Aces high

Sí, siempre pongo los títulos dependiendo de la canción que esté escuchando.

Pocas cosas existían capaces de conseguir que Jack compartiese la opinión más generalizada entre los chicos de su edad. No le gustaban las fiestas, el alcohol, salir hasta tarde o pulular por la vida coleccionando “amigos” como si fueran cromos de Pokemon; él era de noches tranquilas al son de una guitarra y de consumir cigarrillos sin apartar la mirada de las hipnótica páginas de un libro que mereciese la pena. No obstante, se mostraba tan adolescente como cualquier otro cuando aparecía cierta idea en su mente: obligar a madrugar los fines de semana a otra persona para realizar una actividad física debería de estar penado por la ley con una buena multa.
Seguro que eso infundía miedo en los listillos que se aventuraban a molestar a los demás con tan despreciable acto.

Era sábado, pero no por ello Jack sentía ganas de saltar de alegría. Mientras que sus compañeros podían disfrutar del día e invertir el tiempo en lo que quisieran -sin importar lo poco productivo que pudiera llegar a ser la actividad-, Jack no disponía de esa maldita opción. Por culpa de una de sus escapaditas seminocturnas a la terraza para fumarse el último cigarro antes de dormir, se le había hecho más tarde de la cuenta y fue pillado de lleno por uno de los celadores mientras volvía a su cuarto. Tras unos cuantos regaños, la alerta a un profesor y una visita al despacho de la directora, el joven había terminado siendo castigado por andar fuera de los dormitorios durante el “toque de queda”.

De poco sirvió que intentase improvisar una buena excusa -señora, de verdad que me quedé dormido apoyado contra la barandilla mientras preparaba mi trabajo sobre La letra escarlata- y adoptar ese gesto tan suyo que mostraba una seriedad no muy común en los chicos de su edad -perfectamente estudiado y practicado hasta decir "basta"-. Jack terminó recibiendo una puñalada certera en las cosas que más le dolían: su orgullo y su expediente.
Fue obligado a visitar el sábado de esa misma semana la biblioteca por la mañana para ayudar al bibliotecario con sus tareas de orden y limpieza, siendo avisado de que, además, quedaba enteramente a su cargo y debía cumplir cada orden que recibiera de su parte. Jack quiso arrugar el papel donde estaba anotada la penitencia, romperlo y decir que se negaba a recibir tan injusto castigo por cinco minutos de mierda que había pasado de más en el pasillo.

Como ya te imaginarás, no lo hizo.

Ese sábado, puntual como un gallo, Jack se levantó de la cama y, tras asearse un poco en su propio cuarto -entre profundos bostezos-, salió del mismo, camino de la biblioteca principal. El muchacho andaba arrastrando los pies con tanta pesadez que bien podría haberse quedado anclado en el suelo y nadie se hubiese sorprendido. Y créeme, él hubiera aceptado ese destino gustoso con tal de dormir un poco.
La noche anterior parecía haber durado el mismo tiempo que tardas en pestañear. Cuando Jack apartó los ojos del libro que leía y miró el reloj que descansaba sobre su mesilla de noche era tan sumamente tarde -o muy temprano, según como quieras verlo- que decidió no dormir. Se conocía perfectamente a sí mismo, así que sabía de buena tinta que si cometía el error de tratar de dormir un par de horas, ya no se movería de la cama hasta que se acercase el mediodía.

No llamó a la puerta de la biblioteca antes de entrar. Simplemente la abrió y, tragándose un bostezo especialmente grande, entró.
Tal y como había imaginado, la estancia hubiera estado completamente desierta de no ser por los libros, las estanterías y las mesas de trabajo. Jack visitaba aquel lugar cada día en busca de un poco de paz y buenos libros, así que se abrió paso entre las sillas perfectamente ordenadas hasta que alcanzó su mesa favorita; la que quedaba pegada a un ventanal enorme desde el que se podía contemplar la magnificencia de los jardines del internado. Cada uno se distrae de sus apuntes como le apetece.

Se sentó directamente en la mesa, arremangó su jersey para consultar una última vez el reloj que llevaba en su muñeca y esperó; esperó como un condenado a muerte lo hace en la milla verde.
Con más sueño y ganas de huir que energía.

