por el resfriado contraído, pero quise aferrarme a la sensación de ser útil durante unos minutos más. Al menos dormiría a gusto por una noche.
Aprovecharía antes de que se activase mi interruptor interior y tuviese que desaparecer, porque ambos sabíamos que ese momento llegaría. Siempre llegaba.

¿Por qué tuve que nacer con esa deformidad, maldita sea?

La indignación mezclada con burla con la que se tomó la nueva calificación dedicada chocaba con la idea preconcebida que tenía de Grace, pero opté por no decírselo. Me mantuve fiel a mi línea, callando mucho más de lo que decía, y eso que en su presencia abría más la boca que con el resto de los mortales -a excepción de Rose-. No la interrumpí mientras la joven se adueñaba del mando de la conversación, esperando un insulto nuevo que no llegó. Enarqué una ceja, sorprendido, aunque no fruncí el ceño aquella vez. No me desagradaban sus palabras, solo... Bueno, resultaban extrañas teniendo en cuenta que ella era Grace y yo seguía siendo Jack. Agua y aceite.

Peores cosas te he llamado en poco más de seis meses. Rubia tonta, ridícula, idiota, barbie de Todo a cien, prepotente... Saco de boxeo es casi un piropo. Para ti yo soy prácticamente lo mismo, y creo que ya sabes que me quiero tantísimo que no me insultaría calificándome de forma despectiva. —acompañé mi particular enumeración contando con los dedos. Estaba bromeando, a pesar de que mi sentido del humor fuera tan raro como yo. Aparte, seguro que me dejé algún insulto en el camino, pero decidí no incidir de más para no tentar a la suerte. Si a Grace se le cruzaban los cables le bastaría con un empujón para arrojarme por la azotea, que seguía sentado en la barandilla. Las aguas no permanecen mansas por siempre.

Estaba dispuesto a mantener mi brusquedad hasta espantarla si volvía a escuchar la palabra “carta” salir de sus labios de una forma que me hiciese pensar que quería meterse en mis asuntos. No hubiera sido difícil para mí imaginarlo, ya que las ideas conspiranoides me asaltaban a menudo. Sin embargo, lejos de detectar en Grace la imagen de chica prepotente de siempre, al mencionar aquel nombre masculino apartó la mirada. Nombre que a mí no me decía absolutamente nada pero que para ella quizá escondía numerosos secretos. Noté cierto relax al instante, aunque suene egoísta. No le interesaba mi carta, sino la posible aparición de ese hombre. Mis manos dejaron de hacer fuerza sobre la barandilla y comencé a balancear las piernas, rozando las plantas de mis zapatillas deportivas con las sucias losas del suelo. Podría volver a aparcar el estilo de perro herido que muerde a destajo que había decidido adoptar.

Ya te he dicho que la carta estaba dirigida a mí, niña. No puede mencionar a alguien que no conozco. No insistas porque, de verdad, su contenido no te interesa lo más mínimo. Pero no, no aparece ese tal Gregg. —concluí dando una cabezada. Otra persona más normal se hubiera interesado en preguntarle la identidad de ese tipo, pero yo no lo hice. Algo me decía que volvería a ver a la Grace del bosque si le sacaba el tema y, sinceramente, prefería evitar ser espectador de más ataques de ansiedad o lloros variados. Los odiaba, aceleraban mi huida y me dejaban con remordimientos durante varias semanas.
Y suficiente peso me había cargado la carta en la espalda para aumentar el tamaño de las piedras de esa mochila con una confesión de Grace.

No me gustaba que las personas refregasen sus gérmenes en mí porque sí, pero su pequeño toque en el brazo me pilló tan desprevenido que mis reflejos no se activaron para esquivarlo. Entrecerré los ojos a modo de queja silenciosa, aunque permanecí quieto cual estatua mientras me usaba como “saco de boxeo” real. En ese momento la chica me parecía tan inofensiva como la ratita que había adoptado durante mi segundo curso en Dunkelheit. Es cierto que al final se volvió loca y me mordió, pero durante unas semanas nuestra relación fue más que buena.
A diferencia de Electra, a Grace sí la conocía y adivinaba sus intenciones antes de que llevase a cabo su plan. Sería capaz de esquivarla si de verdad pretendía hacerme daño.

