Broken

La piel pesa, los huesos pesan, el alma pesa, parpadear incluso duele. El cuerpo de Carol estaba exhausto aún cuando la chica no había hecho verdaderos esfuerzos físicos, su interior estaba tan cargado y lastimado que creía que en cualquier momento podía romperse y nadie haría nada por evitarlo.

Se había acostado más temprano de lo usual, no había cenado, pero agradeció quedarse dormida al poco tiempo que sostuvo la mirada en el techo de su habitación. A las pocas horas la rubia se levantó, sin sueño, sin ganas de seguir acostada, solo con la sensación de vacío en su pecho y en su garganta. Había soñado lo mismo, había soñado con todos los momentos que quiso olvidar al despertar del coma. Dos niños rubios corriendo por el jardín, los mismos niños tomados de la mano, los pequeños jugando, ambos bajando cajas con un rostro serio y hasta maduro para su edad... todo lo vivido con Ezra se repetía cuando Caroline estaba sola y eso era verdaderamente doloroso. La chica se levantó y se puso un abrigo grande sobre la camiseta y el largo pantalón de rayas, sacó su cabello de la prenda superior y se colocó el calzado antes de salir. Sentir el viento que corría por los pasillos era más que refrescante.

No llegaba a media noche cuando Carol subió a la azotea, mantuvo sus manos metidas en el abrigo y se colocó la cobertura de la cabeza cuando se dio cuenta que pequeñas gotas caían sin cesar. Eso no le importó, el frío le recordaba lo viva que estaba y que todo era real, incluso su hermano desaparecido y Cassie, su amiga. Carol se mantuvo sentada con la espalda pegada en un muro, el agua cesaba poco a poco y, aunque tenía la ropa húmeda, no se había mojado tanto como pensó. Con la mirada perdida la rubia contemplaba en su cabeza todas las opciones, verlas como un abanico avecinaba una migraña que podría durar toda la noche. La chica frota sus ojos y cruza sus brazos luego de quitarse la cobertura de la cabeza, necesitaba aire, desde que Ezra se había ido sentía que podía respirar muy poco si no se movía.

El tema del teatro le gustó en su momento, la ilusión de poder representar todos los personajes que quisiera sobre las tablas creaba fascinación en Carol que, para ese momento, era una niña llena de ilusiones, ilusiones que quería demostrar aún cuando estuviese encerrada en la caja de cristal que simbolizaba su propia casa. Pero sus planes a futuro en la carrera de la actuación se vieron agobiados por sus padres, como siempre ocurría. Los progenitores de Ezra y Caroline se encargaron de aplastar los sueños de la menor con sus constantes exigencias y la distancia del disfrute que suponía actuar para la chica, poco a poco las obras se convirtieron en otra tarea más y no en un mero pasatiempo. Lo único que Carol había rescatado de todo aquello era su música, la había defendido hasta el final, incluso antes de viajar a Escocia, la rubia estaba segura de que no dejaría que le quitaran su música jamás, ni sus padres ni nadie.

Habría hablado por horas con Isak sobre las obras que podría recomendarle, Carol sabía más de lo que demostraba y seguramente habría hecho un repertorio solo para el chico, pero el caso es que estaba lejos de querer profundizar en un tema tan vago cuando su hermano estaba perdido y esa era su principal prioridad, los dramas parecían aferrarse a ella a la orden del día y Caroline definitivamente no sabía cómo manejar la situación.

Su bocanada de aire la hace sonreír, aunque él no puede verlo. Carol no necesitó demasiado tiempo para darse cuenta que la mirada de Isak iba más allá de la admiración por sus curvas, él chico se delataba y eso de cierto modo confundía a la rubia. Estaba acostumbrada a chicos idiotas que solo se desviaban a unas buenas piernas y un rostro bonito, había conocido a babosos que prometían el sol y las estrellas, pero Isak era distinto, era un nuevo prototipo que le causaba cierta curiosidad a la chica inglesa, pero que no la tentaba lo suficiente para lastimarlo, quizás era lo único que le debía a Isak después de todos sus "inesperados" encuentros; respeto.

La rubia sonríe con cierta gracia apartando sus cabellos de su rostro, asiente como si diera una conclusión muy certera y profunda del tema actoral. —Es una buena idea, Isak, ya verás como sales de los prototipos que todos llevan en esta escuela—. Comenta con la mirada perdida. Carol vuelve a girar y lo ve, ya se había acostumbrado a la cercanía entre ambos y no era nada que le preocupara. —No hagas preguntas y tampoco lo tomes a mal pero... no soy la persona que crees que soy, Isak, la verdad es que soy un desastre—. Se encoge de hombros y ve a un punto del horizonte con una sonrisa un tanto sarcástica. —Pero si fuese una chica normal, una común, seguramente te invitaría a salir—. Sonríe divertida por la situación mientras lo ve como si fuera ella la galante y conquistadora, la cultura decía que deberían ser los chicos los que mantuvieran esa actitud, pero era obvio que Carol siempre nada contra la corriente.

