Sesión de Ezra Padmore.

El comienzo de las clases no había ayudado a que la mente de Ezra se alejara de ciertos pensamientos relacionados con lo que estaba sucediendo en el internado. Aquellas muertes, las notas… A su parecer todo era demasiado macabro y se cuestionaba su decisión de hace ya dos años, cuando la opción de continuar su vida en un entorno nuevo parecía lo suficientemente buena como para no acabarla. En los últimos días había dormido una media de tres horas por noche, y eso le estaba pasando factura. No podía mantener la concentración en clase, se iba durmiendo por los rincones y las pesadillas estaban volviendo. Los médicos siempre le habían dicho que el practicar un deporte le ayudaría a dormir, pero el soccer no era suficiente. Por lo que aquella tarde había salido al bosque a correr. Necesitaba agotarse lo suficiente como para caer luego rendido ante el sueño. Le daba igual cuánto tiempo si con ello conseguía dormir suficiente.

Llevaba ya un rato corriendo entre los árboles del bosque, intentando concentrar sus pensamientos en cualquier otra cosa que no desencadenara en la muerte de alguien. Cosas simples como lo mucho que echaba de menos la tarta de manzana de su madre, su película favorita y las ganas que tenía de verla otra vez, o el libro que estaba leyendo. Estaba tan concentrado en desviar sus pensamientos hacia cosas banales que apenas miraba por donde iba. Tal era su ensimismamiento que no vio al Dr. Motka cuando cruzó el camino. Logró esquivar al hombre con gran habilidad pero no el bastón que este llevaba consigo, tropezando así con el objeto y cayendo al suelo. Un gruñido de dolor se escapó de su boca cuando tocó el manto de tierra húmeda y fría con resquicios de la última nevada. Tardó varios segundos en asimilar lo que acababa de ocurrir y darse cuenta de con quién había tropezado. En cuanto vio que se trataba del doctor, se puso en pie rápidamente.- Lo siento mucho, Doctor Motka. No miraba por donde iba. Lo siento, de verdad. -Se disculpó enseguida, sacudiéndose cualquier resto de tierra u hoja seca que se había adherido a su ropa en la caída.- ¿Está usted bien? -Añadió inmediatamente después, preocupado por el hombre al que casi llevó por delante, a pesar de haber sido él quien se había llevado la peor parte seguramente. Aun así, le pareció adecuado preguntar ya que había sido culpa de Ezra y no del doctor.

Ezra respiró algo más aliviado al ver que el doctor no parecía molesto por el “ataque”. Si hubiera sido él, no hubiera dudado en gritarle que mirase más por donde iba, así que en el fondo agradeció que se lo tomara tan bien (o al menos eso parecía) y que incluso se preocupara por él. Desde luego no había sido una caída amigable, pero el manto de hojas secas sobre la tierra había absorbido parte del impacto. Debido al contraste de temperaturas entre su cuerpo y la del exterior, no notaba ningún dolor físico, aunque seguramente tendría algunos rasguños por el cuerpo. Se echó un vistazo en las partes visibles de su cuerpo, lo cual eran solo las manos, viendo así que no se había hecho nada.- No, no es necesario. Estoy bien, gracias. -Respondió a la primera pregunta de doctor, negando también con la cabeza para hacer más énfasis y dar credibilidad a sus palabras. Siempre podría acudir más tarde en caso de descubrir alguna herida grave.

Después, ante la última pregunta del hombre, se rascó la nuca algo avergonzado. Sensatez no era una palabra que entraba en el vocabulario de Ezra en los últimos días. Estaba siendo más imprudente de lo normal. En el fondo se preguntaba si esos impulsos se debían a su pasado y su tarea sin terminar. Siempre había actuado con lógica, pero aquellos días parecía que esta se había esfumado. Sentía que no era él mismo. Claro, que él le echaba toda la culpa a la falta de sueño. - Pues verá… Yo… -Comenzó a decir. Por un segundo dudó en decirle la verdad. Podría evitarse una larga conversación si tan solo se limitaba a responder con lo evidente, que tan solo estaba corriendo y que se había desviado del camino tan solo por un momento. Pero una parte de su ser le decía que la aparición del doctor quizá no había sido tan casual y que en cierto modo el destino lo había puesto en su camino para que no tratara de evitar una conversación que necesitaba.- La cosa es que llevo un par de días sin dormir. Pensé que correr quizá me ayudaría y el camino empezaba a quedarse pequeño. -Contestó al final sin dar muchos detalles de lo que le pasaba, omitiendo así las pesadillas y que había llegado a tener un ataque de ansiedad. Le costaba demasiado expresarse y más si se trataba de sus propios sentimientos. Quizás esa era una de las razones por las cuales los psicólogos nunca conseguían entenderlo y nunca habían dado en el chisquero para poder ayudarlo. El Dr. Motka había sido el único. Para Ezra aún era un misterio cómo el hombre lo había hecho hablar en tan solo unos meses cuando llegó al internado. Aún así, aquello no pudo evitar que le costara menos abrirse ante él en ese momento, al menos al principio, pues estaba seguro de que conseguiría la manera de hacerle hablar.