¿Quieres decir que ahora tendría que golpearte? ¿Cogerte del pelo y levantarte un palmo del suelo? No sería una pelea justa. Mido como un metro y ochenta y cuatro centímetros, y tú... Tú tienes el tamaño de una pastilla de jabón. No soy un abusón. —apunté a modo de protesta, aunque sin abandonar mi tono soporífero. El resfriado acrecentaba la áspera monotonía de mi voz. Mantuve los ojos entrecerrados durante varios segundos más, mirándola cara a cara sin pudor alguno, hasta que hice algo inconcebible: devolverle el golpe. Juntando dos dedos, índice y medio, di justo en el centro de su frente. Apenas hice fuerza, pues no quería lastimarla. Me limité a mover un poco su cabeza hacia atrás, gesto que empleaba con mi prima pequeña cuando quería demostrarle que no era más que una enana. El recuerdo se hubiese vuelto doloroso de haberme asaltado en la soledad de mi habitación, pero en presencia de Grace me volvía incapaz de sentir cosas muy fuertes. Pensar nuevas cosas con las que sacarla de quicio se llevaba la mayor parte de mi tiempo.

Una idea repentina me asaltó, consiguiendo que la pusiese en práctica antes de que pudiera decirme que se trataba de una mala idea. Curiosidad lo llaman. Impulsividad, quizá.
Una mezcla explosiva de ambas dentro de una impredecible coctelera llamada Jack.

Eh, tú. Dime algo que te guste mucho. Algo que te defina más allá de la rubia tonta que ya conozco. Un olor, un pensamiento, una canción, un objeto... Lo que te haga ser Grace y no la prepotente que se pasea por los pasillos con la falda rozando el límite de lo obsceno. —nunca le había preguntado algo personal. Algo importante que me hiciese verla real y no como a la idiota de la que tenía que reírme por ley. Y la fiebre que el resfriado me causaba fue la culpable de que Jack se adormeciese y dejase salir un lado humano, curioso y aniñado que jamás hubiese querido mostrar en Dunkelheit. ¡Mucho menos con Grace!
¿Estaría dejando de ser un hombre de hojalata?

No, Jack. Tu problema mental no tiene cura.
Publicado por Jack A. Hudson Jue Mayo 26, 2016 10:57 pm
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Algo había cambiado, algo que no se podía evitar. Algunos incidentes pueden durar poco tiempo, pero afectar a uno por mucho tiempo. Grace ya sabía eso, pero aun así había caído en la trama de sus pensamientos que creían que todo podía regresar a ser como era antes, pero no había forma de que ella lograra ser la misma. Solo había bastado una frase, una mención y todo el personaje que había creado y que llevaba representado día tras día en el internado se derrumbó, de golpe y en mil pedazos. Sabía que le tomaría tiempo armar esa mascara de porcelana nuevamente, pero hacía el mayor esfuerzo para cubrir gran parte de ella, aunque no sea suficiente.

Jack había hablado de la normalidad, de ellos dos intentando saltar a la yugular del otro con palabras que buscaban herir, lastimas y encontrar la debilidad en la respuesta ajena para atacarla con todo el arsenal que se tuviera disponible. Era sabido que no se llevaban bien, que no se soportaban, pero allí se encontraban, bajo la poca luz del lugar hablando como personas civilizadas, como personas que habían sido educadas en algún momento de sus vidas. Y las únicas que podían ser testigos de aquel momento eran la luna, las estrellas y la oscuridad asechadora que rodeaba el internado, aparte de ellos mismos, pero dependía de cómo terminara el encuentro si recordarían ese día o preferirían obviarlo y regresar a ser las personas que eran cuando se encontraban en la compañía del otro. Era algo que aún estaba por verse, aunque ya era un avance para ambos no haber soltado ningún insulto y posibilidades no habían faltado. En cambio continuaban la charla y Grace sonreía cada tanto, dado que Jack parecía estar probando que era imposible ver algún día una sonrisa sincera en su rostro.

La primera reacción de la joven fue encogerse de hombros. Se giró poco después para poder lanzar una mirada más panorámica al bosque y a la oscuridad que tanto le gustaba, por más de que aún le aterrara. No era culpa de la oscuridad, lo que les pasó podría haber ocurrido en medio del día e igual hubiera resultado escalofriante. Esa podría haber sido la peor mentira que se dijo, pero aún la oscuridad le seguía fascinando. Optó por escuchar la enumeración de insultos que Jack le había dicho alguna vez y que ahora le recordaba vaya a saber por qué razón. Tal vez quería un ataque o algo por el estilo. Grace giró su rostro para mirarle mientras terminaba de hablar, y espero varios segundos más luego de que lo hizo para volver su mirada a los árboles.