Si ella fuese una chica normal muchas cosas cambiarían y la realidad sería mucho de lo que no había podido ser por la terquedad, rebeldía y gritos de independencia que desprendía Carol Harrison con su sola presencia.

Nunca había sido una chica común, siempre llevaba la contraria a lo que se suponía que debía hacer, incluso cuando era una niña pequeña rodeada de dinero que solo quería salir a las calles y dar un poco a los que no tenían. La situación había cambiado, pero no por eso dejaba de seguir el mismo molde. Caroline no era la señorita que tanto había pedido su madre que fuera, no era de las que creía en cuentos de hadas ni menos la que esperaba que una señal del destino llegara para salvarle la vida. Si algo había aprendido la rubia es que solo se llega a la meta por sus propios medios, nada más interviene en ello. Siendo Carol tan directa no era de esperarse que dejara de serlo con Isak, pero el punto es que quizás lo que había dicho era mayor a todo lo que algún día hubiese considerado.

Sí, Isak no solo gustaba de Carol por su belleza, había algo más, algo que la chica de cabellos rubios había concluido, pero que el aterraba decir de cierto modo, hacerlo le brindaría a la situación un peso innecesario que ella no estaba dispuesta a afrontar, ¿o sí? Pero vamos a sus palabras porque ese es el punto central, Carol le había admitido a Isak que de ser una chica normal lo invitaría a salir, ¿era en serio? Para la chica dos más dos era igual a cuatro, no existían las medias tintas y siempre catalogaba las situaciones de un extremo a otro. Isak estaba embobado con ella, de ser Carol una adolescente común le diría para salir, vale, no por aprovecharse de él, al contrario; era guapo, no podía negarlo por más que quisiera, estaba con ella en un momento difícil haciendo que pensara en otras cosas, siempre aparecía cuando menos lo deseaba, pero tenía el don de hacerla sonreír. Sí, podría invitarlo a salir.

Pero ella no era normal, eso estaba claro, era una chica que iba tras la corriente, sin embargo, por un instante, por un pequeño instante, quiso imaginar cómo sería aquello. Definitivamente la soledad después de la desaparición de su hermano no le estaba haciendo bien.

Carol estaba pensando en muchas cosas cuando decidió ver a Isak, por alguna razón le llamaba la atención qué reacción podía tener el chico después de eso, después de ese toque de honestidad que Caroline veía tan imposible. Estaba viendo su rostro cuando pasó, si, cuando pasó muy rápido. Verlo en cámara lenta sería la única oportunidad de detallarlo, estar ahí sería la única forma de vivirlo y de comprobar que sí, que pasó, que Isak Bruhn besó a Carol Harrison y, sin saberlo, le había regalado el momento más sincero y puro desde hace mucho tiempo. Caroline solo sintió un roce, uno cálido y suave cuando los labios del muchacho se posaron sobre los suyos como si le pidieran permiso para ello. Los ojos celestes de la rubia se cerraron por esa brevedad y ella no se negó, no se apartó ni dijo un comentario déspota, al contrario, se quedó ahí, con sus piernas cerca de sus cuerpo, sus ojos cerrados y sus labios junto a los de Isak bajo el manto oscuro de la noche y pequeñas gotas aún cayendo del cielo. Parecía una típica escena romántica de esas que Carol alguna vez tanto aborreció.

No dura más que unos segundos que para la rubia son extensos minutos. Cuando Caroline abre sus ojos se encuentra con un Isak perdido, uno que veía a la nada como si todo hubiese sido un error o ella en cualquier momento le fuese a lanzar una bofetada. Carol frunce el ceño, no es evidente verlo por la oscuridad, pero sus mejillas estaban ruborizadas a pesar de todo. ¡No entendía! No podía entenderlo, él la había besado, ¿por qué ahora se arrepentía como si fuese un niño de diez años?, ¿tan terrible la veían para temerle o pensar que lanzaría un golpe? Eran muchas las cosas que pasaban por la mente de Carol y sí, estaba enojada, estaba muy enojada por en el fondo aquellos segundos fueron paz, paz en su cabeza llena de dudas por no decir que el beso más inocente que le habían dado y eso le había gustado, sí, le había gustado.

—Fue un beso, Isak. No voy a matarte por eso—. Un beso así de sencillo fue la peor manera de calificarlo, pero Carol era temperamental y en ese momento estaba muy frustrada. La rubia se levanta y sacude sus pantalones. —Sabes ayudar en las peores situaciones con la misma proporcionalidad a como dañas los momentos que no tienes que dañar—. Porque si algo había nacido en ella era curiosidad, curiosidad de saber qué más había sentido, solo que estaba muy ciega para admitirlo.

—Mejor me voy—. Recordar su rostro tímido y temeroso no la ayudaba a sentir mejor porque sentía que esa era la imagen que tenía de ella y, aunque se hubiera esmerado por años para mantener todo de esa manera, en ese instante no le gustaba. Camina, camina porque quiere salir y a la vez borrar el sonrojo de sus mejillas del que se había percatado.