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Recuerdo del primer mensaje :

Miércoles, 9 de diciembre de 2015. Algo pasadas las 19pm. Canción.


Vivir en la cárcel de oro que todos llamaban Dunkelheit se volvía más duro con el pasar de los días. Si bien a Jack mantenerse ocupado lo hacía ser menos consciente de la bochornosa lentitud que el reloj escogía para correr, a esas alturas del trimestre se sentía tan cansado que había empezado a tachar en un calendario los días que le faltaban para volver a casa; nunca antes había tenido tantas ganas de ver a sus padres, de respirar el aroma de las galletas recién hechas el día de navidad, de observar las anillas de humo que expulsaba por la boca y que se destrozaban al impactar con el enorme póster de Darth Vader que pendía de la pared de su dormitorio...

¡Él, queriendo volver a Manchester! ¡Lo nunca visto!

El choque emocional al que se había enfrentado veinticuatro horas atrás al visitar el despacho de Motka terminó de agotar sus baterías, y desde que se había despertado aquella mañana sentía el cuerpo pesado. Incluso hubiera jurado en voz alta a quien quisiera escucharlo que su mente había perdido la velocidad que lo caracterizaba. Odiaba convertirse en un mono de feria, en la diana de un análisis, en un acertijo que cualquier avispado pudiera descifrar... No había invertido los últimos siete años en forjarse un carácter fuerte para que llegase un psicólogo de pacotilla a desarticular a Jack Hudson. ¿De qué le servía la humanidad, que no era más que un sinónimo de debilidad?

De nada. Del pequeño John no quedaban a la vista ni siquiera los recuerdos que, encerrados bajo llave en la zona más oscura de su memoria, jamás saldrían a la luz.
...Aunque de vez en cuando seguía sorprendiéndose a sí mismo al descubrirse pensando en una lejana tarde de primavera, donde ese niño rubio que un día fue esperaba bajo la lluvia con un paquete bajo el brazo.

Jack se pasó una mano por el pelo, echándose los mechones más rebeldes hacia atrás para despejarse la cara. Era uno de los últimos alumnos que quedaban en la biblioteca, ya que la mayoría había elegido bajar a cenar. La pizza aguardaba, como cada miércoles. Su estómago no parecía estar por la labor de abrirse para exigirle comer algo, así que continuó paseándose entre las estanterías en busca de unos cuantos libros. Entre clase y clase el muchacho estuvo confeccionando una lista de títulos con los que trabajar, pero debido a las actividades extraescolares no había tenido tiempo de pasar por la biblioteca para buscar ninguno.

El ruido que realizaban los alumnos al recoger sus utensilios y arrastrar las sillas al marcharse fue apagándose hasta que no se escuchó otra cosa que sus pasos. Encorvado, releía para sí mismo los títulos que, según el bibliotecario, debían estar allí. Un ordenador con acceso al catálogo del internado le hubiese venido tan bien que, de no sentirse ofendido con la directiva, puede que lo hubiera pedido y todo. La falta de tecnología que los alumnos sufrían se volvía un auténtico calvario cuando de hallar una aguja en un pajar -libros en estancias enormes en ese caso- se trataba.

Conocía cada centímetro de la estancia de memoria; tanto que podía contar sus pasos y saber frente a qué letra del abecedario estaba parado. Diez pasos lo separaban de la “H”. Nueve, ocho... ¿Debía pasar primero por la “N”, de la que tenía que coger libros más pesados? Siete, seis, cinco... Vaya, ¿quién había sido el idiota que había tirado un chicle en el suelo? Despegarlo de la suela le llevaría un buen rato. Cuatro, tres, dos...