—Quizá es hora de que te des cuenta de que no me importa lo que puedas llegar a pensar de mi o esos apodos tontos que me das con el fin de sentirte superior— Comenzó a decir, levantando la mirada para mostrar que estaba hablando con la mayor sinceridad de la que la había visto hablar alguna vez, bueno, la vez que casi la arroja de la terraza y Grace se lo autorizó, ahí fue tan sincera como en ese momento. La joven ya había aprendido que había personas con las que era inútil perder el tiempo, había personas que nunca aceptarían la realidad, incluso aunque esta los golpeara en la cara. —Pero si me llamas saco de boxeo queda claro que vas a buscarme para atacarme, y eso implica que tengo que estar lista para defenderme, y eso si me importa. Es el problema de ser una persona orgullosa. Aunque, si quieres mi opinión, no crees que te estés insultando al llamarte a ti mismo saco de boxeo, sino al hacerlo después de que me llamaste a mí de esa manera.

Volvió a encogerse de hombros, curvando una de sus comisuras nuevamente y acariciando la baranda con las yemas de sus dedos, lejos de apoyar sus antebrazos para dejar caer el peso de su cuerpo sobre los mismos. Y la joven posiblemente no se había dado cuenta de que había delatado que no era el orgullo algo que la caracterizara, eran otras cosas que a veces parecían ser aquella cualidad.

La calma entre ambos se perdió por un momento, y si alguien estuviera haciendo una melodía de aquel encuentro, el tema de la carta sonaba como una tecla que había sido presionada en destiempo y que se había roto en el proceso. En caso de que lo hicieran en guitarra, sonaba como una cuerda que se había partido, pero ninguna de esas dos comparaciones provocaron que Grace sintiera algo de culpa por haber traído el tema a colación. Si sintió vergüenza por haber estado tan preocupada por el tema, tristeza por lo que el tema significaba para ella, e incluso, tal vez, un poco de pena al ver que tanto afectaba el asunto lo afectaban a Jack.

—Está bien— Largo el aire de manera lenta hasta que tuvo que volver a respirar para recuperar el oxígeno. Ya se la podía notar más calmada y sin deseos de volver a tocar el tema en algún futuro próximo. —Está bien.

Apenas había escuchado su propia voz al decir eso, pero no sabía si era por el alivio que representaba que Gregg no estuviera involucrado en la carta o porque aún su secreto era propio y Jack no estaba enterado. La pregunta de cómo reaccionaría el muchacho en caso de saber la verdad palpitó en su mente unos segundos. No imaginaba al muchacho como la persona que buscaba consolar a las personas y les brindaba un abrazo hasta que se sintieran mejor, pero tampoco podía imaginar cómo reaccionaría si se enteraba de que algo trágico le había pasado a uno. Ignoró la pregunta de su mente, Jack no podía saber nada, hubiera reaccionado de otra manera al escuchar el nombre. Y regresando a la realidad se sintió mejor por no escuchar preguntas al respecto.

Luego de eso lo dejó hablar por el tiempo que estuvo comentando que en una pelea justa el ganaría y toda la palabrería. Esperó nuevamente, con la boca cerrada y evitando cualquier tipo de comentarios, a que terminara de exponer su punto. Al terminar, Grace ya tenía las cejas ligeramente levantadas y una expresión divertida se podía ver en su rostro.

—¿Nunca has considerado la idea de unirte al club de teatro? Digo, ya que para hacer un drama por algo eres tan bueno, quizá no vendría mal que usaras ese talento en algo más que aburrirme mientras hablar— Y ahí se encontraba la explicación de por qué todas esas palabrerías la habían divertido. Ella había reaccionado bien, había dado un consejo, si Jack quería tomarlo de una manera más literal o aplicarlo a ella para salir del tema, ese ya era su problema, y Grace no pensaba meterse con eso.

Ahora sí, el cambio de tema tan rápido le sorprendió un poco, dejando a la joven pestañeando varias veces antes de comenzar a pensar una respuesta. Lo más probable es que en el momento de escuchar la petición sus pensamientos se quedaron esperando a escuchar que era una broma o algo por el estilo.

