Mini Trama ▲ Evangeline y Ezra

Agarró el martillo para observarlo y, al igual que Evangeline, lo giró en sus manos para verlo por completo. No había ninguna marca significativa, nada que le indicara de quién podía. Tenía un sello ya casi borrado, seguramente perteneciente a la marca de la empresa donde lo fabricaron. También tenía algunas muescas y rozaduras, las cuales se deberían a haberse caído en varias ocasiones. Vaya, era una herramienta que tenía sus años y se había utilizado bastante. Podía ser del propio internado, que fuera del taller de carpintería o pertenecer al conserje. A saber. Chasqueó la lengua decepcionado. Y después, miró hacia atrás cuando ella habló. Efectivamente se habían alejado más de lo que les convendría.

- Sí. Será mejor que… -Comenzó a decir, volviendo la cabeza hacia Evie, pero ella ya había echado a caminar hacia delante.- Que sigamos adelante. Claro, ¿por qué no? –Terminó por decir, dando un giro a lo que verdaderamente iba a proponer. Miró al cielo y suspiró. Sin duda esa era la peor decisión que podían tomar. Empezó a andar, pero a los pocos pasos pudo oír el sonido del hielo rompiéndose poco a poco tras su espalda. Ese sonido no le gustó ni un pelo. Se paró y miró hacia atrás para ver cómo el hielo empezaba a resquebrajarse a tan solo un par de menos.- Mierda. –Musitó y volvió a mirar hacia la chica.- ¡Evie! ¡CORRE! –El grito sonó desgarrador en medio del silencio. Al mismo tiempo que terminada de pronunciar la última sílaba, salió corriendo.

Ni tan siquiera se esperó a ver si la chica salía corriendo. A él lo único que le preocupaba ahora era salir de allí lo más rápido posible. Echó a correr hacia la orilla más próxima evitando las placas que se desprendían de la superficie y cualquier zona inestable, pues era lo más lógico. Tan solo oía sus propios pasos corriendo, la superficie helada haciéndose añicos y su respiración agitada. Pero no oía los pasos de Evangeline corriendo cerca de él. Quizá no la oía porque estaba demasiado concentrado en el sonido que producía el hielo al romperse a tan solo unos pasos más atrás. Preocupado por Evangeline, miró hacia atrás buscándola, sin detenerse. Esperaba que la chica no hubiera sido presa del pánico y se hubiera quedado parada allí en medio, sino que le hubiera hecho caso y hubiera salido corriendo ella también. Cuando la vio corriendo por la superficie del lago sin un rumbo fijo, adentrándose aún más en lo que era el lago y alejándose obviamente de él, se paró en seco y volvió a reanudar su carrera, esta vez dirigiéndose hacia Evangeline y bordeando el curso que tomaban las grietas del hielo.

- ¡Evie! ¡Hacia la orilla! ¡Corre hacia lo orilla! –Le indicó, señalando la más próxima con la mano, por si eso podía ayudarla a encontrar un rumbo. Se la estaba jugando al ir a por ella. Simplemente podría haber seguido corriendo hasta llegar a un sitio seguro y estable y preocuparse por la chica después. Pero si le pasaba algo a Evie, toda culpa recaería sobre él y no podría soportarlo. No conocía demasiado la chica como para dar su vida por ella, pero sus instintos le indicaban que era mejor estar cerca de ella, protegerla y asegurarse de que llegaba a un sitio seguro.

Ezra corría hacia Evangeline, procurando pisar con firmeza para no escurrirse pero sin aplicar demasiada fuerza para que así que la capa de hielo no se rompiera bajo sus pies. Eso hacía que su velocidad no fuera lo suficiente como para poder alcanzarla. Estaba a tan solo un par de metros de ella cuando vio que la chica resbalaba y caía contra la hielo. Le dio un vuelco el corazón pero lo que hizo que realmente se estremeciera fue su grito. Su instinto le pedía que corriera más rápido, pero las palabras de Evie hicieron que inmediatamente frenara la carrera y mirara al suelo. '¿Clavos?' De repente, todo comenzaba a cobrar más sentido en la mente de Ezra. El martillo, las hendiduras puntiagudas sobre el hielo…

A pesar de no disponer de mucho tiempo y de que su vida corría peligro, quería verlo por sí mismo. Necesitaba verlo por sí mismo. Se agachó y pasó la mano por la superficie helada apartando la fina capa de nieve que la cubría, y descubrió que efectivamente había algo clavado en el hielo. '¿Quién habrá hecho algo así?' se preguntó. Cuando la chica le recordó que debían seguir, se puso de pie y dio un paso hacia delante con cuidado y lejos de donde estaba el clavo.- Intenta sortearlos. -Le sugirió aunque ya no sabía qué era más prudente en aquella situación. Después, dio un siguiente paso y con el mismo pie, tentó para ver si había algún clavo debajo. Así, fue dando zancadas con rumbo hacia la orilla, sorteando aquellos sitios en los que creía que había o veía que había algún clavo.

Cuando Ezra por fin llegó a la orilla, donde estaba fuera de peligro, cogió una bocanada de aire y después lo soltó lentamente, aliviado de que ya su vida no corría ningún riesgo al no permanecer más sobre la capa de hielo. Pero no podía estar totalmente tranquilo. Evie todavía no había llegado. Esperó en la orilla, mirándola fijamente, sin perderla ni un segundo de vista.- Vamos, vamos… -Murmuraba una y otra vez, mientras retorcía impaciente el martillo que aún conservaba entre sus manos.

Cuando la chica por fin llegó hasta donde estaba él, se podía ver el alivio reflejado en los ojos de Ezra. Le tendió una mano, por si acaso la necesitaba al pasar de una superficie resbaladiza a otra no tanto.- ¿Estás bien? –Fue lo primero que le dijo, preocupado por el bienestar de la muchacha; no solo se habían llevado un susto de muerte al casi acabar en el fondo del lago, sino también que ella había sufrido una caída en el trayecto, la cual Ezra había pasado de largo al preocuparse en ese más por cómo salir de allí en aquel momento.

Después, se quedó mirando el lago, viendo cómo se iba rompiendo el hielo a tan solo unos metros de distancia de donde se encontraban, tomando una dirección en concreto.- ¿Crees que se habrá ido por allí, quien quiera que haya hecho esto? –Preguntó volviendo la mirada hacia Evangeline, para después señalar la dirección que había tomado la fractura del hielo. Ahora sentía más curiosidad por el sujeto al que perseguían. Quería saber por qué. Por qué alguien iba tomarse tanta molestia, incluso arriesgar su propia vida, para llenar la superficie del lago de clavos. Volvió a observar el martillo, pero no contenía ninguna pista nueva. Todo empezaba a perder sentido de nuevo y eso le frustraba.