Bingo. Alzó la mirada cuando su cuenta atrás llegó al final, y sonrió para sí mismo al ver el enorme cartel en el que se leía una gastadísima letra “H”. Entonces pasó los dedos por los tomos que quedaban más cerca de él, como si pudiera leerlos con el simple tacto de sus yemas. Ojalá hubiera contado con esa facilidad. Su vida hubiese dado un vuelco de lo más interesante.
Jack Hudson, el hombre que susurraba a los libros de texto. Sonaba bien y todo, maldita sea.
Publicado por Jack A. Hudson Vie Ene 22, 2016 5:27 pm
Jack A. Hudson
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Jack
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Amadeus Serafini
I know I could have been a better man. I always had to have the upper hand. I’m struggling to see the better side of me but I can’t. Take all your jabs and taunts. You’re pointing out my every fault and you wonder why I walked away.
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Ojalá yo hubiera sido capaz de absorber un poco de la positividad que desprendía Rose. Mientras la observaba presentarse, sonreír o exponer sus ideas de forma ordenada, sentí verdadera envidia hacia ella. Recordaba a la perfección el aspecto que presentaba su rostro hacía un rato, cuando la había descubierto entre las estanterías con la apariencia propia de alguien que se ha pasado medio día llorando. Y sin embargo, la chica había sido capaz de sobreponerse -al menos exteriormente- y sacar  la sonrisa que la caracterizaba en un tiempo récord. Yo actuaba al contrario que ella en todos los sentidos: si me enfadaba o sentía dolido, cualquier agente externo solamente conseguía acrecentar ese sentimiento hasta convertirlo en una bomba de relojería.
Supongo que tenía eso que algunos llaman “fuerza mental”. O quizá era un ser demasiado bueno para hacer que otra persona pagase los platos rotos.

Fuera la opción que fuese, la elevaba por encima de los mortales impulsivos; de mí especialmente, que me convertía en una especie de Atila moderno cada vez que perdía los papeles.
Cada vez con más frecuencia, si me permites decirlo. El encierro empezaba a resultar una carga muy pesada.

Si todos los que lo visitan tienen algún problema, entonces el internado entero pasa por su despacho. La vida se basa en una constante sucesión de dificultades contra las que debes luchar para avanzar y sentirte bien. Si me dices una sola persona que viva sin complicaciones, solo una, te invitaré a un helado. Incluso me cortaría el pelo si la plantas ante mí y es capaz de demostrarme que es cien por cien feliz. Así de seguro estoy que no podrás encontrarla. Con más, con menos preocupaciones, sí. Pero, ¿totalmente libre? Imposible. —aseguré, asintiendo incluso con la cabeza. No temía sonar excesivamente pedante o seguro de mí mismo, pues estaba convencido de que llevaba razón. El despacho de Motka debía de convertirse en su particular milla verde cada día, en la cual escuchaba, juzgaba y condenaba a los alumnos aprovechando su alto cargo. Me revolvía las tripas el mero hecho de pensar en su diván, en su escritorio o en la horrible mirada que te dirigía mientras te hablaba. No pude evitar fruncir el ceño, a pesar de que me sentía bastante tranquilo en compañía de Rose.
Hablar o pensar en Motka se había convertido en un pasatiempo envenenado desde mi última visita. Lo llamaba en secreto “el narrador omnisciente de la historia”, porque al tenerlo enfrente había llegado a creer que podía leer dentro de mí. Y eso no me gustaba ni un pelo.

Nunca he pecado de ser un chico cotilla o insistente cuando de la vida ajena se trata, así que no pude más que responder a Rose con un “Ajá” después de que me explicase que se había mantenido ajena a las nuevas tecnologías por fuerzas que escapaban de su mano. De repente me sentí incómodo hasta el punto de agachar la mirada para posarla en mis propios zapatos, como si pretendiera encontrar una mancha nueva en la pulida superficie. No me gustaba cuando las conversaciones se encaminaban hacia esos derroteros tan... Personales. Ni estaba acostumbrado ni pretendía habituarme a ellas. Y tampoco se me daba bien aconsejar u opinar de nada que no pudiera probar gracias a un libro.