—¿A qué se debe eso?—Preguntó antes de responder, aunque no estaba segura de que fuera una respuesta que quisiera escuchar. Se concentró en la respuesta y dudo en el lugar, tratando de encontrar una que fuera suficiente, solo que se encogió de hombros para mostrar al joven que no era necesario que contestara. Acomodó sus cabellos con el ceño fruncido mientras se tomaba un momento para pensar. Para ella, Grace era lo que se veía por los pasillos, no debía haber nada más, y todo lo que había se resumía en una triste y trágica historia que no pensaba contar. Terminó por escoger algo sin demasiada importancia y tomando una de las ideas que el muchacho le había dado.

—Bien, mmm, ¿Una canción? The scientist de Coldplay— Casi ni dudo en responder aquello, amaba esa banda, y la explicación del tema venía a continuación, completando un poco más la respuesta. —Me enamoré de ese tema después de uno de sus conciertos, tocaban cerca del pueblo donde me críe. Un grupo de amigos fuimos en una camioneta, era verano por lo tanto íbamos varios en la parte de atrás. El viento era molesto y seguramente había muchos contras, pero estábamos todos pensando en el recital y nada importaba. La ida pasó en un suspiro, pero la vuelta fue más tranquila. Era demasiado tarde, la mayoría se quedaron dormidos. Siempre amé la oscuridad, estaba mirando las estrellas, y empezó a sonar en la radio. Ya había cantado ese tema en el recital, pero no me cansaba de él. Fue mágico. Desde ese día dije que ese sería mi tema favorito para siempre.

Dejó que lo último sonara infantil, porque lo era. Su mirada había subido al cielo y observaba las estrellas que cada tanto eran cubiertas por nubes. Se podían ver con bastante claridad en ese lugar, al no haber pueblos cerca, brillaban más que en cualquier parte que hubiera visto.

—Pero ahora me tendrás que contar algo de ti— Agregó rápidamente cortando sus recuerdos, antes de caer en el hecho de que esos días nunca volverían a pasar. Y desviando la atención de ella hacia otra persona, y Jack era la única otra persona presente en ese lugar.
Publicado por Grace L. Edwinson Sáb Mayo 28, 2016 5:48 pm
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Las palabras de Grace, a pesar de estar cargadas de la altanería con la que se enfrentaba al mundo, llegaron sin fuerza a mis oídos Mentía. Sé que lo hacía.
Me mantuve mirándola sin pestañear, tratando de encontrar la más mínima evidencia de la mentira en su rostro -un tic, un guiño, una mirada esquiva-, pero ella se giró hacia el bosque. La muy desgraciada sabía medir los tiempos y actuar a cada momento como más le convenía. No obstante, tampoco quedaba en mis manos la opción de descubrirla si no cometía un gran fallo. Leer a las personas no se me daba nada bien.
Aunque lo poco que sabía de psicología me mantenía convencido de que la razón quedaba en mi bando. Una persona que no se siente afectada por un comentario hiriente no trata de devolver la pelota al campo contrario. Ignorar lastima más que cualquier ofensa que te dedique un individuo que no te conoce en absoluto.

Si no te importara no te tomarías la molestia de devolver los insultos. Eres tan sumamente orgullosa que prefieres intentar quedar por encima de mí diciendo “me da igual lo que digas” a reconocer que los ataques directos te exasperan. Las personas que de verdad son capaces de ignorar a los idiotas ni siquiera pierden su tiempo en responder. —en mi voz se reflejó la seguridad de mis pensamientos. Había dejado atrás, por el momento, las intenciones de ser brusco con ella. Después me quedé en silencio, aprovechando para darme un tirón de las mangas del pijama hasta que la mitad de mis manos quedaron cubiertas. Hacía frío y no llevaba chaqueta. Minipunto para Jack.

Pensé de verdad que mi afirmación terminaría de sellar lo que llevaba diciendo desde que la conocía: que Grace podía fingir que estaba un escalón por encima del resto de nosotros, pero a la hora de verdad sentir que herían su orgullo la volvía tan loca como a cualquier mortal. Sabía que me rebatiría, como siempre, porque las cosas no serían diferentes entre nosotros jamás. Yo le respondería con otra tontería, la rubia entraría en brote y querríamos volver a tirarnos azotea abajo respectivamente.
Pero cuando volviese a su cuarto no le tocaría otra cosa que reflexionar hasta llegar a la conclusión de que la razón estaba de mi parte: a Grace le afectaba lo que decían los demás por mucho que quisiera negarlo. Niña mentirosa.

