Colosal

Un golpe tras otro, un insulto que comenzaba sin haber dado tiempo a que el anterior terminara, él solo era un adolescente honesto que quería que su padre le creyera, sin embargo aquel hombre de sombras de sus pesadillas pareció más convencido por los argumentos de su flamante mujer que por los gritos de su propio hijo. Era la misma escena noche tras noche, era el reflejo de lo que había pasado pero rodeado con un iris de maldad que, para ese entonces, James no recordaba. Todo se tornaba más oscuro, más ruidoso, lo atormentaba hasta límites insospechados desde que era un niño pero ahora, pese a su adultez, en vez de disminuir todo crecía.

Nathaniel tuvo la misma pesadilla que noches anteriores, su madrastra, su padre; las mentiras, los insultos y los golpes. Era un cuadro que no perdía detalle ni color, ni parecía tener fecha de vencimiento. Esa noche había sido muy intenso todo así que no fue de extrañarse que el chico se despertara sudoroso y agitado incluso, a pesar del frío, Nate tenía el rostro ruborizado por el cúmulo de calor que había experimentado bajo las sábanas. Cuando el joven vio la hora se dio cuenta de que faltaba un buen rato para iniciar la rutina escolar y, como era obvio que no iba a dormir, decidió levantarse de la cama y tomar algunos de sus medicamentos. Nate hurgó entre sus cosas, estaba un poco nervioso por lo que su mano tropezaba con todo lo que veía a su alcance, se rindió cuando se dio cuenta que era inútil y que lo mejor era dar una vuelta y tomar aire fresco. Nathaniel se puso sus gafas, un abrigo y unos zapatos deportivos, su pijama era bastante común así que no desentonaría demasiado. Antes de hacer alguna idiotez y estar dormido por el resto del día el chico salió al exterior del internado.

Aún no amanecía, los pasillos estaban perdidos en la paz que ofrecía la noche, los matices del cielo empezaban a iluminarse, no faltaba mucho para la salida del sol, Nate solo se desvió para espabilarse lavando su cara y cepillando sus dientes, guardó el cepillo en su bolsillo delantero sabiendo que no se desviaría de nuevo a la habitación. El chico caminó aún con las manos en los bolsillos hasta salir del sitio, afortunadamente no se encontró a nadie en el camino, no esperaba ningún regaño.

James caminó por los terrenos respirando cada vez con más normalidad, el aire frío se perdía en sus pulmones y la sensación de pureza le gustaba. Estaba llegando al lago cuando se percató de que no estaba solo, la figura se iba evidenciando conforme él se acercaba y se sintió más a gusto cuando se dio cuenta de quien se trataba; Callie Rohmer y él habían sincronizado de nuevo sus pesadillas nocturnas.

Nate no se detuvo, siguió caminando hasta llegar al paradero de la chica y, sin decir nada, se acostó a su lado sin pedir permiso, enseguida vio el cielo con sus ojos oscuros, le recordaba que hacía muchos años ambos habían hecho lo mismo por largas noches, juntos como siempre. —Venía caminando y no sabía porque me dirigía a este lugar así de la nada, el lago no es tan divertido en estas temporadas—. Sonríe con honestidad mientras gira su rostro y ve a la chica. —Ahora creo saber porque—. Pero no dice nada más, Callie tampoco se veía muy bien que digamos. Nate posa su mano sobre la chica con cuidado y frunce el ceño. —No estás bien, ¿cierto?—. De lo contrario ninguno estuviera ahí.

Nate estaba tan sincronizado con Calliope que eso a veces le asustaba. Se habían conocido una noche donde ambos experimentaron sus peores pesadillas y, luego de ese encuentro, sucedió lo mismo repetidas noches. Se encontraban incluso sin haberlo planeado hasta que decidieron hacerlo costumbre y, cuando uno tuviera pesadillas, iría a la habitación del otro para poder conciliar el sueño, era más constante en Callie ya que Nate a veces dudaba si molestarla o no. Por otro lado esa noche fue diferente, el chico consideró por un momento que la castaña podría estar igual o que debería ir a su habitación sin dudarlo, sin embargo descartó la idea al momento y tomó su propio rumbo hacia los exteriores. El lazo que tanto los unía seguía ahí ya que él la volvió a encontrar sin haberlo planificado.

Su reacción fue espontanea, con Callie se sentía así. Nate no tenía que ser formal, pedir disculpas o dudar si sentarse o no, simplemente lo hizo, porque le nació y porque deseaba con todas sus fuerzas hacerlo. La chica se recuesta de su pecho y él no puede evitar sentir una corriente por sus extremidades ante tanta cercanía. Nate acaricia el cabello de Callie, no han pasado más de unos segundos cuando el aroma de su amiga se pierde en él y en su alrededor. —Estamos conectados. Pero para tu tranquilidad dejé de dormir hace un par de horas y fue por lo mismo de siempre, no te sientas culpable, ¿vale?—. A veces la trataba como a una niña pequeña pero no podía evitarlo. Nate pone su mano sobre el brazo de Callie, la abraza un poco más e inevitablemente la cercanía aumenta si eso era posible.