En momentos como aquel echaba especialmente de menos su reproductor de música portátil. Asimilar y realizar las tareas que le ordenasen sin abrir la boca, tratando de pasar lo más desapercibido posible, hubiera resultado mucho más sencillo con el eco de sus canciones favoritas saliendo de otro lugar que no fuera su cabeza.

Publicado por Jack A. Hudson Jue Dic 03, 2015 11:36 pm

Grace jamás le había respondido al profesor de manera poco apropiada, solo había marcado su opinión, por más que esta sea que la clase era demasiado aburrida y estaba claro que le faltaba acción por la noche porque su mal humor ya pasaba los límites. Inclusos sus compañeros habían reído ante la gracia, solo que el profesor creyó que sería correcto castigar a la muchacha para que aprendiera cual era su lugar, o eso era lo que pretendía. La joven no estaba muy entusiasmada con el asunto, dado que había comenzado con una pregunta del profesor preguntando si quería prestar atención a la clase en vez de mirar sus uñas perfectas, y por supuesto la respuesta había sido que no porque la clase era aburrida. Estaba en todo su derecho de decir la verdad, incluso creía que era uno de los fundamentos del internado, que todos se vuelvan inteligentes, etc, etc, etc le agotaba hasta tener que pensar en las cualidades con las que querían que salieran de ese lugar. Soltó un suspiro desde las sábanas mientras recordaba aquella secuencia de hechos, justificando sus acciones. Lo peor de todo era que se trataba de un sábado, un maldito sábado y se lo tendría que pasar en la biblioteca.

Se puso de pie y busco que ponerse en el armario. Desde su lugar podía escuchar el viento dar contra la ventana, parecía que intentaba romperla, el cielo estaba como siempre, nubes más, nubes menos, lo típico de la época, lo mejor que podía pasar era que volviera a llover, pero al parecer ese no sería el día. A pesar de eso, el ambiente estaba bastante caldeado, por lo que se animo a ponerse una de esas faldas negras, una camisa fina del mismo color y para romper los colores un pullover color lila que tenía dibujos de flores en el mismo color. Miro su atuendo antes de ponerse unos zapatos de tacón. Lastima que nadie importante la vería ese día. Se hubiera cruzando de brazos de no ser porque era necesario abrir la puerta para ir a la biblioteca.

Al entrar noto que llegaba un par de minutos tarde, pero para ser la primera vez que entraba a ese lugar, le había sorprendido encontrarlo. Arrugo la nariz al entrar, aún podía oler el tufo que habían dejado las personas el día anterior, como si nadie hubiera limpiado desde la tarde pasada o desde hacía meses. No entendía el internado y sus reglas, no entendía porque tenían tal biblioteca cuando con portátiles todo se podía solucionar; tampoco entendía a los es estudiantes que parecían amar pasar horas encerrado en esas paredes con calor humano, color humano y ni una misera corriente de aire. No tenía caso, recorrió la sala con la mirada hasta encontrarse con una figura ubicada en una de las mesas. Se acerco con aires de arrogancia. —Oh mira que ternura, ¿Vienes a que te enseñen a aprender a leer?— Pregunta aún crispada del encuentro anterior, pero ya había encontrado una persona perfecta con quien mostrar lo superior que era, y no arruinaría una oportunidad de ahí en más. Sacudió su cabello, y ese era el mejor buen día que Jack podría recibir.

Publicado por Grace L. Edwinson Sáb Dic 05, 2015 12:46 am

¿Cómo? ¿A cargo de unos alumnos castigados? Madre santa. Era la primera vez que debía enfrentarme a tal tarea desde que había aceptado ayudar también al cuidado del alumnado los sábados por la mañana. Me había preparado mentalmente para aquel encuentro desde el comunicado que no hacía más que ponerme nervioso y titubear ante la decisión. No tenía demasiada experiencia en alumnos, menos en castigos. No era partidario de las duras manos, las caras largas y las tareas obligadas, lo sabía porque en mi vida jamás habían funcionado.

Era muy observador -o creía serlo-, podía darme cuenta en general de los patrones sociales que tenían los alumnos solos y en grupos, por eso opté por ubicarse en el interior de la biblioteca oculto, hasta que llegaran ambos jóvenes. Si tenían que pasar unas horas en castigo hasta el almuerzo, debía conocer previamente cual era su relación sin mi presencia.