Bonita reflexión, Jack, pero he de recordarte que tú tampoco te quedas callado ante un ataque, precisamente.

Porque yo no tengo necesidad de ocultar que me molesta que me insulten. Ningún imbécil va a poner en tela de juicio a mi inteligencia mientras quede en mi mano evitarlo.

La noche estaba cargada de sorpresas, y la más grande no tardó en llegar. Grace, en lugar de insistir e insistir hasta conseguir enterarse de lo que ponía en aquella carta, dio por buenas mis palabras y cambió de tema. Lo agradecí al momento, aflojando la tensión que ejercían mis manos sobre la barra de hierro. Mi subconsciente me había jugado la mala pasada de mostrar así mi reparo a la hora de tratar ese tema, aunque yo no quise ni exculparme. Prefería evitar la vergüenza que me ocasionaría aquella carta si su contenido era desvelado. Quedaría marcado de por vida con una letra escarlata; la “D” de defectuoso”.

Mi concepto sobre Grace casi se volvió positivo, aunque no se me ocurrió pagar su discreción con un simple “gracias”. Tampoco quería aguantar subidones de ego innecesarios, que bastante me costaba permanecer a su lado sin quejarme por el exceso de colonia frutal que llevaba. ¿Esa joven era tan excesiva para todo?

En ese momento no caí en la cuenta de lo extraña que resultaba la insistencia casi desesperante con la que Grace preguntaba por aquel nombre. Ella, que no se interesaba más que del estado de sus uñas, preguntando por alguien más. ¿Seguro que no tenía también la gripe? Más tarde la curiosidad que me caracterizaba se activaría y me haría reflexionar en silencio, aunque sin llegar a buen puerto. Ya lo he dicho, no conocía al tal Gregg.
Tampoco preguntaría a la rubia por su identidad. La prudencia debe ser vista como un camino bidireccional. Si uno es capaz de no insistir con un tema que resulta dañino para el otro, esa segunda persona está obligada a actuar de manera semejante. Normas de cortesía básicas a las que pensaba aferrarme para mantener mis secretos a salvo.

¿Al club de teatro? ¿Para qué, para ser obligado a usar mallas y fingir que bebo los vientos por una tonta de turno mientras recito un diálogo cursi? Me quedo con los libros del club de literatura, gracias. Los debates sobre literatura victoriana son muy entretenidos. El team Brontë y el team Austen algún día llegarán a las manos. Si no fueras tan frívola lo entenderías. —tras un leve encogimiento de hombros me bajé de un salto de la barandilla. El dolor de cabeza comenzaba a volverse insoportable pero no dije nada. Me limité a mirar al vacío, como Grace, mientras cruzaba los brazos. Serviría para darme un poco de calor sin estar obligado a reconocer que no me encontraba demasiado bien. Jack Hudson siempre estaba obligado a proyectar la mejor cara de sí mismo: la del chico misterioso al que no le afecta absolutamente nada.
Ojalá hubiera sido así de verdad.

El plot twist de nuestra conversación, motivado por un Jack Hudson en estado febril, me agradó. Lo reconozco, venga. No te rías. Por primera vez escuché a Grace con atención, porque realmente me interesaba lo que estaba diciendo sin segundas intenciones ocultas. Mantuve los brazos doblados sobre mi pecho en todo momento, emulando una pose de chulería que me confería un aspecto peligroso; todo un matón de discoteca. Si hubiera reconocido que ganaba el frío a las ganas de asustarla la chica se hubiese reído en mi cara, ofuscándome para el resto de la semana.

Cuando finalizó su discurso, yo ya me olía lo que tocaba. Grace no iba a regalarme uno de sus secretos sin pedirme nada a cambio, como la egoísta que era. Que éramos, supongo. Tomé aire en profundidad y decidí no darle muchas vueltas al tema del que hablar. La música me gustaba y era una categoría que controlaba. Podía hablar de ella sin entrar en un terreno excesivamente personal que consiguiese despertar su curiosidad lo suficiente para que quisiera hacer más preguntas.
Con la mirada perdida empecé a hablar. En mi mente no tardaron en formarse las imágenes de los recuerdos que iba mencionando, haciéndome sentir feliz por un momento.
Hasta que terminé mi propio discurso y todo se volvió tan negro como el bosque que teníamos delante.