Ella no había respondido a su pregunta, o si, lo había hecho de una manera muy inteligente sin darle tiempo a preguntarle por qué no había sido clara. Nathaniel a veces quería saber tantas cosas de ella que sentía que podía perder la paciencia con la astucia de su amiga, sin embargo el trato de tantos años que había entre ellos lo había ayudado a moldear las cosas a su favor. —La misma pesadilla de siempre, Callie. Papá, su esposa... la misma escena de mi último día en casa. No tiene sentido que te lo cuente, ya sabes cómo es todo—. Aún Nathaniel podía recordar el rostro de sorpresa, asco y enojo de Callie cuando le contó todo el asunto de la esposa de su padre, supo desde ese momento que no estaría solo.

Nate gira un poco su rostro y su nariz puede sentir el aroma de Callie de una manera más profunda, no se cansaría nunca de aquel olor a frutas mezclado con algo tan dulce que James no sabría explicarlo. —Ahora deja las respuestas cortas y explícame qué pasó, Rohmer—. Su tono de voz no es de regaño, al contrario, ahoga una sonrisa. —No tienes que temer, ¿eso lo sabes no?—. Da un corto beso en su coronilla y vuelve a mirar el cielo.

Un Nate mucho menor que el chico que estaba acostado sobre el pasto en ese momento, había prometido estar cada noche que la castaña tuviera una pesadilla, había jurado que no se iría hasta que ella estuviese dormida o, en su defecto, hasta que amaneciera y él tuviera que irse a su habitación antes de sufrir un regaño. Lo había cumplido gran parte de su estancia en el internado, solo que últimamente estaba distanciado, pero eso no significaba que se olvidara de Callie, al contrario, la pensaba más que nunca y siempre estaba atento a que su amiga estuviera bien. Nathaniel no quería ser un peso para ella en ningún sentido, la chica ya de por sí tenía que lidiar con Cassie y con todas sus preocupaciones, él podía ayudarla pero no se sentía tan cómodo siendo él el ayudado. Trataba de estar bien frente a los ojos de su amiga para que esta no tuviera que molestarse ni un poco en preguntarse por su bienestar. —Nunca te sientas mal por eso, Callie, estamos aquí, juntos, y eso es lo que importa ahora.

Los gestos de Nate se endurecen cuando la chica empieza a narrar aquello que la perturbaba y que la mantenía en vela sin poder evitarlo. Tenía que haberse dado cuenta antes. Nate sabía cómo era Callie y por eso estaba seguro que la muchacha no olvidaría ni por un momento todo lo que le había contado así se hubiesen reunido antes con Gru, Rose, Cassie y Isak. —Sé que no vas a olvidarlo tan fácilmente, Callie, te conozco. Pero quizás a veces deberías tomar un respiro de todo lo que te pasa, hay cosas mejores en tu vida, estoy seguro. De no ser así por lo menos imagina que todo este caos tiene solución, aún no aparece pero la tiene y todos la estamos buscando.

Nate no pierde ni un segundo y toma la mano de Callie entre la suya entrelazando sus dedos como si fuera natural en ello. Su piel estaba cálida y suave, siempre estaba así. —Nunca vas a tener que temer, no mientras yo este—. Nate sonríe para sí pensando que aquella frase había salido más de superhéroe que de cualquier cosa.

—Calliope—. Pocas veces la llamaba por su nombre pero esa evidentemente era para llamar su atención. Nate se inclina un poco para poder verla mejor. —Nunca debes tener miedo, no solo porque me tienes a mi, a Gru, a ese chico Isak... sino porque tú eres más fuerte que todo y eso lo sabes—. Tenía su rostro tan cerca que tuvo que hacer un esfuerzo por no perderse en sus ojos. —Y si necesitas que te lo diga mil veces más, mil veces más voy a estar para recordártelo. No quiero que te pierdas, Callie.

Rostro pequeño, ojos marrones y brillantes, nariz perfilada, labios medianos; ni muy gruesos ni delgados, una tez bronceada lisa y suave al tacto, unos mechones que se perdían y que con el viento se topaban con la cara de Callie de una manera un poco torpe. A esa distancia Nate podía detallar una vez más el rostro de su amiga. Ya lo había visto en ocasiones, dormía con ella, se quedaba a su lado, practicaban juntos, eran como hermanos y aun así Nathaniel no se cansaba de admirar los pequeños detalles que había en Calliope, siempre era la primera vez. Para él era hermosa, incluso más hermosa que cuando la conoció y eran unos niños que solo buscaban protección y compañía. El chico hubiese deseado que aquel contacto fuera eterno, pero nada era para siempre así que Nate se tuvo que conformar con unos segundos viendo a su amiga de ese modo.