Detrás de una estantería mientras ordenaba algunos libros -como de costumbre-, oí entrar puntual al primer alumno, cosa que agendé mentalmente como apropiado. No parecía en extremo feliz y desde lejos se notaba su cansar al caminar y desplomarse en la silla y eso no sería nada bueno si quería mantenerlo despierto. A los minutos -algo tarde- llegó la joven al recinto. Su actuar, vestir y decir denotaba a ciencia cierta su postura ante el castigo y la relación con el muchacho. O al menos eso creía yo. No sería nada fácil. Ni para ellos ni para mi.

Salí por fin, caminando decidido y con dos libros en la mano a su encuentro: — Buenos días, jóvenes. Soy el señor Downer, pueden llamarme Brian... el bibliotecario, claro está. — me puse frente a ellos, apoyando los libros y mis manos en la mesa. — Tengo entendido que... hasta el almuerzo deberán quedarse a mi cargo, en este magnífico lugar, y entiendo que eso es un castigo. Aunque bueno... no encuentro el porqué. — les sonreí para mostrar algo de empatía. Nunca consideraría estar allí como tal cosa, pero bien podía ponerme en sus zapatos. — Es natural que les fastidie, es un bello día dentro de todo, y es sábado. Prometo hacerlo lo más ameno para todos. — miré a cada uno a los ojos, quienes me seguían atentos -o eso parecía-.

Caminé hasta acercarme a la ventana y abrirla. El aire estaba viciado, sin lugar a dudas. Los encargados de limpieza se habían olvidado de ventilar aquel lugar o no sabrían que sería ocupado esa mañana por alguien. Miré unos segundos hacia afuera. ¿El castigo debía ser en la biblioteca? ¿O meramente estaban a mi cuidado? Volví mi mirado a los alumnos y pensando dos veces añadí: — Les propongo algo. No soy tan viejo como para no entender que quieran estar disfrutando del tiempo libre, pero si soy grande para saber que no todo sale siempre como uno quiere. Así que, dicho eso, empezaremos entre los tres a... — me acerqué rápido a la caja apoyada en el mostrador principal. — ... catalogar estos libros. Son nuevos, o viejos, no importa. No están catalogalos aún aquí, y debemos añadirlos al archivo. Hay treinta libros para cada uno de ustedes, y ¿cómo se cataloga? Simple, nombre, autor, año, editorial, impresión, cantidad de páginas, número de volumen. Luego un breve resumen, que se puede encontrar en la contratapa por lo general... y color de tapa. No les llevará más de hora y media. — miré el reloj, eran ya las diez menos cuarto de la mañana. — Si hacen eso, no será necesario quedarse hasta el almuerzo y podrán salir antes a tomar un poco de aire fresco. ¿Estamos de acuerdo? — les sonreía, con mi mejor cara. Esperaba poder al menos establecer una buena relación momentánea. Les extendí unas hojitas de ficheros a cada uno, bolígrafos y la caja. Manos a la obra.

Publicado por Brian Downer Sáb Dic 05, 2015 11:16 am

Un desagradable olor a perfume de mujer, demasiado dulce para que alguien pudiera utilizarlo dignamente, empezó a apestar el ambiente cuando Jack ya llevaba esperando la friolera de diez minutos; de haber estado más atento, hubiese percibido que se trataba de una advertencia de la inminente amenaza que se cernía sobre él. El chico levantó la mirada de su reloj de pulsera y arrugó la nariz con desagrado, culpando a la nada de semejante pestilencia. Prefería el aroma a humedad y sitio cerrado de la biblioteca, uno de sus sellos de identidad, antes que uno tan dulzón.

Desgraciadamente, no le quedó más tiempo para prepararse a la llegada de su compañera de castigo. Ni se la vio venir. Antes de que pudiera buscar por la mirada a la dueña de ese pésimo gusto olfativo, una chica con melena rubia y rostro arrogante se colocó frente a él. El ceño de Jack se frunció al instante hasta quedar a juego con la cara de asco de Grace. No daba crédito a la pésima suerte que últimamente tenía. Lo castigaban por fumar, no dormía y, encima, le tocaba aguantar a la abeja reina de “Todo a cien” del instituto. ¿Cuántos minutos de sus aires de princesa lograría soportar antes de sangrar por los ojos?