Cuando era pequeño deseaba aprender a tocar el piano. Mi padre siempre ponía a Chopin, Vivaldi o Ludovico Einaudi a la vez que corregía exámenes en su despacho. A mí me encantaba sentarme junto a la puerta y cerrar los ojos mientras la melodía del nocturno 21 en C menor se mezclaba con el sonido de su pluma estilográfica. Ras, ras, ras... Nunca fui un niño caprichoso ni mucho menos, pero un día me atreví a pedirle que me comprase un piano. No hacía falta que fuese muy bueno pero ansiaba tener uno. Recuerdo la tristeza que se reflejó en sus ojos al decirme que no podía comprármelo porque las cosas no iban muy bien en casa y que prefería invertir ese dinero en cosas necesarias de verdad. Sin embargo, al día siguiente apareció con una guitarra acústica de color negro. Obviamente son instrumentos musicales incomparables entre sí, pero a mí me gustó tanto como si hubiera sido un piano de verdad porque él se había tomado la molestia de elegirla para mí. El resto de la historia, bueno, es evidente. Me aficioné al rock y al metal tanto como a la música clásica, me dejé el pelo largo y sigo tocando la guitarra cada día. Si él hubiese cumplido mi capricho desde el primer momento probablemente el piano me hubiera sabido a poco. No obstante, supo reencaminar mi deseo y encontrar el verdadero instrumento del que terminaría enamorándome. Como un visionario que me conoce mejor de lo que me conozco yo. —terminé tragando saliva mientras mi ceño se fruncía, deseoso de no perder la costumbre. Necesitaba un cigarro.
Me esforcé en mantener mi voz en su tono estático de siempre, relajado y oscuro para que no pareciese que hablar así me afectaba. Y lo logré. Grace tenía razón. Quizá debiese asistir al club de teatro. Decoraría mi expediente a la hora de solicitar una beca.
Publicado por Jack A. Hudson Mar Mayo 31, 2016 10:49 pm
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Si mentía o decía la verdad era algo que quedaría dentro de ella por mucho tiempo, si era posible, para siempre. Era complicado de explicar, porque los apodos que Jack se le había asignado si le habían molestado en un principio, cuando los escuchaba y hacía lo posible para defenderse del insulto, después perdían la gracia, más cuando se los nombraba demasiadas veces. Eran apodos, opiniones de una persona que no conocía su pasado o su forma de vivir, lo que había visto, sentido y escuchado. La habían criado para que eso no importara. Para que esas palabras resbalaran sobre su piel pálida y suave. Defenderse en el momento, era una cosa del momento, las únicas opiniones que debían importar de verdad eran aquellas que provenían de personas a las que uno quería, en las que uno confiaba. Si se mentía a si misma o no, era algo a lo que no podía dar una respuesta, porque cuando te meten una idea en la cabeza desde que eres muy pequeño, terminas creyendo que es verdad por más que no tienes palabras ni acciones que las demuestren. A pesar de eso, sintió que sus palabras sabían a engaño y mentira, pero prefería ignorar aquella extraña sensación o la noche siguiente tendría más preguntas que agregar a la lista de preguntas que estaba haciendo por la noche, y era lo que menos necesitaba.

A pesar de eso tenía que dar una respuesta a Jack, sentía que eso era una obligación, no podía dejar aquella acusación en el aire, por más de que su instinto dijera que se encogiera de hombros haciéndose la desinteresada y que creyera lo que quisiera creer. Nuevamente aquella sonrisa afilada emergió en sus labios. Acomodó sus cabellos antes de responder.

—Entonces debemos coincidir al pensar que nadie en este mundo es digno de ser llamado perfecto— Y ahí estaba nuevamente, diciendo las mismas palabras que el joven le había dedicado en esa misma noche. De todas maneras, reprimió las ganas de decir que la perfección estaba cargada de imperfecciones, que ella no las reconociera en voz alta, salvo en ese momento y como una insólita excepción, no impedía que las recordara cuando llegara la noche, cuando meditaba lo que debía haber hecho o dicho y lo que debió haberse guardado para sí. Al final de cuentas, Grace nunca dejaría de ser la joven ególatra que se creía mucho mejor comparada con otras personas. —Si no tuviera algún defecto, no sería humana.