Sonríe cuando ella afirma eso tan segura, eso quería decir que ella se daba cuenta de cuál era su rol en su vida y que confiaba tanto en su persona que sabía que no la dejaría caer. Nate no soportaba verla perdida, de los dos Callie solía ser la más fuerte y decidida, nada más había que verla en lacrosse, o con sus amistades, era valiente y era muy fuerte. Cuando Nate la veía sin un rumbo fijo era como si no la conociera y no soportaba que ella misma pusiera en jaque lo que era llenándose de desesperación. —Siempre, nunca lo dudes—. Es lo único que puede decir con un tono de voz muy bajo, solo para ellos dos.

—Hiciera que soñaras puras cosas buenas, puedes tenerlo por seguro. Sin pesadillas ni recuerdos, solo cosas buenas—.  Comenta seguido de ella como si estuviera completamente seguro de que era eso lo que iba a hacer, como si fuera un plan ya establecido en su mente. Nate baja la mirada de nuevo y sonríe, iba a responder pero la mano de la chica pasa por su frente e intenta acomodar de manera un poco inútil sus cabellos. Nate arruga la nariz como un gesto involuntario, nuevamente el cosquilleo lo recorre, como pequeñas chispas. —Creo que estás trabajando en vano, Callie, sabes que nunca se arregla—. Ella deja caer su mano y el muchacho se mantiene en esa posición, no quería ni moverse para no incomodarla y él, en parte, tampoco quería perder ese corto recuerdo.

Su pregunta lo toma desprevenido, apenas habían pasado unos segundos de silencio que no fueron nada incómodos, junto a Callie nunca lo eran. Nate frunce los labios y la ve de nuevo. El chico duda un momento si decirle o no pero sabe que un solo titubeo de su parte hará que la chica pregunte más de la cuenta, ambos se conocían demasiado. —En ti y en mí, en porqué me separé de ti si estos momentos me gustaban tanto. Pensaba que no recordaba la última vez cuando nos vimos así.

Nate lo piensa por un instante, tenía varias respuestas en su repertorio y la mayoría eran positivas. Sabía que si él manejaba los sueños de Callie la apartaría de cualquier nube negativa que pasara por su cabeza y la llenaría de recuerdos felices para que, a lo largo del día, la chica no tuviera que preocuparse por lo que podía o no pasar. Si era ella hacía lo mismo, Nate esperaba algo similar. El fin de ambos chicos tenía como base eso, hacer feliz al otro luego de tantas pesadillas vividas. Los ojos de Nathaniel se pierden en el firmamento que estaba empezando a tornarse más claro que en un inicio, el amanecer se acercaba y él agradecía estar ahí para verlo. El chico parece pensarlo y se tarda un poco pero al final solo niega. —No, en verdad no dejaría que los controlaras—. Parece seguro e incluso su tono de voz sale un poco más serio de lo usual.—Porque si no tengo pesadillas, ¿qué excusa tendría para visitarte?— Sonríe con cierta picardía mientras ve a la chica y sus ojos se alzan de nuevo hacia el cielo.

Callie siempe buscaba peinar sus cabellos de una manera un tanto inutil. Nate no tenía los rizos que adornaban la cabeza de su amiga pero cuando sus hebras se decidían a quedarse de una forma determinada así se quedaban. Nate no usaba gomina ni nada por el estilo a menos de que fuera estrictamente necesario, por lo general era bastante espontaneo ya que no sabía cuándo tuviera que ir a practicar. Calliope intentaba peinarlo pero había comprobado desde siempre que eso no servía para nada. Nathaniel la ve y niega cuando ella dice que es un mentiroso aunque duda de que la chica haya visto por completo su reacción.

En verdad los pensamientos de Nate se habían desviado hasta el punto de ser meros recuerdos donde él y Callie compartían como siempre. Recordaba las escapadas por la noche, cuando dormían juntos, sus prácticas, sus secretos, sus largas charlas... todo. Aunque él estuviera en ese momento junto a ella se sentía diferente, algo estaba diferente y ese pequeño detalle era en el que Nate no quería pensar. —Lo sé, pero no era a eso a lo que me refería—. Ella lo sabía, Nate no era tan básico cuando se encerraba en sí mismo a pensar. No hablaba de visitas recientes, hablaba de una manera bastante general; de la constancia de sus encuentros, de la calidad de los mismos.

¿Los mismos amigos de años atrás? Lo primero que pasó por la garganta de Nate fue un no, sin embargo él no supo si decirlo o callarlo ya que lo veía más como un mero impulso. Lo cierto es que nunca había estado tan cerca de la chica, nunca existió tanta tensión en esas cuatro paredes, el solo pensarlo causaba un nudo en su pecho y una que otra sensación particular. —¿Tu sientes que seamos los mismos?—. Baja la mirada porque necesita verla, necesita escuchar su respuesta. Ambos habían cambiado y, por un tiempo, se distanciaron sin poder evitarlo. —Porque a veces pienso que no es así.