—¿Tantas ganas tienes de verme que me persigues hasta la biblioteca? Tu obsesión comienza a asustarme. —incluso sin haber dormido, Jack llevaba el hacha de guerra preparada, afilada como su lengua. Esa era una de sus pocas virtudes: su mente impulsiva lograba encontrar barbaridades ofensivas que soltar a destajo sin necesidad de pensar demasiado. No se levantó de su lugar en la mesa para saludarla apropiadamente. Mucho menos le cedió su sitio, como hubiera hecho cualquier caballero. No veía delante suya a una dama a la que tratar bien. —No, vengo a cumplir un castigo. Ahora que ya has saciado tu curiosidad, ¿sabrás volver a tu dormitorio sola? Es muy temprano y tus neuronas posiblemente siguen durmiendo.

De no haber aparecido el bibliotecario, muy probablemente Jack hubiera soltado otra de sus frasecitas. Disponía de un arsenal bastante completo con el que “agradar” al personal. Por primera vez en mucho tiempo, el muchacho se alegró de ver a otra persona que no fuera él dentro de su campo de visión. Su llegada espantaría a la rubia molesta, quien tendría que irse a pulular por otra parte del internado; estaba lleno de críos con baja autoestima a los que pisotear, ¿para qué querría acosar a Jack, de quien no obtendría nada?

La sonrisa que había estado a punto de esbozar ante la llegada de Brian se perdió en algún recóndito lugar totalmente desconocido para Jack. Fue sucedida al instante por un mueca de aún más desagrado, si es que era posible. Sus cejas formaron una línea completamente recta, y a esas alturas sus labios estaban tan fruncidos que parecían pegados con pegamento. Aquello no podía estar pasándole a él. Solía comportarse bien, ser bueno y estudiar. Entonces, ¿por qué le tocaba compartir su mañana con una enana como Grace, a quien hubiera encerrado en una nave espacial y mandado a la luna de una patada?
¡Ser un buen muchacho estaba claro que no servía de nada!

—Pero, ¿qué? Señor, ¿está diciendo que voy a estar castigado hasta mediodía con ella? ¿También van a traer al deportista y al macarra para terminar de formar El club de los cinco o cómo va la cosa? —el chico señaló a Grace sin pudor alguno, aunque su mirada estaba fija en Brian. De repente se sentía molesto ante la presencia de los dos: de ella odiaba su superioridad y de él... Que estaba en el sitio inadecuado en el momento más inoportuno. Con cualquier otra compañía -solo, incluso- Jack hubiera considerado la tarea de organizar la biblioteca más como un premio que como un castigo. Aguantar a un moscardón rubio, sin embargo,  no lo pondría por delante ni de comer cicuta en una lista de prioridades.

Aprovechó cuando Brian fue a abrir la ventana para dirigirle a Grace una desagradable mirada de ojos entornados. Después de todo, el bibliotecario sólo cumplía con su trabajo y no merecía estar en medio de una batalla así. El aire limpio, aunque frío, pareció despejar un poco la mente de Jack. Se había llevado parte del olor de Grace, cosa que agradeció. Tener las ideas embotadas, como le ocurría a la rubia, no era bueno para nadie. El muchacho se levantó por fin de la mesa y se paró frente a las cajas de libros que Brian señaló como su “material de trabajo”. Se notó impaciente por meter las manos dentro de ellas y curiosear un poco. Le apetecía buscar material de lectura nuevo con el que amenizar sus noches.
Sólo los libros conseguían ponerlo de buen humor cuando su guitarra estaba lejos.

—Vale, sí. ¿Podemos empezar cuanto antes, señor? Me da igual si tardamos una hora y media o si estamos aquí hasta por la tarde, pero mejor no perder tiempo. ¿Tenemos que anotarlo a mano? ¿En un cuaderno, quizá?