Era una jugada singular y peligrosa, una jugada que podía volverse en su contra tan rápido como había dicho esas palabras, pero había preferido correr el riesgo antes que dar una explicación más explayada de porque hasta ella misma sentía las mentiras que acababa de mencionar, incluso cuando las mentiras debían ser algo natural en ella y no se debería sentir mal por ello, pero debía ser el momento. Por eso la madrugada podía volverse peligrosa, hacía que las personas confesaran más de lo que harían en cualquier otro momento del día, y ellos estaban hablando con una sinceridad particular, es decir, el tipo de sinceridad que podía haber entre dos personas cuyos encuentros terminaban con insultos que iban de un lado a otro. Comenzó a extrañar la honestidad que la invadía cuando se encontraba sola en su habitación mirando las paredes tratando de descifrar que sentimiento era el que no la dejaba dormir y cuál era el motivo por el que se sentía de aquella forma. Problemas del primer mundo que tiene una persona que tiene problemas para dormir, más cuando sus sueños son pesadillas que la despiertan de la peor manera en el mundo.

—No me considero frívola, solo tengo una falta de interés con ciertos temas que soy incapaz de ocultar— Replicó de manera inmediata levantando el mentón e inclinando su cabeza a un hombro antes de regresarla a la posición original. —Y no todo en teatro son obras de Shakespeare, Cervantes o Dickens. Hay algunas obras de teatro que son muy buenas, te lo dice una persona cuya madre era amante de las obras de teatro y me arrastro a más de una. Tampoco todo se basa en romance, no todas las historias necesitan una historia de amor para ser buenas, y creo que tu amplio repertorio de libros puede justificar mis palabras. A no ser que leas a John Green, Nicholas Sparks, Jojo Moyes o Abbi Glines.

Si bien la joven no era de aquellas que se consideraba lectora y podía tardar meses en leer un libro porque no era algo que le agradara, si conocía ciertos autores. Los primeros mencionados porque tenían una asignatura llamada lengua, que en el instituto anterior Grace llamaba “Literatura” y había tenido que leer varias obras, aunque en realidad leyó los resúmenes, y a veces ni eso, dado que escondió los resúmenes dentro de los libros para poder buscar las respuestas ni bien leyera el examen. No siempre era bueno confiar en la memoria de alguien que no le gustaba estudiar, más si era uno mismo. En cuanto a los últimos libros, eran escritores de los cuales habían sacado películas que ella si había visto, en especial las que estaban basadas en los libros de Nicholas Sparks, le gustaban esas historias tan dramáticas que tenían intenciones de hacerla llorar mientras miraba las escenas.

Calló tras decir eso, no iba a comentar sobre los teams que acababa de comentar por dos razones, primero, no los entendía, se suponía que las personas tenían sus gustos, nadie podía contradecirlos; segundo no tenía idea quién era la primera, si había escuchado hablar de Jane Austen, si era que se refería a ella y eso era lo que la rubia esperaba, pero quien no había visto Orgullo y Prejuicio, es decir, quien no había oído hablar de esa novela. Como era claro, la joven solo había visto la película y creía que una más también, pero no estaba segura. En definitiva, sus conocimientos eran más escasos, sus comentarios eran menos, y en ese caso, sus respuestas eran nulas.

La joven giró sobre su centro apoyando la parte baja de su espalda sobre la baranda ni bien Jack bajó de la misma. Su cuello, agradeció, ya se estaba cansando de tener que levantar la vista para mirarle la cara.

Al terminar de hablar escudriñó el rostro del joven para poder ver que era lo que pensaba de ese momento. Curiosa de saber que pensaba. No le gustaría ser juzgada por aquel tema de conversación, admitiendo la verdad no le gustaba ser juzgada por nada, sentarse en el banco de acusados mientras todos estaban de acuerdo en algo en lo que ella discrepaba, no estaba entre sus cosas favoritas del día, nunca. Pero lo que encontró le sorprendió. Jack estaba en aquellas poses de chico malo que solía poner, vaya a saber para qué, Grace no quería ser mala pero si su objetivo era asustarla había fracasado en el intento. Pero dejando eso de lado, el joven se notaba un poco más ¿pálido? Había algo raro, aunque ya esa noche era extraña por naturaleza, sumar algo más era como si nada. Lo dejó pasar un momento, quería escuchar la respuesta.