Probablemente hubiera huido en ese mismo momento, agobiado por lo que yo consideraba “información personal excesiva”, si Rose, en un nuevo alarde de la simpatía que la caracterizaba, no se hubiese presentado. Terminé siguiéndola hasta la última estantería que debíamos visitar, sujetando el único libro que nos quedaba con una mano. Mis labios cumplieron el cupo de amagos de sonrisa por aquella sonrisa esbozando la última después de que Rose dijese que sería un buen médico. Creerla me resultaba prácticamente imposible, ya que aquel no se trataba más que de un sueño que llevaba tiempo teniendo en mente con el que quería demostrarme a mí mismo que no estaba tan podrido, pero me gustó escucharla. Me posicioné frente a las baldas leyendo el título de la portada, aunque lo recordaba, y alcé la cabeza en busca de un hueco donde dejarlo. Ubicada su posición, empujé los libros suavemente con una mano y lo coloqué entre ellos.
Tarea cumplida.

Es muy difícil obtener las notas que te permiten acceder a esa carrera, y tampoco quiero estudiar en cualquier lugar. Además, se supone que debes ser afable a la hora de tratar con la gente para dedicarte a algo así. Pero bueno, cosas más raras se han visto. En todas las series de hospitales hay un doctor malhumorado que siempre resulta ser el mejor en su trabajo. Quizá ese sea yo. —respondí tranquilamente, recuperando la monotonía de siempre. Me sentía más tranquilo tras el último cambio de tema, aunque ya había decidido que era hora de marcharme. No acostumbraba a pasar tanto tiempo con nadie, mucho menos a hablar de mí mismo con la que yo llamaba “sinceridad especial de Jack”, aunque debía reconocer que la cosa no había ido del todo mal. Esa niña me caía bien; lo suficientemente bien para que no la atacase o me riese de ella sin razón.
Podía considerarse afortunada. Posiblemente fuera la única persona en todo el colegio que no llevase grabada una “X” en la frente que me obligase a disparar a matar.

Me... Bueno, me alegro de que te lo haya parecido. A la gente que siempre sonríe no le va bien llorar. Cuando la única persona que parece contenta dentro del viciado ambiente del internado se desploma, la esperanza del resto también lo hace. Si existe una sonrisa es posible creer que las cosas irán a mejor. —¿otra respuesta sincera? Jack, ¿tanto te está afectando el encierro? Yo mismo enarqué una ceja al escucharme hablar, cuestionándome sin perder tiempo por qué no me había ido aún. Si hubiera estado solo me hubiese golpeado en la frente con algo, llegando incluso a llamarme “idiota”. ¿Desde cuándo me permitía parecer humano, joder?

Necesitaba irme de ahí antes de que continuase hablando de más y mi reputación corriese serio peligro. De ser amable con Rose a hacer galletas con ella no había mucha distancia. Seguro que era capaz de convencer a cualquiera, ¡y yo no iba a hacerlo!

Adiós, “chica de las galletas”. También tú has sido una buena compañía. —asentí con la cabeza a modo de despedida,  me metí las manos en los bolsillos y me alejé de ella con mi andar desgarbado de siempre, fingiendo que todo me daba igual a pesar de que me estuviera odiando mucho en ese momento por mi arranque de “simpatía”. No me volví para mirarla por última vez y sonreír.

Estaba cruzando la puerta cuando me di cuenta que había olvidado mi mochila, así que tuve que darme la vuelta y volver para recogerla, farfullando y con el ceño fruncido. Muy bien, Jack, qué inteligente. Unas crías de segundo me observaron desde su mesa y se rieron cuando me vieron salir de allí por segunda vez, arrastrando la mochila e insultando por lo bajo.


[1]Lo dejo sin cerrar por si quieres añadir algo más. Puedes cerrarlo tú si quieres o avisarme y lo mando a cerrar yo ^^
Publicado por Jack A. Hudson Jue Mar 17, 2016 4:25 pm
Jack A. Hudson
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Jack
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I know I could have been a better man. I always had to have the upper hand. I’m struggling to see the better side of me but I can’t. Take all your jabs and taunts. You’re pointing out my every fault and you wonder why I walked away.
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