Publicado por Jack A. Hudson Sáb Dic 05, 2015 11:01 pm

Se río ante el chiste que contaba Jack, era tan divertido cuando se lo proponía, porque claramente era un chiste. ¿Ella obsesionada con él? Era ridículo por todos los ángulos en los que se mirase la situación. Alza una ceja ante lo siguiente, era tedioso tener que explicarle a la gente que ella no era hueca, lo eran las demás personas y en el caso en particular, saltaba a la vista cual era el menos listo de los dos, pero no llego a replicar dado que el bibliotecario apareció en ese momento. Le lanzo una mirada a su "compañero" indicando que eso no acabaría allí. Inspecciono al mismo con la mirada, era de su altura posiblemente, alzo una de las cejas una milésima de segundo antes de dejarla caer, esperaba encontrar una rata de biblioteca, no era que el bibliotecario no lo fuera, pero parecía que le faltaban un par de años para lograrlo.

—¿Magnifico? ¿Este lugar?— Preguntó en voz alta para luego dar una segunda recorrida a las estanterías para ver si había algo que no había visto la primera vez. Nada había cambiado, no eran mas que muchos estantes viejos, donde algunos parecían estar al borde de ceder ante el peso de los libros, y los libros, eran libros, nunca eran interesantes. Chasco la lengua al escuchar a Jack. —Cariño, eso no es lo terrible, muchos se mueren por pasar una tarde conmigo, lo terrible es que tendremos que compartir salón y no estoy entusiasmada de las pulgas que debes tener en tu cabello, ¿Nunca te enseñaron lo que eran una tijeras? Deberíamos llamar al control de animales, ahí se debe haber asentado una plaga— No se retiene a pensar como tomara el adulto todo eso, pero la paciencia con el chico ya se había agotado y no pensaba medirse demasiado con sus palabras, ya estaba de mal humor, era sábado por la mañana y encima tenía que compartir sala, no la iban a castigar nuevamente por algo tan insignificante.

Se giro mientras apartaba una silla para tomar asiento. —¿Y con qué piensas que lo vas a escribir? ¿Con la sangre de tus venas? Por si no lo notaste este purgatorio quiere regresar a los estudiantes al siglo diez donde no había tecnología— Suelta un gruñido bajo y acaba por tomar asiento con desgana, pero mantiene su espalda derecha y cruza las piernas a la altura de los tobillos, como toda dama debería hacer. Tomo el bolígrafo para examinarlo un segundo, se fijo de que color era la tinta y al ver que era del mismo color que el de ella, saco el propio. Le gustaba que sean de punta fina. Miro los papeles para ver que había que completar y luego tomo el primer libro. —Por esas casualidades de la vida, ¿Nunca se le ocurrió pedirle un portátil a la directora?— Le pregunta al bibliotecario. Para Grace eso estaba mal, ya casi nadie debería escribir en papel y mucho menos a mano, la tecnología había avanzado a tal punto que solo se necesitaba un portátil para comprimir toda la información, incluso esa biblioteca podría ser usada para una sala de mucha más utilidad que lo que era ahora. Un sótano debía estar mas ordenado y por supuesto que ocupaba menos espacio, al fin y al cabo era lo mismo leer desde un ipod que desde un libro, solo que el segundo era mas repugnante.

Publicado por Grace L. Edwinson Dom Dic 06, 2015 7:51 pm

Observé la creciente tensión entre ambos alumnos y cuando el joven recalcó que "justo con ella" tenía que ser el castigo comprendí que no se llevaban bien. No había que ser adivino después de todo, puesto que esas cosas cualquier despistado podría notarlas. Tomé los libros que había dejado en la mesa mientras me acercaba un poco a ambos.

— Verán, hay dos cajas, una para cada uno, por lo tanto, no tienen por qué cruzarse o dirigirse la palabra mientras hagan su tarea. Y por mi si quieren, vayan afuera. — miré la puerta sobre el marco de mis lentes. — Mientras tengan el deber cumplido... no se ha precisado desde la dirección el lugar concreto del castigo. Puesto que esta es la biblioteca y aquí están los libros... era decantado que sucedería aquí. Pero, yo no me opongo a que lo hagan sentados en el césped. — volteé mi vista hacia la joven para responderle su pregunta: —No hay portátiles aquí, y los computadores solo funcionan dentro para la biblioteca y no sabría precisar más de eso. Pero los ficheros son manuales y así deben hacerse, si no le gusta puede ir a quejarse con la directora. Pero dudo la atienda. — dije, alzando mis lentes sobre el filo de mi nariz. Yo solía ser muy amable con el alumnado pero no soportaba el avasallo por parte de algunos, en especial de las señoritas. Increíble pero no, los varones eran los más respetuosos.