Tal y como si se tratara de esas escenas en las películas donde el escenario cambia en un minuto, la joven se encontró imaginando la escena. Paredes blancas con muebles oscuros, un pasillo que acababa en la oscuridad absoluta, un niño con los ojos cerrados mientras el adulto se inclinaba sobre el escritorio alumbrado por el velador que irradiaba una luz amarilla. Era válido pensar que su imaginación había volado demasiado y a un escenario bastante oscuro, pero por lo último podía culpar a la noche. Conociendo a los autores dado que eran usados por tradición, también pudo poner una melodía de fondo. A medida que Jack fue hablando, la comparación con el propio lugar donde ella había crecido se sintió vacía. Paredes de rojo oxido, verde oliva o petróleo, habitaciones que eran decoradas por profesionales, cuadros que no tenían ningún sentido en particular. El piano que había pertenecido a su abuelo y sobre el cual nunca había tenido interés en aprender. Una casa enorme y sus recuerdos de la infancia eran sobre guarderías, clases de ballet, idiomas y actividades que su madre quería que aprendiera. Era comprensible que la joven encontrara hermosura en las palabras que estaba escuchando. Era algo como lo que le gustaría poder contar a alguien cuando hablara de su infancia, algo que nunca podía contar porque nunca le había pasado.

—Los padres hacen lo que pueden con las herramientas que tienen a su alcance— Murmuró sin saber de dónde habían salido las palabras, aunque si podía estar segura de que cualquier persona hubiera podido sacar mucho más que lo que ella sacó de la misma. No era estudiante de psicología para poder llegar a conclusiones enrevesadas sobre por qué sus gustos habían cambiado con un gesto tan simple como un instrumente. Cierto era que tampoco le interesaba. La joven se quedó con aquella historia bonita y la manera en la que Jack hablaba de su padre, como una persona que si podía desarrollar un interés por alguien más que no sea sí mismo.

—Me gustaría poder decir lo mismo de mi familia— Su vista regresó a un punto entre el bosque y los jardines del internado. Había hablado tras un corto suspiro y unas cejas que se levantaron para caer rápido. Resignada al hecho de que sus padres la dejaban hacer todo lo que quisiera, pero eso no significaba que demostraran lo mucho que querían que haga lo que ellos deseaban sin importar las decisiones que tomaba. —En casa me espera la discusión pendiente sobre que podría estudiar cualquier otra carrera que no sea tan complicada como medicina, algo fácil, sencillo que se pueda comprar con un chasquido de dedos. Efectivamente, no eres la única persona que solo espera que sea una rubia hueca sin otro propósito que tener un esposo con dinero y con el cual pueda formar una hermosa familia.

Palabras dichas con sincera naturalidad. Sus padres aún no entendían que necesitaba estudiar esa carrera, no solo porque le gustaba, sino porque era una manera de compensar las promesas que había roto. Las manos se aferraron a la baranda recordando la tensa discusión que habían mantenido. Ni siquiera habían reaccionado así cuando no regresaba por las noches por estar de fiesta en fiesta, bebiendo cualquier cosa que la animara y fumando hasta cosas que eran ilegales, pero si se ponían nerviosos porque quisiera estudiar algo donde tendría que trabajar para obtener su puesto.

—Lo siento— Se disculpó con una sonrisa que no dejaba ver sus dientes. —Recientemente me recordaron el tema y puede que haya quedado en mi cabeza.

Al darse cuenta de que había abierto su boca más de lo necesario se insultó a ella misma y a las madrugadas.

—Entonces, ¿cuál es el conflicto entre el team Bronthë y el team Austen? Puede que me haya perdido esa clase de literatura— Preguntó queriendo escapar del tema que le incomodaba. No quería hablar de los problemas con sus padres, debería agradecer que la hayan salvado de tener una vida terrible y muy diferente a la que tenía. Además, los amaba, eran los mejores padres del mundo, pero eso no evitaba que se quejara de ellos.
Publicado por Grace L. Edwinson Jue Jun 02, 2016 1:27 am
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