De nuevo, agradeció que no preguntara directamente sobre el tema, y que tampoco le riñera por haberse atrevido a correr fuera del camino, adentrándose así en el bosque. Y eran por estos pequeños detalles por los cuales, en el fondo, le agradaba el doctor. Una sonrisa apareció en los labios del chico cuando escuchó la pequeña broma del hombre.- Claro, ¿por qué no? –Aceptó la invitación sin pensárselo demasiado. Sin duda hablar de sus temores podrían ayudarle a aliviar las pesadillas. Se puso al lado del doctor y comenzó a andar a la misma marcha. Escuchó sus últimas palabras y asintió con la cabeza en señal de que no le importaba. El Dr. Motka era un hombre sabio a su parecer, y con ese asentimiento de cabeza también le dio la razón, pues es cierto que muchas veces de las que Ezra salía a pesar por los terrenos del internado, llegaba a tal nivel de tranquilidad que por un momento podía sentir que su mente y cuerpo estaban en dos mundos diferentes.

Al no estar corriendo ya, su cuerpo empezó a enfriarse, así que Ezra guardó las manos en los bolsillos de la sudadera que llevaba puesta, intentando resguardarse del frío. Se mantuvo en silencio durante unos minutos, esperando que el doctor le preguntara algo. Durante ese tiempo se dedicó a debatir qué quebradero de cabeza tenía más peso en sus pesadillas y cuál era el que tenía menos, de ese modo podría ir de lo fácil a lo difícil en el caso de que tuviera que empezar él la conversación. Uno de ellos era el cierre del internado. Como alumno, no sabía nada, solo que las cosas parecían no ir muy bien, pero de momento parecía que todos trataban de actuar con normalidad. Aun así, la idea de que el instituto cerrase le preocupaba, pues había logrado en cierta manera a sentirlo como un segundo hogar. Un hogar donde nadie lo atosigaba preguntándole cada día cómo estaba. A pesar de no haber encontrado muchos amigos, había encontrado un lugar donde se sentía cómodo. Pero últimamente no se sentía igual, y eso podía deberse a los “misteriosos” sucesos que habían ocurrido. Una parte de él pensaba que todo formaba parte de una broma macabra que en cierto punto había salido mal, causando la muerte de las dos chicas.  Eso le llevaba a la muerte de su hermano. A pesar de no haber sido testigo pues yacía inconsciente durante el suceso, sentía que debía haberlo protegido mejor, que podía haberlo pararlo, sentía que había sido su culpa. Si él hubiera ignorando por completo a los chavales, su hermano aún seguiría vivo. En definitiva todo lo ocurrido recientemente lo llevaba a su pasado.

Viendo que el silencio se mantenía entre ambos y solo se oía las pisadas de ellos sobre el terreno, más el sonido del bastón al tocar el suelo, decidió preguntar por lo primero. Como vicedirector, él debía saberlo mejor que nadie.- Doctor, ¿puedo preguntarle algo? –Dijo al fin,  y esperó un momento para hacer la pregunta deseada, llevando la mirada hacia el hombre.- ¿Van a cerrar el instituto?

Ezra temía la respuesta. Si era positiva, el mundo se le vendría encima. No es que no le gustara pasar tiempo en casa o con su familia. Adoraba su familia. Pero Oxford ya no era lo que fue en su día para él. Ahora esa ciudad se había transformado en un lugar más lúgubre lleno de recuerdos felices, otros no tan felices, pero también con el peor de ellos. Sin su hermano, aquel lugar no tenía mucho sentido. Se había distanciado de todo el mundo que le proporcionaba una compañía calidad en aquella ciudad. Su antiguo instituto, sus antiguos compañeros de clase… Para él formaban parte de un lejano pasado al que preferiría no volver. No todavía. Le quedaba un año para acabar sus estudios y formar parte de la vida adulta. Ezra contenía la respiración mientras esperaba cabizbajo la respuesta. Con la negativa del doctor, soltó todo el aire de sus pulmones. Notó como parte de su preocupación se desvanecía poco a poco. Pero las palabras “siempre y cuando…” hicieron que ese peso que se empezaba a evaporar recayera de nuevo sobre los hombros del chico. Era bastante obvio y lógico. Estaba claro que sin docentes y personal, no podrían seguir dando clase o mantener el instituto. Sin embargo, en las palabras del doctor se notaba cierta determinación para seguir allí tanto como fuese posible y eso, en cierto modo, tranquiló a Ezra.

Después, ante la siguiente pregunta, negó levemente con la cabeza.- No, no se equivoca. -Ezra no llevaba más de dos años allí, pero con el tiempo se había adaptado bien. Desde el principio se había propuesto sacar sus estudios con matrícula y recuperar el tiempo que había perdido tras la muerte de su hermano. Y en cuanto a las actividades extra-curriculares, se implicaba lo suficiente para que no le llamaran la atención por no ser participativo, pero tampoco tanto como para llegar a hacer buenas migas con alguno de sus compañeros. Sim embargo, eso era lo menos para él. El internado le había llegado a proporcionar el espacio que necesitaba para seguir adelante.- ¿Sería extraño decir que es casi como un segundo hogar? –Preguntó llevando la mirada al frente, mientras seguía caminando. Él ya lo consideraba así, pero sabía que muchos de sus compañeros solo estaban deseando que llegaran las vacaciones para salir de allí. Él, sin embargo, no le importaba quedarse allí. Aunque con los recientes sucesos, ya no estaba tan seguro de ello y eso le preocupaba en cierta medida. Pues, ¿qué ocurre cuando un sitio al que consideras tu hogar se convierte en el último sitio donde desearías estar?