Me alejé un poco de ambos, con libros en la mano, y les di la espalda, conduciéndome hasta el mostrador. Yo debía por mi parte cargar los datos que ambos me diesen en el computador, así que voltéandome añadí: — Debo cargar los datos que ingresen aquí, así que si también le agradan los aparatos tecnológicos le cedo mi tarea también, señorita Edwinson. Como usted guste, sino, solo lo primero. — le sonreí a sabiendas que aquello no le causaría en gracia. Apoyé un brazo en el mostrador y recostándome sobre él, concluí: — Bueno, ya pueden empezar su castigo. En donde gusten. — miré a ambos, sería interesante saber qué harían a continuación.

Publicado por Brian Downer Miér Dic 09, 2015 4:15 pm

—Para mí, este sitio está bien. De todas formas pensaba pasarme la tarde trabajando aquí, así que no cambia mucho las cosas.

Tras cada palabra que oía pronunciar a Grace, Jack se encontraba más cerca del colapso. Gustosamente hubiera cogido los ficheros en los que debían anotar las características de los libros para metérselos en la boca a la chica. Eso conseguiría callarla por unos segundos. Sin embargo, decidió tratar de ignorarla manteniéndose ocupado, que era lo que mejor se le daba. Atendió a las órdenes del bibliotecario, tan agradable que no parecía pertenecer al elenco de adultos que trabajaban en el internado, y tras asentir repetidas veces con la cabeza, tomó una de las dos cajas señaladas. Con cuidado de que no se abriese, el joven la cargó en peso hasta llevarla a su sitio favorito: la silla frente al ventanal. La luz natural le agradaba más que la que producían aquellas anticuadas lámparas que pendían de las paredes. Tomó asiento y abrió las tapas de cartón, con ojos brillantes. Tener antes que nadie entre las manos los nuevos ejemplares de la biblioteca no le resultaba, precisamente, un castigo.

—¿Te quieres callar de una vez y dejar de decir sandeces? Tu simple presencia ya mancilla este lugar. —alzó la voz para asegurarse de que Grace lo escuchaba, aunque no la miró. Sus ojos ya estaban clavados en la portada que ocupaba la cúspide de la torre de libros. Lo tomó con una delicadeza impropia de él, como si se tratase de un preciado tesoro y, tras dejarlo sobre la mesa, lo abrió lentamente. Odiaba que los picos de las páginas se arrugasen. En el índice comenzó a buscar los datos que el bibliotecario les había pedido, para anotarlos enseguida en el fichero con su pulcra y pequeñísima caligrafía. Hasta con eso se esmeraba. —Vaya, no esperaba que la directora se decidiese a ampliar el catálogo de novelas no históricas. Un mundo feliz... Sublime. Señor, ¿existe alguna regla en el internado que impida adquirir libros más recientes? Exceptuando best-sellers repugnantes, creo que en el panorama actual existen varios libros que ayudarían a enamorar a los alumnos más... Especiales, de la lectura. No tenemos muchos entretenimientos por aquí, la verdad.

Una vez que había anotado las referencias del libro -una novela que le apasionaba, a decir verdad- lo cerró y volvió a alzarlo hasta la altura de sus ojos. Los entrecerró sin razón aparente, observándolo como si tuviera visión de rayos x y fuera capaz de leerlo de aquella manera. Después lo dejó al lado de las hojas de apuntes, asegurándose de que quedaba perfectamente paralelo a ellas. Se mostró satisfecho varios segundos después, sonriendo para sí mismo con la cabeza gacha. Le gustaban los trabajos bien hechos y las cosas ordenadas.

El siguiente libro que cogió de la caja también logró entusiasmarlo. El nombre de Asimov le devolvió la mirada desde su lugar en la contraportada, algo gastada por el uso. ¿También adquirían libros de segunda mano en el internado, como hacía Jack? Si se hubiera encontrado en su dormitorio, probablemente hubiese abierto el libro con ansia para inspirar su aroma. En un libro usado se esconden muchas más historias que las que muestran las letras que lo complementan, y a Jack le gustaba imaginar la razón por la que el anterior dueño había decidido desprenderse del objeto. Normalmente, siempre acababa creando historias tristes y melancólicas de cómo ese libro había sido robado a su legítimo dueño por un indeseable ladrón.

—¿Ves esto, Regina George? Es más bonito que tu cara. —chistó para captar la atención de Grace, aunque lo único que pretendía era airear el libro en toda su cara y arquear una escueta sonrisa ladina. Riéndose entre dientes, volvió a agachar la cabeza, dispuesto a continuar con su tarea.

Su mal humor parecía haberse esfumado. A ver cuánto le duraba.

Publicado por Jack A. Hudson Vie Dic 11, 2015 1:54 pm

Ya sabía que la Directora negaría la petición, ya lo había intentado, casi que había rogado si no tuviera un orgullo tan grande, lo había intentado hasta que la directora puso la sentencia final. Abuso de poder, sus argumentos no eran válidos, por eso había dicho lo que decía. Tras esa charla poco amigable, la joven se había marchado soltando blasfemias por lo bajo. Por lo tanto, al escuchar tal comentario solo puso los ojos en blanco. Observo el trasto que señalaba como aparato tecnológico, tuvo que pestañear un par de veces para saber que era real y no un sueño, y luego tuvo que considerar la posibilidad de que se una broma, pero no, era real. —No, gracias ...— Dice haciendo una mueca, dado que no agradecía la oferta. —Prefiero cosas que sean de este siglo, no algo que hayan usado los dinosaurios—

Dicho eso se acerca para tomar la caja que había quedado libre. Tenía pensado marcharse de allí, buscar un lugar más cómodo y alejado de ese, pero ni bien levanto la caja supo que no llegaría muy lejos. Al final tomo lugar en la primera mesa que se encontró en su camino y observo sus uñas para asegurarse que se mantenían intactas. Volviendo a poner los ojos en blanco comenzó su tarea mirando con asco todo lo que tocaba. Tanto polvo haría mal a su piel.

Ignoraba a Jack, todo lo que podía, pero que hablara de libros y encima mostrando que le gustaban, era demasiado para la rubia que continuaba su tarea con los ojos más abiertos que lo normal. Cuando se dirigió a ella por aquel nombre trato de no levantar la vista y responder algo verdaderamente desagradable, pero la tentación era demasiado. —Bueno, bueno, alguien parece un niño en navidad— Respondió con tono burlón y una sonrisa mofa en la cara. —Pero esto explica tanto de ti, digo que te gusten los libros, quiere decir que tu vida social es tan pequeña que te tienes que contentar con un libro para pasar tu tiempo, ya sabes, las personas que si hablamos con otras personas, nos entretenemos bastante. Aunque es de esperar que te encuentres más cómodo rodeado de libros, estos no pueden decirte quien eres en verdad, ni recordarte que con esa cara de amargado nunca tendrás gente con quien mantener conversaciones normales—

Dicho eso apretó el bolígrafo con más fuerza para terminar de copiar el título de aquel tomo, de que no había oído hablar nunca. Los libros apestaban, ese lugar apestaba. —Disculpe, ¿por casualidad hay un dispenser de agua por aquí o algo?— Pregunta al bibliotecario, que con tanto polvo comenzaba a sentir una aspereza en su garganta, y ya se había salvado de la gripe hasta el momento, no metería la pata por un tonto castigo que, encima, no merecía.

Publicado por Grace L. Edwinson Sáb Dic 12, 2015 1:12 am

— Pues por ahora los encargos de pedidos externos deben hacerse a la directora o vicedirector así que no podría decirle, pero si quiere puedo averiguarle si le interesan nuevos ejemplares, claro. — asentí observando a lo lejos a ambos alumnos. Siempre era de mi agrado ayudar a conseguir un libro o profundizarme en la educación de los más jóvenes. En mi vida muchos adultos me inspiraron a seguir estudiando y formarme, era lo menos que podía hacer para devolver eso a mi comunidad, mi hermoso país.

Sabía que la joven no querría mi oferta, son eso sonreír y miré hacia abajo, semi-riendo. Miré a ambos por última vez, para luego alejarme un poco de ellos, para dejarlos hacer su trabajo tranquilos. Podía oír como se hablaban pero mientras continuaran su labor no los interrumpiría. Me puse a observar algunas reservas atrasadas en el computador y alguna lectura pendiente y releyendo el reglamento de libros y demás. No olvidaría de preguntarle a los superiores por lo que me había pedido el joven, era importante, un alumno pidiendo más libros, cosa milagrosa.

— Claro, allí hay, también le puedo ofrecer té o café, si quiere. ¿Quieren? — les dije mirando a ambos, y luego a la esquina donde estaba la máquina de café encendida. La usaba siempre, estar tanto tiempo en un mismo lugar requería esas medidas.

Saliendo de mi espacio de trabajo, me dirigí con lentes en mano hacia la esquina señalada con anterioridad. Tomé un par de vasos descartables, de esos altos que conservan bien el calor, blancos, de polietileno. — También tengo unas galletas dulces recién abiertas. — me volteé a verlos con una sonrisa en la cara. — Bien, ¿qué gustan? Aparte de las deliciosas galletas.

Publicado por Brian Downer Mar Dic 15, 2015 4:24 pm

Mientras sacaba cada uno de los libros de la caja donde estaban guardados y los apilaba en pequeñas torres, el muchacho se sintió bien. Tener un poco de material nuevo entre las manos mejoraba el ánimo de cualquiera. Jack volvió a hacer oídos sordos a cada una de las provocaciones de Grace, a quien consideraba más vacía que la caja que tenía delante. Se las había buscado él al insultarla gratuitamente, pero si recaía en la mala costumbre de rebatirle a cada una de las sandeces que soltaba por la boca terminaría malgastando más tiempo del que se merecía; tiempo que prefería invertir en caligrafiar los títulos de los libros y adelantar trabajo.

—Señor, ¿no pueden sacrificarla? Está sufriendo. Mire, ¡mire cómo ladra! Pobrecita. —soltó cuando se hubo cerciorado de que las torres de libros estaban en perfecto orden, pasando incluso las manos por los bordes para asegurarse de que ninguno sobresalía en exceso.

Tomó otro de los ejemplares, lo abrió por el índice y retomó su tarea. Con gusto hubiera empezado a silbar, tanto para mostrar que su humor había mejorado como para herir el orgullo de Grace al ignorarla premeditadamente, pero se tragó las ganas. El silencio sepulcral que solía reinar en la biblioteca era una de las virtudes que Jack tanto apreciaba. La ingente cantidad de libros que se amontonaban en las estanterías era lo que terminaba de enamorarlo.

—Pues sería bueno, la verdad. Estaría genial que colocasen un buzón de sugerencias o algo por el estilo para que los alumnos pudiéramos proponer títulos de libros que no estén y nos apetezca leer. Fomentaría la lectura en todos los que tenemos cerebro. —asintió con la cabeza, quizá pecando de egocentrismo al darse la razón a sí mismo. El chico había alzado puntualmente la mirada de su tarea para posarla en Brian, a quien consideraba tan digno de su respeto como al resto de los profesores. —A los casos perdidos, en cambio, mejor ignorarlos. Mancillan este templo del saber.

Pulla extra para Grace. Maldito Jack, ser cambiante, ¿por qué tratas de prometerte que te quedarás calladito y acabas siempre haciendo lo que te da la gana?

El bibliotecario ofreció a los chicos un tentempié con el que amenizar su trabajo, pero Jack decidió no aceptar nada. No sólo no tenía hambre, sino que le parecía un auténtico pecado comer tan cerca de los libros. Un error puede cometerlo cualquiera, y si derramaba líquido sobre las páginas de alguno acabaría azotado por una mezcla de culpabilidad y pena extrema.

—No me apetecen, gracias. Pero, eh... Un vaso de agua está bien. No se preocupe.

A sus ojos, rechazar el gesto del hombre hubiera sido de pésima educación a pesar de no querer beber nada. Decidió que dejaría el vaso de plástico a buen recaudo, alejado de los libros y de sus manos cuanto pudiera. La mesa era de buen tamaño, perfecta para hacerlo. Prefería no exponerse a que, tras encontrar un ejemplar que le entusiasmase especialmente, se le descontrolasen los brazos y acabase dándole un golpe. Catástrofe inmediata.

Publicado por Jack A. Hudson Dom Dic 20, 2015 10:48 pm

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